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Authors: Marcela Paz

Tags: #Infantil

Papelucho (9 page)

BOOK: Papelucho
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Mayo 12

Urquieta también quiere entrar al circo nuestro, y después de todo, cuando no está rabiando, es bien divertido y bien payaso, así es que lo aceptamos de Tony. Ahora estamos bien amigos y él me persigue bastante, pero, de todas maneras, yo le escondo mi diario por si le da tentación de volvérmelo a robar. Y lo tengo escondido en el cuarto de baño, en una puertecita que da a las cañerías. Ahí aprovecho para escribir, pero tiene que ser muy corto y muy apurado, no como antes.

Mi mamá me trajo los platos ayer, pero cuando estaba ensayando se me quebraron los tres. No importa, porque quiere decir que tengo que ensayar más con los del colegio.

Mayo 13

Ayer estábamos con Gómez en la cocina, ensayando las pruebas, cuando vimos una cara que se asomó por la ventana. Era un hombre como Batman y nos pidió limosna. Entonces le dimos lo que encontramos y él nos pidió permiso para dormir bajo techo, porque duerme a plena noche y ahora son muy heladas. A Gómez y a mí nos dio lástima y le abrimos la bodega para que entrara a dormir y el pobre se acomodó en unos sacos y se durmió ipso flatus.

Al poco rato, tocaron el timbre y era la policía. Venían en busca de un criminal, que se llama "El Soquete" y que había muerto a dos o a doce personas. Claro que el Mocho de la puerta les dijo que ahí no estaba, pero ellos insistieron e insistieron en que lo habían visto entrar aquí, hasta que se colaron para adentro y registraron casi todo el colegio. Gómez y yo hacíamos promesa para que no entraran a la bodega, porque nos daba lástima el criminal arrepentido y tan feo y con tanta hambre. Por suerte, no entraron y se fueron felices. Pero los dos con Gómez no sabemos qué hacer de pensar que tenemos un verdadero criminal aquí encerrado y aunque le echamos llave a la bodega, de todas maneras, cuando entre el Mocho cocinero a buscar papas mañana, a lo mejor lo mata. Así es que vamos a avisarle para que entre armado.

Mayo 14

Esta mañana tempranito fuimos a ver al Mocho cocinero y le dijimos: —¿Qué haría usted si se encontrara con el criminal, el Soquete?

—Lo entregaría a la policía.

—Sí, pero antes de eso.

—¿Cómo antes de eso?

—Por ejemplo, si él estuviera escondido en el colegio, después de todo, y usted se topara cara a cara con él. Y si él se le viniera encima con un enorme cuchillo, ¿qué haría usted?

—Echaría a correr, supongo. Para eso soy bueno...

—Pero mejor sería tener una pistola, ¿verdad?

—Y aún mejor sería no encontrarlo.

—Es que yo creo que lo va a encontrar —dijo Gómez, asustado.

—¿Pero por qué crees tú eso?

Yo consulté a Gómez con la mirada y él me dijo que sí con la ídem, y entonces muy en secreto le dije al Mocho lo que había pasado. El Mocho se puso pálido y soltó el canasto que llevaba. Entonces nos pescó de un brazo a Gómez y a mí y voló con nosotros donde el rector. Pero, por suerte, había salido y entonces fue donde el Padre Anselmo, que es muy santo y que no se ocupó de castigarnos sino que llamó a la policía por teléfono y todos nos quedamos esperando hasta que llegaron.

Entraron muy triunfantes con un Teniente y todo. La bodega estaba con llave y los dos con Gómez no oímos la campanilla de clase y los seguimos. Calladitos llegaron hasta ahí y abrieron la puerta de repente y gritaron con voz de trueno: "¡Manos en alto!", pero nadie se movió.

Entonces empezaron a alumbrar todos los rincones con una tremenda linterna y no había nada. El Teniente se volvió donde el Padre Anselmo un poco enojado, pero, en ese momento, otro policía descubrió un paquete en el suelo y gritó: "¡Mi Teniente!" y le pasó el paquete. El Teniente sacó su pañuelo y casi sin tocarlo, lo desenvolvió y en el paquete había un cuchillo, una caja de cartuchos sin uso y un montoncito de joyas.

Otro policía dijo entonces: "¡Por aquí escapó!", y mostró una ventanita que estaba casi tapada de sacos de papas. Y la ventanita daba a la calle.

Pero ahora Gómez y yo estamos otra vez contentos de que haya escapado, porque, cuando lo andábamos buscando, teníamos casi más ganas de no encontrarlo.

Mayo 15

Resulta que todo el colegio sabe lo del Soquete y la mitad de los chiquillos dicen que Gómez y yo somos unos idiotas y la otra mitad dice que no. Pero entre la mitad que sí, está Urquieta y anda otra vez buscándome camorra.

Hoy, en el recreo, me dijo:

—Tú me debes una y crees que si no te pego porque andas cojo me voy a quedar así no más.

—En quince días más me sacan el yeso —le contesté.

—Ya llevo una semana esperando y no pienso esperar más.

—¿Qué vas a hacer, entonces? —le dije.

—¿Te daría mucha rabia que te robara tu diario? —me preguntó.

—Mucha. Pero ahora no lo encontrarás con tanta facilidad.

—Eso es asunto mío. Quiero saber qué te da más rabia, el que otros lean tu diario o una bofetada.

—En todo caso no lo vas a encontrar —le contesté.

—Lo veremos. Tú te crees muy gallo, pero yo no soy tonto tampoco.

—Ni con toda tu habilidad lo vas a hallar —le dije y me fui.

Pero al poco rato volvió donde yo estaba.

—¿Qué vas a hacer cuando no lo encuentres? —me preguntó.

—Pegarte otra cachetada.

—¿Y si no soy yo el que te lo roba?

—A nadie más que a ti le interesa mi diario.

—¿Y te crees tú que vas a pasarte pegando porque tienes una pata con yeso y nadie te la va a devolver? A mí también me puede dar rabia.

—Eso es lo que quiero. Que te dé luego, me pegues de una vez y dejes en paz mi diario.

—Eso lo dices porque sabes que castigan al que le pega a un cojo.

Yo sabré lo que hago.

Después, en la tarde, me hizo burla con otros por mi diario y me gritó:

—¡Cómo nos vamos a reír esta noche con tus secretos!

Gómez y yo estuvimos ensayando las pruebas de las botellas con el repostero y por fin me escapé para escribir todo esto.

En este momento se abrió la puerta del baño y asomó su cabeza Urquieta y me dijo: "Escribe bastante para que me ría más" y se fue. Pero justo cuando él salió, sonó la campana para ir a comer y yo no tengo más remedio que esconder mi diario aquí mismo, aunque sea por la última vez.

Mayo 15

Anoche desperté con un disparo y después sonó otro. Encendí mi linterna y vi que nadie se había movido. Entonces oí unos gritos de: "¡Por la derecha, por la derecha!" y salté de mi cama y fui a despertar a Gómez. Pero él ya se había despertado, sólo que no se movía porque estaba asustado. En eso sonó otro disparo y yo no aguanté más, me puse los pantalones y salí afuera. Gómez y Triviño, que es nuevo, me siguieron y salimos al huerto. Pero en la puerta del huerto nos sujetó un agente y dijo que nos volviéramos al dormitorio, porque podría alcanzarnos una bala. Era que andaban buscando al Soquete, que se había vuelto a meter por la ventanita a la bodega y, como ellos pensaron que podía volver a buscar su paquete, lo estaban esperando escondidos en el colegio desde temprano. Y cuando entró a la bodega le hicieron: "¡Alto!" pero él se escapó al huerto y en eso andaban ahora. Estábamos hablando con el agente cuando llegó el Padre José y nos pescó de una oreja y nos mandó a acostarnos. Claro que yo no podía dormir y nos quedamos conversando en secreto con Gómez hasta que se acabó la bulla. Y después tampoco me podía dormir; entonces bajé a buscar mi diario para escribir y no lo encontré. Entonces lo fui a buscar en la cama de Urquieta y se lo pillé debajo de la almohada. Me dio tanta furia con él que, si no hubiera estado durmiendo, le hubiera vuelto a pegar.

Y ya realmente no sé dónde esconderlo, pero lo voy a guardar debajo de mi colchón.

Mayo 16

Parece que anoche agarraron al pobre Soquete aquí en el huerto. Lo alcanzaron con una bala y se lo llevaron sangrando de una pierna. Yo fui a ver la sangre, pero con el riego se había borrado. Nos castigaron a los tres con Gómez y Triviño y nos dejaron sin recreo y en la tarde escribiendo páginas enteras. A veces me dan ganas de escaparme de este colegio, pero será cuando me saquen el yeso.

—Urquieta está tan furioso conmigo porque le quité mi diario, que hoy me dijo:

—Cuando te vuelva a robar el diario, voy a echarlo a la basura y así no lo tendrás más.

—Es que ahora no lo encontrarás nunca —le contesté. Pero yo sé que si lo sigo guardando en mi cama, me lo va a sacar, así es que me lo metí en la espalda, entre la camisa y el cuerpo y me molestaba bastante y de repente uno me dio una palmada y dije que yo tenía joroba. Entonces todos vinieron a tocar mi joroba y Urquieta también dijo que ése era mi estúpido diario, pero que era la última vez que lo iba a tener porque mañana saldría en la basura. Y, ahora al acostarme, sé que él se está haciendo el dormido y que cuando yo me duerma, me lo va a robar. Cuando pienso en esto, me da más pena que rabia, pena de pensar que se va a ir en la basura y voy a tratar de no dormir en toda la noche entera…

Notas

Nota: Este diario fue encontrado en un basural y recogido por un ocioso que se puso a leerlo y lo ofreció a esta imprenta para su publicación.

[Fin de Papelucho]

MARCELA PAZ, pseudónimo de la escritora Ester Huneeus Salas—fue una mujer excepcional, capaz de construir una prosa fresca y natural.

Educada en su casa por profesores particulares quienes le enseñaron, además de las asignaturas habituales, los idiomas inglés, francés y alemán, comenzó a escribir desde muy joven en revistas y periódicos. Usó diferentes pseudónimos, entre los cuales se quedó definitivamente con Marcela Paz; Marcela, por ser admiradora de la escritora francesa Marcelle Auclair, y Paz porque —según ella misma decía— necesitaba ese don.

Cuando, antes de casarse, su novio, José Luis Claro, le regaló una agenda, Ester decidió escribir en ella el diario de vida de un niño. Y fue así como nació su hijo más célebre: Papelucho, de quien puede decirse, sin duda, que es ya un clásico de la literatura infantil chilena.

Creadora además de una singular galería de personajes como los Pecosos, el Soldadito Rojo, la Colorina, Sebastián, Catita y Perico, entre otros, fue también la fundadora del IBBY (International Board of Books for Young People) en Chile.

Con un amplio reconocimiento tanto en el país como en el extranjero, entre los varios premios y distinciones que recibió a lo largo de su vida, obtuvo dos muy importantes: el diploma de mérito que la incluyó en la lista de honor "Hans Christian Andersen" concedido por el Congreso Internacional del IBBY reunido en Suiza en el año 1968 —y que fue otorgado por primera vez a un autor latinoamericano— y el Premio Nacional de Literatura 1982, que coronó su infatigable desempeño en el mundo de las letras.

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