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Authors: Jim Thompson

Tags: #Novela Negra

Una mujer endemoniada (16 page)

BOOK: Una mujer endemoniada
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Le dije que sentía mucho la muerte de su marido. Cerró los ojos un breve momento y luego movió la cabeza.

—Me siento sola sin él y por supuesto no quería que muriese, pero… es terrible decirlo, pero creo que había empezado a odiarle. Fingía sin parar. Pretendía que era todo lo que yo quería y después de casamos…

—Sé lo que quieres decir —dije—. Sé exactamente lo que quieres decir, peque…

—Dilo —susurró ella y me echó los brazos al cuello—. Di que soy tu pequeña, haz conmigo lo que quieras. Pero no te vayas.

Y fue como un hermoso sueño, querido lector, pero

hablando de sueños

así fue exactamente como conocí a la querida Helena, mi princesa encantada. Así, por lo menos, fue como se unieron nuestras dos almas sedientas de amor.

Te fijarás, lector, que no la he descrito, pero es que no puedo, porque era de muchas maneras. Cuando salía donde todos la podían ver, siempre parecía igual: como el primer día que la conocí. Pero cuando estábamos solos, bueno, si no hubiera sabido que a veces era así, nunca habría comprendido que era

una puñetera sifilítica

la misma mujer. Tenía docenas de vestidos; vestidos que podría llevar una chica de dieciocho años, o una mujer de veinticinco o treinta y cinco, y así sucesivamente. Todo tipo de vestidos para estar en casa. Y toda clase de maquillajes. Colorete y lápices de labios y postizos para el pelo y pestañas y cejas y fundas de dientes. Hasta unas cosas pequeñas de cristal que se ponía en los ojos para que cambiaran de color. Era muy curioso estar con una mujer que cambiaba tanto. Y al principio eso te ponía incómodo, y te hacía preguntarte cuál era la real y cuál no. Y a lo mejor si hubiera visto cómo era de verdad

una fulana como todas las demás

no habría sido capaz de aguantarla. Pero eso sólo al principio. Pero ya ves que no podía ser de otro modo, querido lector: Quiero decir que tenía que ser

una mujerzuela en un hotelucho de mala muerte, por el amor de Dios

una mujer con clase y muy guapa y con todo lo que un hombre puede desear en una mujer. Al final había conseguido encontrar algo que mi corazón deseaba de verdad.

Heredó un montón de pasta de su padre; pero eso

eran los ahorros de su cuñado y se los robó

fue todo lo que llegué a saber de ella. Nunca me enteré de su apellido. Se mostraba embarazada cuando mencionaba algo de su pasado, así que sólo le pregunté una o dos veces. Ni siquiera me quiso decir cuál era su nombre de soltera. Me imaginé que su padre probablemente había ganado ese montón de pasta vendiendo remedios para las purgaciones o algo por el estilo y le molestaba hablar de ello. Después de todo, y aunque siempre me he ganado la vida y nunca me he quejado, hay determinados capítulos de mi propia existencia que preferiría que se ignorasen.

Tenía el dinero en el banco de otra ciudad; pero yo no sabía dónde.

escondido en el colchón

Pero le daba tanta vergüenza su nombre de soltera que nunca extendía cheques ni hacía que el banco le mandase dinero. Cuando se quedaba sin nada, subía a un avión, iba a esa ciudad y cogía todo lo que necesitaba, y estaba de vuelta aquella misma noche.

Había ido a por pasta la mañana en que esta historia apareció en los periódicos; una historia sobre gente a la que yo conocía. Y

¡muy bien! ¡el vino y la yerba!

me reí tanto cuando la leí que casi me rompo una costilla. La leí y la releí durante todo el día y cada vez me reía más

ahora estás a salvo, a salvo con una mujerzuela en un hotel

y no podía parar:

El secuestro de la pequeña Stirling, que tuvo lugar hace veinte años, quedó resuelto hoy con la detención del antiguo director de un almacén y compinche de la tristemente famosa banda de los Farraday.

El presunto secuestrador es H. J. Staples, de 55 años. Más de 90.000 de los 100.000 dólares del secuestro se encontraron en su lujosa suite de un hotel de Sarasota, Florida.

Las primeras sospechas sobre Staples surgieron unos cuatro meses atrás cuando varios cientos de dólares del dinero del secuestro fueron ingresados en la cuenta corriente del almacén que entonces dirigía. Considerando que probablemente se tratara de una prueba, los agentes no le detuvieron a la espera de que pusiera en circulación sumas más elevadas.

Ramona Stirling era la única hija del multimillonario Arthur Stirling y de su semiinválida esposa. Cuando contaba tres años de edad, Ramona desapareció de la mansión familiar de Tulsa, una ocasión en que su niñera la dejó sola en el jardín para atender una llamada telefónica.

Se pidió un rescate de 100.000 dólares, que fue pagado inmediatamente. Pero un reportero sin experiencia informó de que los números de las series de los billetes estaban controlados. Al divulgarse esta información, los Stirling perdieron todo contacto con los secuestradores, y se admitió que la niña había sido asesinada.

La señora Stirling murió al mes y medio del secuestro. Y su marido fue enterrado al mes siguiente. Al no haber herederos, la inmensa fortuna de los Stirling fue reclamada por el Estado.

El sospechoso Staples dejó su empleo hace unos tres meses y empezó a viajar por el país, gastando pequeñas sumas en diversos puntos. Convencido de que el dinero ya no era peligroso, llegó ayer a Florida, donde fue detenido.

Contó una historia inverosímil acerca del modo en que consiguió el dinero. No se conocen todos los detalles, pero se sabe que en su historia aparecían «Ma» Farraday (miembro de la banda de secuestradores), y Frank Dillon, un antiguo empleado de Staples que era buscado desde varios meses atrás, acusado de la muerte de su mujer y de su hijo todavía sin nacer. Los agentes no conceden ningún crédito a las «explicaciones» del sospechoso.

El tal Staples mantuvo estrechas relaciones con los gángsters, según es sabido. Además, se señala que toda la familia Farraday desapareció hace más de dos décadas, por lo que la declaración de que Dillon mató a «Ma» para quitarle el dinero del rescate sólo puede considerarse absurda. Con todo, se señala que los Farraday se dedicaban a robar bancos y no se sabe que hayan realizado otro tipo de actividades criminales.

En cuanto a Dillon, las autoridades creen ahora que también fue víctima de un asesinato, por lo que ya no se le busca como fugitivo. Suponen que él y su mujer se enteraron de algún modo de que Staples tenía el dinero del rescate, y que este último los mató a los dos. El cuerpo de Dillon, explica la policía, pudo haber sido enterrado en un vagón con carbón destinado a un alto horno…»

Reí y reí cuando leí el artículo. Me sentí muy bien el día /
a salvo. ¿De qué? no de lo que necesitaba estar a salvo. Y eso
/ entero. Y luego llegó la noche y ya no me reía y ya no me /
hacía que todo fuera igual que siempre o peor. La mujerzuela
/ sentía bien. Porque si te pones a pensar en ello era una /
más miserable de todas. Y no lo podía soportar. La cosa tenía
/ tragedia: y supongo que sabes querido lector que soy un hijoputa /
que terminar mejor. Así que bebimos el vino. Fumamos la yerba.
/ con el corazón muy blando. Sí, era una tragedia terrible y el /
Empezamos a esnifar la nieve. Dicen que no lo puedes hacer.
/ responsable debería ir a la cárcel. Hacer que alguien desee /
beber vino y fumar maría y esnifar coca. Pero lo hicimos.
/ lo que no puede tener. Hacerle que quiera muchas cosas y no /
y luego seguimos con la heroína. Nos colgamos como hijoputas
/ pueda conseguir casi ninguna. Mostrarle todo lo que puede /
pero seguimos y al cabo de un tiempo, no nos enterábamos de
/ tener —coches estupendos, ropa, sitios donde vivir—, y no /
nada, estábamos ciegos, demasiado paralizados para sentir
/ dejarle que tenga nada, aunque haciendo que lo desee siempre. /
nada. Pero todo empezó a resultar maravilloso. Ella existía y la
/ Hacer que se sienta un miserable porque no tiene lo que podría /
habitación existía y yo existía. Todo era como debía ser al
/ conseguir. Hacer que se odie a sí mismo, y si alguien se odia /
final si antes nunca había sido así. Y empezamos a rebuscar en
/ a sí mismo, ¿cómo va a poder querer a nadie? Helene llegó a /
el colchón y el conserje seguía trayendo drogas. Helene se
/ casa, mi dulce princesa, y notó que estaba deprimido, así que /
puso a vomitar, pero no parecía que aquello le molestase
/ me preparó una copa… Y justo cuando empezaba a sentirme /
demasiado ni a mí tampoco. Hasta los vómitos eran hermosos como
/ borracho, me dormí; fui y me tumbé en la cama, y ella vino y se /
todo lo demás. Ella era la mujer más guapa del mundo y lo
/ sentó a mi lado. Tenía unas grandes tijeras en la mano y se /
único que quería era demostrarle mi amor. Era todas las mujeres
/ puso a cortarse las puntas del pelo mientras me miraba. Y yo /
reunidas en una, y tenía que hacer algo por ella y en seguida.
/ la miré a ella. Y cerré los ojos y al abrirlos se parecía a /
estaba vomitando en el cuarto de baño. Me levanté y fui
/ Joyce y luego se parecía a Mona y luego… a todas las demás. /
lentamente hasta la ventana y saqué los pies por ella. Me sentí
/ Dijo que la había decepcionado; que me había convertido en un /
un poco despejado. El aire frío. Pero no quería sentir nada
/ hombre como todos los demás. Me decepcionaste, dijo. No eres /
más. Tampoco seguir soportando el peso con el que llevaba
/ diferente que los demás, Fred. Y tienes que pagar como todos /
cargando desde hacía tanto tiempo. Y ella se lo merecía. Así que
/ los demás. Tú no me deseas, cariño. Asentí y ella empezó a /
saqué una pierna. La tenía fuera y me balanceaba en el alféizar.
/ difuminarse y luego, luego bajó las tijeras y luego sonreía otra /
helene apareció a la puerta del cuarto de baño y se reía
/ vez. Aquí mismo, ¿no es mucho mejor? Y entonces se echó a reír /
y no paraba de gritar y de decirme algo que no entendía.

Y me gritaba.

Y me tiré por la ventana.

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