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Authors: Eduardo Mendoza

Sin noticias de Gurb (2 page)

BOOK: Sin noticias de Gurb
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15.06
Decido prescindir del plano heliográfico ideal y caminar mirando dónde piso.

19.00
Llevo cuatro horas caminando. No sé dónde estoy y las piernas no me sostienen. La ciudad es enorme; el gentío, constante; el ruido, mucho. Me extraña no encontrar los monumentos habituales, como el Cenotafio de la Beata Madre Pilar, que podrían servirme de referencia. He parado a un peatón que parecía poseer un nivel de mansedumbre alto y le he preguntado dónde podría encontrar a una persona extraviada. Me ha preguntado qué edad tenía esa persona. Al contestarle que seis mil quinientos trece años, me ha sugerido que la buscara en El Corte Inglés. Lo peor es tener que respirar este aire inficionado de partículas suculentas. Es sabido que en algunas zonas urbanas la densidad del aire es tal, que sus habitantes lo introducen en fundas y lo exportan bajo la denominación de
morcillas
. Tengo los ojos irritados, la nariz obstruida, la boca seca. ¡Cuánto mejor se está en Sardanyola!

20.30
Con la puesta del sol las condiciones atmosféricas habrían mejorado bastante si a los seres humanos no se les hubiera ocurrido encender las farolas. Parece que ellos las necesitan para poder seguir en la calle, porque los seres humanos, no obstante ser la mayoría de fisonomía ruda y hasta abiertamente fea, no pueden vivir sin verse los unos a los otros. También los coches han encendido sus faros y se agreden con ellos. Temperatura, 17 grados centígrados; humedad relativa, 62 por ciento; vientos flojos del sudoeste; estado de la mar, rizada.

21.30
Basta. No puedo dar un paso más. Mi deterioro físico es considerable. Se me ha caído un brazo, una pierna y las dos orejas y la lengua me cuelgan tanto que he tenido que atarla al cinturón, porque ya me llevo comidas cuatro plastas de perro y un número indeterminado de colillas. En estas condiciones, es mejor aplazar hasta mañana las pesquisas. Me escondo debajo de un camión aparcado, me desintegro y me naturalizo en la nave.

21.45
Recargo energético.

21.50
Me pongo el pijama. La ausencia de Gurb pesa en mi ánimo. Después de pasar juntos todas las veladas desde hace ochocientos años, no sé cómo matar las horas que preceden al sueño. Podría ver la televisión local o leer una entrega de las aventuras de
Lolita Galaxia
, pero no tengo ganas. No me explico la ausencia de Gurb, y menos aún su silencio. Nunca he sido un jefe intransigente. Siempre he dejado a la tripulación, es decir, a Gurb, plena libertad para entrar y salir a su antojo (en horas de permiso), pero si no va a venir o sabe que va a llegar tarde, lo menos que podía hacer, por consideración, era avisar.

DÍA 11

08.00
Todavía sin noticias de Gurb. Intento de nuevo establecer contacto sensorial. Percibo la voz colérica de un individuo que en nombre de los ciudadanos
de a pie
, cuya representación ostenta, exigen plena responsabilidad a un tal Guerra. Renuncio al contacto sensorial.

08.30
Abandono la nave y convertido en somormujo echo un vistazo a la región desde el aire.

09.30
Doy por concluida la operación y regreso a la nave. Si las ciudades son tortuosas e irracionales en su concepción, del campo que las rodea es mejor no hablar. Ahí nada es regular ni llano, sino al contrario, como hecho adrede para obstaculizar su uso. El trazado de la costa, a vista de pájaro, se diría la obra de un demente.

09.45
Después de un examen detenido del plano de la ciudad (versión cartográfica de doble eje elíptico), decido proseguir la búsqueda de Gurb en una zona periférica de la misma habitada por una variante humana denominada
pobres
. Como el Catálogo Astral les atribuye un índice de mansedumbre algo inferior al de la variante denominada
ricos
y muy inferior al de la variante denominada
clase media
, opto por la apariencia del ente individualizado denominado Gary Cooper.

10.00
Me naturalizo en una calle aparentemente desierta del barrio de Sant Cosme. Dudo que Gurb haya venido a instalarse aquí por propia voluntad, aunque nunca ha brillado por sus luces.

10.01
Un grupo de mozalbetes provistos de navajas me quitan la cartera.

10.02
Un grupo de mozalbetes provistos de navajas me quitan las pistolas y la estrella de sheriff.

10.03
Un grupo de mozalbetes provistos de navajas me quitan el chaleco, la camisa y los pantalones.

10.04
Un grupo de mozalbetes provistos de navajas me quitan las botas, las espuelas y la armónica.

10.10
Un coche-patrulla de la policía nacional se detiene a mi lado. Desciende un miembro de la policía nacional, me informa de los derechos constitucionales que me asisten, me pone las esposas y me mete en el coche-patrulla de un capón. Temperatura, 21 grados centígrados; humedad relativa, 75 por ciento; viento racheado de componente sur; estado de la mar, marejadilla.

10.30
Ingreso en el calabozo de una comisaría. En el mismo calabozo hay un individuo de porte astroso al que me presento y pongo al corriente de las vicisitudes que han dado conmigo en aquel lugar inicuo.

10.45
Disipada la desconfianza inicial que los seres humanos sienten por todos sus congéneres sin excepción, el individuo con quien la suerte me ha unido decide entablar diálogo conmigo. Me entrega su tarjeta de visita que dice así:

JETULIO PENCAS

Agente mendicante

Se echa el tarot, se toca el violín, se da pena

Servicio callejero y a domicilio

10.50
Mi nuevo amigo me cuenta que lo han
trincado
por error, porque él en su vida ha abierto un coche para llevarse nada, que pidiendo se gana la vida muy bien y muy honradamente, y que los polvos que la policía le decomisó no son lo que dicen ellos que son, sino las cenizas de su difunto padre, que Dios tenga en su gloria, que precisamente ese día se proponía aventar sobre la ciudad desde el Mirador del Alcalde. A continuación añade que todo lo que acaba de contarme, sobre ser mentira, no le servirá de nada, porque la justicia en este país está podrida, por lo cual, sin pruebas ni testigos, sólo por la pinta que tenemos los dos, a buen seguro nos mandan al
talego
, de donde saldremos ambos con sida y con pulgas. Le digo que no entiendo nada y me responde que no hay nada que entender, me llama macho y añade que la vida es
así
y que la madre de un cordero es que la riqueza en este país está muy mal repartida. A modo de ejemplo cita el caso de un individuo, cuyo nombre no retengo, que se ha hecho un chalet con veintidós retretes, y agrega que ojalá le sobrevengan cagarrinas a dicho sujeto y los encuentre todos ocupados. A continuación se sube encima de un catre y proclama que cuando vengan los suyos (¿sus retretes?) obligará al citado individuo a hacer sus deposiciones en el gallinero y repartirá los veintidós retretes entre otras tantas familias acogidas al subsidio de paro. De este modo, sigue diciendo, tendrán con qué entretenerse hasta que les den un puesto de trabajo, como prometieron hacer. A continuación se cae del catre y se abre la cabeza.

11.30
Un miembro de la policía nacional distinto del miembro antes citado abre la puerta del calabozo y nos ordena seguirle con el objeto aparente de comparecer ante el señor comisario. Amedrentado por las admoniciones de mi nuevo amigo, decido adoptar una apariencia más respetable y me transformo en don José Ortega y Gasset. Por solidaridad transformo a mi nuevo amigo en don Miguel de Unamuno.

11.35
Comparecemos ante el señor comisario, el cual nos examina de arriba abajo, se rasca la cabeza, declara no querer complicarse la vida y ordena que nos pongan en la calle.

11.40
Mi nuevo amigo y yo nos despedimos a la puerta de la comisaría. Antes de separarnos, mi nuevo amigo me ruega le devuelva su apariencia original, porque con esta pinta no le va a dar limosna ni Dios, aunque se ponga unas pústulas adhesivas que le dan un aspecto realmente estomagante. Hago lo que me pide y se va.

11.45
Reanudo mis pesquisas.

14.30
Todavía sin noticias de Gurb. A imitación de las personas que me rodean, decido comer. Como todos los establecimientos están cerrados, menos unos que se denominan
restaurantes
, deduzco que es ahí donde se sirven comidas. Olisqueo las basuras que rodean la entrada de varios
restaurantes
hasta dar con una que despierta mi apetito.

14.45
Entro en el
restaurante
y un caballero vestido de negro me pregunta con displicencia si por ventura tengo hecha reserva. Le respondo que no, pero que me estoy haciendo un chalet con veintidós retretes. Soy conducido en volandas a una mesa engalanada con un ramo de flores, que ingiero para no parecer descortés. Me dan la carta (sin codificar), la leo y pido jamón, melón con jamón y melón. Me preguntan qué voy a beber. Para no llamar la atención, pido el líquido más común entre los seres humanos: orines.

16.15
Me tomo un café. La casa me obsequia con una copa de licor de
pera
. A continuación me traen la cuenta, que asciende a pesetas seis mil ochocientas treinta y cuatro. No tengo un duro.

16.35
Me fumo un Montecristo del número dos (2) mientras pienso cómo salir de este aprieto. Podría desintegrarme, pero rechazo la idea porque
a)
eso podría llamar la atención de camareros y comensales y
b)
no sería justo que sufriese las consecuencias de mi imprevisión una gente tan amable, que me ha invitado a una copa de licor de
pera
.

16.40
Pretextando haber olvidado algo en el coche, salgo a la calle, entro en un estanco y adquiero boletos y cupones de los múltiples sistemas de lotería que allí se expenden.

16.45
Manipulando las cifras por medio de fórmulas elementales, obtengo la suma de pesetas ciento veintidós millones. Regreso al
restaurante
, abono la cuenta y dejo cien millones de propina.

16.55
Reanudo la búsqueda de Gurb por el único método que conozco: patearme las calles.

20.00
De tanto caminar, los zapatos echan humo. De uno de ellos se ha desprendido el tacón, lo que imprime a mi paso un contoneo tan ridículo como fatigoso. Los arrojo de mí, entro en una tienda y con el dinero que me ha sobrado del
restaurante
me compro un nuevo par de zapatos menos cómodos que los anteriores, pero hechos de un material muy resistente. Provisto de esos nuevos zapatos, denominados esquís, inicio el recorrido del barrio de Pedralbes.

21.00
Concluyo el recorrido del barrio de Pedralbes sin haber encontrado a Gurb, pero muy gratamente impresionado por lo elegante de sus casas, lo recoleto de sus calles, lo lozano de su césped y lo lleno de sus piscinas. No sé por qué algunas personas prefieren habitar en barrios como San Cosme, de triste recuerdo, pudiendo hacerlo en barrios como Pedralbes. Es posible que no se trate tanto de una cuestión de preferencias como de dinero.

Según parece, los seres humanos se dividen, entre otras categorías, en ricos y pobres. Es ésta una división a la que ellos conceden gran importancia, sin que se sepa por qué. La diferencia fundamental entre los ricos y los pobres parece ser ésta: que los ricos, allí donde van, no pagan, por más que adquieran o consuman lo que se les antoje. Los pobres, en cambio, pagan hasta por sudar. La exención de que gozan los ricos puede venirles de antiguo o haber sido obtenida recientemente, o ser transitoria, o ser fingida; en resumidas cuentas, lo mismo da. Desde el punto de vista estadístico, parece demostrado que los ricos viven más y mejor que los pobres, que son más altos, más sanos y más guapos, que se divierten más, viajan a lugares más exóticos, reciben mejor educación, trabajan menos, se rodean de mayores comodidades, tienen más ropa, sobre todo de entretiempo, son mejor atendidos en la enfermedad, son enterrados con más boato y son recordados por más tiempo. También tienen más probabilidades de salir retratados en periódicos, revistas y almanaques.

21.30
Decido regresar a la nave. Me desintegro ante la puerta del Monasterio de Pedralbes, con gran sorpresa de la reverenda madre que en aquel preciso momento salía a sacar la basura.

22.00
Recarga de energía. Me dispongo a pasar otra velada en solitario. Leo una entrega de
Lolita Galaxia
, pero esta lectura, tantas veces hecha en compañía de Gurb, a quien siempre debía explicar los pasajes más picantes, porque a bobalicón no había quien le ganara, en lugar de distraerme, me entristece.

22.30
Harto de dar vueltas por la nave, decido retirarme. Hoy ha sido un día cansado. Me pongo el pijama, rezo mis oraciones y me acuesto.

DÍA 12

08.00
Todavía sin noticias de Gurb. Llueve a cántaros. En Barcelona llueve como su Ayuntamiento actúa: pocas veces, pero a lo bestia. Decido no salir y aprovechar la mañana para asear un poco la nave.

09.00
Llevo una hora haciendo sábado y no puedo más. Siempre se había encargado Gurb de estos quehaceres, que ahora me pillan desentrenado. Quiera Dios que vuelva pronto.

09.10
Para matar el tiempo veo un rato la televisión. Salen varios individuos, todos ellos pertenecientes al género humano. Al cabo de un rato de presenciar su actuación colijo estar viendo un concurso bastante similar a los que tanto gustan en mi planeta, pero mucho más tosco de contenido. A una pareja de sexo biológicamente diferenciado (aunque no visible, por el momento) le preguntan cómo se llamaba de apellido Napoleón. Cuchicheos. La mujer contesta en tono dubitativo. ¿Benavente? La respuesta no es correcta. Ahora le toca el turno al matrimonio rival, que ocupa un podio situado en el extremo opuesto del estudio. ¿Bombita? Tampoco es correcta la respuesta. El presentador aplaude e informa a las parejas concursantes que han perdido o ganado medio millón de pesetas. Zapatiestas de los concursantes en sus podios respectivos. Entra en liza una concursante nueva, que lleva viniendo al concurso veintidós meses seguidos. Le preguntan cuál era el nombre de soltero de Alberto Alcocer. Decido interrumpir la recepción. Temperatura, 16 grados centígrados; humedad relativa, 90 por ciento; vientos fuertes del nordeste; estado de la mar, marejada.

09.55
Bajo la apariencia de Julio Romero de Torres (en su versión
con
paraguas), me naturalizo en el bar del pueblo, me arreo un par de huevos fritos con bacon y hojeo la prensa matutina. Los humanos tienen un sistema conceptual tan primitivo, que para enterarse de lo que sucede han de leer los periódicos. No saben que un simple huevo de gallina contiene mucha más información que toda la prensa que se edita en el país. Y más fidedigna. En los que acaban de servirme, y a pesar del aceitazo que los empaña, leo las cotizaciones de bolsa, y un sondeo de opinión sobre la honradez de los políticos (un 70% de las gallinas cree que los políticos son honrados) y el resultado de los partidos de baloncesto que se disputarán mañana. ¡Oh, cuán fácil les sería la vida a los humanos si alguien les hubiera enseñado a descodificar!

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