Presa (43 page)

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Authors: Michael Crichton

Tags: #Tecno-Thriller

BOOK: Presa
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Teniendo en cuenta que vivimos en una era donde todo es evolutivo —biología evolutiva, medicina evolutiva, ecología evolutiva, psicología evolutiva, economía evolutiva, informática evolutiva— , resultaba sorprendente que la gente pensara tan poco en términos evolutivos. Era un punto débil de la especie humana. Veíamos el mundo que nos rodeaba como una instantánea cuando en realidad era una película, en constante cambio. Por supuesto sabíamos que cambiaba pero nos comportábamos como si no lo supiéramos. Negábamos la realidad del cambio. Así que el cambio siempre nos sorprendía. Incluso los padres se sorprendían del crecimiento de sus hijos. Los trataban como si tuvieran menos edad de la que tenían.

Y a mí me había sorprendido el cambio en la evolución de los enjambres. No había ninguna causa para que los enjambres no evolucionaran en dos direcciones distintas al mismo tiempo. O en tres, o en cuatro, o en diez direcciones, de hecho. Debería haberlo previsto. Debería haberme anticipado. Si lo hubiera hecho, quizá ahora estaría mejor preparado para afrontar la situación.

En lugar de eso había guardado el enjambre como un único problema —un problema allí fuera, en el desierto— y había pasado por alto otras posibilidades.

«A eso llama negación, Jack».

Empecé a preguntarme qué más estaba negándome. ¿Qué más no había visto? ¿Dónde me había equivocado? ¿Cuál era el primer indicio que se me había escapado? Probablemente el hecho de que mi contacto inicial con un enjambre había producido una reacción alérgica, una reacción que había estado a punto de matarme. Mae la había llamado «reacción coliforme», provocada por una toxina de las bacterias en el enjambre. Sin duda la toxina era el resultado de un cambio evolutivo en la
E. coli
que generaba el enjambre. A decir verdad, la presencia misma del fago en el depósito era un cambio evolutivo, una respuesta viral a las bacterias que…

—Mae —dije—. Un momento.

—¿Qué?

—Quizá sí podamos hacer algo para detenerlos —añadí.

Noté el escepticismo en su cara. Pero se enjugó las lágrimas y escuchó.

—El enjambre se compone de partículas y bacterias, ¿no es así? —pregunté.

—Sí.

—Las bacterias proporcionan los ingredientes para que las partículas se reproduzcan, ¿no? Muy bien. Así que si una bacteria muere, ¿muere también el enjambre?

—Probablemente. —Frunció el entrecejo—. ¿Estás pensando en un antibiótico? ¿En administrar antibióticos a todos? Porque se necesitan muchos antibióticos para eliminar una infección de
E. coli
; tendrían que tomarlo durante varios días, y no…

—No. No estoy pensando en antibióticos. —Di unas palmadas al depósito que tenía ante mí—. Estoy pensando en esto.

—¿El fago?

—¿Por qué no?

—No sé si dará resultado —dijo con la frente arrugada—. Podría ser. Pero ¿cómo vas a introducir el fago en ellos? No van a bebérselo sin más, ya lo sabes.

—Entonces saturaremos el ambiente con él —dije—. Lo respirarán sin siquiera darse cuenta.

—Ya, ¿y cómo saturamos el ambiente?

—Muy fácil. No cierres este depósito. Introduce las bacterias en el sistema. Quiero que la cadena de ensamblaje empiece a fabricar virus… muchos virus. Luego los propagaremos por el aire.

Mae dejó escapar un suspiro.

—No dará resultado, Jack —aseguró.

—¿Por qué no?

—Porque la cadena de ensamblaje no producirá muchos virus.

—¿Por qué no?

—Por la manera en que se reproduce el virus. Ya sabes, el virus flota de un lado a otro, se adhiere a la pared de una célula y se inyecta en la célula. Entonces se apropia del ARN y lo convierte para crear más virus. Se interrumpen las funciones metabólicas normales de la célula, y se limita a producir virus. Pronto la célula está repleta de virus, y revienta como un globo. Los virus quedan en libertad, flotan hasta otras células, y el proceso empieza de nuevo.

—Sí, ¿y?

—Si introduzco el fago en las cadenas de ensamblaje, el virus se reproducirá rápidamente por un tiempo —continuó Mae—. Pero destruirá muchas membranas celulares, dejando atrás todas esas membranas en forma de desechos lípidos. Los desechos obstruirán los filtros intermedios. Al cabo de una o dos horas, las cadenas de ensamblaje empezarán a sobrecalentarse, los sistemas de seguridad se activarán y todo se interrumpirá. La producción se detendrá. No habrá virus.

—¿Es posible desconectar los sistemas de seguridad?

—Sí. Pero no sé cómo.

—¿Quién sabe?

—Solo Ricky.

Negué con la cabeza.

—Eso no nos sirve de nada. ¿Estás segura de que no puedes descubrirlo?

—Hay un código —contestó—. Ricky es el único que lo conoce.

—Ah.

—En todo caso, Jack, sería muy peligroso desconectar los dispositivos de seguridad. Partes del sistema funcionan a altas temperaturas y altos voltajes. Y en los tentáculos se producen muchas cetonas y metano. Se supervisa y regula continuamente para mantener los niveles por debajo de cierta concentración. Pero si no se regula, y se provocan chispas de alto voltaje… —Se interrumpió, encogiéndose de hombros.

—¿Qué quieres decir? ¿Podría explotar?

—No, Jack. Te estoy diciendo que explotará, en cuestión de minutos una vez desconectados los dispositivos de seguridad. Seis u ocho minutos a lo sumo. Y no conviene estar cerca cuando eso pase. Así que no puede utilizarse el sistema para producir muchos virus. Tanto si los dispositivos están conectados como si no, no dará resultado.

Silencio.

Frustración.

Eché un vistazo alrededor. Contemplé el depósito de acero, curvándose hacia arriba por encima de mi cabeza. Miré la gradilla de los tubos de ensayo a los pies de Mae. Miré al rincón, donde vi una fregona, un cubo y una garrafa de agua de plástico. Y miré a Mae, asustada, todavía al borde de las lágrimas, pero conservando la calma.

Y se me ocurrió un plan.

—Muy bien. Hazlo de todos modos. Deja el virus en libertad dentro del sistema.

—¿De qué servirá?

—Tú hazlo.

—Jack —dijo Mae—. ¿Por qué hacemos esto? Me temo que ya saben que lo sabemos. No podemos engañarlos. Son muy inteligentes. Si lo intentamos, se echarán sobre nosotros de inmediato.

—Sí, probablemente.

—Y de todos modos no dará resultado. El sistema no producirá virus. Así pues, ¿por qué, Jack? ¿Para qué?

Mae había sido una buena amiga desde el principio, y ahora tenía un plan y no iba a contárselo. No me gustaba hacerlo así, pero necesitaba una distracción para los otros. Tenía que engañarlos. Y ella debía ayudarme a conseguirlo. Lo cual implicaba que tenía que creer un plan distinto.

—Mae, debemos distraerlos, engañarlos. Quiero que dejes el virus en libertad en la cadena de ensamblaje. Conviene que ellos se concentren en eso, que se preocupen por eso. Entretanto yo llevaré unos virus a la zona de mantenimiento, bajo el tejado y los verteré en el depósito de los rociadores contraincendios.

—¿Y después activarás los rociadores?

—Sí.

Mae asintió con la cabeza.

—Y quedaremos empapados de virus. Todos los que estamos ahora en esta fábrica.

—Exacto.

—Puede que funcione, Jack.

—No se me ocurre nada mejor —dije—. Ahora abre una de esas válvulas, y llenemos de virus algunos tubos de ensayo. Y quiero que eches virus en aquella garrafa.

Vaciló.

—La válvula está al otro lado del depósito. Nos verán a través de la cámara de seguridad.

—No importa —dije—. Ahora es inevitable. Se trata de conseguir un poco de tiempo.

—¿Y cómo lo hago?

Se lo dije. Me miró con cara de asombro.

—¿Bromeas? No harán una cosa así.

—Claro que no. Solo necesito un poco de tiempo.

Rodeamos el depósito. Llenó los tubos de ensayo. El líquido que salió era espeso y marrón. Despedía un olor fecal. Tenía un aspecto fecal. Mae preguntó:

—¿Estás seguro de esto?

—Tenemos que hacerlo. No hay alternativa.

—Tú primero.

Cogí el tubo de ensayo, respiré hondo y me tragué todo el contenido. Era repugnante. Se me revolvió el estómago. Pensé que iba a vomitar, pero no lo hice. Volví a tomar aire, bebí un poco de agua de la garrafa y miré a Mae.

—Asqueroso, ¿no? —dijo.

—Asqueroso.

Cogió un tubo de ensayo, se tapó la nariz y tragó.

Esperé a que se le pasara el ataque de tos. Consiguió no vomitar. Le di la garrafa, bebió y vertió el resto en el suelo. Luego la llenó de líquido marrón. Por último accionó la palanca de una enorme válvula de paso.

—Listo —dijo—. Ya está entrando en el sistema.

—De acuerdo. —Cogí dos tubos de ensayo y me los metí en el bolsillo de la camisa. Levanté la garrafa. En la etiqueta se leía AGUA PURA ARROWHEAD—. Hasta luego.

Y me marché apresuradamente. Mientras recorría el pasillo calculé que tenía una probabilidad entre cien de salir airoso, quizá solo una entre mil. Pero tenía una probabilidad.

Más tarde, vi toda la escena por la cámara de seguridad, así que supe qué le ocurrió a Mae. Entró en la cocina con sus tubos de ensayo. Los otros estaban allí comiendo. Julia le lanzó una fría mirada. Vince no le prestó atención. Ricky preguntó:

—¿Qué traes ahí, Mae?

—Fagos.

—¿Para qué?

Julia la observó.

—Son del depósito de fermentación —dijo Mae.

—No me extraña que apeste.

—Jack acababa de beberse uno. Me ha obligado a beberme otro.

Ricky resopló.

—¿Para qué habéis hecho eso? Dios mío, me sorprende que no hayas vomitado.

—He estado a punto. Jack quiere que vosotros también bebáis.

Bobby se echó a reír.

—¿Sí? ¿Para qué?

—Para asegurarnos de que ninguno de vosotros está contagiado.

Ricky frunció el entrecejo.

—¿Contagiado? ¿Qué quieres decir?

—Según Jack, Charley hospedaba el enjambre dentro del cuerpo, así que quizá eso mismo nos ocurra a los demás, o al menos a algunos. Así que si bebéis este virus, matará las bacterias que haya dentro de vosotros y eliminará el enjambre.

—¿Hablas en serio? —dijo Bobby—. ¿Bebemos esa porquería? ¡Ni hablar, Mae!

Ella se volvió hacia Vince.

—Huele a mierda —declaró Vince—. Que otro la pruebe primero.

—¿Quieres ser el primero, Ricky? —preguntó Mae.

Ricky negó con la cabeza.

—Yo no voy a beberme eso. ¿Por qué iba a hacerlo?

—Bueno, para empezar, así tendrías la seguridad de que no estás contagiado. Y además, el resto de nosotros también estaría seguro.

—¿Qué quieres decir? ¿Es una prueba?

Mae se encogió de hombros.

—Eso piensa Jack.

Julia frunció el entrecejo. Se volvió hacia Mae.

—¿Dónde está Jack? —preguntó.

—No lo sé. La última vez que lo he visto estaba cerca de las cámaras de fermentación. No sé dónde está ahora.

—Sí, sí lo sabes —afirmó Julia con aspereza—. Sabes exactamente dónde está.

—No. No me lo ha dicho.

—Sí te lo ha dicho. Te lo dice todo —continuó Julia—. De hecho tú y él habéis planeado este pequeño intermedio, ¿verdad? No esperabas realmente que nos bebiéramos eso. ¿Dónde está Jack, Mae?

—Ya te lo he dicho, no lo sé.

—Comprueba los monitores, encuéntralo —ordenó Julia a Bobby. Rodeó la mesa—. Veamos, pues, Mae. —Habló con voz tranquila pero amenazadora—. Quiero que me contestes. Y quiero que me digas la verdad.

Mae retrocedió. Ricky y Vince se acercaron a ella por los lados. Mae llegó a la pared.

Julia avanzó lentamente.

—Dímelo, Mae. Será mejor para ti si colaboras.

Desde el otro lado de la cocina, Bobby anunció:

—Lo he encontrado. Está atravesando la sala de fabricación. Lleva una garrafa de esa mierda, parece.

—Habla, Mae —insistió Julia, inclinándose hacia Mae. Estaba tan cerca que sus labios casi se rozaban. Mae cerró los ojos y apretó los labios. Empezaba a temblar de miedo. Julia le acarició el pelo—. No tengas miedo. No hay nada que temer. Solo dime qué quiere hacer con esa garrafa.

Mae empezó a sollozar histéricamente.

—Sabía que no saldría bien. Le he dicho que lo averiguaríais.

—Claro que lo averiguaremos —dijo Julia con calma—. Claro que sí. Ahora habla.

—Se ha llevado el virus en la garrafa —explicó Mae—, y va a echarlo en los rociadores de agua.

—¿Sí? —dijo Julia—. Muy astuto por su parte. Gracias, encanto.

Y besó a Mae en la boca. Mae se retorció, pero estaba contra la pared, y Julia le sujetó la cabeza. Cuando por fin Julia retrocedió, dijo:

—Intenta conservar la calma. Recuérdalo. Si no te resistes, no te hará daño.

Y salió de la cocina.

Día 7
06.12

Las cosas ocurrieron más deprisa de lo que esperaba. Los oí correr hacia mí por el pasillo. Me apresuré a esconder la garrafa y luego retrocedí y seguí atravesando la sala de fabricación. Fue entonces cuando todos vinieron tras de mí. Apreté a correr. Vince me placó, y caí contra el suelo de hormigón. Ricky se abalanzó sobre mí. Me cortó la respiración de un golpe. A continuación Vince me asestó dos patadas en las costillas, y arrastrándome por los pies, me llevaron ante Julia.

—Hola, Jack —dijo sonriendo—. ¿Qué tal?

—He tenido momentos mejores.

—Acabamos de mantener una agradable conversación con Mae —dijo Julia—. Así que no tiene sentido andarse con rodeos. —Echó un vistazo alrededor—. ¿Dónde está la garrafa?

—¿Qué garrafa?

—Jack. —Movió la cabeza en un gesto de tristeza—. ¿Por qué te molestas? ¿Dónde está la garrafa de fagos que ibas a vaciar en el sistema de rociadores?

—No tengo ninguna garrafa.

Se acercó a mí. Noté su aliento en la cara.

—Jack… conozco esa expresión, Jack. Tienes un plan, ¿verdad? Ahora dime dónde está la garrafa.

—¿Qué garrafa?

Sus labios rozaron los míos. Yo permanecí inmóvil como una estatua.

—Jack, cariño —susurró—, sabes que no te conviene jugar con fuego. Quiero esa garrafa.

Seguí inmóvil.

—Jack… solo un beso… —Estaba cerca, seductora.

—Olvídalo, Julia —intervino Ricky—. No te tiene miedo. Ha bebido el virus y cree que está protegido.

—¿Y lo está? —preguntó Julia dando un paso atrás.

—Quizá —respondió Ricky—, pero estoy seguro de que le da miedo morir.

Y a continuación él y Vince me llevaron a rastras por la sala de fabricación. Me conducían hacia el cuarto donde estaban los imanes. Empecé a forcejear.

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