Te quiere,
Anne
P.S. ¿Recibiste mi última carta? Escríbeme, por favor.
24 sept. 1983
Querido Sean:
Hola. (?) Me da como vergüenza escribirte porque supongo que estás cabreado conmigo o algo. ¿ Lo estás? Debe de haber sido por algo que dije en la última carta. ¿Piensas que me dejé llevar por el entusiasmo? Creo que lo entiendo, supongo. Tiendo a ser excesivamente entusiasta. Sé que podrías haberme escrito y decirme que cortara y que habría estado bien.
Por favor, Sean, hazte cargo de que esto me resulta duro. ¿Puedes perdonarme lo que he hecho, sea lo que fuere? Dios santo, imagino que en marzo vuelvo a Camden y te veo y me siento toda confusa y no sé qué hacer. Y a lo mejor tú ni siquiera hablas conmigo o algo parecido, algo igual de horrible. ¿No podrías escribirme y explicármelo todo? Por favor. Por favor.
Total, que estoy sentada junto a la piscina en esta casa enorme de Palm Springs. Es a última hora de la mañana y durante las últimas horas no he hecho más que estar sentada al sol y mirar las palmeras. Siento la tentación de darme un baño o tumbarme junto a la piscina y emborracharme o hacer cualquiera de las innumerables cosas decadentes que se hacen en Palm Springs. Pero siento demasiada pereza y la idea de relacionarme con estas odiosas personas tan morenas me llena de miedo. De verdad, justo ahora en la casa están las personas más estúpidas del mundo: ejecutivos maduritos de los estudios, con canutos colgándoles de los labios y encendedores de oro que tienen sólo para estas ocasiones. Rubias idiotas que apestan a aceite bronceador y a sexo. Viejas ricas con jóvenes atractivos (que por algún motivo, son todos gay). Miré en las estanterías de libros de esta casa y quedé muy confusa al encontrar todos esos libros pornográficos con títulos como
El rancho del semental y Conos calientes en el Rancho Gestapo.
Repugnante, ¿verdad?
Hace como una semana estaba sentada en el club nocturno más elegante de Los Ángeles con unos cuantos amigos y el disc jockey ponía a Yaz y Bowie y estaban conectados unos vídeos y yo llevaba tres gin tonics encima y me di cuenta de que da igual donde esté, porque siempre es lo mismo. Camden, Nueva York, Los Ángeles, Palm Springs, en realidad, parece que no importa. A lo mejor debería molestarme pero de hecho no me molesta. Lo encuentro tranquilizador o lo que sea. Hay un patrón al que me he acostumbrado y me gusta. ¿Me sienta bien? ¿Será así el resto de mi vida? ¿El resto del tiempo en Los Ángeles? No lo sé. Lo único en lo que pienso es que nada va a cambiar de la noche a la mañana y que lo mejor que puedo hacer es seguir intentándolo. Esto puede sonar como a que soy desgraciada o estoy deprimida, pero no es cierto. Estoy menos tensa y más contenta de lo que lo he estado en años. Llevo un mes lejos de Nueva York (todavía lo echo como de menos) pero eso le ha hecho maravillas a mi psique. No puedo decir que haya vuelto a ser la chica idealista de hace cinco años, pero estoy mucho menos deprimida y me noto mucho menos desesperada y confusa. Las cosas son como más fáciles. Creo que tenías razón cuando me dijiste aquella noche que yo debería «dejar este jodido infierno e ir a Los Angeles» (¿te acuerdas de eso?, estabas muy borracho). Tu consejo era bueno. Bueno, si no vuelvo más feliz, volveré sin duda más sana. Me ha dado por la manía de la comida sana que hay aquí. Y tomo vitaminas sin parar.
¿Qué puedo contar de la vida con mis abuelos? Son una pareja completamente normal y son encantadores de verdad conmigo. Me compran todo lo que quiero (debo admitir que aquí no me importa que me mimen y me malcríen). Parece que les encanta comprarme cosas y llevarme a restaurantes. Lo más agradable es que no esperan demasiado por mi parte, de modo que probablemente no les pueda decepcionar.
Me parece que esta temporada me estoy volviendo más filosófica, en especial aquí, en el desierto de las afueras de Los Ángeles. O a lo mejor sólo es una táctica para sobrevivir. Una cosa que estoy aprendiendo es a no esperar demasiado de las personas. Si uno espera, siempre te decepcionan. Y la verdad, no hay ninguna necesidad de sentir esas cosas. Por supuesto que todavía cometo un montón de errores, pero voy aprendiendo. «¡Ajá! – estarás pensando-. Apuesto lo que sea a que se refiere a mí.» Bien, pues a lo mejor tienes razón. Las cartas son un modo curioso de revelar cómo es una persona. Como no estoy segura de lo que piensas, lo único que puedo hacer es escribirte y esperar que no hagas pedazos mis cartas. ¿Las rompes? A lo mejor podrías meter una hoja de papel en tu máquina de escribir y teclear «Para de una vez» y mandármela (tienes mi dirección en Los Ángeles, ¿verdad?). ¿Tienes máquina de escribir? No soy insensible a las negativas definitivas aunque lamente perder tu amistad (somos amigos, ¿verdad?). Me parece que tengo la virtud de hacer que las cosas se compliquen. ¿Hago que sientas que las cosas son complicadas e incómodas entre nosotros? Sería espantoso. ¿No podríamos ser amigos sencillamente y olvidar lo que resulta complicado e incómodo? A lo mejor estoy siendo estúpida o simplista por creer que las cosas puedan ser tan fáciles, pero ¿por qué no?
De todos modos, ¿cómo estás? ¿Van bien las cosas ahí, en New Hampshire? ¿Con quién te ves? ¿Cómo pasas el tiempo? ¿En qué piensas? ¿Todavía pintas? Siento curiosidad por tus impresiones de ahora sobre ese sitio. ¿Cómo ves las cosas? ¿Cuál es tu estado de ánimo después de tres trimestres ahí? Por favor, escribe y cuéntamelo.
Acabo de ir a la cocina a por una Perrier y oí que un productor gordo y viejo le decía a un joven que se parece sorprendentemente a Matt Dillon que le desea y le necesita. ¿Por qué no me sorprende eso? Llevo mucho tiempo en Los Ángeles, Sean. Ya no me sorprende nada (!). ¿Me escribirás?
Te quiere,
Anne
29 sept. 1983
Querido Sean:
¿Recibiste mi última carta?
Mi abuelo se emborrachó mucho ayer por la noche y me dijo que todo está en decadencia y que estamos llegando al final de algo. Mis abuelos (que no son las personas más inteligentes del mundo) sienten que vivieron en la Edad de Oro y me dijeron que les alegra tener que morir cuando les llegue la hora. Ayer por la noche mi abuelo me dijo, después de una botella grande de Chardonnay, que tiene miedo por los niños y que tiene miedo por mí. Fue la primera vez que sentí que era sincero. Pero él quería decir eso de verdad. Y una mira a su alrededor y ve en la tele a todos esos pobres chicos de Beirut o Líbano o de donde demonios sean y oye cosas de esos traficantes de drogas a los que mataron a puñaladas en las colinas la noche pasada. Tengo que darle la razón hasta cierto punto. Tengo la sensación de que la gente se está volviendo menos humana y más bestial. Parece que siente menos y piensa menos, de modo que todo el mundo opera a un nivel muy primitivo. Me pregunto lo que veremos tú y yo durante nuestra vida. Parece que no haya ninguna esperanza aunque debamos seguir intentándolo, Sean (ya te he dicho que últimamente me estaba volviendo más filosófica). Supongo que podremos evitar ser un producto de nuestra época, ¿verdad? Contéstame, por favor. ¡Todavía te diviertes al sol!
Te quiere,
Anne
11 oct. 1983
Querido Sean:
¿Recibiste mis cartas anteriores? Ni siquiera estoy segura de si las recibiste. No dejo de escribirte cartas y de mandártelas y tengo la sensación de que las meto en botellas y las lanzo al Pacífico desde Malibú.
¡No consigo creer que lleve aquí mes y medio! Mis abuelos me dijeron hace unos días que les gustaría mucho que me quedara aquí durante un año. ¡No tuve valor para decirles que preferiría estar encerrada con llave en la Galleria durante todo un año! Sí, me gustaría largarme de aquí. He tenido más aventuras y he aprendido más sobre el mundo de lo que creía posible. Los Ángeles es un sitio estimulante y ya no estoy deprimida. Pero hay una diferencia entre estar de visita y quedarse a vivir aquí. No creo que pudiera estar aquí para siempre. Los Ángeles es como otro planeta. Me refiero a todos esos miles de surfistas rubios, de ojos azules, bronceados, con unos cuerpos perfectos que andan por la calle, camino de la playa, o van dentro de sus Porsches nuevos a cabalgar las olas (todos ellos colocados) y las mujeres guapas, mayores, oyendo la KROQ dentro de sus Rolls-Royce negros tan largos, tratando de encontrar sitio para aparcar en Rodeo Drive, no sé, pero todo me parece un poco raro. Y estoy como cansada de ir a los mismos clubes noche tras noche y tumbarme junto a la piscina esnifando esta coca increíble. (Sí, he probado algo de polvo blanco, todo, absolutamente todo el mundo hace lo mismo aquí y tengo que estar de acuerdo con ellos: es indudable que hace que los días pasen más deprisa.) Me gusta y no está nada mal pero no sé cuánto lo podré soportar. Cada día parece exactamente igual que el día anterior. Todos los días parecen el mismo. Es raro. Es como verte a ti mismo en la misma película, pero con una banda sonora distinta cada vez que la ves. Si me vieras aquí en el Voila's o el After Hours de Los Angeles, probablemente me dirías que tú le dijiste a Kenneth cuando él te preguntó (¡Le dije yo que te lo preguntase!, ¡sorpresa!) lo que pensabas de mí y tú dijiste «Es una chica muy triste y amanerada». (No te sientas molesto, no te lo echo en cara. Te perdono, con que no te preocupes.) Bueno, eso sólo es parte de mi vida en Los Ángeles.
El tiempo que paso en los estudios es mucho más interesante y estimulante. He conocido a muchísimos actores y actrices famosos en este mes y pico. Mi abuelo parece conocerlos a todos. Debo de haber asistido a un millón de proyecciones. Y les he echado un ojo a muchísimos más guiones. Además, utilizo bastante «la jerga de los estudios» y empiezo a enterarme de cómo van las cosas. Es todo muy estimulante.
Sé que debería hablarte de este sitio, pero no consigo realizar un relato coherente. No tengo una base bastante firme para describirlo. No es que en realidad haya demasiadas cosas que asimilar o ver. Lo que pasa es que no tengo suficiente tiempo, con todas las fiestas y las proyecciones y mi trabajo en los estudios y todo… A propósito, ¿cómo van tus cuadros? ¿Todavía pintas? Sé que estás ocupado y que no estás obligado si no te apetece pero me encantaría que me mandases un poema o un dibujo o algo que hayas hecho últimamente, pero lo que más deseo es que te sientas tan feliz y tan sano y tan realizado como me siento yo. Y si tu vida no es demasiado turbulenta me encantaría recibir carta tuya. Aunque sólo fuera una.
Te quiere,
Anne
22 oct. 1983
Querido Sean:
Estoy en el ático de unos amigos, en Century City. Es como a última hora de la tarde y me siento muy relajada. Me dieron un Dalmane (creo que lo escribo bien) porque me dolía la cabeza y me dijeron que me sentaría estupendamente. Ahora me siento muy cómoda y relajada. Es la primera vez que recuerdo, desde que era niña, sentirme tan alegre y contenta de estar donde estoy. No sé si habrás probado algo así alguna vez, pero yo siempre me he sentido enseguida muy incómoda e impaciente con todo. Me aburría y me irritaba y sólo podía pensar en términos de futuro (puede que igual a como tú te levantaste de repente aquella noche cuando estábamos sentados en el café y me miraste y de pronto te marchaste). Siempre me he sentido nerviosa, como si no pudiera estar demasiado tiempo en el mismo sitio. Pero ha cambiado algo. De modo totalmente
rad
(abreviatura de «radical»), como decimos por aquí.
Esto no va a ser una carta de verdad porque vamos a salir a cenar pronto porque alguien reservó una mesa en Spago y nos iremos dentro de una hora o de hora y media, me dicen. Resumiendo, lo que te quiero decir básicamente es que pienso en ti y espero que estés bien. ¿Lo estás? ¿Me escribirás? Quiero saber de ti. Por favor.
Te quiere.
Anne
29 oct. 1983
Querido Sean:
Hay algo voluptuoso y maravilloso en el hecho de vivir en Los Ángeles. Siento que quisiera vivir para siempre. Todos los días hay una nueva aventura, una nueva persona con la que hablar, diferentes cosas que mirar cada noche. Es la primera vez que he sentido que me encuentro conmigo misma o algo así. Me siento relajada incluso en los peores momentos. A veces me noto sola, pero esos momentos son escasos comparados con los otros.
Aquí me relaciono con personas que no están tensas ni cansadas porque nadie exige mucho desgaste emocional. Están a salvo, pero no se dan cuenta de que son superficiales. No lo son. Me refiero a que claro que a veces me siento ansiosa y deprimida, pero por otra parte siempre hace sol y la piscina siempre está limpia y caliente de modo que nunca hace frío y me alegra estar acompañada de gente al aire libre.
Parte de esto tiene que ver con las personas con las que paso el tiempo. Todas están vivas y resultan interesantes y divertidas. Muchas de ellas trabajan en la industria discográfica o en los estudios y todas son personas lo bastante mayores como para darse cuenta de que no quieren que sus vidas se pierdan en el vacío. Parecen ofrecer su apoyo y me dan consejos a partir de su propia experiencia.
Bien, ¿has recibido todas mis cartas? No consigo recordar cuántas te he mandado, puede que cuatro o cinco. Ni una sola carta tuya, Sean. Estoy sorprendida. No, sólo era una broma. No estoy sorprendida, de verdad que no, supongo. Me hago cargo de que tu estado de ánimo puede ser tal que no te apetezca escribir. Pero mira, me gustaría saber cuál es ese estado de ánimo.
Te quiere,
Anne
10 nov. 1983
Querido Sean:
¿Cómo estás? Tu prolongado silencio no me ha hecho perder los nervios (¿debería?). Imagino que tu vida es como es y puedo entender perfectamente que no tengas energías ni ganas de escribir. Pero espero que no te importe el alud de cartas por mi parte.
Me resulta interesante que yo quiera escribirte. Podría contarte todos los detalles de mis aventuras sexuales y presumir de mis últimas conquistas. Pero esas cosas me parecen bastante idiotas. Me refiero a que suena a moderno, pero que en realidad es terriblemente poco original. Al cabo de un tiempo suena a, ¿y qué? Las drogas y el alcohol y el sexo son bastante vulgares (bueno, aquí puede que resulte un poco más llamativo, pero sigue siendo vulgar) sea donde fuere. Para mí han perdido encanto. Resulta divertido pero a eso se reduce todo. No sé en qué estado emocional te encuentras ni cómo te va la vida o cuánto karma tienes, pero me siento bastante bien donde estoy. Me refiero a que aquí hay como una diversión que acecha constantemente al conocer a todos estos chicos absolutamente atractivos (son estúpidos pero son tan guapos… ¿Celoso? No lo deberías estar) y en ir con todos esos chicos ricos y consentidos de Beverly Hills a los clubes o a la playa y dormir el día entero gracias al Valium, vestirse, pasar la noche entera bailando y bebiendo o lo que sea en casa de alguien en lo alto de Mulholland. Todo eso es divertido pero es también aburrido. Sin embargo, conocí a un chico…