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Authors: David Brin

Tags: #Ciencia Ficción

Tiempos de gloria (92 page)

BOOK: Tiempos de gloria
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Pero entonces Odo habría comprobado la buena fe de Brill. Se suponía que el reducido Servicio Civil de Stratos estaba por encima de la política; sus examinadoras podían ir a todas partes. Si aquello era un truco, Brill lo hacía verosímil. Maia decidió seguirle el juego.

—Uh, ningún problema. —Miró a izquierda y a derecha—. ¿Dónde están sus calibradores? ¿Medirá los bultos de mi cabeza?

La clon Upsala sonrió.

—La frenología tiene sus seguidoras. Para empezar, sin embargo, ¿por qué no nos dedicamos a esto?

Siguió una implacable confrontación con el papel. Preguntas rápidas sobre sus intereses, gustos, conocimientos gramaticales, conocimientos científicos, climáticos, conocimiento de…

Después de dos horas, se le concedió un breve descanso. Fue al cuarto de baño, comió un bocado, caminó por el jardín para desentumecerse la espalda. Siempre tan profesional, la clon Upsala pasó aquel tiempo procesando los resultados. Si la habían enviado para transmitirle un mensaje de Naroin o de Clevin, ocultaba muy bien el hecho.

—Vi a dos de sus hermanas después de que habláramos en la ópera —comentó Maia, consciente de que una clon Persim las vigilaba—. Una de ellas interpretaba a Fausto…

—Sí, sí. La prima Gloria. Y Surah, a la batuta. ¡Malditas inútiles!

Maia parpadeó sorprendida.

—Me pareció que eran muy buenas en lo que hacían.

—¡Naturalmente que eran buenas! —Brill la miró bruscamente—. El tema es en qué decide una ser buena. Las artes están bien, como afición. Yo toco seis instrumentos. Pero eso no representa ningún gran desafío para una mente madura.

Maia se la quedó mirando. Resultaba muy extraño oír a una clónica despreciar a su propia familia. Aún más extraño era lo que implicaban sus palabras.

—¿Ha dicho decidir? ¿Entonces su clan no…?

—¿Se especializa? —Brill terminó la frase con un zumbido despectivo—. No, Maia. No nos
.especializamos
.

¿Continuamos ahora el trabajo?

El regreso a la neutral profesionalidad cortó en seco el interrogatorio de Maia. Brill sacó a continuación una caja de madera, y le pidió a Maia que sujetara dos palancas mientras contemplaba un tubo forrado de cuero en cuyo interior una línea horizontal se mecía adelante y atrás.

Le recordaba un instrumento que había visto en el avión que la trajo de Ursulaborg.

—Esto es un horizonte artificial —empezó a decir Brill—. Tu tarea, mientras yo aumento la dificultad, será corregir las desviaciones…

Una hora más tarde, los ropajes de Maia estaban húmedos de sudor, le dolía el cuello debido a la concentración, y gimió cuando Brill le indicó que se detuviera.

—Ooooh —comentó sorprendida—. Ha sido… divertido.

La clon Upsala respondió con una breve sonrisa.

—Ya veo.

Después de más pruebas físicas, hubo otra pausa para cenar en el más cercano de los muchos comedores de la Casa Persim. Para irritación de Odo, Brill pareció dar por sentado que estaba invitada a la mesa, por lo que obligó a la matriarca Persim a asistir también, para no quitarle ojo de encima.

No tendría por qué haberse molestado. La conversación no fue nada apasionante, separadas como estaban por una enorme mesa de madera Yarri, un montón de lino bordado y fina porcelana, a la luz de chispeantes candelabros.

Brill no dejó de repasar sus papeles excepto para agradecer meticulosamente a las criadas cada plato servido.

Maia disfrutó del efecto que todo aquello tenía sobre Odo. Claramente, la matrona consideraba la visita de la examinadora un movimiento de ajedrez realizado por las contrarias a su facción, y estaba que se moría por saber cuál era. Además, era evidente que Odo se sentía frustrada por tener que malgastar tanto tiempo preocupándose de un simple peón.

¿Era eso todo? ¿Un gambito para hacer perder tiempo a la enemiga? Si era así, Maia se sentía encantada de ayudar. Los exámenes eran agotadores, pero resultaban una diversión agradable. Sólo deseaba que Brill pareciera más sensible a sus esfuerzos por dar a entender mensajes que fuesen transmitidos a Naroin y a su padre.

—Las Upsala son muy curiosas —comentó Odo mientras retiraban el plato principal, y apuraba su tercer vaso de vino—. ¿Sabes algo de ellas, niña del verano?

Maia sacudió la cabeza.

—Déjame informarte entonces. Son un clan de éxito según los cánones, y alcanzan cien…

—Ochenta y ocho adultas —la corrigió Brill, observando relajadamente a Odo.

—Y según mis fuentes su fortuna es sólida. No de primera fila, pero sólida. Hay dos Upsala en el Consejo Reinante, y cuarenta y nueve ocupan sillas de sabia en diversas instituciones; diecinueve en la propia Universidad de Caria, en varios departamentos. Y sin embargo, ¿sabes qué es lo más peculiar en ellas? —Una criada volvió a llenar el vaso de Odo mientras se inclinaba hacia delante—. ¡No tienen ninguna mansión! No poseen casa, ni terrenos, ni criadas. ¡Nada!

Maia frunció el ceño.

—No comprendo.

—¡Todas viven por su cuenta! En casas o apartamentos que compran como
.individuos
. Cada una se gana la vida. ¡Cada una establece sus propios acuerdos de potenciación con hombres individuales! ¿Y sabes por qué? —Odo soltó una risita—. ¡Se odian a muerte!

Cuando Maia se volvió a mirar a Brill, la examinadora se encogió de hombros.

—La típica historia de éxito en Stratos no sólo exige talento, educación y suerte para encontrar un nicho. El gregarismo es otro requisito común… autosacrificio por el bien de la colmena. La solidaridad fraternal ayuda a un clan a sobrevivir.

Los nervios y el alcohol habían transformado a Odo, normalmente serena, que se rió roncamente.

—¡Bien dicho! Muchas veces una joven var inteligente consigue poner algo en marcha, sólo para ver cómo lo estropean sus propias hijas. Sólo aquellas que están en paz consigo mismas pueden usar de verdad el Don de las Fundadoras.

Maia recordó las incontables veces que Leie y ella se habían peleado mientras crecían. Lo habían atribuido a la dura situación de la educación veraniega, ¿pero era así? ¿Podía el tenso afecto entre ellas
.empeorar
con la prosperidad, en vez de convenirse en un perfecto trabajo de equipo? Maia sintió un imperativo evolutivo en funcionamiento. A lo largo de generaciones, la selección favorecería la tendencia de llevarte bien con distintas versiones de
.ti misma
. Si era así, el plan de las gemelas siempre había sido discutible, de éxito tan improbable como la escarcha en verano.

—Hay excepciones —intervino esperanzada—. Su clan lo consigue, de algún modo.

Brill suspiró, como si el tema la aburriera.

—Con el tiempo, las Upsala aprendimos a mantener las funciones necesarias de un clan evitando toda cortapisa o restricción.

—Quiere decir que celebran grandes reuniones, una vez cada año de la Vieja Tierra. ¡La mitad de ellas no asisten, envían abogadas! —Odo parecía encontrarlo divertido—. Ni siquiera les gustan sus propias hijas clónicas.

Por eso su número crece tan despacio…

—¡No es verdad! —exclamó Brill, mostrando la primera emoción fuerte que Maia veía en ella. La mujer se detuvo a recuperar la compostura—. Todo va bien hasta la adolescencia, cuando… —Se calló por segunda vez, y terminó en voz baja—. Me llevo muy bien con mis otras hijas.

—Tus
.vars
, quieres decir. Ésa es otra cosa. ¡Las Upsala prefieren la reproducción veraniega! Eso les da popularidad entre los hombres, claro.—El habla de Odo se volvió pastosa mientras tomaba más vino.

—Su forma de vida nunca funcionará en el campo —le dijo Maia a Brill, fascinada.

—Cierto, Maia. La vida en la ciudad ofrece servicios públicos, muchas posibilidades de carrera…

—¡Háblale de posibilidades de carrera! ¿No escogéis todas profesiones distintas porque odiáis incluso encontraros por la calle?

Mientras Odo se reía, Maia se las quedó mirando. Al parecer, las Upsala sobresalían en todo lo que se proponían, empezando de cero con cada vida clonada. Maia se preguntó si Renna, su difunto amigo, se había topado con aquella maravilla durante su estancia en Caria. Si no cargaban con el lastre de una tendencia defectuosa, las Upsala bien podían llegar a poseer toda Stratos algún día. No era extraño que la presencia de ésta pusiera nerviosa a Odo, a pesar de la profesión escogida por Brill, aparentemente Inocua.

En su caso, el genio superó una carencia de armonía. Leie y yo no somos genios, pero tampoco nos odiamos.

.Tal vez una postura intermedia sea posible. Si las dos salimos con vida de este lío, quizá podamos aprender de las Upsala .

Brill sacó un reloj de bolsillo y se aclaró la garganta.

—Ha sido francamente agradable, ¿verdad? ¿Podemos volver ahora al trabajo? Me gustaría acabar pronto. Mi niñera me cobra el doble después de las diez.

La siguiente serie trató del «talento criptomatemátic». de Maia, o su imprevista afinidad hacia juegos como la Vida. Durante una hora, se enzarzó en batallas en miniatura en una pantalla computerizada como la de Renna, intentando (normalmente en vano) impedir que el artilugio sembrara el caos en sus pautas. Brill no dejaba de pedirle a Maia que emplease nuevas «reglas de repetició»., modos de hacer las cosas progresiva y luego imposiblemente difíciles. Fue un ejercicio tenso y cansado de hacer conjeturas y de habilidad. A Maia le encantó… hasta que las pautas empezaron a difuminarse y su capacidad de aguante se agotó.

—¿Por qué me hace esto? —gimió al final.

—Se sospecha que tal vez puedas calificarte para un nicho —respondió Brill secamente, tras desconectar la máquina.

Maia se frotó los ojos.

—¿Qué nicho?

Brill hizo una pausa.

—Puedo decirte lo que no debes esperar. No esperes entrar en la universidad basándote en tu talento para las pautas y los sistemas de símbolos. Si se transmite a lo largo de generaciones, una hija del invierno tuya podría solicitarlo sobre esa base, pero para ti ya es demasiado tarde para ser matemática.

.Gracias, pensó Maia, con una amargura que la sorprendió.
.¿Quién lo ha pedido, de todas formas?

—Aún más, pareces tener un potencial de acción demasiado alto para la vida contemplativa —continuó Brill, estudiando una gráfica—. Eso no es un inconveniente para mi clienta, aunque otros factores…

Maia se incorporó rápidamente.

—¿Clienta? ¿Quiere decir que esto no es para el Servicio Civil? —Notó que la clon Persim se acercaba, súbitamente alerta. Brill se encogió de hombros, como si no importara.

—He sido enviada por una miembro de mi propia familia que busca trabajadoras para una nueva empresa.

Sinceramente, es un nicho un poco descabellado, en modo alguno seguro.

—Pero… —Maia sintió furia en el tenso silencio de la clon Persim—. Odo supuso que esto era para…

—No soy responsable de las suposiciones de Odo. Cualquier patrona potencial puede contactar con el servicio examinador. Esto poco tiene que ver con las actuales luchas políticas del clan Persim, así que Odo no tiene motivos para preocuparse. ¿Volvemos al trabajo? Nuestro último punto será…

—¡Soy una buena navegante! —estalló Maia—. Y soy bastante hábil con las máquinas. Mi gemela es mejor. Somos gemelas de espejo, ya sabe. Así que tal vez… entre nosotras… —La voz de Maia se apagó, sofocada por la vergüenza debida a su estallido. Algún resto infantil al acecho había saltado, planteando un caso que ya ni siquiera le importaba.

—Esos factores pueden ser relevantes —comentó Brill al cabo de un momento. Hubo un breve destello de amabilidad en los ojos de la examinadora—. El último punto es un ensayo. Quiero que describas tres episodios en los que resolvieras acertijos de puertas para entrar en cámaras ocultas. Anota sucintamente qué factores, lógicos e intuitivos, te guiaron hasta alcanzar las respuestas correctas. Limita cada respuesta a un centenar de palabras.

Coge el lápiz. Empieza.

Maia suspiró y empezó a escribir. Al parecer, todo el mundo conocía sus aventuras en la isla de Jellicoe.

Ahora el lugar había vuelto a las mismas manos conservadoras que habían mantenido durante siglos el Centro de Defensa. Pero el secreto se había destapado.

.… así que nuestro éxito ante la puerta de metal rojo fue en parte debido a la suerte, escribió.
.Una vez oí unas palabras que me hicieron intuir lo que podían significar los símbolos de los hexágonos…

Maia sabía que no estaba exponiendo sus ideas de forma coherente. Pensar en Jellicoe también le recordó problemas más reales que aquellas estúpidas pruebas. ¡Si al menos Leie y Brod hubieran advertido la gradual transición de poder que tenía lugar allí, y hubieran escapado con las amigas de Naroin mientras aún era posible!

Ahora, al parecer, era demasiado tarde.

Maia terminó de describir la puerta escarlata que Brod y ella habían descubierto en la cueva marina, y pasó a resumir su lógica en el auditorio del santuario. Empezó reconociendo el mérito de Leie y del desgraciado navegante por su contribución en la resolución del acertijo que llevó al descubrimiento del Gran Formador. Pero eso también significaba compartir la culpa por lo que siguió: la violenta invasión de aquellas instalaciones ocultas, que obligó a Renna a interrumpir sus preparativos e intentar aquel mortal lanzamiento prematuro hacia un terrible cielo azul.

.Es culpa mía. Sólo mía. Tuvo que cerrar los ojos e inspirar profundamente.
.No puedo pensar en eso ahora
.

Guárdalo. Guárdalo para más tarde.

Maia terminó aquel segundo resumen y lo colocó encima del primero. Contempló la tercera hoja en blanco, y alzó la cabeza, aturdida.

—¿Cuál es la tercera cerradura con acertijo? No recuerdo…

—La primera. Cuando tenías cuatro años. Para irrumpir en el almacén de tus madres.

Maia se la quedó mirando, sorprendida.

—¿Cómo sabe…?

—Eso no importa. Por favor, termina. Este test mide la respuesta espontánea bajo presión, no la habilidad o la perfección del recuerdo.

Maia sospechaba que la jerga escondía algo; había un significado oculto en las palabras, pero se le escapaba.

Suspirando, se inclinó para anotar lo que podía recordar de aquel lejano día, cuando el chirriante montacargas llevó por última vez a dos jóvenes gemelas a las catacumbas situadas bajo las cocinas Lamai.

Maia llevaba en la mano un garabato con la solución, su último esfuerzo por derrotar la testaruda cerradura.

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