Authors: Jordi Sierra i Fabra
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Intentó mantener la conversación dentro del tema que tanto apasionaba a su compañera.
â¿Qué grupos te gustan? âpreguntó.
âTe dirÃa cien nombres ârepuso Beatriz.
âDime sólo diez, o veinte.
âAparte de algunos de los que ya te he citado, como Led Zeppelin, que me parecen lo más grande del rock, están John Mayall, Traffic, Fairport Convention, Aerosmith, Brian Auger, Byrds, Deep Purple, Doors, Eagles, Fleetwood Mac, King Crimson, Mahavishnu Orchestra, Pink Floyd, Tangerine Dream, Who, Eric Burdon, Eric Clapton, Elton John, Stevie Wonder, Spencer Davis Group... y por supuesto, Crosby, Stills & Nash, o ellos mismos más Neil Young. Sin olvidar a papá Dylan.
âJesús... âsuspiró él.
âTe apuesto a que muchos ni te suenan âquiso ser malévola Beatriz.
âPues...
â¿Has oÃdo
California
, de John Mayall?
âNo creo.
âTe la grabaré. ¿Y
Bumpin' on sunset
, de Brian Auger?
âMe suena âmintió.
â¿Y
Gimme some lovin'
, de Spencer Davis Group?
âÃsa sÃ. Es brutal. âSe alegró de aprobar al menos una.
âNo me extraña que promociones grupos como Brainglobalnoise âcompletó su ataque.
âEso no es justo. Una cosa es el trabajo y otra muy distinta los gustos de cada cual.
â¡Pero trabajas en la industria del disco, tienes una responsabilidad! âse alteró Beatriz.
âEl que vende braguitas de esparto no tiene por qué saber cómo se hacen, sólo si van bien âse defendió Rogelio.
âNo estoy de acuerdo. Si yo vendiera braguitas de esparto, lo querrÃa saber todo de ellas, para asà ayudar mejor al cliente. âMovió la cabeza de lado a lado, pesarosaâ. Eso es lo que falla hoy en dÃa en las relaciones humanas, que se quedan en lo superficial, y consecuentemente, trasladamos esto a nuestra vida cotidiana, a lo que hacemos, a la manera como trabajamos. Todo el mundo cree que ha de hacer lo justo, que no cobra para dar más, y se limita, mejor dicho, se autolimita y...
Dejó de hablar. Ella misma se dio cuenta de que estaba sobrexcitada, alterada, que no defendÃa una postura, aunque fuera consecuente con ella, sino que se defendÃa a sà misma, en guardia frente a un invisible ataque que no se estaba produciendo por parte de él.
Los nervios que no creÃa tener la traicionaban.
Se calmó de pronto.
âPerdona âmanifestó.
âMe encanta oÃrte hablar âse arriesgó Rogelio.
â¿Por qué?
âEres diferente.
âOh, sÃ, eso ya lo sé.
âEres una enciclopedia con patas, y una listilla, pero hablas bien.
âNo se puede vivir en la oscuridad.
âSeguro que odias las pelÃculas americanas y vas a los cines, que proyectan versiones originales.
âEn eso te equivocas. Voy tanto a los Cinesa o los Gran Sarriá de ahà al lado como a cualquier otro. Pero reconozco que prefiero ver cosas antiguas pero buenas en la tele o el ordenador. Sólo un corto de miras puede decir que todo el cine americano es malo únicamente porque llevan años haciendo basura en su mayor parte. ¿Y Scorsese qué? ¿Y Coppola, Pollack, Spielberg, Allen, Pakula, Scott y tantos otros qué? ¿Sabes cuál es mi pelÃcula favorita? âNo esperó su respuestaâ:
Blade Runner
, de Ridley Scott. Es una de las pocas veces en las que el cine supera al libro, porque
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
, de Philip K. Dick, no me pareció relevante, y en cambio la peli...
VolvÃan a estar a la altura del bar del parque. Las escasas mesas estaban llenas. En el momento en que miraban en su dirección los ocupantes de una se levantaron.
âAhora sà me apetecerÃa tomar algo âdijo Beatriz.
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Se sentaron uno frente al otro y los dos se acodaron en la mesa, renunciando a relajarse apoyando la espalda en el respaldo de sus sillas metálicas. La sensación de proximidad se mantuvo. El universo que abarcaba cada uno era el del contrario. No habÃa más. Primeros planos cargados de imágenes, detalles ampliados, ojos, labios y gestos que se traducÃan en emociones y destellos. La conversación seguÃa siendo aparentemente trivial, pero ambos tenÃan la sensación de que, detrás de ella, se escondÃa algo más, como si hablaran de una cosa para enmascarar otra, aunque los dos conocieran perfectamente los márgenes de esta segunda.
âBueno, nos hemos puesto a hablar como cotorras âhizo notar Rogelio.
âYo me he puesto a hablar. Perdona âse excusó Beatriz.
âHa sido muy interesante. Te lo aseguro.
â¡Oh, sÃ!
âDe verdad.
â¿No tienes nada mejor que hacer que pasar una tarde de domingo con una antiBrainglobalnoise, o es que intentas convencer a todo el mundo como los polÃticos, yendo de puerta en puerta?
â¿Qué quieres que te diga, que me encanta estar aquà contigo? Pues te lo digo.
Beatriz bajó los ojos un instante, por primera vez.
âTú también eres una sorpresa para mà âle reveló.
â¿En qué sentido?
âNo sé. âSe encogió de hombrosâ. No me lo he planteado. Estoy a gusto y ya está. No todo tiene por qué tener un significado.
âTodo tiene un significado.
âPues lo buscaré. âRepitió su gesto.
A veces era demasiado segura. Otras, perceptiblemente insegura. Pero con él, la seguridad avanzaba más y más, se abrÃa paso, la dominaba. Más que una defensa o una coraza, era su valor, la energÃa capaz de mantenerla firme.
Y necesitaba de esa firmeza.
Se les acercó una mujer joven, de rasgos latinoamericanos, antes de que pudieran reemprender la charla. Beatriz pidió una limonada; Rogelio, una cerveza. Mientras lo hacÃa, ella se sacó la cámara digital del bolsillo trasero y la colocó a un lado, sobre la mesa, porque se le clavaba en la nalga. Su compañero la observó curioso.
â¿Siempre la llevas? âquiso saber.
âSÃ, casi siempre.
â¿Puedo...?
âNo. âBeatriz la atrapó con un gesto rápido impidiendo que él la cogiera primero.
âPerdona, no querÃa...
Se lo pensó mejor. No tenÃa nada que esconder.
âDa igual, toma.
â¿De verdad?
âSÃ, en serio. Puedes curiosear.
âGracias.
La puso en marcha y, demostrando que tenÃa una parecida o, al menos, conocÃa su manejo, colocó la pantalla en modo «reproducción». Una a una pasó las fotografÃas tomadas por Beatriz aquella tarde y las anteriores que aún no habÃa borrado.
â¿FotografÃas parejas en el parque? âcomentó.
âSÃ.
â¿Por qué?
âTe lo contaré algún dÃa.
âAsà que volveremos a vernos.
PodÃa decirle cualquier cosa, incluso escudarse detrás de una evasiva, pero fue sincera. Era lo mejor. Rogelio no parecÃa el tipo con el que se pudiera jugar, lo mismo que quizá harÃa con uno de su edad.
âYa sabes que sÃ.
Se la quedó mirando.
Le habrÃa gustado ponerle una mano en el pecho, para escuchar su corazón.
Rogelio continuó pasando fotos, hasta llegar a las suyas.
No habló hasta verlas todas.
âMe has fotografiado âdijo.
Beatriz asintió con la cabeza, sin decir nada.
Ãl ya no preguntó por qué.
Apagó la cámara y la dejó sobre la mesa, en el mismo lugar del que la habÃa tomado. Su gesto coincidió con el regreso de la chica llevándoles sus bebidas. Colocó los dos vasos con parsimonia, como si se tratara de un restaurante de lujo, y luego escanció las dos botellas. Limonada para ella, cerveza para él. Dejó la nota bajo el cenicero y se retiró sin decir una palabra. Beatriz fue la primera en tomar su vaso y darle un largo sorbo. Rogelio lo hizo más despacio. En ningún momento dejaron de mirarse.
Ya no habÃa sorpresa, sà intensidad.
Un desgarro emocional.
Y cientos, miles de preguntas.
âHáblame de ti âretomó la conversación él mientras dejaba el vaso en la mesa.
âNo hay mucho que contar. Salvo el divorcio de mis padres, no me ha sucedido nada relevante en la vida. Aún no he tenido tiempo. Vivo con mi madre y mi hermana pequeña, tengo una hermana casada y embarazada. Acabo los estudios y no tengo ni idea de lo que haré porque lo que quiero es montarme la vida por mi cuenta, sola, y para eso necesito trabajar, aunque entiendo que si siguiera estudiando tendrÃa más oportunidades. Un caos mental.
âNo me pareces la clase de chica con un caos mental.
âPorque engaño. Te toca.
â¿Yo?
âTú no naciste ayer.
âNo, eso sà que no âresopló Rogelio.
â¿Qué pasa, te sientes mayor?
âCuando uno se acerca a los cuarenta...
âAsà que en crisis.
âNo tanto. Sólo te da por reflexionar.
âEso de la mitad de la vida no es más que una estupidez. Si te mueres con setenta, la mitad de tu vida es a los treinta y cinco, y si llegas a los noventa es a los cuarenta y cinco. No sé por qué la gente se come el tarro con eso de los cuarenta. Yo veo más peligrosos los treinta, porque esos sà marcan el final de la juventud y la llegada de la madurez.
âYa me lo dirás cuando llegues tú.
âSi aún somos amigos, descuida.
Amigos.
Extraña palabra.
SeguÃa deseando preguntarle la edad y no se atrevÃa.
¿Qué más daba que hubiera cumplido o no los dieciocho?
¿Era por su moralidad, por el hecho de estar o no estar con una menor?
âVenga, cómo te metiste en Discos Karma âlo apremió Beatriz aprovechando su silencio.
âA los dieciséis quise ser cantante, me presenté a algunas pruebas y concursos sin decir nada en casa. Cuando comprendà que no era lo mÃo, que no tenÃa voz ni aptitudes, lo que sà quise es seguir en el mundo de la música, sobre todo porque eso era lo que más fastidiaba a mi padre.
â¿Tu padre es de los de antes?
âDe los de antes de antes de antes âbufóâ. Empresario de éxito, de esos que se han hecho a sà mismos, con un hijo que le dice amén a todo y otro que siempre ha sido la oveja negra voluntaria. También tengo una hermana más pequeña, Martina. Marcos está casado y espera su segundo hijo.
â¿Por qué no trabajaste con tu padre?
âPorque era lo que todos esperaban.
âEso me gusta âasintió Beatrizâ. Enhorabuena.
â¿Enhorabuena por darme contra la pared? Mi padre desprecia este mundillo, no le ve futuro, y en eso tiene razón. Aún confÃa en que vuelva al redil, con el rabo entre las piernas, cosa que no pienso hacer nunca.
âBien.
âDi algunos tumbos antes de los veintitrés, veinticuatro... Estudié, no terminé la carrera. Hice algo de periodismo... Nada importante. Acabé trabajando en un montón de cosas antes de llegar a Discos Karma hace catorce años. Y hasta ahora no me he arrepentido. Han sido buenos tiempos, y hemos tenido un montón de éxitos, Marcha Atrás, Negro sobre Negro, J.J.J., Jorge Mauro, Leo Nairo...
â¿Vosotros descubristeis a Leo Nairo? âlo cortó Beatriz de pronto.
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Leo Nairo habÃa sido uno de los grandes lanzamientos de Discos Karma. Una apuesta y un descubrimiento de Marcelo Novoa. Con su primer álbum arrasó, causando una conmoción parecida a la de un Serrat en sus inicios. El segundo lo asentó y el tercero lo convirtió ya definitivamente en una de las grandes voces y uno de los mejores autores del panorama musical español. Entonces apareció la multinacional de turno, le puso un cheque descomunal sobre la mesa, le prometió el éxito internacional, comenzando por Latinoamérica, y no hubo quien se resistiera a eso. La pequeña compañÃa devorada, una vez más, por la pulpo-
major
de ocho tentáculos.
De eso hacÃa nueve años.
Leo Nairo ya no era aquella gran voz, sus canciones se habÃan hecho vulgares, su éxito, relativo; pero todavÃa se contaba entre los mejores a pesar de todo.
Como estrella en Discos Karma habrÃa sido quizá mucho más que entre la extensa nómina de su nueva compañÃa discográfica.
âSÃ. âSe alegró y se llenó de orgullo al ver la cara de Beatriz.
âMe encantó desde que era pequeña, aunque ahora ya no sea lo mismo.
âSus tres primeros discos fueron nuestros.
â¿Por qué no sacáis cosas asÃ?
âPorque no siempre es fácil dar con algo nuevo, y menos con alguien del talento natural de Leo.