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Authors: Juan Ernesto Artuñedo

Peluche (16 page)

BOOK: Peluche
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—¿Ponemos música? —me pregunta

Me levanto. Miro los cedés. Conecto la cadena. Pongo uno. Suena.

—¿Qué es?

—Chambao —le digo

—No está mal

Me siento. Brian canta una sevillana desde la cocina. Nos miramos. Me entra la risa. Fumamos.

—¿Cansado? —me pregunta

—Un poco

—Ha sido un día largo

—¿Tienes siempre el mismo horario?

—No, de ocho a tres, hoy más pronto por el inventario

—¿Y por la tarde?

—Nada

—Tendrás mucho tiempo libre

—Bueno, siempre hay cosas que hacer en casa

—¿Os repartís las tareas?

—Más o menos, yo hago la comida y me encargo de la ropa y Brian limpia, tira la basura y compra. Cada uno hace lo que no le gusta al otro

—Pero Brian no estará muchos días en casa

—No creas, hace trayectos cortos, se levanta temprano y a la hora de comer ya lo tengo en la mesa. Pero a veces viene al día siguiente

—Y tú, ¿qué haces esos días?

—Voy a correr, al gimnasio, la sauna

—Aquí estamos —dice Brian entrando en el comedor con una fuente de ensalada en las manos

Marcelo trae cubiertos, platos, servilletas y pan. Le ayudamos. Nos sentamos. Me sirve Brian. Ensalada de lechuga, lombarda, canónigos, tomate, zanahoria, queso fresco, dátiles, palitos de cangrejo y pasas sultanas con salsa tártara. Se me hace la boca agua. Comemos. Marcelo sirve el segundo. Brindamos.

—Salud —decimos Sebastián, Marcelo y yo


Cheers
—dice Brian

Terminamos y recogemos la mesa. Marcelo trae café y una piedra de costo. Hablamos. Nos pasamos el porro.

—¿A qué os apetece jugar ahora? —pregunta Sebastián

—En el cajón hay una baraja y dados —dice Marcelo

—Saca los dados —le dice Sebastián mientras prepara otro porro

Marcelo abre el cajón y los saca. Sebastián lo enciende. Le miro la perilla. Suelta el humo. Despacio.

—Os explico —continúa Sebastián—, digo una acción, lanzo el primer dado, a ver... uno, tú, Brian, tienes que hacer algo a, lanzo el segundo dado... tres, uno, dos y tres, a Lucas, ¿entendido?

—¿? —le miramos

—No me miréis así —nos dice—, hagamos una prueba, a ver que piense, tiene que darle de beber una cerveza entera... —dice lanzando un dado— ...yo... —lanza el segundo— ...a Marcelo

—Vale —respondemos

—Pues eso, abre la boca

Traga hasta la última gota. Aplaudimos. Jugamos. Brian me baja los calzoncillos mirándome el sexo. Me siento. Echo la silla hacia delante. Cojo el porro. Marcelo le quita la camiseta a Sebastián y le soba los pechos. Trago cerveza. Marcelo y Brian se levantan. Brian le abre las bermudas y mete la mano. Noto mi glande en el borde metálico de la mesa. Mueve. Saca la mano y suelta las bermudas con cuidado. Marcelo se sienta despacio. Sebastián me besa con lengua. Abro los ojos. Brian se huele la mano derecha. Nos separamos. Seguimos jugando, bebiendo, fumando. Acabamos Brian sin bermudas, Marcelo sin camiseta, Sebastián desnudo y yo empalmado hasta las cejas. Nos vestimos. Salimos los tres al balcón menos Brian, que se tumba en el sofá escuchando música. Abrimos las hamacas.

—...y lo que pasa es que no sé cómo se lo voy a decir —Marcelo a Sebastián

—Hombre, eso ya depende de ti, yo de joven también salí con una chica

—¿Y qué hiciste?

—¿Cómo que qué hice?

—Sí, cómo se lo dijiste

—Le mentí. Directamente

—Una mentira, ¿y no te arrepientes?

—Desde el momento en que se lo estaba diciendo. No tuve la conciencia tranquila hasta que años después le envié una carta

—¿Cómo reaccionó ella?

—Lo comprendió

—Bien, ¿no?

—Y yo volví a arrepentirme por no habérselo dicho antes

—¿Por?

—Porque tuvo demasiado tiempo la duda

—Fuiste cobarde

—Lo fui

—¿Y después?

—De qué

—De la carta

—Amigos, como se suele decir, aunque yo no me merezca llevar puesta esa etiqueta

—Pero el tiempo lo acaba curando todo, ¿no?

—El dolor sí, pero no creo que olvide cuánto le dolió

—¿Hace mucho de eso?

—Veinte años

—Joder, la he cagado

—Pero no te rayes, se valiente y adelante

—¿Queréis otra cerveza? —interrumpo

—No sé si quedarán más —me dice Marcelo—, mira en la nevera

—Te voy a contar —le dice Sebastián— lo que me ocurrió después, verás...

Me levanto de la hamaca. Paso por el comedor. Brian duerme. Entro en la cocina. Abro la nevera. Busco. Una al fondo. La cojo. Cierro. Llego al comedor. Sebastián y Marcelo hablando en el balcón cara a cara. Espero. No paran. Abro la cerveza y bebo. Me siento a los pies de Brian. Sigo bebiendo. Hablan.

—Ah, estás aquí —me dice Brian

—Perdona, ¿te he despertado?

—¿Le pasa algo a Marcelo?

—No, bueno sí, que está saliendo con una chica

—¿Marcelo?

—Sí

—Yo pensaba que era

—Lo es, pero no sabe cómo dejarla. ¿Quieres? —le paso la cerveza

—Gracias

—De nada

—Eres muy guapo —me dice mirándome a los ojos

—Tú también —y yo la barriga

—¿Te gusto?

—Me das mucho morbo

—¿De verdad?, no... lo dices por quedar

—Antes estaba pensando en ti

—¿Sí?, yo también, en el baño, cuando me duchaba

—No me digas eso

—¿Por?

—Porque yo también —le digo

—¿Sí?

—Cuando he entrado en la cocina a por más cerveza no he podido evitar escuchar el agua de la ducha y te imaginaba...

—¿Sí?

—...que me equivocaba de puerta y en lugar de entrar en la cocina entraba en el baño, y tú estabas detrás de la cortina...

—¿Sí?

—...y te miraba por el espejo y veía tu cuerpo cubierto de pelo bajo el agua...

—Sigue —me dice metiéndose la mano en las bermudas

Miro al balcón. Sebastián y Marcelo siguen hablando de espaldas en las hamacas.

—...y el agua te mojaba...

—Sigue, sigue —dice masturbándose

—...y tú me mirabas de reojo y me abrías la cortina y me dejabas entrar en la ducha...

—Sigue

—...y yo te agarraba las tetas y bajaba las manos por tu barriga...

—Sigue

—...y me agachaba y miraba tu pene enfrente de mi cara y abría la boca y me la metías hasta el fondo...

—Sigue, sigue

—...y entraba y salía fuerte...

—Sigue

—...y tu barriga golpeaba mi frente y me lubricaba la mano con jabón y te metía el puño por el culo...

—Sigue

—...y te dejabas caer sobre él...

—Sigue, sigue, sigue

—...y te corrías dentro de mi boca...

—¡Vale, vale, vale!

Le miro. El líquido en su ombligo. Me levanto y le acerco una servilleta. Se limpia. Salgo al balcón.

—...y eso es todo —Sebastián a Marcelo

—Joder, qué lástima

—Así sucedió

—Tomar —les digo—, sólo quedaba una cerveza

Le pegan un trago. La cojo y bebo. Brian sale al balcón. Nos sentamos los cuatro. El sol se esconde por el edificio de al lado. Seguimos hablando. Sebastián y Brian quedan para comer un día entre semana con Marcelo. Nos despedimos con un beso. Marcelo y yo arreglamos el apartamento.

—¿Qué hago con esto? —pregunto

—Tíralo, mis padres no vendrán hasta pasado mañana

Vacío la fuente de ensalada en la basura.

—Deja —le digo—, ya friego yo

Sale de la cocina. Abro el grifo. Lavo platos, vasos y cubiertos. Limpio el mármol. Me seco las manos y entro en el comedor. Marcelo me pasa una bolsa llena de latas de cerveza y la tiro a la basura. Cojo cubo y mocho. Echo agua, amoníaco y detergente. Voy hasta el comedor. Marcelo ya ha terminado de recoger. Friego balcón, comedor, cambio el agua, pasillo y cocina. Nos tumbamos en la cama de sus padres. Marcelo me da la mano. Acaricio. Nos besamos. Nos abrazamos. Noto su respiración.

—Te quiero, Lucas

Nos quedamos dormidos. Me despierto. Marcelo durmiendo. Aparto su brazo de mi cintura. Despacio. Me levanto sin hacer ruido. Entro en el comedor y me siento en el sofá. Enciendo un cigarro. Conecto la cadena. Pongo un cedé de Radiohead. Bajito. Sigo fumando. El cenicero entre mis manos. Pasan las canciones. Suena
Paranoid Android
. Marcelo entra en el comedor.

—¿Por qué te has ido? —me pregunta

—No tenía más sueño

—Podías haberme despertado

—Parecías cansado

—Ya estoy mejor, ¿me das un cigarro?

—Toma —ofreciéndole el mío

Se sienta a mi lado.

—He abierto los ojos —me dice— y al ver que no estabas pensaba que te habías marchado del apartamento

—¿Por qué iba a hacerlo?

—No sé, de repente me ha entrado miedo

—¿A qué?

—A estar solo

—Pero sabes que me tengo que ir tarde o temprano

—Ya, pero no así, sin despedirte

—Eres un cielo de chaval

Me abraza. Se me escapa una lágrima. La seco con la mano sin que se dé cuenta.

—Te quiero mucho, Lucas

—No digas eso

—Te quiero, te quiero

—Marcelo, nos conocemos de un día

—No sé, lo siento aquí dentro y te lo digo, y quiero hacer...

Apago el cigarro y dejo el cenicero en la mesita. Le abrazo. Lloro.

—...el amor contigo

Me separo. Le miro a los ojos. Los dos llorando. Nos abrazamos. Me besa el cuello. Nos acariciamos. Se me escapa otra lágrima. Le beso. Se levanta. Le sigo hasta el cuarto. Nos acostamos. Hacemos el amor. Entro en la cocina y lleno dos vasos de agua. Camino descalzo hasta el cuarto. Marcelo está llorando. Bebemos. En silencio. Se ríe. Nos abrazamos. Reímos. Nos vestimos. Cojo la mochila y meto la ropa. Salimos del apartamento. Bajamos por el ascensor. En silencio. Abrimos la puerta de la calle. Respiro. Caminamos por el paseo marítimo al sol de la tarde.

—Pues a ver si convenzo a mis amigos —me dice Marcelo— y nos vamos el fin de semana que viene todos al FIB

—Vienen Radiohead

—Prefiero a Smashing

—A ver si este año no cae nadie del cartel

Subimos a la moto. Se pone el casco. Sale rápido. Gira en un par de rotondas y acelera en la recta. Llegamos a Almería. Me deja en la estación de tren. Nos despedimos con un seco adiós. Sube a la moto. Se marcha. Entro en la estación. Compro un billete. Espero en un banco. Enciendo un cigarro y rompo a llorar. Imagino a Marcelo llegando a su casa, aparcando la moto, saludando a un amigo, entrando en el bar de la esquina, hablando con cervezas y tabaco, riendo, su cara de felicidad. Lloro. Entrando a casa, cenando con sus padres, duchándose, quedando con su novia para ir al cine, viendo la película a oscuras, hablando con ella, sobreviviendo. Lloro. Llegando a casa, tumbándose en la cama, pensando en el cobarde de esta tarde. Lloro. Apago el cigarro.

LA ALHAMBRA

Subo al tren. Me siento solo. Estiro los pies. Pongo el brazo en la mochila y cierro los ojos.

—¿Nos podemos sentar? —oigo

Los abro. Bajo los pies del asiento. Delante dos chicos. Uno delgado. Otro gordo. El tren se pone en marcha. Miro a través de la ventana. La estación se aleja. Los postes de electricidad pasan a toda velocidad. Los chicos se reflejan en el cristal. El gordo me mira. Seco las lágrimas de mi cara.

—¿Llevas el billete? —el gordo al delgado

—Sí

—Viene el revisor

Saco el mío. Llega. Hombre mayor. Uniforme ceñido al cuerpo a punto de reventar. Pelo moreno por el cuello y el dorso de las manos. Le doy el billete mientras lo reviso de arriba abajo. Me da las gracias. Le sonrío. Me guiña un ojo. Se queda conmigo. Comprueba los billetes de los chicos. Pasa al otro asiento. Le sigo con la mirada. Sale del vagón. Bajo la vista. El chico delgado me mira. Giro rápido a la ventana. Cierro los ojos.

—Lo llevas todo, ¿no? —el delgado al otro

—Que sí, hombre, no seas pesado

—¿Y la cámara?

—Aquí

Abro los ojos. El chico delgado alto y rubio. El chico gordo moreno, velludo, con gafas de pasta negras. Me mira. Disimulo. Pasa el revisor. Nos miramos. El chico moreno me golpea el pie sin querer.

—Perdona —me dice

—Tranquilo, esto es tan estrecho

Echa los pies hacia atrás.

—¿Quieres poner la mochila aquí? —le pregunto apartando la mía

—Gracias

La deja. Le miro la barriga. Se levanta y me giro hacia la ventana. Se me van los ojos. Me controlo. El chico rubio estira los pies y se recuesta con los brazos cruzados. Cierra los ojos.

—¿Sois de aquí? —le pregunto al moreno a media voz

—Sí

Silencio, pienso, espero. Dudo.

—Voy a la Alhambra —le suelto

—Nosotros también

El chico rubio abre los ojos.

—Vamos a tomar imágenes para un corto —me dice el moreno

—¿De cine?

—De video

—¿Lo dirigís vosotros?

—Él ha escrito el guión y yo lo grabo

—¿De qué va?

—Bueno, nada original, de un chico que va a la Alhambra

—Bien

—Él es el actor —señalando al rubio—, va en busca de un amigo de la infancia y se encuentra, reflejado en el agua, a su hermano

—¿Al amigo?

—Él buscaba al amigo pero resulta que es su hermano mayor

—¿Y?

—Pues nada, recuerda cuando los dos eran pequeños; jugando en la calle, paseando en bicicleta, corriendo en el parque

—Bien, ¿no?

—Pero años atrás, una tarde de agosto, ocurrió algo entre ellos que les hizo tomar caminos separados

—Qué

—El más joven, el protagonista, le dijo a su padre que era homosexual, y éste se lo contó a su hermano mayor. Un día a solas los dos hermanos, el joven le dijo que tenían que hablar. El mayor se enfureció y le dijo que mantuviese la boca cerrada, que era una vergüenza para la familia. Ni él mismo se lo diría a su mujer, y ya verían qué pasaba si algún día se enteraba su madre

—¿Es autobiográfica?

—Sí, le pasó a su amigo David —señalando al rubio

—¿Y por qué dices que es suya?

—Porque le quiere como a un hermano

—¿Qué más pasó?

—Eso es lo que pasó

—Pero, ¿cómo se resuelve la historia?

—No te lo puedo contar

—¿Por?

—Es lo que pasa al final, en la Alhambra

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