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Authors: Desmond Morris

Tags: #GusiX, Ensayo, Ciencia

Observe a su gato (7 page)

BOOK: Observe a su gato
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Un gato nervioso, que sufre un estado de conflicto, frustración o temor, a menudo presenta una agitación de las orejas. En algunas especies de gatos salvajes esta respuesta es en extremo perceptible a través de la evolución de un copete en las orejas, pero el gato doméstico carece de este refinamiento y el retorcimiento de la oreja por sí misma es menos frecuente. Algunos mechones se presentan en ciertas razas, especialmente en el gato abisinio que tiene un pequeño punto de pelo oscuro en las orejas, pero, en comparación con los grandes copetes de algunas especies, como el Caracal Lynx, esto es insignificante.

Un gato a la defensiva presenta unas orejas por completo aplanadas. Se encuentran fuertemente oprimidas contra la cabeza, como una forma de protegerlas durante las peleas.

Las orejas retorcidas y hechas jirones de los machos que regresan de una batalla campal constituyen un vívido testimonio de la necesidad de ocultar esta delicada parte de su anatomía, tanto como sea posible mientras las uñas se encuentran extendidas. El efecto de aplanar las orejas a los lados de la cabeza es para convertirlas en casi invisibles cuando se mira al animal de frente, y para proporcionar a la cabeza un contorno más redondeado. Existe una raza rara llamada el pliegue escocés que tiene permanentemente aplastadas las orejas, dándole de continuo un aspecto defensivo, sin tener en cuenta su auténtico estado de ánimo. Lo que resulta difícil de imaginar es el efecto que tiene esto en su vida social.

Un gato agresivo, que es hostil sin hallarse particularmente asustado, tiene su propia postura especial de las orejas. Aquí, las orejas giran pero no llegan a aplastarse del todo. Los dorsos de las orejas se hacen visibles desde delante, y ésta es la más peligrosa señal que cualquier oreja puede transmitir.

En su origen, esta postura de la oreja se hallaba a mitad de camino entre la de alerta y la de a la defensiva; en otras palabras, a mitad de camino entre erguida hacia delante y aplastada hacia atrás. En efecto, es una posición de «preparado para lo que venga».

El animal está diciendo:

—Estoy preparado para atacar, pero no me has asustado tanto como para protegerme las orejas aplastándolas.

La razón de que esto implique el mostrar la parte posterior de las orejas es porque deben girarse hacia atrás antes de aplanarlas por completo. Por lo tanto, las orejas en rotación se encuentran en una postura de «preparadas para aplastarse», en el caso de que el gato oponente agresivo se atreva a desafiarlas.

La postura agresiva de las orejas ha llevado a algunas marcas de las orejas que resultan atractivas en ciertas especies de gatos salvajes, especialmente el tigre, que posee una gran mancha blanca bordeada de negro en la parte posterior de cada oreja. Cuando un tigre está furioso, no existe ninguna duda acerca de su estado de ánimo, mientras el par de vívidas manchas blancas giran y se hacen visibles. Una vez más, los gatos domésticos carecen de esas marcas especiales.

¿Cómo pelean los gatos?

Las luchas de gatos en estado salvaje son una verdadera rareza porque lo que sobra es espacio. Pero en las áreas urbanas y suburbanas, más atestadas, los territorios felinos se juntan y con frecuencia se superponen. Esto significa que frecuentemente se dan peleas y serios duelos físicos, sobre todo entre machos rivales. De vez en cuando quedan cuerpos muertos o se producen serias heridas como resultado de dichas peleas.

El objetivo primario de un gato al atacar es propinar a su rival un mortal mordisco en el cuello, empleando en gran parte la misma técnica que cuando mata a una presa. Dado que su oponente tiene más o menos el mismo tamaño y la misma fuerza, este mordisco fatal raramente se produce.

Por lo mismo, el rival, por más miedoso y cobarde que sea se defiende de manera que es casi imposible lograr un auténtico mordisco en la garganta.

Lo que debemos recordar aquí es que, incluso el individuo más salvaje y dominante, cuando se lanza por su fiero instinto al ataque, en su interior teme los resultados de «luchar hasta las últimas consecuencias». Si le acorralan, el más débil lo intenta todo, lanza sus aguzadas garras, hiere si es posible al gato dominante de una forma que pueda suponer una seria amenaza para sus futuros éxitos venatorios y, por lo tanto, para su auténtica supervivencia.

Por ello, incluso un atacante extremista muestra cierto miedo en su agresión al llegar el golpetazo final del contacto físico.

Una típica batalla se desarrolla de la forma siguiente: el animal dominante localiza a un rival y se aproxima a él adoptando una característica postura de amenaza, caminando sobre sus patas estiradas por completo para parecer, de repente, mayor de lo que es. Este efecto se consigue además erizando los pelos del lomo. Dado que las cerdas son más largas hacia la parte de atrás del animal, al encresparse la línea de su lomo sube hacia la cola. Esto confiere al gato atacante una silueta que es exactamente la contraria de la forma agazapada del rival más débil, cuya parte posterior se mantiene baja casi pegada al suelo.

Mostrando la zona posterior de sus orejas y aullando, gruñendo y refunfuñando, el atacante avanza a cámara lenta, observando cualquier reacción repentina de su encogido enemigo. Los ruidos que hace son sobrecogedoramente hostiles, y resulta difícil comprender cómo a una actitud tan marcadamente agresiva se le haya podido calificar de «maullidos de amor» del gato macho. Sólo cabe preguntarnos cómo será la vida amorosa de las personas que inventaron ese nombre. Huelga decir que no tiene nada que ver con el auténtico cortejo del gato.

Cuando el gato atacante llega muy cerca de su rival, realiza un movimiento extraño, pero altamente característico, tuerce la cabeza. A un metro de distancia alza levemente la testa y la tuerce hacia un lado, sin perder de vista al enemigo. Luego el atacante da un paso lento hacia delante y ladea de nuevo la cabeza hacia la otra parte. Esto suele repetirse varias veces y parece ser un amago del inminente mordisco en la garganta, como si dijese con la cabeza ladeada y en posición de morder: esto es lo que te espera.

En otras palabras, el atacante lleva a cabo la «intención de movimiento» del típico asalto de la especie.

Si dos gatos de igual categoría o rango se encuentran y se amenazan mutuamente, puede transcurrir largo rato de punto muerto, con cada uno de los animales llevando a cabo exactamente la misma aproximación hostil, como si estuviesen delante de un espejo. Cuanto más se acercan, más lentos y breves se hacen sus movimientos, hasta que en un momento dado se inmovilizan, y esta paralización puede prolongarse, durante muchos minutos. Durante todo el tiempo continuarán exhalando sus penetrantes maullidos y gemidos, pero ni uno ni otro está dispuesto a capitular.

Llegado el momento, pueden separarse en un movimiento increíblemente lento. Incrementar su velocidad sería tanto como admitir su debilidad, y ello llevaría a un inmediato ataque del rival, por lo que ambos se retiran con unos movimientos casi imperceptibles para mantener su rango.

Si esas amenazas y contraamenazas desembocan en una pelea seria, todo comienza con una arremetida por parte de uno de los adversarios intentando un mordisco a la garganta. Cuando sucede esto, el adversario gira instantáneamente en redondo y se defiende con sus propias fauces, mientras golpea al mismo tiempo con sus patas delanteras, que se traban con las garras delanteras del contrario, al tiempo que se propinan salvajes coces con sus potentes patas traseras. Éste es el momento en que, literalmente se arma una tremolina impresionante, y los maullidos dan paso a fuertes chillidos, y, los dos animales ruedan, se enzarzan, se muerden, se clavan las garras y se cocean.

Esta fase no dura mucho. Es demasiado intensa. Los rivales se apresuran a separarse y prosiguen sus exhibiciones de amenaza, mirándose mutuamente y gruñéndose de nuevo. Se repite entonces el asalto, tal vez varias veces, hasta que, finalmente, uno de los dos se rinde y se echa al suelo con las orejas por completo aplastadas.

Éste es el momento en que el vencedor realiza otra exhibición muy característica. Se vuelve en ángulo recto hacia el perdedor y, con gran concentración, empieza a olisquear el suelo, como si exactamente en aquel momento se hubiese depositado allí un olor irresistiblemente delicioso.

El animal se concentra tanto en ese olisqueo que, de no tratarse de un rasgo peculiar de todas las peleas, tendría la apariencia de una auténtica verificación de olores. Pero se trata sólo de Un acto ritual, de una exhibición de victoria que señala al rival perdedor que se ha aceptado su sumisión y su derrota y que la batalla ha terminado. Después del olisqueo ritual, el vencedor se aleja lentamente y al cabo de un corto intervalo, el que ha sido vencido se aleja más de prisa hasta un lugar seguro.

No todas las peleas se llevan a cabo con tanta intensidad.

Las disputas más suaves se zanjan «rozando las garras», momento en que los rivales se golpean mutuamente con las manos extendidas. Al pegar en la cabeza del rival de esta manera son capaces de zanjar sus diferencias sin practicar todo el ritual de una riña de gatos y sin la saña que hemos descrito más arriba.

¿Por qué un gato arquea el lomo cuando ve a un perro desconocido?

Si un gato se siente amenazado por un perro, se apoya sobre las patas extendidas por completo y, al mismo tiempo, arquea el lomo en forma de U invertida. La función de esta exhibición resulta claro que es para aparentar un tamaño tan grande como le sea posible, en un intento de convencer al perro de que se está enfrentando a un oponente de cuidado. Para comprender el origen de esta exhibición es necesario observar lo que ocurre cuando dos gatos se amenazan mutuamente. Si un gato es en extremo hostil con respecto a otro y siente un poco de miedo, se aproxima sobre sus patas rígidamente extendidas y con el lomo recto. Si su rival se encuentra asustado y no manifiesta hostilidad, arquea el lomo y se agazapa en el suelo. En el caso del gato al que se le aproxima un perro, existe tanto una intensa agresión como un miedo cerval. Es este conflicto, este doble estado de ánimo, lo que origina una exhibición especial. El gato ofrece el elemento más particular de su reacción de cólera —las patas rígidas— y el elemento más característico de su reacción de temor —el lomo arqueado— y los combina para exhibir una sensación de «gato agrandado». De haber tomado también los otros elementos —el lomo recto, indicador de furia y el agazapamiento, indicador de miedo— el resultado no sería tan impresionante.

Lo que ayuda a su «exhibición de transformación» es el hecho de que el animal, mientras estira las patas y arquea el lomo, también pone el pelo de punta y se mantiene de costado respecto del perro. Juntos, estos cuatro elementos constituyen una exhibición del máximo incremento del tamaño. Aunque el gato se retire un poco, o avance hacia el perro, mantiene cuidadosamente su posición de costado, extendiendo su cuerpo delante del perro como el capote de un torero.

Durante la exhibición de lomo arqueado, el gato silba ominosamente, como una serpiente, pero el silbido se convierte en gruñido si existe peligro de ataque. Luego, cuando realmente se lanza hacia el perro, añade un explosivo «escupitajo» a su exhibición. Los gatos experimentados aprenden muy pronto que la mejor política para enfrentarse a un perro hostil es lanzarse al ataque en vez de salir corriendo, pero requiere bastante valor hacerlo cuando el peso del perro es varias veces superior al peso del gato. Sin embargo, la alternativa de «salir pitando» es mucho más arriesgada, porque la huida del gato despierta en el perro el instinto de caza. Para un perro, un «objeto que corre» sólo significa una cosa: comida, y resulta difícil dejar de lado el estado de ánimo cazador canino una vez se ha suscitado. Aunque el gato en su huida se detenga y se enfrente al perro valientemente, le quedan ya pocas esperanzas, porque el perro tiene la sangre encendida y se lanza tras la presa, tenga el gato o no arqueado el lomo.

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