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Authors: César Vidal

Tags: #Ensayo, Historia

Los masones (29 page)

BOOK: Los masones
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Martí cayó gravemente herido de tres tiros, en la mandíbula, el pecho y el muslo, el domingo 19 de mayo de 1895. Sin embargo, la causa de la independencia cubana iba a triunfar al recibir la ayuda decisiva de Estados Unidos en 1898. De manera nada sorprendente, la bandera cubana estaría diseñada siguiendo motivos masónicos.

El pabellón nacional cubano ondeó por primera vez el 19 de mayo de 1850 en la bahía de Cárdenas, donde desembarcó Narciso López al mando de una expedición —que fracasó— de seiscientos hombres. Fue precisamente López el que el año antes en el curso de una entrevista en casa del también masón Teurbe Tolón había propuesto el diseño de la bandera. Para el color rojo, sugirió el triángulo equilátero que expresa la grandeza del poder que asiste al Gran Arquitecto y cuyos lados simbolizan la consigna de «libertad, igualdad y fraternidad». Además, la estrella de cinco puntas indica la perfección del maestro masón (fuerza, belleza, sabiduría, virtud y caridad) y, finalmente, quedaban integrados los tres números simbólicos: el tres de las tres franjas azules, el cinco de la totalidad de las franjas y el siete, resultado de sumar a las franjas el triángulo y la estrella.

El caso de la revuelta cubana no fue, desde luego, excepcional. De hecho, seguía una tónica ya vivida unas décadas atrás en el continente americano. Algo similar sucedería también en Filipinas. Su héroe principal, José Rizal, fue ascendido maestro masón el 15 de noviembre de 1890 en la Logia Solidaridad n. 53 de Madrid, tomando el nombre masónico de Dimasalang. Actuó así influido por uno de sus profesores universitarios, Miguel Morayta, que también era masón.

Un año antes de la iniciación de Rizal había salido a la luz el primer número de
La Solidaridad
, un quincenario promovido por filipinos que vivían en España y que contaba con el respaldo de políticos masones o inspirados en la filosofía del filósofo masón Krause. Entre ellos se encontraban el mismo Morayta que había llevado a Rizal a entrar en la masonería, Manuel Becerra, Segismundo Moret, Francos Rodríguez y Pi i Margall. De todos ellos puede decirse que eran partidarios de la causa de la independencia de las islas Filipinas.

José Rizal formaba parte de una élite colonial y, nacido en 1861, había estudiado en Manila con los jesuitas, iniciando sus estudios de licenciatura en la universidad dominica de Santo Tomás. Persona de notable cultura y sensibilidad poética, había acudido a Madrid con la intención de cursar estudios de filosofía y medicina. En la capital de España fue iniciado en la masonería, como ya vimos, y también se empapó de las modas literarias de la época, comenzando la redacción de una novela que pretendía inspirarse en el patrón de Galdós y Clarín. El resultado fue
Noli me tangere
(No quieras tocarme), una obra donde se acusaba a las islas de padecer un cáncer social que no era otro que la dominación española ejercida a través de las órdenes religiosas católicas. Publicado en 1886 en Heidelberg, donde Rizal se especializaba en oftalmología, fue introducido de contrabando en Manila por un comerciante masón llamado José Ramos.

En 1887, Rizal se hallaba en Filipinas pero las críticas recibidas por su novela le impulsaron a abandonar el archipiélago, marchando a Japón y después a Londres. Cuatro años después se publicó una segunda novela,
El Filibusterismo
, y en 1892 Rizal, enfermo de tuberculosis, decidió regresar a las islas. Fundó allí la Liga Filipina, de carácter secesionista, lo que provocó su detención y deportación a Dapitan, en Mindanao. El 29 de agosto de 1896, en Balintawak, otro masón filipino, Bonifacio, lanzó el grito de insurrección independentista basándose en una amalgama de principios masónicos y textos de Rizal.

Los últimos tiempos de Rizal resultan oscuros. Está establecido que alegó buena conducta para lograr que lo pusieran en libertad y que, como muestra de buena voluntad, se ofreció a ir a Cuba como médico de campaña. Si era una mera táctica para salir de su reclusión o si ya había abandonado el independentismo, es difícil de saber. El gobernador general Blanco accedió a lo sol citado y a finales de noviembre de 1896 Rizal partió hacia Barcelona en el
Isla de Panay
. Sin embargo, la salida de Rizal coincidió con el alzamiento independentista en Manila, lo que fue interpretado como una señal de complicidad. Apenas llegado a Barcelona, Rizal fue detenido y enviado a Manila. Allí se le sometió a un proceso y en la madrugada del 30 de diciembre de 1896 fue fusilado. La figura de Rizal sería abiertamente manipulada después de su muerte. Los religiosos de la isla pregonaron que había abjurado de sus errores como masón y se había reconciliado con la Iglesia católica; por su lado, los norteamericanos lo utilizaron corno un mártir en la guerra de 1898 contra España.

En 1912, los jesuitas solicitaron de la familia de Rizal permiso para enterrar a su antiguo alumno. Los parientes de Rizal rechazaron la propuesta y, por el contrario, concedieron los honores del funeral a los masones que, conducidos por Timoteo Páez, llevaron los restos en una procesión con toda la parafernalia de la logia hasta el templo masónico de Tondo. Fue precisamente en ese enclave donde se le rindieron honras fúnebres de carácter masónico antes de su inhumación final en la Luneta en el mes de diciembre del mismo año.

Sin duda, la pérdida de Cuba y Filipinas resultó traumáticas para España. A pesar de todo, el impacto de la masonería sobre la estabilidad nacional sería aún más notable en el interior del país. Sin embargo, antes de entrar a considerar ese tema, debemos detenernos en lo que sucedía en el resto del mundo durante las primeras décadas del siglo XX.

Capítulo XVII. De los Jóvenes Turcos a los fascismos

La masonería triunfa en Turquía

A inicios del siglo XX resultaba obvio que la masonería podía ser una extraordinaria fuerza para cambiar el orden existente, si bien su capacidad para sustituirlo por otro mejor resultara, cuando menos, discutible. Aunque sus actividades habían sido extraordinarias en Europa y en América, sería erróneo pensar que se limitaron a esos continentes. De hecho, uno de sus primeros éxitos del nuevo siglo fue cosechado en Turquía.

La influencia de la masonería en Turquía se remontaba a los últimos años del siglo XIX y debe señalarse que no fue, ni mucho menos, escasa. En 1863, un turco de origen griego llamado Kleanti Skalyeri (o Cleanti Scalieris) fue iniciado en una logia que había establecido en Constantinopla el Gran Oriente francés. Fue en el seno de esta logia donde Skalyeri estableció contacto con Midhat Pashá, un alto funcionario del gobierno del sultán que era jefe del movimiento de los jóvenes Turcos. Midhat Pashá fue durante un periodo breve en 1872 gran visir, el equivalente al primer ministro en los países occidentales, y aprovechó para iniciar en la masonería al príncipe Murad, sobrino del sultán Abd-Ul Aziz, de manera inmediata. Cuatro años después, Turquía fue testigo de un acontecimiento que contaba con paralelos en la historia de la masonería. Igual que en 1820, Riego había aprovechado la revuelta americana para pronunciarse en España, ahora, aprovechando una sublevación en Bulgaria, Midhat Pashá dio un golpe que derribó a Abd-Ul Aziz y proclamó como sultán al hermano Murad. No era la primera vez ni la última que una conjura protagonizada por masones llevaba a cabo un cambio en el ocupante del trono. Sin embargo, también como en otras ocasiones, los masones demostraron ser más hábiles para liquidar una situación política que para crear otra estable que la sustituyera. Murad V no pudo mantenerse en el poder más que unos meses y fue a su vez derrocado por Abd-Ul Hamid II, que gobernaría durante más de tres décadas.

El final del poder de Abd-Ul Hamid II vino de la mano de la masonería. En 1909, los Jóvenes Turcos lo depusieron y encarcelaron. El jefe del grupo era Talaat Bey, conocido más tarde como Mehmet Talaat Pashá, que no sólo era masón sino también el Gran Maestro del Gran Oriente turco. En 1917 se convirtió en gran visir, un cargo desde el que tendría una responsabilidad absoluta en las atrocidades que los turcos cometieron con los armenios. Mehmet Taalat Pashá, como había sucedido con los masones que intervinieron en el Terror de la Revolución francesa o en la Comuna parisina de 1870, no encontró, al parecer, ninguna contradicción entre los ideales supuestamente iluminados de la sociedad secreta y la comisión de unos excesos contra los armenios que han sido calificados repetidamente de genocidio.

En octubre de 1918, al producirse la derrota turca en la primera guerra mundial, Mehmet Taalat Pashá se vio obligado a dimitir de su cargo de gran visir. Sería asesinado tres años más tarde en Berlín por un estudiante armenio que ansiaba vengar los hechos de 1917. Sin embargo, el exilio y muerte del antiguo gran visir no significó el final de la influencia masónica en Turquía. De hecho, el nuevo hombre fuerte del país, Mustafá Kemal, que sería conocido más tarde como Kemal Atatürk, era un masón iniciado en una logia italiana de Macedonia.

Tras hacerse con el poder, Kemal abolió el sultanato y el califato, y llevó a cabo un intento de laicización y modernización de Turquía. En ese sentido, debería señalarse que, muy posiblemente, fue el intento más positivo e incruento llevado jamás adelante por un dirigente masón para cambiar una sociedad. Ciertamente no alcanzó todo el éxito esperado y, desde luego, desembocó en la implantación de una dictadura, algo bastante común en el caso de regímenes implantados por la masonería. Sin embargo, evitó, sin duda, que la nación se viera sumida en el atraso de otros países islámicos. Kemal falleció en 1938 tras haber sido un dictador durante casi dos décadas. De manera paradójica, había llegado al poder cuando en Rusia fracasaba un intento republicano impulsado y protagonizado de manera sobresaliente por políticos masones.

La masonería en la Revolución rusa

Como tuvimos ocasión de ver en un capítulo anterior, la intervención de los masones rusos en actividades subversivas provocó su proscripción por Alejandro I, una proscripción refrendada con posterioridad. Esta circunstancia explica que la masonería no volviera a hacer acto de presencia en la historia rusa hasta 1887, teniendo como impulsor al sociólogo M. M. Kovalevsky. A pesar de todo, la primera logia, la Logia Cosmos n. 288, con la que se reinició la andadura masónica rusa, fue fundada en París, contaba entre sus miembros no sólo a rusos sino también a franceses y dependía del Gran Oriente francés.

Kovalevsky era muy consciente del papel que podía desempeñar la masonería en la enseñanza e impulsó precisamente la creación en París de una Escuela Rusa de Estudios Superiores cuya finalidad era educar a los emigrados rusos en Francia. No deja de ser significativo que se iniciaran en la masonería personajes que desempeñarían en muy poco tiempo un papel muy relevante no sólo en el terreno educativo sino también en la política. De hecho, entre los educados por estos profesores masones estuvieron G. V. Plejanov, padre del marxismo ruso, V. L Lenin, I. I. Mechnikov, P. N. Milyukov e incluso el futuro ministro de Educación del gobierno bolchevique A. V. Lunacharsky, que también fue iniciado en la masonería.

En 1906 se abrieron las primeras logias en Rusia —previamente había algunas ya en Lituania y Polonia—, fundando en diciembre de ese año M. M. Kovalevsky la Logia Estrella Polar de San Petersburgo con el apoyo de V. Maklakov, miembro del Partido Kadet (constitucional democrático). Un mes antes, el duque S. D. Urusov, diputado de la primera Duma estatal, organizó la Logia Resurrección en Moscú, bajo la dirección del Gran Oriente francés.

Desde ese momento hasta 1909, los masones rusos no plantearon ninguna objeción al hecho de estar sometidos a la jurisdicción francesa. La situación experimentó un cambio al año siguiente, aunque no dejó de existir una supervisión francesa que se manifestó, por ejemplo, en la insistencia en que los masones rusos debían ocupar puestos de relevancia en la administración del Estado, el ejército y la diplomacia. Las recomendaciones del Gran Oriente francés fueron seguidas celosamente por los hermanos rusos. De hecho, cuando se produjo el estallido de la primera guerra mundial en 1914, los «hijos de la viuda» ocupaban no pocos puestos en la Duma estatal, el comercio y la industria, la abogacía y las cátedras de las universidades de Moscú y San Petersburgo. Su peso era tan considerable que durante el verano de 1915, cuando la suerte de la nación estaba en juego al enfrentarse con Alemania y el Imperio austro-húngaro, los masones se dedicaron no tanto a defender los intereses nacionales como a formar lo que se denominó el Bloque Progresista, cuya finalidad nada oculta era derrocar la monarquía. En aquellos momentos, la presencia de los masones era nada pequeña en el seno de los mencheviques, los eseristas y el ala izquierda de los kadetes. Kropotkin, aristócrata y padre del anarquismo ruso, insistió precisamente en la necesidad de contar con el apoyo de la masonería para llevar adelante el proceso revolucionario. En ese sentido seguía una tradición propia del anarquismo cuyo fundador Bakunin era masón y que en países como España contaba con numeroso masones en sus filas, como ya indicamos al hablar del atentado terrorista de 1906 contra Alfonso XIII.

No resulta fácil reconstruir buena parte de la andadura de la masonería rusa durante esos años en la medida en que las órdenes se transmitían oralmente e incluso se prohibió llevar cuenta escrita de lo que se trataba en las logias. Sin embargo, no deja de ser revelador que en 1917, la figura visible máxima de la masonería rusa era N. V. Nekrasov, que más tarde se convertiría en ministro del gobierno provisional, y que los tres secretarios del consejo supremo de la masonería rusa fueran el citado personaje, Kerensky y Tereshenko. Como reconocería en 1955 Y. Kuskova en una carta dirigida al masón Volsky:
[1]
«Teníamos a nuestra gente en todas partes… cuando estalló la Revolución de febrero Rusia estaba cubierta por una espesa red de logias masónicas.» No exageraba y la prueba es el enorme papel que los «hijos de la viuda» representa-ron en los órganos surgidos de la Revolución de febrero-marzo de 1917, una Revolución, dicho sea de paso, que ya estaba más que planificada el año anterior y cuyas listas de cargos habían sido confeccionadas en la habitación que el duque masón Lvov ocupaba en un hotel de San Petersburgo. Por esa misma fecha, A. Ja-tisov, alcalde de Tiflis, diputado de la Duma estatal y masón grado 33, recibía la orden de influir en el Gran Duque Nicolás Romanov —masón y comandante en jefe del ejército ruso— para que derrocara al zar Nicolás II.

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