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Authors: José Carlos Somoza

Tags: #Intriga

La llave del abismo (50 page)

BOOK: La llave del abismo
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Los ánimos parecían más apaciguados, y Darby aspiró antes de volver a hablar.

—De todas formas, no vamos a poder decidir esto ahora... Es demasiado complejo... Tendremos que dejarlo para los que son más sabios que nosotros... o dispongan de más tiempo. —Sonrió—. Hemos hecho un descubrimiento trascendental en la historia de la humanidad y debemos darlo a conocer para que otros saquen sus propias...

—No. —Las cabezas se volvieron hacia aquel de ellos que había hablado—. Eso es justo lo que he venido a impedir.

Había desenfundado la pistola, y les apuntaba.

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13.11
• •

—El problema con todos vosotros es que sois hombres de poca fe.

La voz de Yilane había adoptado otro tono, mucho más grave y firme. En aquella voz antigua parecían tener cabida varías gargantas. Era como un coro de ancianos perversos gruñendo amenazadoramente. Daniel, que era quien se encontraba más cerca, dio un paso hacia él. Sin dejar de apuntar con su pistola a los demás, el joven lo miró.

—¿Acaso crees que necesito disparar para matarte, Daniel Kean? —Y habló con aquella voz bronca, convirtiendo sus ojos en puntos luminosos:—
Retrocede.

Daniel se sintió como impelido por una fuerza que lo empujara hacia atrás. Pero nada le impresionaba tanto como el aspecto de Yilane. No era que hubiese cambiado realmente, pero sus facciones poseían una dureza distinta, sin fisuras.

—Tú también, Meldon. —Yilane apuntó hacia el empresario—. No te acerques.

Rowen mantenía alzadas las manos, pero no había miedo en su voz cuando habló.

—¿Qué te ha ocurrido, Yilane?

—Yil, no puedo creer... —murmuró Darby, dolorido.

—¡Claro que no puedes
creer,
hombre idiota! —Yilane mostró los dientes—. ¡Ese ha sido tu gran problema! ¡Y lo peor es que has odiado a los que sí pueden!

—No es cierto —negó Darby.

—Tus absurdas teorías lo demuestran. Pero ¿sabes lo más divertido? —Yilane, en efecto, parecía divertirse con sus propias palabras—. ¡Que has llegado hasta aquí precisamente debido al poder de la creencia!

—Lo sé —admitió el hombre biológico.

—No sabes nada aún.

Por un instante aquella aseveración flotó en el aire húmedo y frío. Entonces, repentinamente, Yilane volvió a sonreír y hablar como si nada hubiese ocurrido. Cuando lanzó el cabello castaño hacia atrás con un violento gesto incluso volvió a parecer, a los ojos de Daniel, el mismo joven de siempre. Pero había algo en su mirada que había cambiado por completo.

—Yo conocía la existencia de la
Llave
mucho antes de que os interesarais por ella, Héctor. Incluso antes de que Kushiro la encontrara. Llevo demasiado tiempo buscándola, aunque mis razones no hayan sido ni de lejos similares a las vuestras... Ahora me pertenece. Vosotros ni siquiera hubieseis llegado hasta ella de no ser por lo que
mi hijo
os contó...

—¿Tu hijo...? —Darby parpadeó sorprendido—. No, Jeremy Yin, no puedes creer...

—Yo sí puedo creer —replicó el joven—. Mírame, Héctor Darby, y dime quién soy.

—Eres Jeremy Yin Lane... Tu semejanza con tu padre es un simple diseño genético... Tu padre lo quiso así, igual que el mío deseaba que yo fuera biológico...

—No —balbució Rowen, de súbito atemorizado—. Tiene razón, Héctor: se ha transferido a su hijo del todo. No es Yilane, es Ezra Obed.

—Correcto —aprobó Yilane—. Incluso los ignorantes como Rowen conocen el Decimotercero...

—¡Estás engañándote, Yil! —Darby había recobrado el aplomo—. ¡No eres tu propio padre! ¡Él influyó mucho en ti, pero no puedes dejarte anular por eso!

Algo en el semblante de Yilane pareció vacilar ante las palabras de Darby. Cuando habló, su voz volvió a ser juvenil y titubeante.

—No es lo que piensas... Mi padre vive en mí y yo en él, pero siempre ha dominado él, y es justo que así sea... —Súbitamente frunció el ceño y su tono se endureció—. Yilane es un inútil. Lloró y gritó cuando fue azotado por los adoradores de la Máscara, se aterrorizó en las cavernas y tuviste que consolarlo, Daniel, ¿recuerdas? A lo largo de todo el viaje he dejado que Yilane se exprese a su manera..., pero he hecho lo que tenía que hacer a sus espaldas y a las vuestras. Ahora ha llegado el momento de que Yilane desaparezca y quede Ezra Obed. Yilane era una simple cáscara, un disfraz útil... No merece concluir una búsqueda de esta envergadura. Fui yo, Ezra Obed, quien supo que la revelación de Kushiro iba a producirse, quien reclutó a la gente necesaria para secuestrar a Mitsuko y el resto de sus discípulos e interrogarlos... Mi error consistió en compartir con mi hijo ese secreto. Le insté a que no lo divulgara, pero Yilane confiaba demasiado en su maestra, Anjali Sen, como para callarse... Cuando quise impedirlo, ya era demasiado tarde. Anjali Sen lo sabía, y vosotros también... Tenía dos opciones: o eliminaros o utilizaros en mi beneficio. Elegí la segunda. Necesitaba tus cuantiosos medios económicos, Meldon, así como los conocimientos de Héctor y la fuerza de Anjali y Maya para llegar hasta aquí, pero llevé a cabo mis propios planes comprando a servidores como Moon, Olsen, Turmaline o la Verdad...

—Hemos estado... luchando contra ti desde el principio... —murmuró Rowen.

—A mi favor, más bien. Ya he dicho que os necesitaba. En esta búsqueda he estado tan a oscuras como vosotros. Al principio creí que la
Llave
se ocultaba en Japón, y cuando sospeché que Kushiro podía, simplemente, haber dejado una clave más en su laboratorio, cambié los planes y envié solo a Ina y a Olive con Daniel para que creyerais que habíais derrotado al enemigo... En ocasiones me sometía a los mismos peligros para que no sospecharais, como en la Zona Hundida, cuando mis propios mercenarios nos tendieron una emboscada, o en Otago, cuando fui hecho prisionero junto a Daniel por una tribu de enmascarados debido al necio de Svenkov... Dejar que mi torpe hijo permaneciera siempre en la superficie de mi ser me permitió, además, que ni siquiera Anjali me detectara... Nadie, salvo Turmaline, conocía mi identidad; eso me permitía actuar libremente.

—Aun así —intervino Darby—, Ezra Obed murió hace un par de años, y tú lo sabes. Asistimos a su funeral...

Yilane volvía a sonreír. Su voz mantenía aquel tono que horrorizaba a Daniel.

—Estoy vivo, Héctor Darby. Le di a Yilane las instrucciones necesarias. Sabía que haría todo lo que yo le ordenara, y así fue. El Decimotercero dicta que un cuerpo debe ser incinerado para poder ser revivido por un brujo. Mi hijo me revivió en secreto usando ese ritual. Después no me resultó difícil suplantarlo...

—Puedo aceptar que hayas planeado todo esto, Yilane —dijo Darby—, pero no pretendas convencerme de que has resucitado a tu padre...

De forma sorprendente, Yilane pareció reflexionar sobre las palabras de Darby.

—Quizá sea cierto lo que dices —dijo al fin, sonriendo—, pero de nada sirve, porque yo creo otra cosa.

—¿Y esa creencia... te hizo matar a Brent Schaumann? —En la voz de Darby había desprecio.

—Se acercó demasiado... a la verdad.

—Te refieres al último mercenario que has contratado...

Yilane sonrió y el ambiente pareció oscurecerse más.

—Está aquí —afirmó—. No me importa que lo sepáis. La Verdad se encuentra entre vosotros y será la encargada de acabar lo que empecé... Aunque yo muera, ella destruirá la
Llave —
concretó mirando fijamente a Darby—. Es lo único que importa ahora...

—Yilane, Ezra o quienquiera que seas —dijo Rowen—, yo también creo que no debemos indagar en la
Llave,
pero ¿por qué destruirla?

—Para impedir que otros indaguen en el futuro. Para salvaguardar la creencia, Meldon. A ti solo te importaba la hazaña, ¿no es cierto? Pero la
Llave
es mucho más que un trofeo: significa la muerte de Dios y el fin de los tiempos, ¿lo habéis olvidado? Según la leyenda, la
Llave
puede acabar con todo lo que creemos, y ahora comprendo por qué... Pese a que tu «teoría», Héctor, es ridícula, no deja de presentar cierto venenoso peligro, que se acrecentaría si alguien más hallara este lugar... ¡Nadie debe saber que la Biblia pudo ser... —una mueca torció su rostro—... elegida por casualidad!

—¿Y qué piensas hacer con nosotros?

—Mucho me temo que seréis destruidos con ella.

—No podrás regresar solo —lo desafió Rowen.

—No me importaría perecer, si con eso puedo impedir que lo que hay aquí sea conocido.

—Ya Anjali... —Rowen contenía su ira con esfuerzo—. ¿También le hiciste daño?

—Yilane jamás hubiese sido capaz de eso —intervino Maya.

Débiles músculos se contrajeron en el pétreo rostro de Yilane.

—Cierto, el estúpido de Yilane aspiraba a sentir «amor» por ella... Pero Anjali había percibido la presencia de la Verdad, igual que Schaumann. Además, se disponía a interrogar a Turmaline, que os hubiese revelado mi nombre... No me resultó difícil volver a entrar en la habitación antes del ritual, fingiendo ser Yilane, y sorprenderla, igual que a Schaumann en el jardín de Sentosa. Puedo hacer que un corazón deje de latir a voluntad... Anjali era poderosa, pero estaba herida y débil, y yo soy Ezra Obed Lane, creyente profundo del Decimoter...

—Te desprecio, Ezra Obed —cortó Rowen, enfurecido—. De una forma u otra, te haré pagar la muerte de Anjali...

El odio que veía en los ojos de Rowen infundió a Daniel valor para intervenir.

—Tú ordenaste secuestrar a mi familia y matar a mi esposa...

Yilane lo miró como si solo en ese momento se percatara de su presencia.

—Oh, Daniel, jugar a dos bandas contigo fue apasionante... Eres un pobre tipo a quien Katsura Kushiro convirtió en su
messenja,
aún ignoro por qué... Mientras tú te dedicabas a consolar a mi cobarde hijo, yo he gozado destruyéndote por dentro... Para mí no representas nada.

—Si no represento nada, no podrás hacerme nada —dijo Daniel, acercándose.

Pero antes de que pudiese dar otro paso, una oscura y atlética silueta lo rebasó, abalanzándose sobre Yilane con un grito.

Todo ocurrió muy rápido. Rowen y Yilane forcejearon, y sonó un disparo. Maya Müller, que también había saltado hacia Yilane, fue golpeada por el cuerpo en retroceso de Rowen.

—¡Basta ya! —gritó Yilane apuntando hacia ella su pistola humeante.

La muchacha se detuvo. Darby, agachado junto a Rowen, sollozaba. Daniel tampoco podía evitar las lágrimas al contemplar el torso destrozado de Meldon Rowen.

—Las cosas podrían haber terminado con más calma para vosotros —dijo Yilane—; pretendía dejaros con vida hasta el momento final, pero ahora creo que apresuraré ese momento...

Se volvió hacia Maya y apuntó a su cabeza. Daniel anticipó el nuevo disparo y cerró los ojos.

En ese instante todo fue ceguera.

Se oyó una detonación en la oscuridad y un breve estrépito. Cuando la energía retornó a la sala, Yilane había perdido el arma, sangraba por la boca y los oídos y la muchacha lo encañonaba. Pese a ello, el joven creyente sonreía.

—Siempre supe que eras la mejor, Maya Müller.

Darby se apresuró a arrebatar el arma a Maya y apuntó a Yilane.

—¡Has matado a todos los que amaba! —gritó el hombre biológico.

—¡Adelante, entonces, dispara! —Yilane sonreía desafiante—. ¡Vamos, hombre biológico, véngate de los diseñados, a los que odias y deseas por igual!

Darby temblaba con el dedo en el gatillo. Tras lo que pareció una eternidad, bajó el arma. Yilane lanzó una ronca carcajada.

—¡He aquí una diferencia entre tu biología y mi diseño: no eres capaz de matar a nadie mirándolo a la cara!

De pronto Maya se apropió de la pistola.

—Yo no necesito mirar —dijo.

Cuando el eco de la detonación se extinguió, Darby y Daniel se acercaron. En el suelo, frente a ellos, Yilane parecía seguir sonriendo.

—No fue culpa suya por completo —dijo Darby—. La influencia de su padre acabó por enloquecerlo y creyó que... —Se interrumpió y miró, pálido, hacia el cadáver.

Daniel siguió la dirección de su mirada y se dio cuenta.

El cuerpo de Yilane estaba comenzando a disolverse.

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Al principio semejaba una simple funda de piel que ocultara vísceras. Al momento siguiente, las vísceras perdieron entidad y la piel se hundió, como desinflada. Los músculos menguaron hasta circunscribirse a los huesos, que se derrumbaron fragmentándose hasta formar pequeños escombros, que a su vez se agrietaron y desmenuzaron.

Darby y Daniel contemplaron como ensimismados el lugar donde había yacido Yilane, que ahora era solo una sombra de polvo y una imagen grabada en las retinas. El hombre biológico agitaba la cabeza como manteniendo una dura lucha interior.

—No... —Acompañaba sus palabras de gestos de negación—. No... Esto era lo que Yilane
creía...
Ha vivido con esa idea, y ha muerto con ella... Pero eso no quiere decir que no estuviera equivocado...

—Héctor —dijo la muchacha, el cabello ocultando a medias su rostro—, en el Decimotercero se describen formas de resucitar a un cuerpo a partir de sus cenizas... ¿Recuerdas los tatuajes y el medallón que usaba Yilane, con la serpiente de dos cabezas? Eran símbolos de los nodos ascendente y descendente de la invocación... No nos mintió: Yilane resucitó el cuerpo de Ezra, y Ezra lo suplantó...

Darby se disponía a replicar cuando una señal lo interrumpió. Se acercó presuroso a las imágenes de los
scriptoria,
que flotaban junto a las pantallas, y su voz mostró ansiedad.

—¡Los datos... están desapareciendo...! ¡Fue Yilane quien los extrajo!

Daniel giró con rapidez y se lanzó sobre los cables antes de que Darby o Maya reaccionaran, tiró de ellos y las pantallas se apagaron. Pero Darby movió la cabeza.

—Ya no tiene remedio. Yilane ordenó, sin duda, borrar toda la información. Estamos en el punto de partida: los datos siguen en el sitio donde se encontraban... Pero creo que podré intentar recuperar algunos antes de irnos usando mi propio
scriptorium...

Tras asegurarse de que los
scriptoria
volvían a trabajar, Darby pareció calmarse. Se pasó la mano por la cara y los miró.

—Solo quedamos nosotros tres. Es inútil seguir aquí. Propongo buscar objetos que llevarnos y convencer a otros de la existencia de la
Llave...
Además de los datos que logre copiar, quizá podáis traer algún viejo instrumento del laboratorio donde se incubaban los seres humanos... Luego regresaremos a la nave. Estoy seguro de que nos llevará automáticamente al santuario del sur de Dunedin.

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