Mientras Leie sostenía una linterna, presionó las figuras de piedra (serpientes enroscadas, estrellas, y otros símbolos) que encajaron en su sitio con un chasquido, una a una. Ambas hermanas contuvieron el aliento mientras la desafiante puerta de acero se apartaba por fin para revelar…
.Huesos. Fila tras fila de ordenados huesos. Fémures. Tibias. Peronés. Cráneos sonrientes. Maia dio un salto atrás, y el sorprendido grito de Leie sacudió los estantes de botellas de vino que había tras ellas. Con los ojos desorbitados entraron temblorosas en la cámara secreta, boquiabiertas ante generaciones y generaciones de antepasadas… cada una las cuales había sido genéticamente su propia madre. Había un montón de madres allí abajo.
El osario era frío, silenciosamente extraño. Maia no vio afortunadamente esqueletos completos. El sentido del orden Lamai, que había clasificado y colocado los huesos según su tipo, hacía más difícil imaginarlos retorciéndose para cobrar vida y vengarse.
Había otras cosas ocultas en la cámara. Cajones helados contenían polvorientos registros. Luego, hacia el fondo, encontraron más artículos amenazantes. Armas. Viciosas máquinas de muerte, prohibidas a las milicias familiares, pero almacenadas para cumplir el lema del Clan Lamatia: «Mejor seguras que arrepentida»..
Después, ambas gemelas tuvieron sueños espeluznantes, pero pronto sustituyeron los remordimientos por bromas desdeñosas hacia aquella gran cadena de individuas que conducía a un mítico y perdido conjunto de abuelos genéticos. La intermediaria
.la persona
Lamai) había conquistado el tiempo, pero al parecer nunca podría superar su profunda inseguridad. En el fondo, lo que Maia recordaba mejor eran los meses pasados en la resolución del acertijo.
.Una vez resuelto
, comprendió,
.un rompecabezas que había parecido atractivo resulta demasiado a menudo insípido
.
Después de que Brill se fuera a casa, Maia se metió entre las sábanas de seda, agotada, pero incapaz de dejar de pensar.
.También Renna era inmortal a su modo. Lysos habría considerado tonto su método, igual que él el suyo
.
Quizás ambos tenían razón.
Por fin logró quedarse dormida. No soñó, pero sus manos se retorcían, como sintiendo una vaga pero potente necesidad de coger herramientas.
Al día siguiente amaneció extraño mientras Maia observaba la escarcha evaporarse de las flores del jardín, perfumando el aire con aroma de rosas y soledad. Cuando Odo la recogió para dar el paseo diario, ninguna de las dos mujeres habló. Maia seguía reflexionando sobre las palabras de despedida de Brill Upsala de la noche anterior.
—No puedo decir mucho sobre la empresa —comentó la examinadora, refiriéndose a la que preparaba su clan—. Excepto que tiene que ver con transportes y comunicaciones por medio de técnicas tradicionales mejoradas. —La sonrisa de Brill era débil, amarga—. A nuestro clan le gusta todo aquello que nos permita extendernos más y más.
—¿Entonces no tiene nada que ver con el Formador, o con la lanzadera espacial?
Los ojos verdes de Brill destellaron.
—¿Qué te ha dado esa idea? Oh. Porque yo estaba con Iolanthe y los Pinniped la otra noche. No, sólo fui a que me presentaran. En cuanto a los hallazgos de Jellicoe, han sido sellados por orden del Consejo. —Brill alzó su mochila—. Tendrías que haber sabido que no había otra posibilidad. La inercia de un dragón no cambia por tirarle de la cola.
Consciente de la presencia cercana de la clon Persim, Maia hizo una última pregunta, ya en la puerta.
—Sigo sin saber por qué sabía lo de nuestra visita al osario de Lamatia. Las Lamai no llegaron a averiguarlo nunca, ¿no?
—No que yo sepa.
—Entonces debe de haber hablado con Le…
—No hagas suposiciones —cortó la otra mujer. Luego, tras un segundo de silencio, extendió la mano—. Buena suerte, Maia. Espero que volvamos a vernos.
No fue difícil interpretar el significado de Brill.
.Espero que volvamos a vernos… si sobrevives
.
Recordó esas palabras mientras el carruaje conducía a Maia y a Odo al pórtico de mármol de la Cámara del Consejo. Había menos manifestantes con pancartas, que colgaban más flácidas que nunca. No había ningún signo de Naroin o de su padre.
.La huelga está fracasando, comprendió Maia. Aunque aún fuera activa en la costa, ¿cómo podían hombres mal organizados vencer a los grandes clanes y recuperar cosas olvidadas siglos antes? ¿Qué significaban de todas formas los antiguos Guardianes, o el Gran Formador, para el marinero medio? ¿Cuánto tiempo puede sostenerse la pasión por una afrenta abstracta, sucedida casi un millar de años antes?
Algo inquietante se le ocurrió. El examen de Brill había evaluado muchas de las habilidades necesarias para ser piloto o navegante de un barco. ¿Podría ser parte de un plan para reclutar esquiroles? Había suficientes marineras para cubrir la dotación de algunos cargueros, después de todo. Sin oficiales, esos barcos pronto se irían a pique, ¿pero y si se encontraran mujeres como sustitutas para el puente también?
.Me negaría, juró Maia.
.Aunque resultara ser la única cosa para la que he nacido, nunca ayudaría a privar a los hombres de su único nicho, su único motivo de orgullo en el mundo. La solución Perkinita sería más piadosa
.
Sabía que se apresuraba al sacar conclusiones. La situación la volvía paranoica y depresiva.
Mientras contemplaba la débil manifestación, vio a Odo sonreír.
Al día siguiente llovió y no hubo paseo por el parque. Maia intentó leer, pero la lluvia le recordaba a Renna.
Curiosamente, le resultaba difícil visualizar su rostro.
.De todas formas, se habría marchado tarde o temprano
, se dijo.
.Nunca habrías tenido con él nada duradero
.
¿Se le endurecía el corazón? No, aún lloraba por su amigo, y lo haría siempre. Pero se debía a los vivos. A Leie. Y echaba muchísimo de menos a Brod.
Esa noche, Maia se despertó al oír hablar en el pasillo. Oyó pasos, y las sombras ocultaron brevemente la línea de luz bajo la puerta.
—…
.Sabía
que no podía durar!
—Todavía no ha terminado —comentó otra voz, más cautelosa.
—¡Viste los informes! Los hombres aceptan la oferta y se contentan con ella. ¡Trasladaremos nuestros cargamentos antes de la primavera!
Las palabras y los pasos se alejaron. Maia apartó las mantas y corrió hacia la puerta en camisón, a tiempo de ver tres figuras doblar una lejana esquina, todas Persim, de diversas edades. Tras un momento de tentación, Maia decidió no seguirlas y se volvió por donde había venido, sin hacer ruido al pisar con sus pies descalzos la alfombra tejida a mano. Ya no había guardianas que la retuvieran prisionera. O bien se sentían seguras de su presa, o les importaba menos lo que hiciese.
Dejó atrás el vestíbulo principal de aquel ala y pasó a la siguiente, donde unas escaleras conducían a una antigua torre.
Oyó voces que subían. Maia se agazapó entre las sombras cuando divisó a otra pareja de Persim.
—… no estoy segura de que me guste sacrificar tanto, maldición.
—Diez es lo mínimo que las Reece dicen que aprobarán. A veces hay que confiar en tu clan de abogadas.
—Supongo que sí. Pero vaya farsa. ¡Sobre todo cuando hemos ganado!
—Mm. Es duro para las que pierden. Me alegro de no ser yo.
La pareja pasó ante Maia, y la segunda voz continuó con un suspiro.
—Clan y causa, eso es lo que cuenta. Que la ley tenga su…
Cuando el camino quedó despejado, Maia subió corriendo las escaleras. El primer rellano estaba a oscuras, y supo que su objetivo se encontraba más arriba. Desde su habitación, había visto una luz encenderse muchas veces, acompañada por los ecos de tensas discusiones. Esa noche había habido júbilo.
Tres pisos más arriba, encontró unas puertas abiertas. Una bombilla eléctrica brillaba bajo una pantalla de pergamino, proyectando sombras sobre los altos estantes de la biblioteca. Había una recargada mesa de madera llena de papeles, rodeada de sillas de metal tapizadas de cuero en aparente desorden. Presumiblemente, lo limpiarían todo por la mañana.
Maia entró, vacilante. A su juicio, era una habitación más impresionante que el palacio de la ópera. Anhelaba los volúmenes que cubrían las paredes, pero se acercó primero a los restos de la reunión, y alisó trocitos de papel arrugado y páginas al parecer arrancadas de libros de cuentas cubiertas de cifras… hasta que encontró algo más fácil de interpretar. Otro periódico, completo esta vez.
PROCESO CONTRA LAS SECUESTRADORAS DEL VISITANTE
Los trágicos acontecimientos que tuvieron lugar en los Dientes del Dragón, durante la Semana del Lejano Sol, alcanzaron su clímax hoy cuando la Fiscalía Planetaria presentó cargos contra catorce personas supuestamente responsables del secuestro de Renna Aarons, emisario peripatético del Phylum Homínido. Este hecho, que desembocó en la desgraciada y accidental muerte del alienígena, agravó un desagradable año de tumultos que comenzaron cuando su nave…
Maia se saltó algunos párrafos.
… se espera que las delincuentes aisladas de los clanes Hutu, Savani, Persim, Wayne, Beller y Jopland se declaren culpables, así que no es probable que el caso llegue a los tribunales. «Se hará justicia —anunció la fiscal Pudu Lang—. Si el Phylum aparece alguna vez, no tendrá motivo de queja. Un huésped no invitado provocó acciones desafortunadas de algunas de nuestras ciudadanas, pero éstas habrán sido tratadas según las tradiciones de nuestras antepasadas». A las demandas de un juicio público, las oficialas del Tribunal Supremo replican que no ven necesidad de empeorar una atmósfera ya rayana en la histeria. Mientras las culpables sean castigadas, añadir sensacionalismo no servirá al interés general…
Esto explicaba algunas de las cosas que había oído. La buena noticia era que ni siquiera las ganadoras de la pugna política, el bando de Odo, podrían eludir por completo a los tribunales. Según los estrechos baremos de Stratos, las funcionarias públicas estaban cumpliendo la ley.
Sin embargo, abundaban las ironías. La ley recalcaba que los hechos habían sido cometidos por personas aisladas. Eso podría haber tenido sentido en el Phylum, pero aquí, las acciones solían ser dictadas por grupos de clanes. Como en las elecciones, la ley pretendía derechos universales, mientras aseguraba los intereses de las casas poderosas.
Había otro artículo.
DOCE COFRADÍAS ACEPTAN UN COMPROMISO
Parecen haberse alcanzado acuerdos en la disputa laboral que ahora paraliza el comercio en Méchant. Al renunciar a sus demandas más absurdas, como el gobierno compartido de la recién creada Reserva Técnica de Jellicoe, las cofradías marítimas han entrado finalmente en razón. A cambio, el Consejo promete erigir un monumento en honor del Visitante, Renna Aarons, y aprobar regulaciones que permitan a tripulaciones masculinas ayudar a componer las dotaciones de varios tipos de naves auxiliares que por tanto…
Así que Brill tenía razón. Los hombres y sus aliadas no podían ir contra la inercia, la tendencia de todas las cosas de Stratos a recuperar el equilibrio. Las cofradías habían obtenido un par de concesiones honoríficas (Maia se sentía especialmente alegre de que Renna fuera honrado), y el bando de Odo en la pugna tendría que sacrificar tal vez a unas cuantas de sus miembros. Sin embargo, Jellicoe era devuelto a sus antiguas guardianas, que ahora reemprenderían tranquilamente sus letales ejercicios, haciendo prácticas para volar en pedazos grandes y desarmadas hielonaves.
Maia miró la foto que acompañaba el artículo.
«Comodoros e inversoras discuten una nueva empres»., decía el texto.
Había retratados varios marinos ataviados con galones de oficial, junto con tres mujeres que mostraban una maqueta de barco. Maia se inclinó para mirar con más atención.
—Que me…
Una de las mujeres de la foto era una versión más joven de Brill Upsala, el ansia iluminando sus ojos como fuego. El diseño del estilizado barco no era ninguno que Maia conociera, pues carecía de velas o chimeneas.
Entonces inspiró profundamente.
Era, de hecho, un zep’lin.
¿Es ésta la «nave auxilia». de la que hablan? Pero eso significaría…
Una voz brotó de ninguna parte.
—Bien. Siempre llevando la iniciativa.
Maia giró como un gato, los brazos extendidos. Tras la puerta, en un oscuro rincón de la habitación, una figura solitaria yacía tendida en un diván, con un cigarro en la mano. Una larga columna de ceniza colgaba del extremo encendido.
—Lástima que la iniciativa no te lleve más que a la tumba.
—Eres tú la que va a alimentar al dragón, Odo —dijo Maia con satisfacción—. Tu clan va a echarte la culpa de haber quebrantado la ley.
La anciana Persim se la quedó mirando, luego asintió.
—Nos enseñan a considerarnos células en un cuerpo superior… —Hizo una pausa—. Nunca pensé, hasta ahora… ¿y si una célula no quiere ser sacrificada por el todo?
—Gran noticia, Odo. Eres humana. En el fondo, eres igual que una var. Única.
Odo desoyó el insulto.
—En otro momento, podría haberte contratado, brillante niña del verano. Y habría dejado un diario advirtiendo a nuestras tataranietas de que traicionen a tus herederas. Ahora me contentaré con una venganza más cálida… llevarte conmigo al dragón.
Maia retrocedió un paso.
—Tú… ya no me necesitas. Ni a Leie ni a Brod.
—Cierto. En realidad, ya están en manos de las Nitocri. Su barco atracará antes de una semana.
El corazón de Maia dio un brinco ante la noticia. Pero Odo continuó antes de que pudiera reaccionar.
—Normalmente, te dejaría marchar también, y vería con placer cómo todas tus amistades se marchitan bajo el peso de sus promesas incumplidas, dejándote con un diminuto apartamento y un trabajo, y vagos relatos para contar a las niñas del invierno… sobre la época en que te codeaste con las poderosas.
—Me odias —susurró Maia—. ¿Por qué?
—¿La verdad? —respondió Odo en voz baja y áspera—. Por celos, pequeña var. Por todo cuanto has tenido y yo no pude tener.
Maia se la quedó mirando en silencio.
—Yo le conocía —continuó Odo—. Viril, exhibiendo verano en la estación de la escarcha, y sin embargo con el autocontrol de una sacerdotisa. Pensé que un placer por delegación sería suficiente, y lo llevé a la Casa Beller, con las Beller y mis hijas más jóvenes. ¡Sin embargo, mi alma continuó vacía! ¡El alienígena despertó en mí una envidia enfermiza de mis propias hermanas! —Odo se inclinó hacia delante, los ojos cargados de odio—. Nunca te tocó, pero fue y sigue siendo tuyo. Por eso, mi pequeña virgen, mi clan maldito de Lysos, al que serví toda mi vida, tendrá que pagarme. Quiero tu compañía en el infierno.