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Authors: Mike Lee Dan Abnett

Tormenta de sangre (33 page)

BOOK: Tormenta de sangre
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Los barcos druchii habían visto la nave exploradora y a los perseguidores. Dos de ellos viraron a estribor para interceptar la embarcación de Tanithra, mientras el tercero continuaba hacia el norte. Si mantenían el rumbo pasarían entre los barcos druchii y atraerían a los skinriders a un fuego cruzado. Malus observó cómo los esbeltos corsarios se deslizaban por las grises aguas como tiburones y avanzaban rápidamente, incluso con el viento en contra. Al mirar hacia popa, vio que la formación de los skinriders se desplegaba para hacer frente a la nueva amenaza. Dos barcos viraron al sudeste y un tercero lo hizo hacia el sudoeste, en dirección a los barcos druchii. Eso dejó a tres para perseguir la nave exploradora.

Malus vio que un punto de fuego verde aparecía en la proa del barco que iba en cabeza. Al fin, se manifestaba el brujo. Urial se irguió al localizar también al brujo enemigo, y alzó el hacha como para protegerse de un golpe.

De la proa de la nave salió volando una roca. Malus observó la trayectoria y vio que esa vez se les había acabado la suerte.

—¡A cubierto! —les gritó a los hombres situados en popa.

Los corsarios aún corrían a derecha e izquierda en el momento en que la roca impactó contra la borda; la explosión hizo volar largas astillas afiladas como agujas. La roca rebotó por la cubierta como los martillazos de un dios. Le erró al timón por menos de un metro, golpeó de soslayo el mástil delantero y atravesó la puerta de una escotilla.

Tanithra hizo girar el timón con fuerza hacia babor.

—¡Lyrvan! —le gritó a uno de los corsarios que estaban cerca—. ¡Baja a ver si la roca ha atravesado el casco! ¡Si tenemos un agujero por debajo de la línea de flotación, estamos acabados!

Sobre la cubierta se retorcían corsarios heridos que aferraban astillas que se les habían clavado en brazos, piernas y torsos. Un corsario pataleaba en medio de estertores agónicos mientras su sangre formaba un charco cada vez más grande: tenía un trozo de madera clavado en la garganta. Se vio un borrón oscuro cuando otra roca hendió el aire por encima de la cabeza de Malus y abrió un agujero en la vela de popa antes de precipitarse al mar por el otro lado del barco. Los skinriders eran navegantes mediocres, pero su puntería era algo completamente distinto. Los tres barcos que los perseguían no habían variado el rumbo sur lo más mínimo, y daba la impresión de que iban a atravesar la popa de la nave, que avanzaba hacia el sudoeste. Por el momento, acortaban distancia con rapidez. El noble apretó los dientes con frustración y deseó tener un modo de pagarle al enemigo con la misma moneda, golpe por golpe.

Entonces, se oyó un colérico sonido siseante que atravesó el aire desde más al sur. Malus se volvió a tiempo de ver una lengua de llamas verdes que recorría el cielo y se precipitaba sobre la cubierta de uno de los barcos que los perseguían. La esfera de fuego de dragón de la punta del virote se rompió y extendió una capa de fuego mágico implacable por la proa de la nave enemiga. Del colérico fuego huían figuras encapuchadas, muchas encendidas como antorchas. Los druchii aclamaron, y Malus se unió a ellos.

Con sorprendente rapidez, los otros dos perseguidores viraron para dirigir la proa directamente hacia el vagabundo, al mismo tiempo que intentaban apartarse de los corsarios situados más al sur. Entonces, Malus veía con claridad la ardiente figura del brujo, que alzaba las manos al aire. El noble sintió que se le helaba el corazón y gritó una advertencia justo en el momento en que el brujo lanzó un zigzagueante rayo que pareció ir directamente hacia Malus, y luego se disipó con un potente trueno contra un hemisferio de luz rojiza, a poca distancia de la popa del barco.

El aire siseó y crepitó a la derecha de Malus. Al volverse vio que Urial, con el hacha en alto, clavaba una mirada desafiante en el brujo enemigo. Las runas grabadas en la doble hoja del hacha relumbraban con ardiente luz roja, y el aire que las rodeaba rielaba de calor. Durante un fugaz instante, el noble experimentó alivio; pero luego pasó por lo alto una roca procedente del segundo perseguidor e impactó con un terrible estruendo contra el mástil de popa. Cuando el mástil se vino abajo como un árbol talado, se rompieron las cuerdas con detonaciones secas y por la cubierta volaron sujeciones de hierro. Tanithra se vio obligada a lanzarse hacia un lado cuando el palo cayó sobre el timón. La nave comenzó a escorarse al girar hacia babor, de vuelta hacia los perseguidores.

Malus corrió por la inclinada cubierta, aunque sabía que el esfuerzo era en vano. El timón estaba enterrado bajo cientos de kilos de mástil de roble, y enredado en una maraña de aparejos rotos. Al mirar atrás vio que la proa de uno de los barcos de los skinriders se dirigía hacia ellos como la hoja de una hacha y se acercaba más a cada segundo que pasaba. No había manera de que pudieran impedir la colisión.

—¡Preparad los cabos de abordaje! —rugió Malus—. ¡Preparaos para el impacto!

La nave enemiga impactó en la zona central del barco explorador con un estruendo atronador de madera partida, y detuvo en seco a la pequeña embarcación. El barco escoró bruscamente a estribor y Malus salió disparado contra el mástil derribado. Por un momento, pareció que la embarcación no se recobraría del choque, pero luego se enderezó pesadamente, raspando contra la proa del barco enemigo. Ambas naves estaban trabadas la una con la otra, y Malus comprobó que, de momento, había tanta conmoción y confusión a bordo del barco enemigo como del suyo. No se veía al brujo enemigo por ninguna parte.

Los hombres gritaban de miedo y cólera; el noble forcejeó para librarse de las cuerdas en las que se había enredado, y luego sacó la espada y la alzó en alto.

—¡A por ellos, pájaros marinos! —gritó—. ¡Al abordaje!

Los corsarios respondieron con un alarido salvaje, ansiosos por responder al castigo que les habían infligido los skinriders. Arrojaron cabos de abordaje al barco enemigo, y los druchii subieron a bordo y acometieron salvajemente a los pasmados piratas. Hauclir y Urial se reunieron con Malus junto al timón. Urial se movía con una fuerza y agilidad asombrosas, y tenía los ojos brillantes como de fiebre. El hacha aún relumbraba con fuerza en sus manos. Malus lo miró como si lo evaluara.

—¿Crees que puedes abordar el barco enemigo?

—¡O lo hace, o tendrá que nadar! —intervino Tanithra, colérica, en el momento en que rodeaba el extremo del mástil caído con la espada en una mano—. Entre la primera y la segunda colisión, a esta vieja bañera se le han roto las costuras. ¡Se hunde con rapidez!

Se produjo un destello de luz verdosa en el barco enemigo, y los hombres gritaron de miedo y dolor.

—¡Hauclir, vete abajo y recoge las cartas de navegación! —ordenó Malus—. Tanithra, toma el mando del abordaje. ¡Urial y yo vamos a matar a ese brujo!

Malus corrió hacia la sección de babor del barco que zozobraba, con Urial detrás. Saltó sobre la borda rajada, cogió un vibrante cabo y trepó ágilmente hasta la cubierta de la nave enemiga.

El noble se encontró en medio de una carnicería. Por todas partes yacían skinriders muertos, que derramaban sobre la cubierta sangre putrefacta y fluidos viles. Por el aire zumbaban piedras y flechas disparadas por los enemigos que se encontraban en lo alto de los palos gemelos. Otro destello esmeralda atrajo la mirada de Malus, y vio al brujo en el combés de la nave, de espaldas al palo mayor. Del pecho le sobresalían flechas de ballesta y hojas de armas partidas y oxidadas, y presa de una cólera ciega, atacaba a cualquiera que tuviese al alcance, fuera amigo o enemigo. Un rayo zigzagueó entre un apretado grupo de skinriders y corsarios trabados en feroz refriega, y los redujo a todos a huesos ennegrecidos y pasta fétida.

Urial se situó delante de Malus.

—Quédate detrás de mí —dijo, y una sonrisa feroz contorsionó su boca.

Avanzó hacia el brujo con paso constante y deliberado, con el hacha preparada en la mano sana. Malus desenvainó el cuchillo con la izquierda y lo siguió, precavido.

El núcleo de batalla que rodeaba el mástil prácticamente se desvaneció cuando los combatientes huyeron en todas direcciones para escapar de la furia del brujo. Malus vio que el skinrider se erguía a pesar del dolor, y que en sus ojos y boca ardía fuego verde al pronunciar palabras de poder y rodearse de un nimbo de energía. Las armas que le atravesaban el cuerpo se desintegraron, podridas en un instante.

Dos skinriders que huían se interpusieron, por inadvertencia, en el camino de Urial, cuya hacha salió disparada en un arco rojo; los dos piratas cayeron sobre la cubierta, con el cuerpo desgarrado y humeante. La ardiente luz que rodeaba el hacha pareció hacerse más intensa cuando Urial habló con voz tronante.

—¡Sirviente de la Corrupción! ¡Esclavo del Señor de la Podredumbre! ¡El fuego purificador del Dios de Manos Ensangrentadas está sobre ti! ¡Redímete con el agudo filo de su miséricordia, o arrojaré tu alma a la Oscuridad Exterior por todos los tiempos!

Tanto skinriders como druchii se tambalearon debido al sobrenatural poder que canalizaba la voz de Urial. Incluso Malus, que había caminado por la periferia del Reino del Asesinato y se había asomado al otro lado del Abismo, a mundos no soñados, oyó la voz de Khaine resonando en la boca del hermano y se maravilló.

El brujo retrocedió con paso tambaleante, como si lo hubiesen golpeado, y sus hombros chocaron contra el palo mayor con suficiente fuerza como para hacer que se abrieran rajaduras a lo largo de él; luego, rebotó, abrió la boca de par en par y vomitó un torrente de bilis negra hacia el druchii armado con el hacha.

El virulento vómito de espeso líquido corrosivo resbaló por las defensas mágicas de Urial y estalló en llamas rojas, que salpicaron la cubierta de goterones encendidos y perforaron los tablones de roble en un instante. Malus se agachó cuanto pudo y se inclinó ligeramente hacia adelante, como si avanzara contra un viento huracanado, y de ese modo, dejó que la porquería encendida pasara volando por encima de él. Avanzaban a paso constante hacia el brujo, y entonces el hacha de Urial ardía como el sol del desierto.

De los babeantes labios del brujo manaron palabras de poder, y todos los skinriders que se encontraban a menos de treinta pasos gimieron de dolor y pánico. Sobre sus cuerpos hinchados danzaron arcos de fuego verdoso, y comenzaron a dar torpes traspiés, como si ya no tuvieran control sobre sus extremidades. Luego, de una docena de gargantas cancerosas manó un solo lamento desesperado, y los apestados se lanzaron hacia Urial.

El devoto servidor de Khaine recibió la frenética carga con una carcajada jubilosa, y la matanza comenzó de verdad. Los skinriders chocaron contra una protección hecha de afilado acero encantado; el hacha era un borroso remolino colérico que hacía retroceder a los enemigos con el torso destrozado, las extremidades cercenadas y la sangre ardiendo en llamas como ofrenda al Señor del Asesinato. Pero tal era la demente furia de la carga de los piratas que el avance de Urial se vio entorpecido. Contra su armadura se estrellaban espadas, y manos gangrenosas se tendían durante fugaces momentos hacia su garganta; cada acometida lo enlentecía un poco, hasta que casi se detuvo. El brujo le dedicó a Urial una feroz sonrisa burlona, y luego extendió las manos hacia adelante y ascendió lentamente sobre una crepitante columna de rayo esmeralda.

—¡Ah, no!, ¡eso sí que no! —dijo Malus con frialdad, al mismo tiempo que salía de detrás de Urial y le arrojaba el cuchillo.

La afilada hoja voló recta y certeramente hacia el corazón del brujo. Los ardientes ojos del skinrider se agrandaron, y en el último momento, alzó una mano, y la daga le atravesó la palma. El brujo gruñó de dolor y lanzó una virulenta maldición a la vez que cerraba el puño y disolvía el cuchillo en una lluvia de polvo destellante. Fue apenas una distracción momentánea, pero entorpeció el ascenso del brujo y, en ese instante de vacilación, Malus se lanzó hacia el sirviente de la podredumbre.

Impacto contra el pecho del brujo, sorprendido de hallar músculos duros como la roca en lugar de la hinchada carne bulbosa de los otros skinriders con los que había luchado. Malus rodó hasta quedar sobre el brujo y levantó la espada, pero el hombre lo aferró por el cuello y le atrapó la muñeca del arma con una presa férrea. Y entonces, comenzó a atraer a Malus hacia abajo, hacia sus relumbrantes ojos y labios encendidos.

Tz'arkan se retorcía y golpeaba dentro de las costillas de Malus, y el noble miró los globos gemelos de los ojos del brujo y vio la cara de otro demonio que le devolvía la mirada.

Malus sintió que la bendición de Urial comenzaba a chisporrotear como una vela a la que se le acaba el pábilo. El fuego puro que le limpiaba la piel comenzó a amortecerse, y en su lugar, dejó una fiebre insana. De la voraz boca del brujo poseído manó humo negro, y cuando el vapor se le deslizó por la garganta, sintió que dentro de él se retorcían alimañas. Percibía cómo la podredumbre florecía en sus pulmones y arraigaba en sus entrañas. Por los ojos salieron gruesos regueros de pus, que le corrieron por las mejillas.

El brujo atrajo a Malus hacia sí hasta que los rostros de ambos quedaron separados por escasos centímetros. El noble percibió la presencia del espíritu pestilente que se agitaba dentro del skinrider. El hombre poseído rió entre dientes, y en ese momento su auténtica voz salió como un burbujeo de los pulmones corrompidos.

—Mira el rostro de un demonio y desespera —dijo el brujo.

Malus lo miró a los ojos y rió fríamente, a su vez.

—Como quieras —dijo—. Muéstrale tu rostro, ¡oh, Bebedor de Mundos!

Un hielo negro le corrió por las venas, congeló la pestilencia que había invadido su carne e hinchó sus extremidades con una fuerza sobrehumana. Los ojos del noble fueron tragados por una negrura absoluta, el interminable frío de la noche eterna. Las uñas le crecieron hasta transformarse en garras y los dientes se le afilaron hasta ser colmillos terribles. El brujo se puso rígido. El demonio de su interior se acobardó ante la furia de Tz'arkan, y el skinrider chilló de terror.

Malus hundió la mano izquierda en el vientre del brujo, y las garras afiladas como navajas le arrancaron las entrañas.

—Deslízate, deslízate, gusanillo —dijo Malus con una voz que no era la suya—. Huye por tus túneles de tumores y podredumbre, pero no escaparás de mí.

La espada cayó sobre la cubierta. El brujo se retorcía y chillaba, imploraba misericordia, y Malus lo hizo pedazos. Vació el pecho del hombre, partió las costillas, metió la mano garganta arriba y llegó al interior del cráneo, hasta que al fin sacó un largo gusano negro que se retorcía enloquecidamente en las chorreantes manos del noble. Malus cerró el puño para aplastarlo, y sintió el éxtasis de Tz'arkan cuando el demonio menor fue lanzado, entre alaridos, a los territorios del Inframundo.

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