La pesadilla del lobo (17 page)

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Authors: Andrea Cremer

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

BOOK: La pesadilla del lobo
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Me lanzó una mirada y una sonrisa.

—Apenas era mayor que tú, Cala.

—¿Por qué se convirtió en humana? —pregunté. El corazón me latía aprisa.

—Me rogó que la matara —contestó Monroe, apretando las mandíbulas.

—¿Qué? —Shay soltó un grito ahogado.

Oí un sollozo apagado y, al volverme, vi que Tess volvía a llorar. Adne le rodeó los hombros con el brazo.

—Estaba anonadado —prosiguió Monroe. Las lágrimas casi le impedían hablar y se aferró a mí, sollozando.

La emoción lo embargó, y de pronto casi no pude respirar.

—Era la compañera de un hombre cruel a quien no amaba, y vivía atormentada por el terror constante frente a un amo aún más malvado que su marido, por el bienestar de sus compañeros de manada por los que no sentía un afecto especial pero cuyas vidas eran tan imprevisibles y carentes de libre albedrío como la suya. —Monroe hizo una pausa antes de proseguir—. Pero dijo que hasta ese momento había logrado soportarlo.

—¿Qué había cambiado? —susurró Shay. Me echó un vistazo y vio mi cara crispada. Deslizó los dedos entre los míos y le apreté la mano.

—Su amo le había ordenado que tuviera un hijo. —Monroe cerró los ojos—. Y ella no soportaba la idea de traer otra vida al mundo, un ser que se vería obligado a enfrentarse al mismo dolor al que ella se enfrentaba todos los días.

—¿Qué hiciste? —murmuré.

—Le ofrecí ayuda. —Monroe abrió los ojos; su mirada expresaba una emoción intensa—. Le hablé de la Escarificación, de la verdadera historia que minaba todas las mentiras que le habían contado desde que nació. Una época en la que los Buscadores y los Vigilantes se unieron para luchar contra los Guardas. Estaba desesperado por convencerla de que había otro camino, algo que le diera esperanza, además de la muerte. Nunca me había encontrado con un dolor semejante y lo único que quería era salvarla.

Shay y yo guardamos silencio, fascinados por la historia. Connor mantenía la vista clavada en su taza, mientras que Adne acariciaba los cabellos de Tess. Silas no parecía prestar atención: estaba concentrado en su cuaderno y de vez en cuando escudriñaba a Shay.

—Empezamos a encontrarnos en secreto —dijo Monroe con una sonrisa triste—. Le proporcioné toda la información que pude acerca de cómo se habían forjado las alianzas del pasado.

Sentí una caricia en la mano, miré a Shay y él me sonrió. Monroe nos observaba y alzó las cejas.

—¿Os suena conocido?

Shay asintió con la cabeza.

La sonrisa de Monroe se convirtió en una mueca y siguió hablando.

—Davis se había enfadado conmigo por desobedecer sus órdenes, pero la idea de que los Vigilantes se pusieran de nuestra parte lo entusiasmó. Parecía una excelente oportunidad de hacernos con el control de Haldis. Corrine logró obtener el apoyo de varios de sus compañeros de manada. Nuestro plan consistía en sacarlos a ellos primero, reunir una fuerza importante formada por varios equipos de Buscadores y después montar un ataque combinado contra los Guardas en Vail.

—Pero algo salió mal, ¿no? —Shay frunció el ceño.

Monroe asintió. Carraspeó, pero su voz seguía áspera.

—Corrine se quedó embarazada. Tenía la esperanza de evitarlo, pero esas cosas no son fáciles de controlar.

Guardó silencio unos momentos y plegó las manos en la mesa.

—Tenía miedo de huir mientras estuviera embarazada y no quería poner en peligro a su hijo recién nacido, así que nos pidió que postergáramos el plan, que esperásemos hasta que el niño cumpliera un año y no fuera tan vulnerable durante la huida. Yo accedí a su deseo.

Hizo una pausa y noté que las manos le temblaban. Pese a mi temor cada vez mayor, me obligué a hacer la pregunta.

—¿Qué sucedió?

—En el ínterin, el complot fue descubierto. —Monroe apretó las manos y sus nudillos se volvieron blancos—. En vez de una huida, los Buscadores se encontraron con una emboscada en el complejo de los Bane. Perdimos a más de la mitad de los nuestros.

—¿Y Corrine? ¿Y sus aliados? —La voz de Shay era severa.

—Ya habían sido entregados a los espectros —contestó Monroe en tono monótono—. Todos estaban muertos antes de que llegásemos.

Tuve que cerrar los ojos cuando el relato de Monroe hizo que las imágenes de mi pesadilla cobraran vida.

—Pero dejaron con vida a Ren —susurré—. No mataron a su hijo.

—Resultó difícil recomponer la historia, pero, según parece, el compañero de Corrine era leal a su amo y nunca conspiró contra los Guardas. Y él se hizo cargo del niño. A fin de cuentas, aún necesitaban a un alfa joven para la nueva manada. Y como tú ya has dicho, él no sabía nada sobre la verdadera muerte de su madre.

Shay volvió a apretarme la mano y me di cuenta de que las lágrimas se derramaban por mis mejillas. Me restregué el rostro con rapidez. Shay miró a Monroe.

—¿Sabes cómo traicionaron a Corrine?

Monroe apretó las mandíbulas y clavó la vista en sus manos.

—Creo que eso es todo —farfulló Connor—. ¿Estáis satisfechos?

—Sólo quisiera… —dijo Shay.

—No, Shay. —Apoyé una mano en su brazo—. Gracias, Monroe.

Monroe se puso de pie y nos dio la espalda.

—Buenas noches.

—Buenas noches —repitió Tess y siguió a Monroe hasta la escalera.

—Una buena manera de desalojar una habitación —murmuró Connor con la vista fija en su taza vacía.

—Déjalo, Connor —dijo Adne y se puso de pie—. Busquemos otro modo de pasar el rato.

—Tengo algunas ideas —contestó Connor con una sonrisa.

—Las mías son mejores, y pertenecen al terreno de lo posible. —Adne se sentó en la mesa, apoyó los pies en el banco y la guitarra en las rodillas. Rasgueó las cuerdas y ladeó la cabeza.

—¿Alguna solicitud?

—Las damas eligen —dijo Connor.

Adne empezó a cantar en voz baja y profunda.

—Rabia, rabia contra la agonía de la luz —entonó.

—¿Dylan Thomas? —dijo Shay en tono animado.

—Sí —contestó ella, encogiéndose de hombros—. Es nuestro mantra. Compuse una melodía para acompañar el poema.

—¿Cuánto hace que tocas la guitarra? —Shay observó como sus dedos se deslizaban por encima de los trastes, obviamente fascinado.

—Desde los cuatro años —dijo Adne—. Me enseñó mi madre.

—Tiene un talento natural, pero eso no supone una sorpresa: Adne tiene talento para todo, era una niña prodigio. —Connor apartó un rizo color caoba de la frente de ella y cuando sus dedos rozaron su piel, las llamas del hogar hicieron resplandecer sus ojos castaños.

Una sospecha me carcomía el cerebro. Estaba convencida de que algo se ocultaba tras las permanentes rencillas de Connor y Adne.

«Hay muchas historias ocultas que los vinculan a todos ellos. Estos dos tienen sus propios secretos.»

—Sí, lo veo —murmuró Shay sin desprender la vista de los dedos de Adne—. ¿Podrías enseñarme a mí?

—¿A tocar? —preguntó Adne, haciendo una pausa.

Shay asintió.

—Claro —dijo, sonriendo y palmeando el banco a su lado.

Shay se sentó junto a ella y Adne le apoyó la guitarra en los muslos. Tragué saliva cuando se sentó detrás de él en la mesa y se inclinó para dirigir sus manos.

A pesar de mis sospechas sobre Connor y Adne, me pregunté si su historia formaba parte del pasado… y si Adne imaginaba un futuro con Shay. No dudaba de sus sentimientos con respecto a mí. Pero los celos me pellizcaban cada vez que los veía juntos. Aunque él no sintiera interés por ella, se estaban haciendo muy amigos, y eso me acongojaba. Echaba de menos a mis amigos, sobre todo a Bryn. Incluso si tenía que sacarme las cosas con tirabuzón, su preocupación constante y su presencia habían supuesto un apoyo. Todos los alfas necesitaban dicho apoyo.

Desprendí la mirada de ambos. La idea de convertirme en lobo e inmovilizar a Adne contra el suelo me resultaba cada vez más seductora.

—Creo que me iré a la cama. —Connor bostezó, pero sin dejar de lanzarle una mirada dura a la improvisada clase de música—. ¿Puedo acompañarte a tu habitación, Adne?

—¿Qué? —Adne le lanzó una breve mirada—. ¿Así que ahora necesito un escolta? ¿Acaso hemos vuelto al siglo XIX y no me he dado cuenta?

Connor miró a Shay y luego pateó el suelo con el tacón de su bota. Parecía vulnerable y era la primera vez que observaba esa expresión en el siempre bromista Buscador.

—No, yo… —dijo entre dientes—. Buenas noches.

—Buenas noches. —Adne volvía a centrarse en la guitarra.

Connor vaciló y volvió a mirarlos a ambos con una expresión extraña: una mezcla de ira y tristeza.

—Creo que yo también me iré a la cama —dije. «Antes de que le arranque los dedos a Adne.»

—Te acompañaré a tu habitación. Incluso te cantaré una nana… y quizá me muestres lo que te hace aullar —dijo Connor y sonrió.

—¡Eh! —Shay salió del trance y le lanzó una mirada furiosa.

—Tranquilo, chico. —Connor rio.

—Vamos, Shay —lo regañó Adne, colocándole las manos en la guitarra—. Presta atención. Pon los dedos aquí y aquí. Ésa es la cuerda del sol.

Shay se ruborizó y se volvió hacia ella.

—Lo siento. Bueno…, vale, la cuerda del sol.

—No te preocupes, ya le cogerás el tranquillo —dijo ella, y apoyó el mentón en el hombro de él.

Connor y yo abandonamos el salón comedor, un nudo ardiente ocupaba el sitio donde solía estar mi estómago.

—¿Cómo lo llevas, chica? —Me echó un vistazo mientras subíamos las escaleras—. Se están produciendo cambios bastantes grandes en tu vida.

Me enderecé, sin saber cómo tomarme la pregunta.

—¿A ti qué te importa? —Lamenté mi tono duro, pero aún estaba furiosa tras ver como Adne se enrollaba alrededor de Shay. Además, estar con Connor era como montar en la montaña rusa: no sabía si haría comentarios inadecuados o preguntas amables. Los Buscadores me desnucaban emocionalmente.

—Sabes que tendrás que confiar en nosotros… con el tiempo —dijo.

En vez de sonreír, le mostré los dientes.

—Con el tiempo.

—Vale —dijo, y se detuvo ante la puerta de mi habitación—. Dulces sueños, alfa.

—Gracias —dije, y abrí la puerta.

No prendí la luz, en vez de eso me tumbé en la cama y contemplé el oscuro cielo por encima de mi cabeza; estaba demasiado alterada para conciliar el sueño. Sin embargo, me sentía exhausta. Pero me afectaba algo más profundo.

«Me siento sola.»

Hasta ese momento, no me había dado cuenta de que en realidad, nunca había estado sola. Siempre me había acompañado la manada, por más retos que hubiera enfrentado. Su ausencia hacía que me sintiera perdida, inútil. Había escapado de Vail para salvar a Shay, pero también a mis amigos. Ahora esa elección se parecía menos a una solución y más a una esperanza efímera que cada vez estaba más lejos de materializarse.

«¿Qué estoy haciendo aquí?»

Me di la vuelta en la cama, hundí la cara en la almohada y cerré los ojos. Hacía frío, pero no me molesté en taparme con el grueso edredón de plumas. El frío que me invadía aumentaba mi desconsuelo. Me puse tensa, pero permanecí inmóvil cuando oí que la puerta se abría y volvía a cerrarse con un suave clic. Percibí el aroma a hierba calentaba por el sol y a trébol. Los pasos suaves de Shay atravesaron la habitación y se detuvieron.

—Sé que estás despierta, Cala.

Suspiré y me volví hacia él.

—¿Qué pasó con tu lección de guitarra? —Hablaba en tono venenoso y eso sólo hizo que el hecho de que Adne lograra sacarme de quicio me enfadara aún más.

—Quería asegurarme de que estabas bien. —Shay se arrastró por encima de la cama.

Me incliné hacia el otro lado y me tumbé de espaldas.

—¿La dejaste sola? Creo que tenía muchas ganas de enseñarte a tocar la guitarra. «Creo que tenía muchas ganas de algo más.»

—Tuvo que regresar a Denver —dijo—. Apareció Silas con un informe que ella debía llevar al puesto de avanzada. Pero ahora que estoy aquí, tengo la impresión de que preferirías que te dejara sola.

No sabía si hablaba en tono irritado o divertido, así que no contesté y volví a dirigir la mirada al cielo estrellado. Entonces el cuerpo de Shay ocultó las diminutas luces titilantes. Me quedé sin aliento cuando, en vez de tenderse a mi lado, se tendió encima de mí. Su peso me aplastaba contra el colchón.

—Shay. —Estaba sorprendida, pero no temerosa—. ¿Qué haces? —dije, le apoyé las manos en el pecho y lo aparté.

Me cogió las muñecas y evitó que lo empujara.

—Basta de ocultarte detrás de tu miedo, Cala. Basta de huir —dijo—. Si quieres, puedes tratar de arrancarme las manos, pero ahora te besaré.

Al ver el brillo confiado de su mirada tragué saliva. Shay no me temía. Percibía su fuerza, pese a que me agarraba con suavidad; resultaba sorprendente y seductor. Ya no se acercaba a mí con la timidez de un humano; ahora era un Vigilante. Y no sólo eso: era el Vástago, cargaría con la Cruz Elemental. Una arma hasta entonces desconocida para el mundo. Era un auténtico guerrero. Mi igual. Quizás algo más que eso. Sonreí al comprender que su vulnerabilidad —que al principio me impulsó a salvarle la vida— había desaparecido para ser reemplazada por una fuerza férrea a juego con su voluntad fiera e impenitente. Ya no necesitaba mi protección, pero todavía me deseaba. Su rostro expresaba deseo, la necesidad de saber que yo también lo deseaba. Y así era.

«Ahora soy libre. Lo amo. No hay ningún motivo para parar.»

Shay me soltó las muñecas, esperando y observándome. No lo aparté, sino que apoyé las manos en los músculos duros de su pecho. Se inclinó hacia mí y le rodeé el cuello con los brazos, y entrelacé los dedos entre su cabello suave y rizado. Entonces apoyó los labios en los míos y los separó suavemente.

El beso de Shay albergaba la prometida libertad que había ansiado. Dulce y tierno como los primeros brotes verdes que se elevan en busca del sol primaveral. Cerré los ojos y me dejé invadir por las sensaciones. Miel y trébol. Una lluvia suave y cálida me llenaba la boca, se derramaba por encima de mi cuerpo. Él era el sol brillante que ahuyentaba el frío del invierno.

Su cuerpo presionó el mío con más fuerza y le rodeé la cintura con las piernas. Shay soltó una mezcla de gemido y de gruñido. Sus besos eran lentos, exploraban mi boca y cada caricia incrementaba mi deseo. Deslicé las manos por su espalda, sentí la fuerza de sus hombros y quise tocar otras partes de su cuerpo. Él deslizó las manos por debajo de mi camisa, me acarició el estómago y empezó a deslizarlas hacia arriba. La sangre me ardía en las venas.

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