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Authors: David Brin

Tags: #Ciencia Ficción

Tiempos de gloria (88 page)

BOOK: Tiempos de gloria
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Una vez dentro, los oficiales se sentaron en esterillas mientras las monjas servían refrescos. Maia se esforzó por recordar las lecciones de cortesía para con los hombres durante aquella época del año. Allá en la escuela de las veraniegas, todo parecía tremendamente abstracto. Ni en los más descabellados sueños que Leie y ella habían compartido en su ático, habían imaginado tener que verse ante una asamblea tan numerosa como aquélla.

Lo normal era hablar de nimiedades, empezando por el tiempo, y luego pasar a escuetas observaciones sobre lo bonitos que consideraban los hombres su porche y su jardín. Ella confesó su ignorancia en materia de plantas exóticas, así que dos oficiales le explicaron los nombres y orígenes de algunas variedades que habían sido transplantadas desde lejanos valles para preservar sus especies. Mientras tanto, el corazón de Maia se desbocaba de tensión.

.¿Qué quieren de mí?, se preguntó, a la vez excitada y aterrada.

El comodoro le preguntó qué le parecía el sextante que había recibido como sustituto del que había abandonado en Jellicoe. Ella le dio las gracias, y el arte de la navegación se convirtió en un absorbente tema de conversación durante unos cuantos minutos más, A continuación, discutieron acerca de los libros del Juego de la Vida, más sobre su condición de finos ejemplares del arte de la impresión y la encuadernación que sobre la información que contenían.

Maia intentó relajarse. Había presenciado incontables veces ese tipo de conversación, mientras servía bebidas en la casa de invitados de Lamatia. El primer mandamiento era paciencia. Sin embargo, suspiró aliviada cuando el comodoro finalmente fue al grano.

—Hemos recibido informes —empezó a decir con voz grave, mientras se frotaba los tendones de una mano con la otra—. De miembros de nuestra cofradía que participaron en los… incidentes de Faro Jellicoe. Los Pinniped también hemos compartido observaciones con nuestros hermanos de la Cofradía de la Golondrina de Mar…

—¿Quiénes? —Maia sacudió la cabeza, confusa.

—Aquellos para quienes la pérdida del
.Manitú
… de Poulandres y su tripulación… fue como una puñalada en el corazón.

Maia dio un respingo. No conocía el nombre de su cofradía. En el mar, con Renna, no le había parecido importante. Al volver a encontrarse de nuevo con la tripulación del
.Manitú
, bajo tierra, no había tenido tiempo de preguntarlo.

—Ya veo. Continúa.

El hombre inclinó brevemente la cabeza.

—Entre las muchas cofradías y logias, hay demasiada confusión sobre lo que se hizo, lo que se hace y lo que debe hacerse. Nos sorprendimos al enterarnos de que el Formador Jellicoe existía realmente. Ahora, sin embargo, nos dicen que este descubrimiento carece de importancia. Que tiene significado sólo para las arqueólogas. Las leyendas no significan nada, se dice. Los hombres
.de verdad
no buscan construir lo que no pueden crear con sus manos.

Alzó las suyas, callosas y llenas de cicatrices por haber pasado muchos años en el mar, tan arrugadas como los ojos que habían pasado toda una vida escrutando el sol, el viento y las aguas. Maia advirtió que eran unos ojos tristes. La soledad parecía teñir sus profundidades.

—¿Quién os ha dicho eso?

Él se encogió de hombros.

—Aquellas a quienes nuestras madres nos enseñaron a aceptar como guías espirituales.

—Oh. —A Maia le pareció comprender. Pocos muchachos nacían de vars solas o de microclanes. Para la mayoría, la educación conservadora que Maia compartía con Leie y Albert en Lamatia era la norma. Era tan importante para el Plan de las Fundadoras como cualquier manipulación genética de la naturaleza masculina, y explicaba por qué hechos importantes como la Revuelta de los Reyes estuvieron condenados desde el principio.

—Hay más —continuó el comodoro—. Aunque habrá compensación por nuestras pérdidas, y las de la Gaviota, nos dicen que no hay deuda de sangre con la muerte del llamado Hombrecillo Listo. No formaba parte de ninguna cofradía, de ningún barco, de ningún santuario. «No le debemos ningún recuerdo ni honor». Eso se dice.

.Se refiere a Renna, comprendió Maia. Su amigo había mencionado aquel cruel mote a bordo del
.Manitú
.

Aunque admiraba la sana habilidad de los marineros, Renna había dado a entender que atrapaba a los hombres en una obsesión ritualista, limitando eternamente la dimensión de sus ambiciones.

.Después de que Jellicoe fuera evacuado por la fuerza, ¿cuántas generaciones hicieron falta para que los grandes clanes consiguieran esto? No puede haber sido fácil. La leyenda debe de haber contraatacado, aferrada a la vida, a pesar de su supresión en las rodillas de casi todas las madres .

Aprendiera o no alguna vez la historia completa, Maia estaba ya segura de algunas cosas. Antiguamente hubo una gran conspiración. Y estuvo a punto de tener éxito. Una conspiración que podría haber alterado para siempre la vida en Stratos.

En aquellos días el Consejo no anduvo falto de razón cuando usó el pretexto de la Revuelta de los Reyes para apoderarse de Faro Jellicoe y expulsar a los antiguos «Guardiane»., como los había llamado el médico del
.Manitú
. Aquellos guardianes de la ciencia habían sido más subversivos, más amenazadores para el
.status quo
que el cegato intento de los reyes. La existencia del cañón lanzadera orbital utilizado por Renna lo dejaba bien claro.

Un plan para reclamar el espacio exterior. Y con él, una forma radicalmente distinta de vivir en el universo. .

Aún más, los Guardianes consiguieron mantener en secreto el emplazamiento de su gran factoría, su «Formado».. El Consejo confiscó rápidamente los grandes motores de defensa sin imaginar lo cerca que seguía trabajando un secreto remanente. Aquello debió de continuar durante generaciones. Hombres y mujeres, entrando y saliendo de Faro Jellicoe, reclutando cuidadosamente a sus propios sustitutos, perdiendo experiencia y habilidad con cada traspaso de la antorcha hasta que, por fin, la inexorable lógica de la sociedad stratoiana condenó a la extinción a su valiente grupo olvidado. Al cabo de más de un millar de años no era otra cosa que una pobre fábula.

.Renna debió de encontrar la nave y la lanzadera casi terminadas. Usó el Formador, y lo programó con su propia experiencia y conocimientos para fabricar las últimas piezas necesarias .

Era todo un logro haber conseguido tanto en tan pocos días. Quizá lo habría logrado si no se hubiera visto obligado a avanzar el lanzamiento de la nave debido al prematuro descubrimiento de su escondite.

La voz de la culpa era más insistente que la de la razón. Pero ahora Maia sentía algo que podía con ambas: el deseo de contraatacar. Sería inútil, desde luego, sobre todo a la larga. Pero a corto plazo tenía la oportunidad de descargar un golpe de venganza.

—Yo… no conozco la historia completa —empezó a decir, vacilante. Hizo una pausa, inhaló profundamente y continuó con la voz más firme—. Pero lo que os han contado es injusto. Es mentira. Conocí al marino del que habláis; vino a nuestras costas como invitado… con las manos abiertas, tras cruzar un mar mucho más grande y solitario que los que ningún hombre de Stratos ha conocido…

La tarde moría cuando los hombres se pusieron por fin en pie para marcharse. Hullin ayudó a Maia a acompañarlos al porche, donde el comodoro le tomó la mano. Sus oficiales permanecieron cerca, con expresiones reflexivas y sombrías.

—Te doy las gracias por tu tiempo y sabiduría, señora —dijo el cofrade, haciendo que Maia parpadeara—. Al alquilar uno de nuestros barcos a las salvajes piratas, perjudicamos inintencionadamente a las de tu casa. Sin embargo, has sido generosa con nosotros.

—Yo… —Maia se quedó sin habla al ser interpelada de aquella manera.

El comodoro continuó.

—Si llega un invierno en que tu casa busque a hombres diligentes, preparados para cumplir su deber con orgullo y placer, cualquiera de éstos —hizo un gesto hacia sus camaradas más jóvenes, que asintieron—, acudirá alegremente, sin pensar en recompensas del verano. —Hizo una pausa—. Sólo yo debo declinar, por la Regla de Lysos.

Mientras Maia permanecía en silencio, atónita, él hizo una nueva reverencia. Con confundido decoro, añadió:

—Espero que volvamos a vernos, Maia. Mi nombre… es Clevin.

Hubo escarcha de gloria esa noche. Cayó lentamente desde la estratosfera en una bruma cuyos suaves tentáculos de polvo titilante se posaron sobre las barandillas de madera, las losas y los lirios del estanque. La mayor parte se deshizo enseguida, llenando el aire de un leve perfume seductor. Maia vio los tentáculos iridiscentes caer, y le pareció estar ascendiendo a través de una bruma de estrellas microscópicas. Hasta pasado un buen rato no pudo dormir, temerosa de lo que pudiera suceder. Tendida en la cama, la piel cargada de extrañas sensaciones, se preguntó qué sucedería si soñaba. ¿Qué rostro acudiría a ella? ¿El de Brod? ¿El de Bennett? ¿Los de los hombres de la Cofradía de Pinniped?

¿Dispararían las hormonas femeninas un renovado y doloroso anhelo por Renna, su primer, aunque casto, amor masculino?

La impresión de haber conocido a su padre natural no había remitido. Sus pensamientos se agitaban, confundiéndola. Cuando por fin soñó, fue una fantasía extrañamente intangible: caía, flotaba, entre las sorprendentes y abstractas figuras de la pared de las maravillas de Jellicoe, siempre cambiantes.

Poco después del amanecer, llegó la doctora y anunció con satisfacción que sería su penúltima visita. Cuando quitó la ventosa agónica, Maia tuvo oportunidad de mirar de cerca la caja que había reprimido la viveza del dolor de su cuerpo y la pena de su corazón. Parecía un artículo modesto, producido en cadena para ser utilizado incluso por los médicos más humildes, en cualquier lugar de Stratos. Ahora Maia sabía también que era otro producto de un Formador inferior, una de aquellas fábricas automáticas que aún funcionaban bajo la atenta vigilancia del Consejo Reinante. Claramente, algunos artículos manufacturados eran demasiado importantes para ser dejados al puritanismo pastoral. Sin embargo, si el Perkinismo prevalecía, incluso aquellas piadosas cajitas desaparecerían.

—Aún necesitarás seguir descansando y recuperándote aquí, en Ursulaborg —le explicó Naroin más tarde, esa misma mañana, cuando regresó de su urgente misión—. Luego irás a Caria para declarar ante un grupo de sabias como nunca has visto. ¿Qué te parece?

Maia desplegó los brazos de su nuevo sextante y enfocó una flor cercana.

—Me parece que eres una policía, y que no debería decir nada más hasta que no vea a una abogada.

—¿Una abogada? —La otra mujer frunció el ceño—. ¿Para qué necesitas a una?

¿Para qué? Naroin podía ser su amiga, pero una clónica nunca era dueña de sí misma. Cuando la llevaran a Caria, habría una docena de excusas que los poderes que legislaban la Iglesia y el Consejo podrían emplear para encerrarla. En una prisión de verdad, esta vez. Una sin caminos secretos, patrullada por guardianas clónicas probadas durante siglos, potenciadas genéticamente para llevar a cabo su labor de vigilancia.

Maia había decidido no llegar a eso. Esta vez, actuaría primero. Antes de que se la llevaran de Ursulaborg, alguna oportunidad tendría de escaparse. Quizá durante su paseo diario. En cuanto pudiera confundirse entre la multitud, en la ciudad, buscaría refugio en algún lugar apartado donde la gente importante no pudiera encontrarla.

Una ciudad costera tranquila y perdida.
.Encontraré un medio de ponerme en contacto con Leie y Brod. Abriremos una tienda para reparar los sextantes dañados por los marinos perezosos
.

Quizá pudiera persuadir a Naroin para que mirara hacia otro lado en el momento adecuado. Pero sería mejor no contar con ello.

—No importa —le dijo a la mujer morena—. He tenido una pesadilla. No puedo escapar de la sensación de que aún estoy viviéndola.

—¿Quién podría reprochártelo, después de todo lo que te ha pasado? —Naroin sonrió. Como Maia no respondía, se inclinó hacia delante—. ¿Piensas que estás arrestada o algo así? ¿Es eso?

—¿Podría salir por la puerta principal, si quisiera hacerlo?

La delgada ex contramaestre frunció el ceño.

—No sería aconsejable, ahora mismo.

—Eso pensaba.

—No es lo que crees. Hay gente que no cuidaría de ti como nosotras.

—Claro. —Maia asintió—. Sé que sois mucho más amables que algunas. Olvida lo que he dicho.

Naroin se mordió el labio inferior tristemente.

—Quieres saber qué es lo que pasa. Pero todo cambia tan rápidamente… Mira, se supone que no puedo decir nada hasta que ella llegue, pero mañana vendrá alguien para hablar contigo, y luego escoltarte hasta la capital. Sé que no suena bien, pero es necesario. ¿Puedes confiar en mí hasta entonces? Te prometo que luego todo tendrá sentido.

Maia, en parte de mal humor, quería aferrarse al resentimiento. Pero era difícil desconfiar de Naroin. Habían soportado muchas cosas juntas.
.Preferiría estar muerta antes que no poder confiar en nadie
.

—Muy bien —dijo—. Hasta mañana.

Naroin volvió a marcharse. Más tarde, Maia y sus escoltas estaban a punto de salir a dar su pequeño paseo de la tarde cuando llegó Hullin para entregarle una segunda hoja de papel sellada con cera roja. El corazón de Maia dio un brinco al ver la letra de Brod. Esperó a que el palanquín llegara a la plaza del mercado, y entonces la abrió.

Querida Maia:

Leie está bien y te envía su amor. Los dos te echamos de menos y nos alegramos de saber que estás en buenas manos. Esperamos que la vida sea bonita y aburrida para ti durante una temporada.

Maia sonrió. ¡Espera a que recibieran su próxima carta! ¡Leie se retorcería de envidia por no haber conocido a Clevin primero! Había otros asuntos más serios que discutir, pero sería bueno que supiera que una de sus fantasías infantiles se había cumplido.

¡Lysos, cómo añoraba a Brod y a Leie! Maia deseó desesperadamente que vinieran pronto.

Hemos estado menos ocupados últimamente. Nos pasamos casi todo el tiempo mirando mientras las madres de clase alta señalan y agitan los brazos y gritan un montón. De hecho, me sorprende que todavía estemos aquí, ya que un puñado de sabias llegaron de la universidad con grandes consolas, que han conectado a tu pared de imágenes. Han estado haciendo cosas sorprendentes. Dejaron de preguntarle a Leie cosas al respecto, así que supongo que piensan que la entienden.

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