Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano (38 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano
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—¿Y adonde vais cuando desaparecéis?

—¿Adonde vas cuando sueñas? Es imposible decirlo. ¿Qué significado puede tener una respuesta procedente de ese contexto cuando la introduces en éste?

—Bueno... ¿Y resulta muy difícil?

Akanah se encogió de hombros.

—En cuanto has aprendido cómo hacerlo, no es ni más difícil ni más misterioso que ocultar un vaso de agua arrojando el agua que contiene al mar. —Después sonrió—. Pero llegar a dominar el arte de la fusión se parece mucho a tratar de recuperar el agua del mar después.

—¿Y has usado la fusión con esta nave?

—Sí. Lo hice cuando estaba meditando.

—¿Y los motores seguirán funcionando?

—¿Seguían siendo capaces de sostenerte los suelos de tu refugio cuando caminabas sobre ellos? Y supongo que el techo seguía siendo capaz de impedir que la lluvia entrara a través de él, ¿verdad?

Luke hizo una mueca.

—Así que ahora somos totalmente indetectables, ¿no?

—No —replicó Akanah—. Nada es absoluto. Pero estamos a salvo de las miradas ajenas, y de aquellas máquinas que operan siguiendo el principio de los ojos. Llévanos directamente a J't'p'tan, Luke..., y tan deprisa como puedas. Confía en mí, aunque sólo sea en esto. He dependido de este arte para mi supervivencia prácticamente desde el momento en que me sacaron de laltra. Te prometo que no seremos descubiertos..., al menos no por los seres que viajan a bordo de esa nave estelar.

Las ruinas del templo de piedra de J't'p'tan se hallaban esparcidas a lo largo de más de dos mil hectáreas. Incluso estando calcinados y medio desmoronados, los restos que quedaban del templo dejaban muy claras las enormes dimensiones de la ambición que había animado a sus constructores.

Las ruinas llenaban el suelo de un pequeño valle con un intrincado dibujo y subían por los riscos interiores de las colinas que lo rodeaban.

Pero poco después de que el
Babosa del Fango
se hubiera posado en el centro de un diamante abierto, también quedó claro que las ambiciones de los h'kigs habían chocado con las ambiciones de los yevethanos, y que estas últimas habían salido triunfantes del encuentro.

Largos muros de piedra finamente labrada habían sido derribados y hechos añicos. La pendiente de las colinas había quedado erosionada en varios sitios, haciendo que partes de la gran estructura se derrumbaran sobre sí mismas. Las canteras estaban medio llenas de agua, los trineos para transportar las piedras habían ardido hasta convertirse en masas de carbón de leña, y la carretera había desaparecido bajo las explosiones..., y no había ni rastro de vida por ninguna parte.

Luke bajó del esquife moviéndose muy despacio y sin decir ni una palabra.

La destrucción agredió sus sentidos: un olor desagradable flotaba en la suave brisa, y antes de que se hubiese alejado una docena de metros de la nave, sus ojos empezaron a distinguir los bultos ennegrecidos de los cadáveres derrumbados por entre las piedras dispersas.

—Es como estar otra vez en laltra, sólo que peor —murmuró para sí mismo.

Después se volvió hacia el esquife y buscó a Akanah con la mirada. La encontró arrodillada sobre las losas del suelo cerca del soporte de descenso delantero de la nave, con el cuerpo inclinado hacia adelante y la cabeza apoyada en los antebrazos—. Akanah...

Cuando la joven no respondió a su llamada y no dio ninguna señal de que ni siquiera le hubiese oído, Luke empezó a sentirse un poco preocupado y fue hacia ella. Pero Akanah se levantó antes de que hubiera llegado hasta ella y empezó a alejarse de Luke en una rápida trayectoria diagonal, trepando por encima de una masa de rocas que en tiempos habían sido un muro y echando a correr después.

Luke, perplejo, se detuvo y volvió a llamarla.

—¿Qué ocurre, Akanah? ¿Adonde vas? —Desplegó sus sentidos de la Fuerza y barrió los alrededores en busca de amenazas, pero no encontró ninguna—. ¡Akanah!

Cuando vio que la joven ni siquiera miraba hacia atrás, Luke empezó a seguirla. Pero un instante después Akanah se desvaneció, esfumándose tan totalmente y con tan poco esfuerzo como lo había hecho a bordo de la nave.

Ni siquiera hubo un temblor en la Fuerza que indicara su desaparición o traicionara su presencia después de que hubiera desaparecido.

El primer pensamiento que pasó por la mente de Luke fue que acababa de ser traicionado. «Me ha llevado hasta aquí tal como se suponía que debía hacerlo, y ahora se apresura a quitarse de en medio para que puedan hacer saltar la trampa.» Luke se agazapó detrás de un montón de bloques y volvió a barrer la zona, concentrándose en las cimas de las colinas que delimitaban el valle.

«La nave es vulnerable... Si estuviera en su lugar, lo primero que haría sería ocuparme de ella.»

Pero no hubo ninguna ráfaga de fuego desintegrador llegada desde las colinas, aparición repentina de tropas ocultas entre los escombros o deslizador de patrulla surgiendo súbitamente del cielo en la entrada del valle. Luke empezaba a estar realmente perplejo ante su incapacidad de detectar cualquier otra presencia viva, ya fuese imperial, yevethana, h'kig o fallanassi.

—¡Akanah! —gritó con toda la potencia de sus pulmones.

No hubo respuesta. Luke se fue incorporando lentamente y permitió que su espada de luz resbalara de entre sus dedos para quedar colgando junto a su cadera. Después, y sin dejar de escudriñar recelosamente cuanto le rodeaba, fue hasta el sitio en el que se había arrodillado Akanah, pero no encontró ninguna pista.

«Quizá nunca ha sido real —pensó—. Quizá alguien ha estado jugando con mi mente.»

Tanto si estaba solo como si no, Luke no tenía ninguna intención de quedar atrapado en J't'p'tan, con una colonia yevethana situada a ocho mil kilómetros de distancia como única posible fuente de ayuda. No había ningún sitio donde esconder o poner a salvo el
Babosa del Fango
, pero Luke sabía que los escudos de navegación del esquife le proporcionarían cierta protección contra los desintegradores de mano y demás armas de pequeña potencia. Volvió a entrar en la cabina el tiempo justo para activarlos y después selló la compuerta y empezó a avanzar en la dirección por la que iba Akanah cuando se esfumó.

Cuando llegó al sitio en el que la había visto por última vez —o tan cerca de él como podía determinar con los medios a su alcance— se sentó en el suelo junto a un gigantesco edificio de piedra ennegrecido por las llamas que había quedado partido en dos mitades.

—Ni yevethanos, ni fallanassis, ni Akanah —dijo en voz alta—. Ni soldados imperiales ni Nashira. Así pues, ¿por qué estoy aquí? A este rompecabezas todavía le falta alguna pieza. ¿A qué viene todo esto? Aquí hay algo que todavía no soy capaz de ver.

Como impulsado por sus propias palabras, Luke volvió la cabeza lentamente primero hacia un lado y luego hacia el otro.

—Quizá hay muchos algos invisibles —dijo, alzando un poco la voz—. Dijiste que era como volver a encontrar el agua de un vaso después de haberla derramado dentro del océano, ¿verdad? Puedo hacerlo. Lo único que se necesita es tiempo, y saber que puede hacerse.

Cuando vio que seguía sin obtener respuesta, Luke se levantó.

—Si he de elegir entre que seas una ilusión y que seas real, Akanah, me parece que tengo razones suficientes para saber que eres real. —Fue girando en un lento círculo, esperando que ocurriera algo—. Así que sé que sigues estando aquí..., y apostaría a que puedes oírme.

Cuando la espera no fue recompensada, Luke empezó a trepar por la estructura de piedra sin importarle que eso le convirtiera en un blanco fácil.

—Al principio pensé que te estabas escondiendo de quienquiera que haya hecho todo esto —dijo en voz alta—. Pero ya hace mucho tiempo que se fueron muy lejos de aquí, ¿verdad? Y no echaste a correr porque tuvieras miedo de algo, ¿eh? No, no necesitabas tener miedo de nada. Me has repetido una y otra vez que eres perfectamente capaz de protegerte a ti misma.

Luke bajó al suelo de un salto y echó a andar lentamente en la dirección que había estado siguiendo Akanah cuando se desvaneció.

—Lo cual sólo deja una posible conclusión, Akanah..., que corrías hacia algo y que habías encontrado lo que andabas buscando. —Sintió que se le formaba un nudo en la garganta mientras una oleada de envidia invadía todo su ser, y las palabras que pronunció a continuación surgieron de sus labios bajo la forma de un jadeo enronquecido—. Y que el Círculo está aquí.

Tres mujeres aparecieron a diez metros a la derecha de Luke, surgiendo de la nada tan repentinamente como si acabaran de atravesar un telón invisible. Una llevaba un traje blanco con bandas diagonales color azul cielo y ceñido a la cintura. Su cabellera plateada caía en una abundante cascada sobre sus hombros y le llegaba hasta las caderas. La segunda aparición, de piel color cobre y cabellos cortos, llevaba muy poca ropa y su vestimenta se reducía a una túnica de color amarillo tan corta que apenas le llegaba hasta las rodillas. Akanah estaba inmóvil entre ellas, sujetando sus manos con apasionada posesividad, el rostro surcado por las lágrimas e iluminado por una profunda alegría.

—Ésta es Wialu, que marcó el camino para que yo lo siguiera —dijo con la voz a punto de quebrarse por la emoción—. Y ésta es Nori... Norika, mi amiga de hace mucho tiempo. —Los ojos de Akanah fueron de una a otra, primero hacia la izquierda y luego hacia la derecha, y las contemplaron con lo que casi parecía incredulidad. Después sus labios se curvaron en una temblorosa sonrisa de pura felicidad y miró a Luke—. Sí, Luke... Soy real, y ellas son reales. Y por fin estoy en casa.

Wialu soltó la mano de Akanah y fue hacia Luke, que todavía no se había recobrado de su perplejidad.

—Has ayudado a Akanah, nuestra niña, a volver con nosotros —dijo—. Te lo agradecemos. Akanah nos ha dicho que la carga fue asumida libremente, pero el riesgo y el sacrificio han sido muy grandes. ¿Hemos contraído una deuda contigo?

—¿Cómo? —Luke escrutó el rostro de Akanah antes de responder—. No, no hay ninguna deuda.

Wialu asintió.

—Eres el hombre de honor que Akanah nos ha dicho que eras —dijo—. Tu amistad con los fallanassis será recordada.

—Gracias —murmuró Luke, no muy seguro de qué debía decir.

—Tu nave debe ser sacada de aquí lo más pronto posible —siguió diciendo Wialu—. Ya ha provocado una disrupción, y su presencia en este lugar supone una amenaza para lo que hacemos aquí.

—Por supuesto —dijo Luke—. Basta con que me muestres el sitio al que quieres que la lleve y...

—Debe salir del planeta —le interrumpió Wialu—. Su presencia en el templo es intolerable, pero seguiría suponiendo un peligro incluso si estuviera en otro lugar.

—Es la nave de Akanah.

—Te la entrega como muestra de gratitud —dijo Wialu—. Pero que obre de esa manera también es puro y simple pragmatismo, desde luego.

Luke entrecerró los ojos y la contempló en silencio durante unos momentos.

—¿Me estás diciendo que he de irme?

—Te agradezco tu comprensión.

Luke volvió a mirar a Akanah, esperando que hablara.

—No puedo hacerlo —dijo por fin—. Akanah no es la única que ha venido aquí con la esperanza de hacer posible una reunión..., y yo también estoy buscando a alguien. Se llama Nashira.

La expresión de Wialu no cambió, pero inclinó la cabeza hacia atrás en un movimiento casi imperceptible, como si estuviera escuchando algo que Luke no podía oír.

—Lo siento —dijo—. No afirmo conocer ese nombre..., y tampoco afirmo que me resulte desconocido. No puedo ayudarte.

—No puedo aceptar eso —dijo Luke—. Si está aquí, entonces por lo menos tienes que decirle que he venido. Si no está aquí... —Meneó la cabeza como si estuviera intentando expulsar un pensamiento de su mente—. Soy su hijo.

Wialu volvió la cabeza como si estuviera escuchando a alguien que se encontraba justo detrás de ella.

—Lo siento —dijo por fin—. Mi respuesta debe ser la misma.

Luke pasó junto a ella y dio un paso hacia Akanah, pero después se detuvo y se volvió nuevamente hacia Wialu.

—No hay ninguna deuda —dijo—, pero sí había una promesa. Akanah dijo que me ayudaría a encontrar a Nashira. Creía que la encontraríamos aquí, con vosotros...

—¿Es verdad eso? —preguntó Wialu, y su mirada fue más allá de Luke para posarse en Akanah.

—Lo es —dijo Akanah—. La pérdida de Luke ha sido más larga y más profunda que la mía. Ha quedado separado de la Corriente y ha vivido en la ignorancia del Credo. Esperaba poder llevarlo hasta ambos.

—Qué temeridad... —dijo Wialu, meneando la cabeza—. Hablaremos de esto más tarde. —Se volvió hacia Luke—. Estoy atada por un juramento. Ninguno de nosotros puede traicionar a otro ante quien no pertenezca al Círculo, ya sea mediante la negativa o ya sea mediante la afirmación. Akanah no puede hacer tal promesa, y esa promesa no puede obligarme.

—No te estoy pidiendo que traiciones tu juramento. Lo único que necesito de ti es que le digas a Nashira que Luke está aquí y que dejes que ella decida qué hacer. —Los ojos de Luke recorrieron las ruinas—. O que permitas que yo se lo diga, claro... Tráela aquí y deja que me vea. Entonces podrá elegir.

—Eso es imposible —dijo Wialu—. Tú pronuncias un nombre y si yo doy significado a ese nombre, entonces te he dado poder sobre la persona que lleva ese nombre. Lo siento. No puedo ayudar a un extraño.

—No es un extraño —dijo Akanah, soltando la mano de Norika y dando un paso hacia Wialu—. Me ha pedido que le enseñara a avanzar por los caminos de la Corriente, y le he aceptado como mi estudiante.

—Eso también es imposible —dijo Wialu—, porque no eres más que una niña a la que todavía le quedan por aprender muchas cosas.

Un destello de ira ardió en los ojos de Akanah. Su mano salió disparada hacia adelante y se cerró alrededor de la muñeca de Luke.

—No entiendes la importancia de su presencia —dijo en un tono casi amenazador—. No entiendes la importancia de su misión.

—No lo hagas, Akanah —dijo Wialu, y en su voz había más tristeza que amenaza.

—¿Qué otra elección me has dejado?

Akanah cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y respiró hondo.

El aire tembló. Los cadáveres y las ruinas empezaron a brillar con un resplandor iridiscente y se disolvieron. Akanah dejó escapar un suave grito de dolor, o quizá de sorpresa. Luke, que estaba junto a ella, percibió cómo su ira establecía contacto con la Fuerza..., pero lo hacía controlándola sin llegar a fundirse con ella, lanzándola contra algo que Luke apenas si podía distinguir.

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