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Authors: Manel Loureiro

Tags: #Fantástico, Terror

Los días oscuros (13 page)

BOOK: Los días oscuros
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-¿Ocho días? ¡La situación aún tardó mucho más tiempo en volverse incontrolable! ¿Por qué no hicieron nada mientras tanto?

-Porque no se creyeron el informe, así de sencillo. -Dio un trago a su café y miró pensativa el fondo de la taza-. Después del patinazo del 11-S y lo de las inexistentes armas de destrucción masiva de Irak, la veracidad de los informes de inteligencia de la CIA estaba en entredicho. Así que cuando alguien puso sobre la mesa un informe en el que se hablaba de muertos que se levantaban de sus tumbas y atacaban a los vivos, como en una mala película de serie B, nadie se lo tomó muy en serio. Se perdieron unas semanas que fueron vitales.

»Sin embargo, los americanos sabían que algo se estaba cociendo allí -continuó-. Algo que no era ni el Ébola ni el virus Marburgo, ni el virus del Nilo, ni ninguna de las diez excusas distintas que dieron los rusos a lo largo de esa primera semana. Y además ese algo, que sin duda era biológico, era lo suficientemente espantoso como para tener al Kremlin asustado de verdad, tanto que al final hasta permitieron que una misión de la OMS y del CDC viajara a Daguestán. Al mismo tiempo, las potencias europeas, Japón y Australia enviaron unidades médicas avanzadas para ayudar a controlar lo que se suponía una epidemia...

-Lo recuerdo perfectamente -la interrumpí-. Los batallones médicos del ejército, que iban a colaborar con los rusos para controlar la situación...

-Para controlar la situación... y de paso husmear un poco sobre el terreno y descubrir qué demonios pasaba allí. -Meneó la cabeza tristemente, mientras su mirada se perdía en la pared-. De todas las malas decisiones que se tomaron en aquellos días, ésa fue sin duda la peor de todas. Se enviaron cientos de personas, miembros de equipos demasiado numerosos que confluyeron en una zona que en aquel momento ya estaba en situación crítica. La infección estaba totalmente descontrolada. Daguestán ya era un punto caliente, con miles de No Muertos pululando por todas partes. Visto en perspectiva parece evidente, pero en aquel momento no sabíamos apenas nada de todo lo que hemos ido enterándonos después.

Alicia Pons guardó silencio por un instante, mientras jugueteaba inconscientemente con los papeles de mi expediente, ordenadamente apilados delante de ella. Tras un instante, continuó su relato.

-Tres o cuatro días después de llegar, la verdadera situación se hizo evidente para todo el mundo. Los equipos médicos se dieron cuenta enseguida de que lo que realmente hacía falta en Daguestán eran unidades de combate, y no sanitarias, para acabar con aquellas alimañas. Lamentablemente se dieron cuenta demasiado tarde, cuando más de un médico había sido atacado por un supuesto paciente en estado de shock.

-Los No Muertos -aventuré.

-Efectivamente -replicó-. Ante eso, muchas unidades desplazadas a la zona recibieron órdenes de volver a sus países de origen a toda velocidad. Evidentemente, se llevaron con ellos a todos sus heridos. Incluso sospechamos que los japoneses se llevaron a unos cuantos «pacientes» con objeto de realizarles un análisis más detallado del virus y de la infección en su país.

-Dios santo -musité, mientras me pasaba la mano por el cabello. Habían sido los cuerpos de emergencia los que habían ayudado a propagar el caos.

-Así, en cuestión de cuarenta y ocho horas, se repartieron los infectados cero por prácticamente todos los rincones del mundo. Únicamente los lugares relativamente aislados, como las Canarias, se vieron libres de vectores de infección en las primeras horas, con lo que los pocos casos que se dieron aquí pudieron ser controlados rápidamente, ya que cuando surgieron ya teníamos una idea más o menos clara de lo que pasaba -continuó Alicia-. En honor a la verdad, en un principio, nadie sabía qué diablos era aquello o cuál era el vector de infección. Lamentablemente para todos, tardarían muy poco en descubrir lo que se les venía encima.

-Pero ¿cómo es posible? -pregunté-. ¿Cómo es que nadie se daba cuenta de lo que pasaba? Quiero decir, para cualquiera es evidente la relación causa efecto entre ser mordido por un No Muerto y transformarse en uno de ellos. ¿Cómo fueron entonces tan insensatos como para llevarse gente infectada a Europa, Asia y América?

-Por lo que le decía antes -replicó-. Nadie en su sano juicio se creía aquella extraña historia de muertos que retornaban a la vida. Era demasiado absurda para ser auténtica, al igual que otra media docena de teorías disparatadas que circulaban en aquellos días. Lo único que diferenciaba esta teoría de las otras es que ésta resultó ser la verdadera... pero nadie lo sabía en aquel momento. -Calló por un segundo y de repente levantó la vista-. Déjeme mostrarle algo.

Apoyando la taza de café, comenzó a rebuscar en una carpeta negra que tenía a su derecha. Tras revolver unos segundos sacó unos papeles y los puso delante de mí. Eran unas fotos tomadas a través de microscopio, ampliadas varios miles de veces. La primera era un cultivo de células con un aspecto extraño. Las paredes celulares tenían docenas de pequeñas grietas con forma de volcán salpicando toda su superficie. Parte del material celular parecía haber sido proyectado a través de las grietas y estaba desparramado de cualquier manera, mientras otras zonas aparecían ennegrecidas, como si un diminuto e imaginario soplete las hubiera achicharrado.

Pasando aquella hoja me enseñó otra fotografía, esta vez más ampliada. Era el interior de una de aquellas células, plagada de pequeños puntitos en su interior. Parte de los puntitos se habían proyectado a través de una de las grietas abiertas en la capa celular, impregnando otras células del cultivo. La última foto era la más ampliada. En ella se veía una especie de pequeño tubo alargado, de aspecto inocente, que se curvaba a medida que llegaba a un extremo. Recordaba vagamente a un cayado de pastor.

-Permítame que le presente a TSJ-Daguestán -dijo simplemente.

Con un movimiento de muñeca, dejó caer la foto, que fue revoloteando hasta quedar en el centro de la mesa. Mi mirada se quedó clavada sobre aquel palito de aspecto inofensivo. Parecía increíble que aquel pequeño bastardo fuese el responsable de que la raza humana se encontrase al borde de la extinción.

-A partir de la segunda semana fue cuando las cosas comenzaron a ponerse realmente interesantes -continuó hablando Alicia-. Pero antes de seguir, permítame servirme otra taza de café. Queda mucho por contar.

La militar se sirvió pausadamente una generosa taza. Observé que lo bebía solo, sin añadirle ni leche ni azúcar.

-Al cabo de dos semanas la situación ya era de absoluto descontrol. -Sorbió un trago, puso una mueca de desagrado y tras pensárselo mejor le añadió media cucharilla de azúcar-. A partir de ese instante la información se vuelve errática y fragmentaria, en el mejor de los casos, o directamente, desaparece. Muchos países decretaron el cierre de sus fronteras, pero aunque nadie lo sabía, eso ya era inútil a esas alturas. -Levantó la mirada hacia mí-. Fue como cerrar las puertas del castillo una vez que el enemigo está dentro. No hay estimaciones que sean fiables al cien por cien, pero creemos que transcurridas las primeras setenta y dos horas desde el retorno de los equipos médicos de ayuda de Daguestán el virus ya estaba fuera de control.

-Pero ¿cómo es posible? -pregunté-. ¡No puedo entender semejante velocidad de propagación!

-Es muy sencillo -replicó pacientemente Pons-. El TSJ es un hijo de puta condenadamente listo. Quienquiera que lo diseñase en Daguestán era alguien con un conocimiento de virología lo suficientemente amplio para mejorar aquellas características que garantizasen su capacidad de propagación. Los expertos opinan que la base del TSJ-Daguestán fue una cepa del virus del Ébola modificada en profundidad, a la que le añadieron parte de la carga genética de otros virus, algunas de las cuales fueron parcialmente retocadas para dotarlo de características propias. -Hizo una pausa-. En opinión de algunos expertos del Centro de Control de Enfermedades de Atlanta, es la obra de un auténtico genio de su campo. ¿Qué sabe usted del Ébola? -me preguntó de repente a bocajarro.

-¿El Ébola? -respondí, sintiéndome como un alumno en un examen-. Sé que es un virus hemorrágico de África, para el que no hay cura, y del que existen varias cepas. Se habló mucho del Ébola en la prensa durante las semanas previas al Apocalipsis, pero no recuerdo...

-El Ébola es un asesino despiadado -me interrumpió Alicia Pons-. Se transmite, como el TSJ, a través del contacto con los fluidos corporales, sangre, saliva, semen o sudor, lo que lo convierte en un patógeno altamente contagioso. En el plazo de un par de días el paciente infectado cae preso de una fiebre altísima y cefaleas. Al menos en la mitad de los casos, tres o cuatro días después comienza a sangrar por todos los orificios de su cuerpo mientras el Ébola, sistemáticamente, va transformando sus órganos internos en algo parecido a un puré de células muertas. La sangre que mana de los pacientes a través de sus ojos, boca, oídos y ano no es otra cosa que sus órganos vitales reducidos a un chorro de putrefacción. En pocos días más, el noventa por ciento de los pacientes muere. Es efectivo, rápido y mortal.

-Joder -susurré por lo bajo, impresionado.

-Pero precisamente su enorme efectividad es su mayor debilidad -continuó la militar pelirroja, impertérrita-. El Ébola es tan letal y tan rápido que no permite a su huésped desplazarse una larga distancia antes de caer gravemente enfermo de la fiebre hemorrágica. Como su origen está en el corazón de la selva africana, donde los desplazamientos son extremadamente lentos y trabajosos, todos los casos de brotes de Ébola documentados no han afectado nada más que a un radio de pocos kilómetros. El Ébola es un asesino tan perfecto que mata a sus víctimas antes de que a éstas les dé tiempo a extender la infección a nuevos huéspedes.

-Déjeme adivinar -aventuré-. El TSJ no tiene ese punto débil.

Alicia Pons sonrió débilmente, antes de responderme.

-El Ébola es un simple resfriado común al lado del TSJ -dijo-. Se transmite, al igual que su antecesor, por medio del contacto de fluidos corporales, como seguramente ya habrá adivinado. Saliva, sangre... son caldos de cultivo perfectos.

Una vez en el organismo infectado, comienza a replicarse rápidamente, instalándose principalmente en los órganos internos, a los que comienza a devorar por dentro, como el Ébola. A partir de ese momento, el huésped está condenado. En el plazo de cinco días, aunque él o ella no lo sepan, estarán muertos y convertidos en algo mucho peor. Porque es entonces cuando el pequeño TSJ demuestra todo su potencial y maldad. El TSJ, a diferencia del resto de los virus, no se conforma con desaparecer cuando su huésped fallece a causa de su «trabajo».

»Por un procedimiento que aún estamos tratando de comprender, y que no puedo explicarle, el TSJ consigue mantener el cuerpo fallecido del huésped en un estado de animación suspendida, en el cual... -Súbitamente estalló en una carcajada amarga, que terminó de manera algo brusca al observar mi cara sorprendida-. Pero ¿qué le estoy contando? ¡Lo que pasa a continuación usted lo sabe perfectamente!

-Ya lo creo -objeté-, pero aun así, yo he visto cómo un infectado se levantaba convertido en un No Muerto en cuestión de horas, sin necesidad de esperar cinco días. -La imagen de Shafiq, el marinero paquistaní del Zaren Kibish, agonizante en la tienda abandonada de Vigo volvió con fuerza a mi mente.

-Eso es porque habría fallecido por otras causas -replicó tajante Pons-. La mayoría de los No Muertos llegaron a su estado actual en cuestión de poco tiempo. Calculamos que se tarda entre tres y veinte minutos desde que una persona infectada fallece hasta que se levanta convertida en un No Muerto.

-Entonces...

-Entonces, al menos el cincuenta por ciento de las personas atacadas por un No Muerto fallecen en el acto, o en el plazo de la hora siguiente a causa de las heridas infligidas por sus agresores. Entonces, en los siguientes veinte minutos, como máximo, se levantan a su vez convertidos en No Muertos y el ciclo diabólico continúa -remató la frase con tono ominoso-. El problema surge con aquellos que tan sólo sufrieron un rasguño de un infectado en Daguestán, o que simplemente pusieron en contacto sus fluidos corporales con los de un infectado, alguien salpicado por sangre, por saliva... por mil cosas distintas. Esas personas se fueron a sus casas, horrorizadas seguramente por lo que habían visto, pero totalmente inconscientes de que ya llevaban con ellos la sentencia para toda la humanidad. Esas personas, cuando llegaron a sus casas, besaron a sus maridos, esposas, hijos, compartieron un vaso con sus amigos en una cervecería... extendiendo la enfermedad. Así, cuando empezaron a aflorar los casos, no hubo un solo paciente cero. Fueron miles, simultáneamente, repartidos por todo el mundo. La pandemia ya se había producido prácticamente antes de que nadie se hubiese dado cuenta.

Me daba vueltas la cabeza, horrorizado. Una cosa era que yo hubiese sospechado la vía de contagio del virus (y de hecho, había sido extremadamente cuidadoso cada vez que me había visto obligado a tocar alguno de aquellos seres) y otra muy distinta oír una confirmación oficial de la virulencia y el fácil contagio del virus.

Podría haberme transformado en un No Muerto a lo largo de aquellas caóticas semanas sin haberlo sabido, como seguramente le había pasado a decenas de miles de personas. Las piezas del horrible rompecabezas comenzaban a encajar.

-Pero... ¿hasta cuándo demonios van a durar? ¿Hay alguna vacuna, algo que se pueda hacer? -Las preguntas se agolpaban en mi mente, pugnando por salir.

Alicia Pons guardó silencio por unos segundos, mientras me miraba pensativamente, como dudando sobre lo que me iba a decir. Finalmente, unió las manos sobre la mesa y tragó saliva, antes de hablar.

-Por lo que sabemos hasta ahora, estos seres tienen una duración indefinida. Pese a que están muertos, los procesos naturales de putrefacción permanecen totalmente detenidos, o tremendamente ralentizados, al menos. No respiran, por lo que su organismo no se ve sometido a oxidación. Además, su nivel metabólico es tan bajo que ni siquiera parecen tener necesidad de nutrirse. Por lo poco que sabemos, esos seres podrían ser... -se interrumpió.

-Podrían ser... ¿qué? -pregunté con un puño de hielo apretándome el corazón. Interiormente ya sabía la respuesta que iba a oír.

-Podrían ser eternos -dijo Pons, con voz cavernosa-. Puede que la humanidad tenga que convivir con ellos para siempre, salvo que los exterminemos antes... o ellos nos exterminen a nosotros.

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