Existen tres tipos de sueño felino: la siesta corta, el sueño ligero, algo más largo y el sueño profundo. El sueño ligero y el sueño profundo se alternan en turnos característicos. Cuando el animal se echa para dormir una siestecita, flota en una fase de sueño ligero que dura media hora. Luego coge un sueño más pesado y, de seis a siete minutos, experimenta un sueño profundo. Luego vuelve a otra fase de treinta minutos de sueño ligero, y sigue así hasta que, llegado el caso, se despierta. Durante los períodos de sueño profundo el cuerpo del gato se relaja tanto que se tumba de lado, y éste es el momento en que parece estar soñando, con frecuentes retorcimientos y vibraciones de las orejas, garras y cola. La boca puede efectuar movimientos de succión e incluso se presentan ocasionales vocalizaciones, junto a ronroneos y murmullos en general. También se producen explosiones de movimientos rápidos de los ojos, pero, mientras tanto, el resto del cuerpo del gato permanece inmóvil y totalmente relajado. Al principio de su vida, cuando es un gatito muy joven, en su primer mes, experimenta sólo este tipo de sueño profundo, que dura un total de unas doce horas de cada veinticuatro. Tras el primer mes, los gatitos cambian con rapidez a la pauta de los adultos.
Puede parecer una pregunta extraña, pero existen pruebas evidentes que demuestran que poseer un gato es bueno para nuestra salud. Y eso representa un respiro para los hostigados dueños de animales domésticos, a los que tanto se les critica hoy por echar a perder el medio ambiente con sus animales, al saber que los grupos de presión antianimales domésticos morirán, probablemente, más jóvenes que ellos.
Existen dos razones para pensar así. En primer lugar, es sabido que el amistoso contacto físico con los gatos reduce de manera muy notoria el estrés en las personas que les acompañan. La relación entre hombre y gato es conmovedora en el sentido de reciprocidad de la palabra. El gato se frota contra el cuerpo de su amo, y el dueño acaricia y alisa el pelaje del gato. Si a estos dueños se les somete en el laboratorio a pruebas para comprobar sus respuestas fisiológicas, se descubre que sus sistemas corporales se hacen marcadamente más calmosos al efectuar el acto de acariciar a los gatos. Su tensión se apacigua y sus cuerpos se relajan. Esta forma de terapia felina no es fruto de la imaginación de algún académico con exceso de entusiasmo.
Se ha demostrado en la práctica en un número de casos agudos, que mejoraron algunos pacientes mentales de una forma asombrosa, tras permitírseles la compañía de gatos domésticos.
Más de una vez nos relajamos por la simple y honesta relación con el gato. Ésta es la segunda razón que prueba el benéfico impacto del felino sobre el ser humano. No se trata sólo del toque, por importante que éste pueda ser. Es también asunto de relación psicológica, de una clase que carece de las complejidades, traiciones y contradicciones de las acciones humanas. Todos quedamos marcados por ciertas relaciones humanas de vez en cuando, algunos de manera más aguda, otros de forma más somera. A los que les hayan quedado graves cicatrices mentales puede resultarles difícil creer de nuevo en alguien. Para ellos, un nexo con un gato puede proporcionar recompensas tan grandes que hasta les devolverá la fe en las relaciones humanas, destruirá su cinismo y su suspicacia, y curará a la vez sus cicatrices ocultas. En Estados Unidos, un estudio reciente ha revelado que, para aquellos cuyo estrés les había conducido a trastornos cardíacos, el poseer un gato pudo marcar, literalmente, la diferencia entre la vida y la muerte, reduciendo la presión sanguínea y sosegando un corazón muy sobrecargado.
Porque cuando está en celo es la que reina sobre todos los gatos. Los machos se reúnen a su alrededor como un corro de cortesanos, se aproximan a una reina con gran reverencia, y a menudo los castiga con modales puramente, autocráticos.
Se le llama así, exactamente, desde 1760, año en que se publicó un relato anónimo titulado Vida y aventuras de un gato. En él el «gato conquistador», como fue luego conocido el macho, recibía el nombre de «Tom el gato». El relato gozó de gran popularidad, y no pasó mucho tiempo antes de que, en Inglaterra, para referirse a un gato macho se empezase a emplear la palabra Tom, y así sigue popularmente, en el idioma inglés, después de doscientos años.
A las prostitutas se les ha llamado gatas desde el siglo XV, por la sencilla razón de que la gata urbana atrae a muchos gatos cuando está en celo, y se aparea con ellos uno tras de otro. Ya en 1401 a los hombres se les prevenía de los riesgos de perseguir a la cattis tailis, o cola de la gata. Esto explica también por qué la palabra «cola» posee connotaciones sexuales. Lo mismo puede decirse de otras variantes como gatita, minina, gataza.
El origen de esta frase se remonta al siglo XVIII, y se refería a un truco que se empleaba en el mercado. Los cochinillos se llevaban a menudo al mercado dentro de un saco, o bolsa, para venderlos. El pícaro colocaba un gato en una bolsa y hacía ver que se trataba de un lechón. Si el comprador insistía en verlo, se le decía que era arriesgado abrir la bolsa, porque el animal se escaparía. Si el gato se meneaba tanto que el timador no tenía otro remedio que dejar escapar el gato, su secreto quedaba expuesto a la luz pública, y se descubría el pastel, como se expresa en español.
Originariamente se trató de una referencia a lo impotente que se podía estar sin poseer las armas adecuadas, o no poner en acción los medios realmente necesarios, aunque tengamos que excedernos, porque un gato sin garras está realmente perdido.
El significado en inglés de esta frase quiere decir que alguien ha quedado terriblemente alterado, casi al borde de la histeria. A primera vista no existe ninguna conexión entre una situación de turbación y el dar a luz gatitos. Es cierto que una mujer dominada por el pánico o histérica, y que al mismo tiempo esté embarazada, puede abortar como resultado de la intensa perturbación emocional, o dar a luz antes de tiempo a causa del pánico. Todo esto no es difícil de entender. Pero, ¿por qué se refiere a gatitos y no a perritos o a cualquier otro animal?
Para encontrar una respuesta tenemos que atrasar el reloj a los tiempos medievales, cuando se creía que los gatos eran los familiares de las brujas. Si una mujer embarazada sufría de terribles dolores, se pensaba que estaba embrujada y que tenía unos gatitos que le clavaban las garras dentro de la matriz. Y puesto que las brujas poseían control sobre los gatos, podían proporcionar pociones mágicas que destruyeran la camada, para que la infortunada mujer no diese a luz gatitos. Incluso en una fecha tan avanzada como el siglo XVIII, en un tribunal se dio una excusa para abortar, alegando que había que sacar «gatitos de la barriga».
Dado que cualquier mujer que se creyese embrujada y a punto de alumbrar una camada de gatitos se pondría histérica de miedo y de asco, resulta fácil comprender cómo la frase «tener gatitos» llegó a significar un estado extremo de pánico.
La resistencia y fortaleza del gato llevó a la idea de que tenía más de una vida, pero la razón de dotarle de múltiples vidas siempre ha intrigado a la gente. La respuesta es bastante simple. En la antigüedad se consideraba un número de la suerte porque era una «trinidad de trinidades», y, por lo tanto, del todo adecuado para el «afortunado» gato.
La frase se refiere al látigo conocido con el nombre de «gato», empleado antiguamente en los navíos, y no al animal en sí. El gato, o gato de nueve colas (porque tenía nueve tiras de cuero anudadas), era demasiado largo para poderlo emplear dentro del barco. Por lo tanto, los marineros condenados a una pena de azotes debían ser llevados a cubierta, donde había sitio para el gato.
La razón de que el látigo se llamase gato se debía a que dejaba cicatrices en la espalda de los marineros azotados, que recordaban las marcas de arañazos dejadas por un gato salvaje.
Esta frase se hizo popular en Inglaterra hace varios siglos, en una época en que las calles de las ciudades eran estrechas, sucias y tenían muy mal drenaje. Por lo general, las fuertes tormentas producían inundaciones torrenciales que ahogaban a un buen número de gatos famélicos y a perros que hurgaban comida por las callejuelas. Después de pasada la tormenta, la gente saldría de sus casas y se encontraría los cuerpos muertos de esos desgraciados animales, y los más crédulos de ellos se imaginarían que los cuerpos debían haber caído del cielo, y así, literalmente, habrían llovido perros y gatos.
Una descripción del impacto de una grave tormenta en la ciudad, escrita por Jonathan Swift, apoya este punto de vista:
«Ahora fluyen desde todas partes las hinchadas casetas, y llevan sus trofeos con ellas mientras flotan… cachorrillos ahogados, hediondos espadines, todos envueltos en lodo, gatos muertos y grelos, derribados por la inundación».
Algunos clasicistas prefieren una explicación más antigua, sugiriendo que la frase se deriva del vocablo griego para catarata: catadupa. Si la lluvia caía en torrentes —como una cascada—, en ese caso la expresión «llover catadupa», habría degenerado en «llover cats and dogs» (gatos y perros).
DESMOND JOHN MORRIS. Nació el 24 de enero de 1928 en Purton, Wiltshire. Zoólogo y etólogo inglés, con 14 años perdió a su padre. Está casado con la historiadora Ramona Baulch, coautora de varios de sus libros y madre de su hijo. Sus estudios se centran en la conducta animal, y por ende, en la conducta humana, explicados desde un punto de vista estrictamente zoológico (lo que quiere decir que no incluye explicaciones sociológicas, psicológicas y arqueológicas para sus argumentos). Ha escrito varios libros y producido numerosos programas de televisión. Su aproximación a los seres humanos desde un punto de vista plenamente zoológico ha creado controversia desde sus primeras publicaciones.
Su libro más conocido,
El mono desnudo
, publicado en 1967, es una realista y objetiva mirada a la especie humana.
El contrato animal
(1991) es un valiente alegato ecológico que exige a la especie humana respetar su compromiso con la naturaleza.
El zoo humano
, continuación de
El mono desnudo
, examina el comportamiento humano en las ciudades, también desde un punto de vista etológico. En 1951, después de haber obtenido el grado de honor en zoología en la Universidad de Birmingham, comenzó a investigar para su doctorado en comportamiento animal en Oxford. En 1954 obtuvo el grado de doctor en la Universidad de Oxford.
[1]
En inglés, la expresión siesta de gato es algo más directa que en español, puesto que existe la palabra que la define (catnap) que tanto significa literalmente lo que hemos dicho, como también «sueño breve» en general. (
N. del T.
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