—Tal vez sea a la hija a quien Raistlin quiere,
no
al sobrino. —Steel se encogió de hombros—. ¿Y piensas que abrirá el Portal para ella? Quizá tengas razón. A mí me da lo mismo, mientras ese Portal se abra. Tráela.
Palin volvió despacio junto a Usha.
—No puedes marcharte —dijo—. Te pido que te quedes conmigo. Confía en mí. Ya se nos ocurrirá algo.
Ella alzó sus ojos dorados hacia el joven mago. Su mirada era fría, pero Palin advirtió, al contemplarla tan de cerca, que esa frialdad era una tapadera para encubrir su miedo. Estaba tan aterrorizada como una niña pequeña.
—Iré contigo —repuso con voz queda—. Pero debes permanecer a mi lado.
Tenía la piel cálida y suave. El cabello plateado le rozó el rostro al mago, despertando en su cuerpo una hormigueante sensación de deseo. Jamás había sentido algo tan maravilloso en toda su vida; ni se había debatido en tan amargo conflicto. ¡Que se quedara con ella, le había dicho! El tenía que entrar al Abismo.
El Túnica Roja, habiendo pensado el asunto con más detenimiento, al parecer llegó a la conclusión de que el kender tenía razón y que el mejor sitio para este extraño grupo era dejarlo encerrado a buen recaudo en los aposentos de su maestro.
—Os acompañaré al cuarto de lord Dalamar —anunció el Túnica Roja—. Esperaremos juntos a mi maestro.
Esto no les interesaba en absoluto, como la mirada severa de Steel le recordó a Palin. Tenían que encontrar el Portal al Abismo, y más valía que lo hicieran mientras Dalamar se encontraba ausente.
—Gracias, pero no será necesario —contestó Tas amablemente—. Conocemos el camino. Y, además, Palin ya ha estado antes aquí. Es un amigo personal de Dalamar.
El Túnica Roja enarcó las cejas en un gesto de incredulidad.
—¿Es que no lo reconoces? —exclamó Tasslehoff—. ¡Es Palin
Majere!
¡El sobrino de Raistlin Majere! Usha es hija de Raistlin, ya lo sabes. Y éste —el kender señaló a Steel— es sobrino segundo de Raistlin. Creo que es así. —El kender frunció el entrecejo, pensativo—. Veamos, Kitiara era hermanastra de Raistlin. Quizás en tal caso Steel sólo es sobrino tercero.
—Es una reunión familiar —dijo Steel y, empujando al Túnica Roja contra la pared, el caballero pasó ante él y entró en la torre.
Él Túnica Roja no los siguió a los aposentos de Dalamar, pero se aseguró de que varios de los guardianes espectrales fueran con ellos. Los pálidos e impasibles ojos los mantuvieron bajo vigilancia hasta que estuvieron a salvo dentro del cuarto del elfo oscuro, con la puerta cerrada.
—Pero estarán esperándonos —pronosticó Palin—. Por no mencionar al que monta guardia a la puerta del laboratorio. Ese espectro tiene órdenes dadas por Dalamar de que no deje entrar a nadie, ni siquiera a él mismo. El laboratorio no se ha abierto desde que mi tío...
El joven mago hizo una pausa y no acabó la frase. Lo que había dicho no era del todo cierto. La puerta del laboratorio se había abierto una vez. El Bastón de Mago había estado guardado dentro y ahora lo sostenía en la mano.
—Oh, no tienes que preocuparte por el espectro —dijo Tas con gran seguridad en sí mismo—. Tenemos la...
—Cuchara Kender de Rechazo. Lo sé. —Palin suspiró. No estaba de humor para tonterías kenders—. Mira, tío Tas, me he fijado en el emblema grabado en el mango y es una de las cucharas de...
Un movimiento atrajo su mirada. Alzó la vista. Un mago vestido de negro estaba de pie en el cuarto. No era algo inusitado en la Torre de la Alta Hechicería, salvo porque éste hechicero tenía el cabello blanco, la piel dorada y las pupilas en forma de reloj de arena. La lengua se le quedó a Palin pegada al paladar. Empezó a hablar:
—Tío...
Raistlin hizo un ademán negativo. Sus ojos dorados se detuvieron brevemente en el kender y después la aparición se desvaneció.
—¿Sí? —Tas alzó la vista de la cuchara, que estaba contemplando con admiración—. ¿Decías algo acerca de que era un cubierto común y corriente?
Palin echó una rápida ojeada a su alrededor. ¿Había visto alguien más la aparición? Al parecer, no.
Steel registraba el cuarto, tanteando las paredes, mirando detrás de los tapices, intentando encontrar otra salida. Usha, medio dormida, se sentaba acurrucada en un sillón con gesto desconsolado. Tasslehoff acariciaba amorosamente su cuchara.
—¡Ésta no es una cuchara cualquiera! —continuó el kender—. Es una sagrada reliquia que le fue entregada a mi tío Saltatrampas por Mishakal en persona. ¿O fue Reorx? Lo he olvidado. Sea como sea, el caso es que funciona. Tú mismo lo viste.
Nadie más había visto a Raistlin. El archimago había venido a él, solamente a él. El cansancio, el dolor, la decepción se desprendieron del joven como una capa desechada. Entraría en el laboratorio. El camino estaba preparado. Como se había dicho en una ocasión de Raistlin Majere:
»Las puertas se abrirán a su paso.»
—A ver, deja que eche otro vistazo. —Palin le cogió la cuchara a Tas y la examinó. Era exactamente igual que el resto de las cucharas que había sobre la mesa—. Tienes razón, tío Tas —dijo suavemente—. Es un artefacto sagrado. Sumamente sagrado, efectivamente.
Recelos.
Introspección.
El laboratorio de Raistlin
Salieron del cuarto de Dalamar, y Tas encabezó la marcha hacia el laboratorio, con la cuchara de plata enarbolada audazmente ante sí.
A Steel no le hacía gracia tener al kender como compañero, pero Palin —para sorpresa y cólera del caballero— no intentó disuadirlo.
—Sólo un kender puede utilizar la magia de la Cuchara Kender de Rechazo —dijo el joven mago con un esbozo de sonrisa.
—Tú y yo sabemos que esa cuchara no es mágica —replicó Steel.
—Viste cómo hizo retroceder al espectro —contestó Palin.
—¿Lo vi? ¿O es lo que quieres que crea que vi?
Palin eludió la pregunta.
—Llevaremos al kender con nosotros y lo vigilaremos. ¿O prefieres que nos siga a su aire? «Nunca des la espalda a un kender», es un dicho de los enanos.
—¿De veras? —La voz de Steel era fría—. Creía que era: «Nunca des la espalda a un mago».
Los ojos incorpóreos parpadearon, llamearon y después desaparecieron.
Una cuchara sostenida por un kender no podía repeler a semejantes espectros. Steel lo sabía, y también lo sabía Palin. El joven mago estaba de repente muy ansioso por llegar a su destino. Sus dudas, sus temores, habían sido dejados de lado. Se lo veía relajado, seguro de sí mismo. Algo había ocurrido; había visto algo, había recibido alguna señal, pero Steel no sabía qué. ¿Era el joven mago mucho más poderoso de lo que le había dado a entender? ¿Era esta extraña mujer de ojos dorados parte de una confabulación? ¿Lo estaban conduciendo a una trampa? El caballero, que jamás había confiado en los magos, decidió tener vigilados de cerca a Palin y a la chica.
Subieron la oscura escalera, girando y girando en una espiral constante que dejaba doloridas las piernas, pegados a la pared para evitar tropezar y caer por el borde al negro vacío. Nadie les salió al paso. Era como si la torre estuviera desierta a excepción de ellos.
El mal afamado laboratorio de la Torre de la Alta Hechicería se encontraba casi en la cúspide. El único Portal al Abismo que quedaba estaba dentro del laboratorio.
Quizá.
—Háblame de ese Portal, Majere —dijo Steel mientras subían.
El joven mago parecía muy reacio a hablar.
—Es poco lo que sé —empezó.
—¡Yo sé un montón! —intervino el kender entusiasmado.
Steel hizo caso omiso de él.
—Eres mago, ¿no, Majere? Supongo que os deben enseñar este tipo de cosas en la escuela de magia o dondequiera que estudiéis.
—Sé la historia —respondió evasivamente.
—¡Y yo también! —insistió Tasslehoff—. De hecho presencié gran parte de ella. Estaba con Caramon y con Raistlin cuando Raistlin no era Raistlin, sino Fistandantilus, y entró en el Portal e intentó luchar contra la Reina Oscura, pero fracasó. ¿Te gustaría que te lo contara?
—No —contestó Steel—. Quiero saber cosas sobre el Portal, ya que los dos vamos a entrar en él —añadió intencionadamente al tiempo que observaba con atención la reacción de Palin.
El Bastón de Mago relució con más fuerza sobre el joven, y el caballero vio que éste tenía el rostro encendido y los ojos brillantes, jubilosos.
Al darse cuenta de que la mirada de Steel estaba prendida en él, Palin retiró un poco el cayado de manera que la luz no cayera tan de lleno sobre él.
»Está tramando algo», se dijo el caballero, que se puso más en guardia.
—¿Vais a entrar en el Abismo? —preguntó Tas, y su voz no sonó tan excitada como lo habría hecho la de cualquier kender ante tal perspectiva—. Espero que sepáis que no es un sitio muy agradable. De hecho es horrible. No estoy seguro de que me apetezca acompañaros.
—Estupendo —dijo Steel—, porque tú no vienes. Sigue con tu historia, Majere.
—Sí, sigue hablando, sea de lo que sea —intervino Usha—. No da tanto miedo cuando alguien habla.
Sin embargo, Palin guardó silencio. Siguieron subiendo hasta llegar a un amplio rellano. Faltos de aliento y con los músculos doloridos, todos se pararon al mismo tiempo, como si se hubieran puesto de acuerdo. La puerta del laboratorio estaba todavía bastante más arriba de donde se encontraban, perfilada por la luz de una antorcha. Se sentaron en el rellano y estiraron las piernas, agradecidos por el descanso.
—¿Qué me dices del Portal? —insistió Steel al tiempo que le daba un codazo a Palin.
—En realidad no hay mucho que contar —repuso el joven, que se encogió de hombros en un gesto despreocupado—. Hace mucho tiempo, existían cinco Portales localizados en cada una de las Torres de la Alta Hechicería. Creados por la magia, los Portales fueron concebidos para proporcionar a los hechiceros un medio de trasladarse de una torre a otra sin tener que gastar sus energías en hechizos de teleportación.
»Con la idea de abrir unas puertas entre ellos, los hechiceros no se dieron cuenta de que, accidentalmente, habían creado una ruta de este mundo a otro plano de existencia. Pero Takhisis sí lo vio. Atrapados en el Abismo, ella y sus dragones malignos llevaban mucho tiempo buscando una vía de entrada a Krynn, pero se lo impedían Paladine y sus dragones bondadosos. No obstante, Paladine no tenía mucho control sobre los magos, que, como bien era sabido, actuaban según sus propias reglas.
»Takhisis encontró a un Túnica Negra que podría ceder a la tentación. Adoptando la forma de una bellísima mujer, se aparecía al hechicero en sus sueños todas las noches y le susurraba seductoras promesas. El hechicero acabó obsesionado con la encantadora mujer; juró encontrarla y hacerla suya.
»"
Estoy prisionera en otro plano, en otro tiempo", le dijo Takhisis al hechicero. "Sólo tú, con tu poder, puedes liberarme. Para hacerlo, tienes que cruzar el Portal. Mantén mi imagen en tu mente, y yo te guiaré."
Palin calló de repente al llegar a este punto. Su rostro, iluminado por la luz del bastón, se había puesto muy pálido.
Yo te guiaré.
Las palabras parecían cernidas en el aire.
—¿Qué le ocurrió al hechicero? —preguntó Usha.
—¡Lo sé! ¡Lo sé! —Tas levantó la mano.
Palin notaba seca la garganta y carraspeó antes de proseguir:
—El hechicero, dominado por el deseo, entró en el Portal con la imagen de Takhisis haciendo arder su sangre. Lo que le ocurrió allí nadie lo sabe, pues jamás regresó. Una vez que el Portal estuvo abierto, Takhisis y sus legiones de dragones entraron como un enjambre en Krynn y aquello, según cuenta la leyenda, fue la causa de la Primera Guerra de los Dragones.
»El valeroso Caballero de Solamnia, Huma, expulsó a la Reina Oscura haciéndola regresar al Abismo. Los hechiceros, profundamente avergonzados, trataron de clausurar los Portales. Por desgracia, los magos que los habían creado habían muerto en la Guerra de los Dragones, llevándose con ellos sus conocimientos y su poder. Los hechiceros supervivientes no podían cerrar los Portales, pero sí hacer imposible cruzarlos... o eso creyeron. Así, pusieron como condición indispensable que las únicas dos personas que podían entrar por ellos tenían que ser un Túnica Negra acompañado por un clérigo de Paladine. Una alianza tan tortuosa e inaudita, creyeron, sería impracticable, y de este modo los Portales serían seguros.
»Con el tiempo, en pleno auge de Istar, cuando los magos fueron perseguidos por la iglesia, tres de las Torres de la Alta Hechicería o se perdieron o fueron destruidas, y con ellas, sus Portales. Los hechiceros que vivían en la Torre de Palanthas accedieron a abandonarla a cambio de la promesa del Sumo Sacerdote de que se les permitiría partir para seguir practicando la magia en Wayreth. Sin embargo, antes de dejar la torre y como medida de precaución, los magos trasladaron el Portal a la fortaleza de Zhaman, ahora conocida como el Monte de la Calavera, suponiendo, con muy poco acierto, que nadie lo encontraría allí.
—¡Yo lo encontré! —gritó Tas—. Bueno, más o menos. Estaba con Caramon y Raistlin, en el pasado, aunque se suponía que no debía estar allí. Y Raistlin y Crysania, que entonces era una sacerdotisa de Paladine, cruzaron el Portal y así es como Raistlin entró en el Abismo. Y Crysania fue con él, y la Reina Oscura casi mató a Crysania, sólo que salvó la vida, aunque se quedó ciega, y Caramon entró y la sacó de allí, y entonces Raistlin comprendió el terrible error que había cometido y que la Reina Oscura iba a entrar en el mundo, así que él, Raistlin quiero decir, sacrificó la vida para quedarse en el Abismo y mantener el Portal clausurado. Caramon cree que a su hermano le fue concedida la paz de un sueño eterno en recompensa por su sacrificio, lo que significaría que Raistlin no se encuentra en el Abismo, después de todo...
»¡Oh! —Tas se levantó de un brinco, muy excitado—. ¿Es por eso por lo que vamos a cruzar el Portal, Palin? ¿Para buscar a Raistlin? En ese caso, iré con vosotros —ofreció el kender con magnanimidad—. Raistlin y yo éramos grandes amigos. Bueno, lo éramos hasta que mató a Gnimsh, el gnomo. —Tas adoptó una expresión seria—. En realidad nunca lo perdoné por aquello.
—¿Vais a entrar allí para buscar a Raistlin Majere? —preguntó Usha. No miró a Palin mientras hablaba, sino que jugueteó con el repulgo de su túnica con nerviosismo.
—Aún tenemos que entrar en el laboratorio —repuso Palin—. ¡Todavía tenemos un largo camino por delante antes de entrar en el Abismo para buscar a nadie!