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Authors: Desmond Morris

Tags: #GusiX, Ensayo, Ciencia

Observe a su gato (13 page)

BOOK: Observe a su gato
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Esto puede sonar a desarrollo sadomasoquista en las relaciones de los felinos, pero existe una razón biológica especial para ello. La mujer que fracasa no quedando embarazada, ovula a intervalos regulares, sin tener en cuenta si ha copulado o no. Las vírgenes ovulan mes tras mes, pero éste no es el caso de los felinos. Una gata virgen no ovula en absoluto. Las gatas sólo ovulan después de haber sido cubiertas por el macho. Esto lleva algún tiempo —de veinticinco a treinta horas—, pero no importa, porque el intenso período de celo dura, por lo menos, tres días, por tanto la gata está aún activamente copulando cuando se presenta la ovulación, desencadenada precisamente por el intenso dolor y el shock que la gata siente cuando su primer pretendiente retira el pene espinoso. Este violento momento actúa como el disparo de una pistola que pone en funcionamiento su sistema hormonal de reproducción.

En cierto modo, no se aleja mucho de la verdad el llamar a una gata en celo «masoquista» porque, al cabo de treinta minutos de haber sido lastimada por el pene del primer macho, se muestra igualmente interesada en el sexo y dispuesta a ser copulada una vez más, con una repetida interpretación del grito y de la reacción de querer arañar.

Teniendo en cuenta lo mucho que han debido lastimarla las espinas del pene, resulta claro que, en un contexto sexual, constituye una clase dé dolor que no produce la usual respuesta negativa.

¿Por qué parece que los gatos tienen una risa burlona?

Bastante a menudo se ve a un gato detenerse y luego adoptar una curiosa expresión de sarcasmo, como si estuviese enfadado con alguien. La primera vez que se observó esta reacción fue denominada «expresión de desagrado» y se describió como que el gato «apuntaba hacia arriba con la nariz» ante un olor, desagradable, como la orina depositada por un gato rival.

Hoy se sabe que esta interpretación constituye un error.

La verdad es casi por completo la contraria. Cuando el gato efectúa esa extraña mueca, conocida técnicamente como respuesta flehmen, en realidad está apreciando al máximo una deliciosa fragancia. Sabemos esto porque las pruebas han demostrado que la orina de las gatas en fuerte estado de celo produce poderosas muecas en los machos, mientras que las hembras que no se encuentran en estado de celo provocan una reacción mucho más débil.

La respuesta implica los siguientes elementos: el gato se detiene sobre sus pasos, alza la cabeza levemente, levanta su labio superior y abre la boca un poco. En el interior de la boca semiabierta es posible ver que la lengua aletea o lame la bóveda bucal. El gato olisquea y da la impresión de estar en trance durante unos momentos. Durante este tiempo retarda el ritmo de su respiración, o puede incluso contenerla durante unos segundos, tras husmear el aire.

Todo el tiempo mira fijamente ante sí como en una especie de ensoñacion.

Si esta conducta pudiera relacionarse con la de un hombre hambriento inhalando los embriagadores olores que emanan de una buena cocina, no se hallaría muy lejos de la verdad, pero existe una importante diferencia. En lo que se refiere al gato, está empleando un órgano sensorial del que nosotros carecemos, por desgracia. El sexto sentido de los gatos se encuentra en una pequeña estructura situada en la bóveda de la boca. Se trata de una abertura tubular situada exactamente detrás de los dientes incisivos superiores.

Conocido con el nombre de vomeronasal, u órgano de Jacobsen, tiene poco más de un centímetro de longitud y es en extremo sensible a los productos químicos transportados por el aire. Puede describirse mejor como un órgano del sabor y del olfato y es en extremo importante para los gatos para interpretar las noticias odoríferas depositadas alrededor de su territorio. Durante la evolución humana, cada vez más dominados por las informaciones visuales en el cerebro perdimos el uso de nuestro órgano de Jacobsen, del que sólo quedan unas leves trazas, pero en lo que se refiere a los gatos es algo de gran significación y explica la extraña expresión esnob que adoptan, de vez en cuando, cuando salen a dar su acostumbrado paseo.

¿Cómo consigue el gato caer siempre de pie?

Aunque los gatos son unos excelentes trepadores, de vez en cuando se caen. Cuando esto sucede entra instantáneamente en acción un especial «reflejo de enderezamiento». Sin él el gato podría romperse con facilidad el lomo.

Cuando comienza a caer, patas arriba, comienza una reacción automática de giro en el extremo de la cabeza.

Ésta gira primero, hasta ponerse en posición normal, luego lleva las patas delanteras cerca de la cabeza, preparadas para protegerla del impacto (un golpe en el mentón contra el suelo podría llegar a resultar particularmente grave). A continuación la parte superior de la espina dorsal se tuerce, consiguiendo que la mitad delantera del cuerpo se ponga en línea con la cabeza. Finalmente, las patas traseras se inclinan, hasta tener los cuatro miembros dispuestos para el aterrizaje y, cuando esto ocurre, el gato gira toda la parte trasera de su cuerpo para adecuarse a la parte delantera.

Por último, cuando ya está a punto de tomar contacto con el suelo, estira las cuatro patas y arquea el lomo, como para reducir la fuerza del impacto.

Mientras tiene lugar este giro del cuerpo, imprime a la rígida cola un movimiento rotatorio como el de una hélice, actuando como mecanismo de contrapeso. Todo esto ocurre en una fracción de segundo y requiere cámara lenta para analizar estos rápidos estadios de la respuesta de enderezamiento.

¿Cómo se comportan los gatos cuando envejecen?

Muchos propietarios no consiguen darse cuenta de que sus gatos han alcanzado una «edad provecta». Esto se debe a que la senilidad tiene pocos' efectos sobre el apetito felino.

En realidad, continúan comiendo con apetito y con su vigor acostumbrado, como si fuesen aún «jóvenes». Pero existen ciertos signos evidenciadores del envejecimiento. El salto y el acicalamiento son las primeras acciones en que se nota.

El envejecimiento origina que las coyunturas se vuelvan rígidas, lo que conlleva movimientos más lentos. El saltar a una silla o a una mesa se hace cada vez más dificultoso. En realidad, los gatos viejos necesitan que les levanten y les depositen en su sillón favorito. En cuanto se pierde la agilidad propia del flexible cuerpo de los gatos jóvenes, también le resulta cada vez más difícil torcer el cuello para acicalarse las partes más inaccesibles de su pelaje, áreas que comienzan a tener aspecto de desaliño. En este estadio, constituye una gran ayuda un cariñoso acicalamiento por parte del dueño del animal, aunque el gato en cuestión no hubiera requerido de cepillados y peinados en sus días más jóvenes.

A medida que el cuerpo del gato envejecido se vuelve más rígido, ocurre lo mismo con sus costumbres. La rutina diaria se convierte en más inflexible y las novedades son ahora perturbadoras, aunque antaño le suscitaban mayor interés. La idea de comprar un gatito para alegrar a un gato viejo, simplemente no funciona. Lo único que ocurre es que altera el ritmo diario del animal ya de edad. El mudarle de casa es aún más traumático. La forma más amable de tratar a un gato envejecido es, por lo tanto, conservar lo más posible la bien establecida pauta de la jornada, pero con un poco de ayuda física cuando sea necesario.

La vida de puertas afuera de un gato de edad está plagada de peligros. Ha llegado a un punto en que las disputas con los rivales más jóvenes casi siempre terminan con una derrota para él, por lo que debe vigilarse de cerca cualquier posible persecución.

Afortunadamente, esos cambios no ocurren hasta la última etapa de la vida de la mayor parte de los gatos. Los seres humanos sufren de «envejecimiento», más o menos, en el último tercio de su existencia, pero en los gatos este período sólo se circunscribe a la última décima parte de su vida. Por lo tanto, sus años de achaques son misericordiosamente breves. La vida media se considera de unos diez años. Algunas autoridades en la materia lo hacen subir un poco, a unos doce años, pero resulta imposible ser exactos porque las condiciones del cuidado de los gatos varían mucho. La guía más exacta consiste en afirmar que un gato doméstico vive entre nueve y quince años, y sólo sufre de declive senil, más o menos, el último año de su existencia.

Se han producido muchas discusiones acerca de hasta cuánto alcanza la longevidad de un gato doméstico. Con algunas asombrosas alegaciones, la máxima longevidad de la que se tiene noticia ha puesto el listón tan alto como los cuarenta y tres años. La existencia más longeva hasta ahora registrada ha sido la de treinta y seis años para un gato atigrado llamado Puss, que vivió de 1903 a 1939. Esto es excepcional y en extremo raro. Unos intentos serios, tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos, pira localizar gatos de más de veinte años, no han conseguido más que un puñado de casos fiables.

Una de las razones de que sea difícil tener buenos registros de gatos de prolongadas vidas radica en que los detalles más cuidadosamente observados se refieren siempre a los animales de pura raza, que tienen una vida mucho más breve que los de razas cruzadas o mestizas.

Esto se debe a que los preciados y cuidadosamente registrados gatos de pura raza sufren de consanguinidad, que es algo que acorta sus vidas. El gato callejero de «mala raza», en comparación, disfruta de lo que se llama «vigor híbrido», el mejorado vigor físico producido por el cruce de razas. Por desgracia, tales gatos tienen muchos menos cuidados en la mayoría de los casos, por lo que, a su vez, sufren más de peleas, descuidos y de una dieta irregular. Y esto acorta su existencia. El gato con una longevidad récord es, por lo tanto, más probable que sea uno con un pedigrí más dudoso, pero más amado y protegido. Para un animal así, no constituye un objetivo improbable llegar a los quince o veinte años.

Uno de los rasgos más extraños de la longevidad del gato es que sobrepasa con mucho la de los perros. El récord para un perro es de veintinueve años, siete años menos que el gato de una existencia más larga. Teniendo en cuenta que los animales más grandes viven más que los más pequeños, las cifras deberían invertirse, y los gatos, para su tamaño, lo hacen por lo general muy bien. Existe una compensación para los gatos que sufren la castración, puesto que los machos castrados tienen un período vital más largo que los enteros. Las razones, al parecer, radican en que se hallan implicados en unas lesiones menos dañosas con los rivales, y también en que, por alguna causa, resultan más resistentes a la infección. Un cuidadoso estudio reveló que un gato castrado podía esperar un promedio de vida de cuatro años más que los no castrados.

¿Por qué un gato se lame la boca no estando sediento?

Un rápido toque de la lengua a los labios es una de las señales más conocidas de que un gato empieza a encontrarse agitado, pero, al mismo tiempo, que se halla fascinado o intrigado por algo. Sin perder ojo a la fuente de su agitación, el gato da la impresión de que, de un modo repentino e inexplicable, ha desarrollado la urgente necesidad de limpiarse el hocico o el pelaje alrededor de la boca. Pero aquí no existe la menor suciedad. La limpieza no es funcional, no se sigue la pauta habitual que se ve después de las comidas o durante una sesión normal de acicalamiento. Los lametones son cortos y fuertes, un rápido barrido de la lengua, pero no de la manera acostumbrada cuando de asearse se trata, equivale al gesto del hombre que se rasca la cabeza cuando se encuentra perplejo o irritado.

Las reacciones de este tipo se llaman «actividades de desplazamiento». Tienen lugar cuando el gato cae en un estado de conflicto. Si sucede algo que le trastorna pero, al mismo tiempo, suscita su curiosidad, algo que simultáneamente le repele y le atrae. Entonces se queda sentado, deseando irse y al mismo tiempo quedarse. Mira lo que le irrita e, incapaz de resolver su conflicto, muestra su agitación realizando alguna acción trivial y abreviada, cualquier cosa para romper la paralización en que se encuentra. Diferentes especies responden de modos distintos. Unos se mordisquean las garras, otros se rascan detrás de la oreja con las patas traseras, las aves se limpian el pico en una rama, los chimpancés se rascan los brazos o el mentón, los felinos prefieren dar lametones.

Existe una forma inofensiva de comprobar todo esto. A los gatos no les gustan los ruidos producidos por vibraciones, pero también les intriga lo que produce semejantes sonidos. Una moneda frotada a lo largo de las púas de un peine corriente produce sonidos de este tipo.

Casi todos los gatos, al oír el sonido tipo brrrr producido por esta acción, se quedan mirando el peine que uno tiene en la mano y luego, al cabo de unos segundos, empiezan a lamerse los labios. Si el sonido continúa, el animal puede decidir, llegado el caso, que ya tiene bastante y se levanta y se aleja. Sorprendentemente, esto también funciona tanto en los grandes como en los pequeños gatos atigrados. A veces el lamerse los labios da paso a un violento estornudo y en ocasiones a un gran bostezo. Estos actos parecen constituir «actividades de desplazamiento» felinas alternativas, pero son menos frecuentes que el lamerse los labios.

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