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Authors: Desmond Morris

Tags: #GusiX, Ensayo, Ciencia

Observe a su gato (14 page)

BOOK: Observe a su gato
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El porqué un gato se irrita tanto por un sonido vibratorio es algo que constituye un misterio, a menos que, durante el transcurso de la evolución felina, llegase a representar a un animal nocivo, algo inconveniente de atacar como presa. Un ejemplo que viene a la mente es el tintineo de una serpiente de cascabel. Los gatos tal vez tengan una respuesta automática de alarma ante tales animales, y esto puede estar relacionado con el hecho de que queden alterados y, al mismo tiempo, intrigados.

¿Por qué los gatos reaccionan tan vigorosamente a la nébeda?

O en otras palabras, ¿por qué son drogadictos? La nébeda, de la familia de la menta, contiene un aceite llamado hepetalactona, una lactona no saturada que representa para algunos gatos lo que la marihuana a ciertas personas. Cuando los gatos encuentran esta planta en un jardín, emprenden un «viaje» de diez minutos durante el cual parecen entrar en un estado de éxtasis. Esta es una interpretación en cierta forma antropomórfica porque no tenemos la menor idea de lo que ocurre en el interior del cerebro del gato, pero cualquiera que haya observado la fuerte reacción de la nébeda sabrá hasta qué punto el animal parece encontrarse en trance y drogado. Todos los felinos reaccionan de esta forma, incluso los leones, pero no todos los gatos lo hacen así. Hay algunos que no realizan el «viaje», se sabe que la diferencia es genética. Un gato o es drogadicto innato o no. El condicionamiento no tiene nada que ver con esto. Digamos de pasada que los gatos de poca edad nunca «viajan». Durante los dos primeros meses de vida todos los gatitos evitan la nébeda, la reacción positiva no aparece hasta que tienen tres meses.

Luego se dividen en dos grupos: los que durante mucho tiempo no evitan la nébeda, sino que, simplemente, la ignoran y la consideran pomo otra planta del jardín, y los que se vuelven locos en cuanto entran en contacto con ella.

Esta división es aproximadamente del cincuenta por ciento, con una ligera inclinación hacia el grupo positivo.

La reacción positiva adopta la siguiente forma: el gato se aproxima a la planta y la huele; luego, con creciente frenesí, empieza a lamerla, la muerde, la mastica, se frota repetidamente contra ella con la mejilla y el mentón, sacude la cabeza, se refriega el cuerpo, ronronea, gruñe, maúlla, rueda sobre sí mismo e incluso salta en el aire. También se ha observado el lavado y el rascado con las zarpas. Incluso el más reservado de los gatos parece por completo desinhibido por los productos químicos de la nébeda.

Dado que la conducta de rodar sobre sí mismo que se observa durante el estado de seudotrance es similar a las acciones corporales de las hembras durante el estro, se ha sugerido que la nébeda es una especie de afrodisíaco felino.

Esto no resulta particularmente convincente, porque el cincuenta por ciento de los gatos que muestran la reacción completa incluye tanto a machos como a hembras, y tanto a los animales enteros como a los castrados. Por lo tanto, no parece tratarse de un «viaje sexual», sino más bien un «viaje» de droga, que produce estados similares de éxtasis a los experimentados durante el clímax de la actividad sexual.

Los gatos drogadictos son afortunados. A diferencia de tantas drogas humanas, la nébeda no produce perjuicios irreparables y, tras diez minutos, la experiencia termina y el gato regresa a la normalidad sin ningún efecto secundario.

La nébeda (Nepeta cataria) no es la única planta que produce estas extrañas reacciones en los gatos. La valeriana (Valeriana officinalis) es otra, y existen varias más que ofrecen un fuerte atractivo para los gatos. El descubrimiento más extraño, que parece carecer en absoluto de sentido, es que, si se administra a los gatos por vía interna, la nébeda y la valeriana obran como tranquilizantes. Sigue siendo un misterio cómo pueden actuar de «euforizantes» por vía externa, y de «antiansiolíticos» por vía interna.

¿Cómo se las apaña el gato para encontrar el camino de vuelta a casa?

En distancias cortas, porque cada gato posee una excelente memoria visual, y ayudado, cuando se halla cerca de su casa, por los olores familiares. Pero, ¿cómo se las arregla un gato para emprender la dirección correcta de vuelta cuando, de forma deliberada, se ha alejado varios kilómetros de su hogar?

En primer lugar, ¿de verdad puede realizar algo así? Hace años, un zoólogo alemán pidió prestados unos cuantos gatos a sus dueños, residentes en la ciudad de Kiel. Los encerró dentro de unas cajas y se fue en coche con ellos a dar vueltas y más vueltas por la ciudad, emprendiendo una completa y zigzagueante ruta a fin de confundirlos todo cuanto fuese posible. Luego se alejó varios kilómetros de la ciudad, hasta llegar a un campo en el que había instalado un laberinto. Éste tenía un área central cubierta, con veinticuatro pasadizos que salían de él. Mirados desde arriba, los pasadizos se abrían radialmente como los puntos de la brújula, a intervalos de quince grados. Todo el laberinto estaba cerrado, por lo que no podía penetrar ni la luz del sol ni de las estrellas, que pudieran dar unas pistas tipo navegación a los gatos. Luego, se colocó a cada uno de ellos por turno en el laberinto, allí se les permitía vagar hasta que encontraran un pasadizo que daba a la salida. En un número significativo de casos, los gatos seleccionaban el pasaje que apuntaba en línea recta hacia su casa.

Cuando se informó de esos descubrimientos por primera vez en una conferencia internacional, la mayoría de los que estábamos presentes nos sentimos escépticos en extremo.

Las pruebas se habían llevado a cabo de forma rigurosa, pero los resultados eran tan excepcionalmente asombrosos en favor de la sensibilidad de los gatos que la encontrábamos difícil de aceptar. Sospechábamos que debía de existir un fallo en el método experimental. El punto más débil, obviamente, radicaba en aceptar la posibilidad de un mapa de la memoria. Tal vez los gatos podían sintetizar con las tolerancias y correcciones pertinentes todas las vueltas y revueltas que la furgoneta había realizado por la ciudad, ya que durante toda la jornada no habían efectuado otra cosa que recalcular la dirección hacia su hogar base.

Esta duda quedó eliminada por algunas otras pruebas con gatos en Estados Unidos. Allí, a éstos se les dio droga en la comida antes del viaje, por lo que permanecieron en un profundo sueño durante todo el día. Cuando llegaron, se les despertó por completo, y comenzaron las pruebas. De forma asombrosa, supieron regresar a su casa.

Desde entonces se han llevado a cabo muchas otras pruebas con gran variedad de animales, y en la actualidad se encuentra más allá de toda duda el que muchas especies, incluyendo al hombre, poseen una extraordinaria sensibilidad respecto del campo magnético terrestre que les capacita (y a nosotros) para encontrar el camino de regreso a casa sin ninguna clase de pista visual. La técnica experimental que lo confirmó fue una en que se les colocó a los individuos objeto de la prueba unos poderosos imanes.

Con ellos perdieron su capacidad de encontrar el camino de regreso a casa.

Estamos aún aprendiendo exactamente cómo funciona este mecanismo del camino de vuelta a casa. Parece probable que las partículas de hierro, que se presentan de una manera natural en los tejidos animales, constituyen la pista vital, dando a estos individuos que saben volver a casa una brújula biológica innata. Pero, naturalmente, existen muchas cosas más aún por descubrir.

Por lo menos, podemos aceptar ahora algunas de esas increíbles historias de regreso a casa que se han contado en el pasado. En un principio, se las consideró anécdotas en extremo exageradas, o casos de identidad errónea, pero ahora pueden tratarse con seriedad. En la actualidad, ya no nos podemos burlar de las historias de gatos que recorren vanos centenares de kilómetros de regreso de una casa nueva a la antigua, tardando varias semanas en efectuar el viaje.

¿Pueden predecir los gatos los terremotos?

La respuesta es que sí, que pueden hacerlo, pero aún no estamos seguros de cómo lo consiguen. Tal vez sean sensibles a las vibraciones de la Tierra aunque éstas sean tan débiles que nuestros instrumentos fallan en detectarlas.

Se sabe que los terremotos tienen un comienzo gradual, en vez de un temblor repentino y masivo. Es posible que los gatos posean un sistema de alarma por adelantado.

Una segunda posibilidad es que sean sensibles al dramático incremento de la electricidad estática que, al parecer, precede a los terremotos. En los seres humanos existe una respuesta a estos cambios, pero es más bien vaga y no específica. Hablamos de tensión o de vértigos en casos así, pero no podemos distinguir esas sensaciones de las que sufrimos en días de tensión en el trabajo, o cuando pillamos un resfriado. Por lo tanto, no sabemos leer las señales de manera exacta. Pero existen todas las posibilidades de que los gatos sí puedan.

Una tercera explicación considera a los gatos como increíblemente sensibles a los súbitos cambios en el campo magnético terrestre. Variaciones de este tipo acompañan a los terremotos. Tal vez las tres reacciones se presentan al mismo tiempo detectar los temblores débiles, la actividad electrostática y la agitación magnética. Una cosa es seguí a, que los gatos se muestran cada vez más intensamente agitados antes de empezar los terremotos de gran intensidad. Los dueños de gatos que saben interpretar el miedo de sus animalitos tal vez les deban la vida. En muchos casos se ha observado que, de improviso, los gatos corren por la casa desesperados por escapar. Una vez se le abre la puerta, se apartan de los edificios poseídos por el pánico. Algunas hembras incluso van y vuelven llevando a sus gatitos a lugar seguro. Luego, horas después, tiene lugar el terremoto que arrasa los edificios. Se ha informado de todo esto una y otra vez en las zonas más vulnerables a los terremotos, y en la actualidad están en marcha investigaciones muy serias para analizar con precisión qué señales reciben los gatos.

Respuestas similares se han registrado cuando los gatos han predicho erupciones volcánicas o tormentas con gran aparato eléctrico. A causa de su excepcional sensibilidad, con frecuencia se les ha atribuido ingenuamente poderes sobrenaturales. En la época medieval esto fue frecuentemente su perdición, muchos gatos encontraron una muerte horrible, quemados a manos de los cristianos supersticiosos, a causa de que parecían poseídos por un «conocimiento sobrenatural».

El que ahora sepamos que este conocimiento es por completo natural, no le quita mérito.

¿Por qué hablamos de siesta de gato?

Porque los gatos se permiten breves períodos de sueño ligero con mucha frecuencia. En realidad, estas breves siestecitas son tan comunes en los gatos y tan raras en los seres humanos sanos, que no resulta una exageración decir que gatos y personas tienen, fundamentalmente, una pauta diferente de sueño. A menos que los adultos hayan pasado en vela parte de la noche, o estén enfermos, o sean muy ancianos, no se permiten estos breves sueños fuera de hora. Limitan su tiempo de dormir a un solo y prolongado período de, aproximadamente, ocho horas cada noche. En comparación, los gatos son unos superdormilones y, en un plazo de veinticuatro horas, se pasan durmiendo unas dieciséis, es decir, el doble del período humano. Esto significa que un gato de nueve años, que se aproxima ya al final de su vida, habrá estado sólo despierto durante un total de tres años. Éste no es el caso de la mayoría de los otros mamíferos, que coloca al gato en una categoría especial: la de un asesino refinado. El gato es tan eficiente en conseguir sus alimentos altamente nutritivos, que le sobra el tiempo para dedicarse al ocio empleando este tiempo en dormir y, aparentemente, en soñar. Otros carnívoros, como los perros y las mangostas, gastan mucho más tiempo dando vueltas de acá para allá, buscando y persiguiendo. El gato se sienta y espera, anda un poco, mata y come, y luego se adormece como un gourmet bien saciado. Cabe decir que nadie se queda dormido tan de prisa como un gato.
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