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Authors: Desmond Morris

Tags: #GusiX, Ensayo, Ciencia

Observe a su gato (9 page)

BOOK: Observe a su gato
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Valorando todo esto, no cabría esperar que los gatos salvajes, con una vida muy dura, o los gatos de granja, considerados «controladores de plagas», se permitieran jugar con su presa ya medio muerta. En la mayoría, de los casos así es, en efecto, pero algunos investigadores han averiguado que las gatas de granja se permiten de vez en cuando una cosa así. Existe una explicación especial para estos casos. En cierto estadio del desarrollo de la camada las hembras tienen que llevar presas vivas al nido para enseñarles a los gatitos cómo se mata. Este proceso materno de enseñanza tendría la culpa de la predisposición de las hembras para jugar con sus presas, aunque no estén muertas de hambre durante el proceso de caza.

Existe otra explicación para esta conducta al parecer cruel. Cuando los gatos atacan a las ratas están muy nerviosos por la habilidad de la presa para defenderse. Una rata grande puede darle un peligroso mordisco al gato, por lo que debe ser reducida antes de cualquier intento de darle el mordisco mortal, que lleva a cabo dándole ligeros golpes con las garras extendidas. En una rápida sucesión de golpes el roedor acaba atontado. Sólo entonces, el gato se arriesga a arrimar más la cara para el mordisco fatal. En ocasiones, el gato amenaza a un ratoncillo, y empieza a golpearle con las garras en vez de morderle. En el caso de un ratón, esto lleva rápidamente a una sucesión de golpes desproporcionadamente salvajes con el diminuto roedor zarandeado de un sitio para otro. Esta conducta felina puede hacer creer que está jugando con él, pero es distinta del juego de coger y soltar la presa y no debería confundirse con ella. En este juego el gato inhibe en todo momento su mordisco. Lo hace para prolongar la caza. En los ataques de golpear a los ratones antes de cazarlo, el gato, simplemente, reacciona más allá de lo normal por el posible peligro de los dientes de la presa. Esto puede parecer un juego cruel, pero en realidad se trata de la conducta de un gato que no está demasiado seguro de sí mismo. Incluso después de que la víctima esté casi muerta o muerta del todo, un gato así continuará golpeando el cuerpo de la víctima, observándola con atención para ver si existe alguna señal de recuperación. Sólo tras una buena ración de este tratamiento decidirá si es seguro llevar a cabo el mordisco fatal y comerse a la presa. Un cazador experimentado y dedicado de lleno a esta tarea tal vez no reaccione de dicha forma, pero un mimado gato doméstico, al ser un poco novato en las técnicas de una muerte rápida, quizá prefiera esta opción más segura.

¿Cómo prepara su comida el gato?

Inmediatamente después de matar, el gato emprende la extraña rutina de «dar un paseo». A menos que esté muerto de hambre, pasea arriba y abajo durante un rato, como si sintiese la necesidad de relajar la tensión producida durante la caza. Sólo entonces se dedica a comerse la presa. Esta pausa puede ser importante para la digestión del gato, proporcionando a su sistema nervioso la posibilidad de calmarse después de los tensos momentos por los que acaba de pasar. Durante esta pausa, una presa que haya fingido estar muerta podría intentar escapar y, en raras ocasiones, consigue hacerlo antes de que el gato vuelva a estar de nuevo en disposición de ponerse a cazar.

Cuando al final el gato se aproxima a su presa para comerla, existe el problema de cómo prepararla para tragársela con facilidad. Los pequeños roedores no causan dificultades. Simplemente, se los come empezando por la cabeza. Las pieles, si se las traga, las regurgita después.

Algunos gatos separan la vesícula biliar y los intestinos, y evitan comérselos, pero otros están demasiado hambrientos para preocuparse de esta «menudencia» y se tragan tranquilamente todo el animal.

Los pájaros son otra cosa a causa de sus plumas, pero incluso aquí a las especies más pequeñas se las comen por entero, excepto la cola y las plumas de las alas. Los pájaros del tamaño del zorzal y del mirlo son desplumados poco antes de comérselos, pero luego el gato comienza impaciente a comer. Al cabo de un rato se detiene para quitar unas cuantas plumas más antes de seguir comiendo.

Repite esta operación cierto número de veces mientras va comiendo. No obstante, las aves mayores necesitan un desplumado más sistemático, y si un gato tiene éxito en matar a una paloma u otra ave más grande, debe quitar las plumas antes de empezar a devorarla.

Para desplumar una paloma, el gato sujeta todo el cuerpo del ave con las patas delanteras, coge un montón de plumas entre los dientes, alza con cierta fuerza la cabeza con las mandíbulas llenas y luego, finalmente, abre la boca y agita la cabeza vigorosamente de un lado a otro para eliminar el plumaje que esté aún pegado. Mientras sacude la cabeza escupe con fuerza y con unos lengüetazos especiales, trata de limpiarse la boca de las plumas que aún siguen pegadas.

Esto hace que el aseo sea a la inversa. Normalmente, la lengua limpia el pelaje, pero aquí es el pelaje el que limpia la lengua. Entonces se eliminan los últimos restos y ya puede iniciarse la siguiente acción de desplumado.

La tendencia a quitar las plumas de las aves grandes parece ser innata. En cierta ocasión proporcioné una paloma muerta a un gato salvaje en la jaula del zoo donde siempre le había dado trozos de carne como dieta regular. El gato se puso tan excitado al ver un ave entera que comenzó una sesión de desplumado, que siguió y siguió hasta tener todo el cuerpo del ave desnudo por completo. En vez de tumbarse para comérsela, el gato dirigió la atención a la hierba sobre la que se sentaba y comenzó a arrancarla. Una y otra vez atrapó tallos de hierba del césped y los tiró lejos con los característicos movimientos de desplumado que había usado hasta entonces. Llegado el momento, agotadas sus frustradas ansias de preparar su comida, el gato mordió en la carne del ave y comenzó a alimentarse. De forma clara, el desplumado tenía su propia motivación y podía verse frustrada por el cautiverio, lo mismo que otros impulsos más claros.

El rasgo más extraño del desplumado radica en que los gatos de Europa lo realizan de forma diferente a los gatos de América. Las especies europeas arrancan las plumas con un movimiento en zigzag, que produce una total sacudida de la cabeza, mientras que los americanos tiran de las plumas en un largo movimiento vertical hacia arriba y luego lo sacuden hacia un lado. Al parecer, a pesar de la similitud entre los pequeños gatos de ambos lados del Atlántico, se trata en realidad de dos grupos distintos.

¿Es deficiente el gato como controlador de animales dañinos?

Antes de ser elevado el gato al rango de animal de compañía para las personas, el contrato entre hombre y gato se basó en la habilidad del animal para destruir animales dañinos. Desde el primer momento en que la Humanidad empezó a almacenar el grano, el gato tuvo un papel que desempeñar y cumplió su parte del acuerdo con gran éxito.

Hasta no hace mucho tiempo se creía que el mejor método de tener a los gatos en una granja y que matasen ratas y otros roedores nocivos era mantenerlos tan hambrientos como fuera posible. Esto parecía del todo obvio, pero era falso. Los gatos hambrientos de las granjas se desperdigaban por un amplio territorio de caza en busca de comida y cazaban pocos de esos animales nocivos dentro de la propia granja. Los gatos alimentados por el granjero se quedaban más cerca de casa y en su cuenta particular entraba un número mucho más elevado de animales nocivos eliminados. El hecho de estar alimentados y no pasar particularmente hambre no significaba que fuera menor el número de presas muertas cada día, porque el impulso de cazar es independiente del impulso de comer. Los gatos cazan por el placer de cazar. Una vez que los granjeros se percataron de esto, pudieron mantener a sus gatos cerca de la granja y reducir los daños ocasionados a sus almacenes por la plaga de roedores. Un pequeño grupo de gatos de granja bien cuidados, impide cualquier incremento en la población de roedores, y después de su llegada ya no se desarrollará una plaga importante.

Según una autoridad en la materia, el campeón en la caza de ratones fue un gato atigrado que vivía en una fábrica del Lancashire donde, en su larga vida de veintitrés años, mató más de 22 000 ratones. Esto representa casi tres por día, lo que parece una dieta razonable para un gato doméstico, que además se permitía el lujo de algún suplemento alimenticio venido de sus amigos los humanos, pero le superó con creces el campeón mundial de caza de ratas. El honor corresponde a una hembra atigrada que se ganaba su existencia en el desaparecido White City Stadium. En un período de seis años cazó no menos de 12480 ratas, lo cual da un promedio diario de cinco a seis. Se trata de un logro formidable y resulta fácil comprender por qué los antiguos egipcios se tomaron la molestia de domesticar a los gatos y por qué el hecho de matarlos estuviese castigado por la ley con la pena de muerte.

¿Por qué los gatos ofrecen presas recién cazadas a sus dueños?

Lo hacen porque consideran a sus amos como unos cazadores rematadamente malos. Aunque, por lo general, consideran a los humanos como a seudopadres, hay ocasiones que los ven como de la familia: en otras palabras, como si fueran sus gatitos. Cuando éstos no saben capturar ni comer ratones y pajarillos, el gato les enseña. Ésa es la razón de que sean hembras castradas quienes con mayor frecuencia llevan a casa presas y ofrezcan esos regalos a sus dueños. Como se sienten incapaces de llevárselos a sus propios gatitos, encauzan este instinto hacia sus compañeros humanos.

Los dueños honrados de esta manera, con frecuencia lo reciben con horror o con enfado, especialmente si el pequeño roedor o el pájaro está aún medio vivo y removiéndose. El gato queda perplejo por completo ante esta respuesta fuera de tono. Si le regañan por su generoso acto, una vez más encuentra incomprensibles a sus amigos humanos. La reacción correcta sería alabar a la gata su generosidad maternal, tomarle la presa con muchos cumplidos y caricias y luego desembarazarse en seguida del regalito.

En condiciones naturales, una gata con una camada de gatitos les presenta a sus cachorros las presas poco a poco.

Cuando cuentan siete semanas de vida, en vez de matar la presa y comerla donde la ha cazado, la gata se la lleva muerta adonde tiene guardados a sus mininos. Allí empieza a comérsela mientras ellos la contemplan. La segunda fase implica traer la presa muerta y jugar con ella antes de comerla, para que los gatitos vean cómo la golpea con las garras y la recoge. La tercera fase es traer la presa para que la coman los propios gatitos. Todavía no se aventura a traer una presa viva o medio muerta a sus gatitos, por temor a que les muerda o los ataque en caso de descuido. Sólo cuando son un poco mayores se atreverá a hacerlo, y luego será ella misma quien le dé muerte delante de los gatitos.

Éstos miran y aprenden. Llegado el momento, acompañarán a su madre en la caza y tratarán de matar las presas por sí mismos.

¿Por qué los gatos comen hierba?

La mayoría de los dueños de gatos han observado, de vez en cuando, cómo su animalito arranca largos tallos de hierba en el jardín y empieza a masticarlos y morderlos. Es sabido que los gatos que viven en apartamentos donde no hay jardines en los que ramonear, causan daños considerables en las plantas de interior, en un desesperado intento por conseguir un sustitutivo de la hierba. Aunque en raras ocasiones, ha habido gatos que incluso han enfermado por comer plantas venenosas.

Muchos expertos en gatos se han quedado intrigados ante esta conducta y algunos han admitido con franqueza que no tenían una respuesta adecuada. Otros han ofrecido una gran variedad de explicaciones. Durante muchos años, la respuesta favorita era que los gatos tomaban la hierba como laxante para ayudarse a expulsar las perturbadoras bolas de pelo alojadas en sus intestinos. Una sugerencia relacionada con esto alegaba que comían hierba para poder vomitar las bolas de pelo. Esta sugerencia se basaba en las observaciones de que los gatos, a veces, vomitan después de comer hierba, pero también pasaba por alto la posibilidad de que fuera lo que fuese lo que les sentara mal también les hacía querer comer hierba, y no que fuese el comer hierba lo que les hiciese vomitar. Una explicación menos popular era que la hierba ayudaba a los gatos en caso de inflamaciones de garganta o irritación en el estómago.

Algunas autoridades sospechaban, simplemente, que esta actividad era como una forma de añadir alimento poco digerible a su dieta.

La opinión más reciente —y la explicación más probable— es que los gatos mastican hierba para conseguir cantidades mínimas de una sustancia química que no pueden conseguir en una dieta cárnica y que resulta esencial para su salud. La sustancia en cuestión es una vitamina llamada ácido fólico, que resulta vital para los gatos porque desempeña un importante papel en la producción de hemoglobina. Si un gato es deficiente en ácido fólico sufre en su crecimiento y puede convertirse en una anemia grave. Los propietarios de gatos cuyos animales no tienen acceso a hierbas de ninguna clase, a veces resuelven el problema sembrando hierba en un macetero y haciéndola crecer en sus apartamentos para que la mastiquen sus animales de compañía.

Será bueno señalar, aunque sea de pasada, que los gatos, si bien pueden necesitar este suplemento de vegetales en sus dietas cárnicas, son primero y primordialmente carnívoros y como tales deben ser tratados. Los intentos recientes de los bienintencionados vegetarianos de dirigir a sus gatos hacia una dieta no cárnica son a un tiempo poco juiciosos y crueles. Los gatos enferman con rapidez con una dicta vegetariana y no sobreviven si ésta dura mucho tiempo. La reciente publicación de dietas vegetarianas recomendadas para gatos constituye un claro ejemplo de abuso de los animales y como tal debería tratarse.

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