Marea viva (48 page)

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Authors: Cilla Börjlind,Rolf Börjlind

Tags: #Intriga, #Policíaco

BOOK: Marea viva
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—Bueno, al fin y al cabo es bastante tarde y…

—Estamos echando pulsos.

—¿De veras? ¿Quiénes?

—Nosotros, los del club.

—¡Vaya! Bueno, verá, tengo una preguntita. Usted me contó que el verano en que asesinaron a aquella mujer había unos drogadictos alojados en una de sus cabañas, ¿recuerda?

—¿Crees que estoy senil?

—No, desde luego que no. ¿Se acuerda de sus nombres?

—No; soy lo bastante senil para no recordarlo.

—Pero usted llevaba un registro, me parece habérselo oído decir.

—Sí.

—¿Crees que podría…?

—Un momento.

Durante un rato Olivia solo oyó risas y voces al fondo. Vio cómo Mette y Stilton la miraban. Olivia intentó indicarles que estaba teniendo lugar un torneo de pulsos. Ni Mette ni Stilton se inmutaron.

—Recuerdos de Axel —dijo Betty de repente en el auricular.

—Gracias.

—Alf Stein.

—¿Alf Stein? ¿Era uno de los…?

—Fue el que alquiló la cabaña, uno de los drogadictos —dijo Betty.

—O sea, que no sabe cómo se llamaba el otro.

—No.

—¿No le suena el nombre Sverker Hansson?

—No.

—¿Sabe si uno de los drogadictos tenía una hermana que vivía en la isla?

—No.

—De acuerdo, muchas gracias. ¡Y un saludo para Axel!

Olivia colgó. Stilton la miró.

—¿Axel?

—Nordeman.

—¿Alf Stein? —dijo Mette—. ¿Se llamaba así?

—Sí —dijo Olivia.

Mette miró a Stilton.

—¿Fue al que interrogaste entonces?

—Es posible. A lo mejor. Me suena un poco…

—De acuerdo, llamaré a Gotemburgo, tendrán que averiguar si lo era. Ahora tengo otras cosas que hacer.

—¿Como por ejemplo?

—Trabajo policial, que, entre otras cosas, incluye a tu ex mujer en el instituto forense. Buenas noches.

Mette sacó su móvil.

Olivia surcó la clara noche estival al volante de su coche. Stilton iba sentado a su lado. Ambos guardaban silencio. Se estaban alejando de la comisaría de la Brigada Criminal y tenían la cabeza en otro lugar. Olivia pensaba en la extraña situación vivida en el despacho de Mette. Una comisaria de la Brigada Criminal en activo y uno retirado, y luego ella, una aspirante a policía. A la que se le había permitido sentarse a discutir la investigación de un asesinato de aquella manera. Pero sentía que había cumplido una función, contribuido con varias cosas. O eso le parecía.

Stilton pensaba en la malograda Adelita Rivera. Pasó una mano por el raído salpicadero del Mustang.

—Es el antiguo coche de Arne, ¿verdad?

—Sí, lo heredé.

—Es un buen coche.

Olivia no contestó.

—¿Qué le pasaba al tuyo?

—Déjalo.

Lo había aprendido. Le pagaba con la misma moneda, y entonces se hizo el silencio.

22

El sol de la mañana caía sobre la casa de Bromma, dejando al descubierto despiadadamente la suciedad de las ventanas del dormitorio. Me ocuparé de ello cuando vuelva a casa, pensó Eva Carlsén, y cerró la maleta. Le habían ofrecido un trabajo en Brasil, un reportaje sobre un exitoso programa de terapia para adolescentes descarriados. Le venía como anillo al dedo. Necesitaba cambiar de aires. La agresión que había sufrido en su casa había dejado su huella, así como todo el revuelo alrededor de la muerte de Nils. Necesitaba alejarse por un tiempo. Tenía que recoger el visado dentro de media hora y coger un taxi que la llevara al aeropuerto de Arlanda. Bajó la maleta al vestíbulo, se puso una chaqueta y abrió la puerta.

—¿Eva Carlsén?

Lisa Hedqvist estaba a punto de subir las escaleras de madera de la casa. Detrás de ella venía Bosse Thyrén.

La detención de los asesinos de una mujer sin hogar en una autocaravana había tenido repercusión en los medios: columnas y artículos con especulaciones acerca del suicidio de Bertil Magnuson y el extraño suceso con el secretario de Asuntos Exteriores, Erik Grandén.

Las conexiones de Grandén con los sucesos ocurridos en Zaire en 1984 habían desatado una febril actividad en las redacciones de noticias. Todos querían dar con él. Quien finalmente lo encontró fue un fotógrafo que se había equivocado de camino cerca del puente de Skeppsbron y había tenido que dar vuelta. Decidió aparcar en el muelle. Y allí estaba. El niño prodigio de la política. Detrás de la estatua de Gustav III. Con una navaja de afeitar en la mano y la mirada perdida. Cuando el fotógrafo intentó dirigirse a él, el prohombre bajó la mirada hacia el agua.

—Jussi.

Fue lo único que dijo.

Un rato después lo recogió una ambulancia. Los Moderados habían emitido un rápido comunicado para informar que Erik Grandén tenía problemas personales y estaría un tiempo alejado de la vida política.

Eso fue todo. No había más comentarios.

Stilton había recibido una llamada del archivo central de Gotemburgo a través de Mette. Habían encontrado el expediente que contenía el antiguo interrogatorio al drogadicto de Nordkoster. Se llamaba Alf Stein. La embarcación que habían robado pertenecía a Eva Hansson. En los archivos de la policía, Mette había averiguado qué tenían sobre el tal Alf Stein.

Bastantes cosas.

Entre ellas, una dirección en Fittja.

Se la dio a Stilton.

Cogieron el coche de Olivia y fueron directamente a Fittja. Una vez allí, aparcaron cerca del centro. Convinieron que Olivia esperaría en el coche.

Stilton se había procurado información acerca de Alf Stein. No le había resultado demasiado difícil. Según sus fuentes, no le costaría mucho dar con él, lo más probable era que estuviera en compañía de otros miembros del Equipo A, los inadaptados que solían frecuentar los alrededores de Systembolaget, la tienda estatal de bebidas alcohólicas.

Y así fue.

Stilton no tuvo problema para mimetizarse con el entorno.

Se sentó en el mismo banco que Alf Stein, sacó una botella pequeña de vodka Explorer, saludó a Alf con la cabeza y dijo:

—Jelle.

—Hola.

Alf miró la botella de reojo. Stilton se la tendió y Alf picó como una cobra flipada.

—¡Gracias! ¡Affe Stein!

Stilton se sobresaltó ligeramente.

—¿Affe Stein? —dijo.

—Sí.

—¡Maldita sea! ¿Eras amigo de Sverre?

—¿Qué Sverre?

—Sverre Hansson. Un tipo rubio.

—Ah, bueno, él, sí. Aunque de eso hace mucho tiempo. —Affe pareció ponerse a la defensiva—. ¿Por qué demonios preguntas por él? ¿Ha hablado mal de mí?

—No, no; le caías bien, pero la ha palmado.

—¡Oh, mierda!

—De una sobredosis.

—Pobre diablo. Aunque la verdad es que le iban las drogas duras.

Stilton asintió con la cabeza. Affe bebió un buen sorbo de vodka. Sin inmutarse.

Stilton recuperó la botella.

—Pero ¿qué decías? ¿Te habló de mí? —preguntó Affe.

—Ajá.

—¿Te dijo algo en concreto?

Está nervioso, pensó Stilton.

—No, pues no. Me contó que erais colegas de jóvenes y tal, que hicisteis bastantes cosas juntos.

—¿Qué cosas?

—Colocarse, divertirse, ya sabes.

Affe se relajó un poco. Stilton le volvió a pasar la botella y Affe bebió. Un tipo sediento, pensó Stilton. Affe se pasó la manga de la chaqueta por la boca y le devolvió la botella.

—Sí, joder, nos lo pasábamos bien, la verdad sea dicha. Y también hicimos un montón de estupideces. Ya sabes cómo es esto a veces.

Lo sé, pensó Stilton.

—Me parece que tenía una hermana, ¿no? —dijo.

—¿Qué? ¿Por qué lo preguntas?

Stilton se dio cuenta de que iba demasiado rápido.

—Bueno, porque hablaba bastante de ella, solo por eso.

—¡No quiero hablar de su maldita hermana! —Affe se levantó enfadado y miró a Stilton—. ¿Lo has entendido?

—¡Vale, tranquilo, joder! Perdona. Anda, siéntate.

Stilton le ofreció la botella codiciada como gesto de reconciliación. Vio que Olivia había salido del coche y los observaba con un helado en la mano. Affe se tambaleó un poco y se dio cuenta de que lo mejor que podía hacer era volver a sentarse en el banco.

—Pasamos de su hermana si te parece un problema, descuida —dijo Stilton.

Affe le dio un nuevo sorbo a la botella y bajó la mirada.

—Es que nos engañó, ¿sabes?

—Lo entiendo. A nadie le gusta que lo engañen.

—Eso, exactamente.

Visto lo visto, Stilton decidió contarle una trola a su nuevo amigo Affe. De cómo él había sido engañado por un maldito amigo para que le ayudara a darle una paliza a otro tipo. Su amigo le había jurado que el tipo se había metido con su chica y le habían dejado la cara hecha un mapa. Luego se encontró con la chica del amigo por casualidad y ella le contó que el tipo nunca se había metido con ella. Era mentira, su amigo le debía dinero al tipo y quería deshacerse de él.

—Me engañó para que pegara a un tipo hasta matarlo, ¿lo entiendes?

Affe lo escuchó sin decir nada, comprensivo. Dos desgraciados que habían sido engañados por un colega. Cuando Stilton terminó su relato, Affe comentó:

—Una historia muy desgraciada. ¡Qué asco! —Y se quedó en silencio.

Stilton tuvo paciencia. Un rato después, Affe volvió a abrir la boca.

—A mí me pasó algo muy parecido, o mejor dicho, a Sverre y a mí. Su hermana nos metió en un lío, nos engañó.

Stilton estaba centrado en su nuevo amigo.

—Nos engañó para que… ¡Maldita sea, daría cualquier cosa por olvidarme de toda esa mierda!

Affe alargó la mano para coger la botella.

—Es lo que uno quiere —dijo Stilton—. Uno no quiere acordarse de las cosas malas.

—No; tienes razón, pero allí está, a pesar de todo. ¿Sabes? Sverre y yo perdimos el contacto después de aquello, del todo. No soportábamos vernos, ¡al fin y al cabo era una piba, joder!

—¿Una piba?

—¡Sí! ¡La emprendimos contra una piba! O mejor dicho, ella nos calentó, su maldita hermana. ¡Además estaba preñada!

—¿La hermana?

—¡No! ¡La piba!

Affe se estremeció y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¿Dónde ocurrió? —Stilton sabía que lo estaba apretando, pero Affe estaba sumido en sus recuerdos alcohólicos y no reaccionó.

—En una maldita isla. —De pronto se puso en pie—. Ahora tengo que irme, no soporto hablar de ellos, ¡todo fue condenadamente mal!

Stilton le ofreció la botella.

—¡Llévatela!

Affe cogió la botella con el último resto de vodka, se tambaleó y miró a Stilton.

—Y yo acepté el maldito dinero de la hermana, varias veces, para que mantuviera la boca cerrada. ¿Lo entiendes?

—Lo entiendo, es muy duro.

Affe se alejó dando traspiés hacia la sombra de un árbol. Stilton lo observó tumbarse para olvidar sus penas y angustias durmiendo. Cuando Affe se quedó frito, Stilton se levantó. Metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta ajada y apagó la función de grabar del móvil de Olivia.

Ya tenía lo que había ido a buscar.

Mette realizó un registro en la casa de Eva Carlsén en Bromma. Tardaron un rato en repasarlo todo, era una casa bastante grande. Pero también dio sus resultados. Entre otras cosas, encontraron un sobre bien escondido detrás de una estantería de la cocina.

En el sobre ponía «Playa del Carmen, 1985».

La estancia no era especialmente grande. La decoración era sobria. Una mesa, tres sillas, una grabadora. Una sala de interrogatorios en Polhemsgatan, Estocolmo. Mette Olsäter y Tom Stilton ocupaban dos de las sillas. Abbas le había prestado una cazadora de piel negra y un polo. En la silla de enfrente se sentaba Eva Carlsén, con el pelo suelto y una fina blusa azul claro. Sobre la mesa había diversos papeles y objetos. Mette había pedido que le trajeran una potente lámpara de mesa. Quería crear una atmósfera íntima. Encendió la luz.

Ella dirigiría el interrogatorio.

Se había puesto en contacto con Oskar Molin un poco antes para explicarle la situación.

—Quiero que Tom Stilton me acompañe en el interrogatorio.

Molin entendió perfectamente por qué y dio su visto bueno.

En una habitación contigua se encontraba gran parte del equipo de investigación de Mette, sentados y de pie. Los acompañaba una joven estudiante de la Escuela de Policía, Olivia Rönning. Podían seguir el interrogatorio a través de una pantalla. Varios de ellos tenían preparadas sus libretas de notas.

Olivia miró la pantalla.

Mette acababa de indicar la fecha, la hora y el nombre. Miró a Eva Carlsén.

—¿Y no quieres que esté presente un abogado?

—No veo ninguna razón para ello.

—Muy bien. En 1987 te tomamos declaración a título informativo sobre un asesinato cometido en Hasslevikarna, en la isla de Nordkoster. Tú te encontrabas en la isla cuando sucedió, ¿correcto?

—Sí.

—Entonces te llamabas Eva Hansson, ¿correcto también?

—Ya lo sabe, ya me interrogó entonces acerca de la desaparición de Nils en 1987.

Eva estaba dispuesta a defenderse. Utilizaba un tono ligeramente agresivo. Mette sacó una antigua fotografía turística de una carpeta de plástico y se la acercó por encima de la mesa.

—¿La reconoces?

—No.

—Hay un hombre en la foto. Es imposible distinguir su rostro, pero ¿ves esta marca de nacimiento? —Mette señaló la marca, muy peculiar, en el muslo izquierdo del hombre. Eva asintió con la cabeza—. Te agradecería que me contestaras con palabras en lugar de asentir con la cabeza.

—Sí, veo la marca.

—La fotografía fue tomada en México, hace casi veintiséis años, por un turista que creyó que se trataba de tu entonces pareja, Nils Wendt, que había desaparecido y que entonces estábamos buscando. ¿Recuerdas que te enseñé la foto?

—No lo recuerdo pero es posible.

—Quiero saber si reconoces al hombre de la foto como tu pareja.

—Ajá.

—Pero antes no lo reconociste. Entonces afirmaste que no era Nils Wendt.

—¿Adónde quiere llegar con esto?

Mette dejó una fotografía de la autopsia del cadáver desnudo de Wendt frente a Eva.

—Esta es una fotografía tomada recientemente del cuerpo de Wendt, poco después de que fuera asesinado. ¿Ves la marca en su muslo izquierdo?

—Sí.

—Es la misma marca que en la foto turística, ¿no crees?

—Sí.

—En el momento de la desaparición de Wendt llevabais conviviendo más de cuatro años. ¿Cómo pudiste afirmar que no reconocías su peculiar marca de nacimiento en su muslo izquierdo?

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