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Authors: John Scalzi

La colonia perdida (8 page)

BOOK: La colonia perdida
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—Hay rumores de que dos obin vendrán con nosotros a Roanoke —dijo.

—No son rumores. Es la verdad —contesté—. Hickory y Dickory son miembros de mi familia.

—¿Hickory y Dickory? —preguntó Lee Chen, de Franklin.

—Nuestra hija Zoë les puso ese nombre cuando era niña.

—Si no le importa que pregunte, ¿cómo es que dos obin son miembros de su familia? —preguntó Piro.

—Nuestra hija los tiene como mascotas —dijo Jane. Esto arrancó una risa incómoda. No estuvo tan mal. Después de una hora de ser machacados no demasiado sutilmente por Trujillo, no venía mal ser visto como el tipo de gente que puede tener a unos alienígenas aterradores como acompañantes domésticos.

* * *

—Hay que lanzar a ese hijo de puta de Trujillo por una esclusa de la lanzadera —dijo Savitri después de que la sala se despejara.

—Tranquila —dije yo—. Algunas personas no sirven para estar al mando.

—Gutiérrez, Black y Trujillo han creado su propio partido político —dijo Jane—. Y naturalmente, Trujillo va a ir corriendo a ver a Kranjic para contarle los detalles de esta reunión. Se han hecho muy amiguitos.

—Pero eso no causa ningún problema —dije.

—No. Ninguno de los demás representantes parece tener mucha relación con Trujillo, y los colonos están todavía subiendo a bordo: no ha tenido tiempo de darse a conocer entre los que no son de Erie. Aunque lo hubiera hecho, es imposible que el DdC nos sustituya. La secretaria Bell odia a Trujillo desde que eran representantes. Coger su idea y nombrarnos líderes de la colonia es otra forma que tiene de fastidiarlo.

—El general Rybicki nos advirtió que las cosas se habían vuelto políticas.

—El general Rybicki tiene fama de no contarnos todo lo que necesitamos saber.

—Tal vez tengas razón —dije—. Pero en este punto dio de lleno. De todas formas, no nos preocupemos ahora demasiado. Tenemos mucho que hacer y después de que la
Magallanes
zarpe de la Estación Fénix tendremos más que hacer todavía. Hablando de lo cual, le prometí a Zoë que la llevaría hoy a Fénix. ¿Alguna de vosotras quiere venir? Seremos Zoë, los gemelos obin y yo.

—Paso —dijo Savitri—. Todavía tengo que acostumbrarme a Hickory y Dickory.

—Los conoces desde hace siete años —dije yo.

—Sí. Siete años, en los que los he visto durante cinco minutos cada vez. Necesito tiempo para acostumbrarme a las visitas extensas.

—Muy bien —dije, y me volví hacia Jane—. ¿Y tú?

—Se supone que tengo que reunirme con el general Szilard —contestó ella, refiriéndose al comandante de las Fuerzas Especiales—. Quiere ponerse al día.

—Muy bien. Te lo vas a perder.

—¿Qué vais a hacer ahí abajo? —preguntó Jane.

—Vamos a visitar a los padres de Zoë —dije yo—. A los otros.

* * *

Me detuve ante la tumba que llevaba los nombres de los padres de Zoë, y de Zoë misma. Las fechas que indicaban el principio y el fin de la vida de Zoë, basada en la creencia de que había muerto en un ataque a una colonia, eran, obviamente, incorrectas; también lo eran las de su padre. Las fechas de su madre, sin embargo, sí eran correctas. Zoë se había agachado para leer los nombres; Hickory y Dickory habían conectado sus conciencias lo suficiente para tener un éxtasis de diez segundos ante la idea de estar ante la lápida de Boutin, y luego se desconectaron y esperaron en la distancia, impasibles.

—Recuerdo la última vez que estuve aquí —dijo Zoë. El ramito de flores que traía yacía sobre la tumba—. Fue el día que Jane me preguntó si quería irme a vivir con vosotros.

—Sí —dije yo—. Descubriste que ibas a vivir conmigo antes de que yo descubriera que iba a vivir con ninguna de vosotras dos.

—Creí que Jane y tú estabais enamorados. Que planeabais vivir juntos.

—Lo estábamos. Lo hicimos. Pero fue complicado.

—Todo en nuestra pequeña familia es complicado —dijo Zoë—. Tú tienes ochenta y ocho años. Jane es un año mayor que yo. Soy la hija de un traidor.

—También eres la única chica del universo con su propia escolta obin.

—Hablando de cosas complicadas —dijo Zoë—. De día, chica típica. De noche, adorada por toda una raza alienígena.

—Hay cosas peores.

—Supongo. Cabría pensar que ser objeto de adoración de toda una raza alienígena me salvaría de trabajar en casa alguna que otra vez. No creas que no me he dado cuenta de que no lo ha hecho.

—No queríamos que se te subiera a la cabeza.

—Gracias —dijo ella. Señaló la lápida—. Incluso
esto
es complicado. Estoy viva, y lo que está enterrado aquí es el clon de mi padre, no mi padre. La única persona real que hay aquí es mi madre. Mi madre
real.
Todo es muy complicado.

—Lo siento —dije.

Zoë se encogió de hombros.

—Ya estoy acostumbrada. La mayor parte del tiempo no está mal. Y te da perspectiva, ¿no? Cuando estaba en clase y oía que Anjali o Chadna se quejaban de lo complicadas que son sus vidas, yo solía pensar para mí: «Chica, no tienes ni idea de lo complicada que es la mía.»

—Me alegra oír que lo has llevado bien.

—Lo intento —dijo Zoë—. Tengo que admitir que no pasé un buen día cuando los dos me contasteis la verdad sobre papá.

—Tampoco fue divertido para nosotros. Pero pensamos que merecías saberlo.

—Lo sé —dijo Zoë, y se levantó—. Pero ya sabes. Me desperté una mañana pensando que mi verdadero padre era sólo un científico y me acosté sabiendo que podría haber aniquilado a toda la raza humana. Te afecta.

—Tu padre fue bueno contigo —dije yo—. No importa quién fuera ni qué otras cosas hiciera, contigo lo hizo bien.

Zoë se me acercó y me dio un abrazo.

—Gracias por traerme aquí. Eres un buen hombre, papá nonagenario.

—Eres una gran chica, hija adolescente —dije—. ¿Estás lista para marcharnos?

—Dentro de un segundo —dijo ella; volvió a la tumba, se arrodilló rápidamente y la besó. Luego se levantó y de repente pareció una adolescente avergonzada—. Lo hice la última vez que estuve aquí —dijo—. Quería ver si me hacía sentir lo mismo.

—¿Y bien?

—Sí —contestó, todavía avergonzada—. Venga. Vamos.

Nos dirigimos hacia la puerta del cementerio. Saqué mi PDA y le indiqué que pidiera un taxi para recogernos.

—¿Qué te parece la
Magallanes? —
pregunté, mientras caminábamos.

—Es interesante —dijo Zoë—. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que subí a una nave espacial. Me había olvidado de cómo era. ¡Y ésta es tan grande!

—Tiene que albergar a dos mil quinientos colonos y todas sus cosas.

—Lo comprendo —dijo Zoë—. Sólo estoy diciendo que es grande. Está empezando a llenarse, eso sí. Los colonos han llegado ya. He conocido a algunos. Los de mi edad, quiero decir.

—¿Alguno que te agrade?

—Un par. Hay una chica que quiere hacerse amiga mía. Gretchen Trujillo.

—Trujillo, dices.

Zoë asintió.

—¿Por qué? ¿La conoces?

—Creo que conozco a su padre.

—El mundo es pequeño.

—Y va a hacerse mucho más pequeño —dije yo.

—Tienes razón —dijo Zoë, y miró a su alrededor—. Me pregunto si regresaré alguna vez.

—Vas a ir a una nueva colonia. No a la otra vida.

Zoë sonrió.

—No has prestado atención a la lápida —dijo—. He estado en la otra vida. Regresar de allí no fue un problema. Es la vida la que no se supera.

* * *

—Jane está echando una siesta —dijo Savitri cuando Zoë y yo regresamos a nuestro camarote—. Dijo que no se sentía muy bien.

Alcé las cejas. Jane era la persona más sana que conocía, incluso después de haber sido transferida a un cuerpo humano.

—Sí, lo sé —dijo Savitri, captando mi gesto—. A mí también me pareció raro. Dijo que se pondría bien, pero que no la molestáramos hasta al menos dentro de unas pocas horas.

—Muy bien. Gracias. Zoë y yo íbamos a ir a la cubierta recreativa de todas formas. ¿Quieres venir?

—Jane me pidió que trabajara en unas cosas antes de despertarla —dijo Savitri—. En otra ocasión.

—Trabajas más duro para Jane de lo que nunca trabajaste para mí.

—Es la fuerza del liderazgo inspirador.

—Qué bien.

Savitri hizo un gesto de despedida.

—Te daré un toque a la PDA cuando Jane esté despierta. Ahora marchaos. Me estáis distrayendo.

La cubierta recreativa de la
Magallanes
tenía la forma de un pequeño parque, y estaba repleta de colonos con sus familias que probaban las diversiones que la nave les ofrecería en nuestro viaje de una semana hasta la distancia de salto, y de ahí a Roanoke. Cuando llegamos, Zoë vio a un trío de chicas adolescentes y las saludó; una le devolvió el saludo y la llamó para que se acercara. Me pregunté si sería Gretchen Trujillo. Zoë se despidió de mí con una rápida mirada hacia atrás; yo deambulé por la cubierta, observando a mis compañeros colonos. Pronto la mayoría de ellos me reconocería como el líder de la colonia. Por ahora, sin embargo, me sentía seguro y felizmente anónimo.

A primera vista los colonos parecían moverse libremente, pero después de un minuto o dos advertí algunos grupitos, mientras otros colonos se quedaban al margen. El inglés era el idioma común de todas las colonias, pero cada mundo tenía también sus lenguas secundarias, basadas principalmente en la naturaleza de sus colonos originales. Oí fragmentos de estos idiomas al pasar: español, chino, portugués, ruso, alemán.

—Usted también los oye —dijo alguien detrás de mí. Me volví y vi a Trujillo—. Todos los idiomas distintos —dijo, y sonrió—. Residuos de nuestros antiguos mundos, supongo que diría usted. Dudo que la gente deje de hablarlos cuando lleguemos a Roanoke.

—Es su forma sutil de sugerir que los colonos no tendrán ninguna prisa para cambiar sus nacionalidades propias y convertirse en flamantes roanokeños —dije.

—Es sólo una observación. Y estoy seguro de que con el tiempo todos nos convertiremos en...
roanokeños
—dijo Trujillo, pronunciando la última palabra como si fuera algo con pinchos que hubiera tenido que tragar a la fuerza—. Pero tardará su tiempo. Probablemente más del que ahora sospecha. Después de todo, vamos a hacer algo distinto aquí. No sólo crear una nueva colonia a partir de los antiguos mundos coloniales, sino mezclar diez culturas distintas en una sola. Para ser completamente sincero, tengo mis reservas al respecto. Creo que el Departamento de Colonización debería haber aceptado mi sugerencia original y usar los colonos de una sola.

—Así es la burocracia —dije yo—. Siempre estropeando sus planes perfectos.

—Sí, bueno —dijo Trujillo, y agitó la mano para abarcar a los colonos políglotas, y posiblemente a mí—. Ambos sabemos que esto tiene que ver con mi enemistad con la secretaria Bell. Ella estuvo contra Roanoke desde el principio, pero había demasiada presión por parte de las colonias para impedir que esto sucediera. Sin embargo, nada le impidió hacerla tan impráctica de dirigir. Incluyendo ofrecer el liderazgo de la colonia a un par de neófitos de buena voluntad que no tienen ni idea de dónde están las minas en esta situación, ni saben que serán chivos expiatorios muy convenientes si la colonia fracasa.

—Está usted diciendo que somos cabezas de turco.

—Estoy diciendo que su esposa y usted son inteligentes, competentes y políticamente prescindibles —dijo Trujillo—. Cuando la colonia fracase, la culpa recaerá en ustedes, no en Bell.

—Aunque ella nos eligiera.

—¿Lo hizo? He oído que los propuso el general Rybicki. Él está bien aislado de la caída política porque es de las FDC, y a ellos no tiene por qué preocuparles la política. No, cuando la mierda salpique, Perry, va a caer hacia abajo, justo hacia usted y su esposa.

—Está seguro de que la colonia va a fracasar —dije—. Y sin embargo está aquí.

—Estoy seguro de que la colonia
podría
fracasar —respondió Trujillo—. Y estoy seguro de hay gente (la secretaria Bell entre ellos) que se alegrarán de verla caer, como desquite contra sus enemigos políticos y para cubrir su propia incompetencia. Desde luego, la han diseñado para que fracase. Lo único que puede impedir que fracase es gente con la voluntad y la
experiencia
suficiente para ayudarla a sobrevivir.

—Alguien como usted, por ejemplo.

Trujillo se acercó un paso.

—Perry, comprendo que es fácil pensar que todo se debe a mi ego. De verdad, lo comprendo. Pero quiero que piense en una cosa un momento. Hay dos mil quinientas personas en esta nave que están aquí porque hace seis años yo me planté ante la cámara de representantes de la UC y exigí nuestros derechos de colonización. Soy responsable de que estén aquí, y como no pude impedir que Bell y sus secuaces prepararan esta colonia para autodestruirse, soy responsable de haber puesto a esta gente en peligro. Esta mañana, no le sugería que nos dejara ayudarle en la administración de la colonia sólo porque quiera dirigir el cotarro. Lo hice porque con lo que el DdC le ha puesto encima va a necesitar toda la ayuda que pueda obtener, y los que estábamos con usted en la sala de reuniones esta mañana llevamos años viviendo con eso. Si no le ayudamos, la alternativa es el fracaso puro y duro.

—Aprecio su confianza en nuestras capacidades como líderes —dije.

—No me está escuchando —dijo Trujillo—. Maldición, Perry, quiero que tenga usted éxito. Quiero que esta colonia tenga éxito. Lo último que quiero es socavar su liderazgo y el de su esposa. Si lo hiciera, estaría poniendo en peligro las vidas de todos los miembros de esta colonia. No soy su enemigo. Quiero ayudarle a combatir a la gente que lo es.

—Está diciendo que el Departamento de Colonización es capaz de poner en peligro a dos mil quinientas personas por fastidiarlo a usted.

—No —dijo Trujillo—. No por fastidiarme a mí. Para anular una amenaza a sus prácticas coloniales. Para ayudar a la UC a mantener a las colonias en su sitio. Dos mil quinientos colonos no son demasiados para una cosa como ésta. Si sabe usted algo de colonización, sabrá que dos mil quinientos colonos son el tamaño estándar de una colonia seminal. Perdemos colonias seminales de vez en cuando: es algo que se tiene en cuenta. Estamos
acostumbrados
a ello. No son
dos mil quinientas
personas. Es sólo
una
colonia seminal. Pero ahí es donde la cosa se pone interesante. Una colonia seminal perdida entra dentro de las expectativas de los protocolos de colonización del DdC. Pero los colonos proceden de diez mundos distintos de la UC, y todos ellos colonizan por primera vez. Cada uno de esos mundos sentirá el fracaso de la colonia. Será un mazazo a la psique nacional. Y entonces el DdC podrá cambiar de política y decir: «Por eso no os permitimos colonizar. Para protegeros.» Argumentarán eso ante las colonias se lo tragarán y volveremos al status quo.

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