Vampiro Zero (23 page)

Read Vampiro Zero Online

Authors: David Wellington

BOOK: Vampiro Zero
3.68Mb size Format: txt, pdf, ePub

Volvía a ser Malvern, que de algún modo sabía que Caxton había fracasado. Caxton tuvo el impulso de arrojar el teléfono bosque adentro, cuanto más lejos mejor. Pero era propiedad del gobierno y sabía que a Fetlock no le haría ninguna gracia, de modo que optó por apagarlo y se lo guardó en el bolsillo.

Capítulo 32

Como de costumbre, Jameson le había montado un buen jaleo que ella debía arreglar.

Su primera preocupación fue Raleigh. La hermana Margot y unas cuantas chicas la estaban esperando en el vestíbulo principal. Empezaron a formularle todo tipo de preguntas, pero la agente pasó junto a ellas sin ni siquiera mirarlas y siguió por el pasillo, donde había visto a la hija de Jameson por última vez. La chica estaba ahí, acurrucada en una silla de madera. Tenía la cara pálida, con una expresión de pánico, y los puños apretados. Decía que no lograba extender las palmas.

—Tú respira —intentó tranquilizarla Caxton, arrodillada frente a ella—. Respira.

La muchacha sacudió la cabeza con vehemencia. Caxton reprimió el instinto de darle un bofetón. Tenía mucho trabajo que hacer, pero primero necesitaba asegurarse de que Raleigh estaba bien. Trató de imaginarse lo que Glauer habría hecho en una situación como aquélla. A Glauer se le daba mucho mejor tratar con los histéricos.

—Escucha —le dijo—, todo irá bien. Sí. Tu padre quiere convertirte en una vampira, pero...

—¿Que quiere qué? —dijo Raleigh casi sin aliento. Empezó a jadear. Parecía que fuera a darle un ataque.

—Ahora estás a salvo. No va a volver esta noche, te lo prometo. Hasta ahora éste ha sido su modus operando un ataque por noche.

—¿Y mañana por la noche? —preguntó la chica.

—También te protegeré —respondió Caxton.

Aquello no funcionaba. El pánico de Raleigh iba en aumento y nada de lo que decía Caxton parecía ayudar. Regresó al vestíbulo con la intención de pedirle ayuda a la hermana Margot.

—¿Tenía Raleigh alguna amiga de confianza? —preguntó Caxton—. Quiero decir, aparte de Violet —dijo tras mirar el cuerpo que yacía en el suelo—. Alguien tiene que quedarse con ella. No creo que logre conciliar el sueño esta noche. También necesito un par de vasos de plástico o lo que tenga.

Había cartuchos esparcidos por todo el suelo, agujeros de bala en las paredes y, lo que era aún peor, probablemente docenas de balas en el jardín. Tendría que empezar a encontrarlas. En circunstancias normales habría delegado ese trabajo en cualquier otra persona, pero con las chicas merodeando por el vestíbulo, mantener intacta la escena del crimen iba a ser casi imposible. Recorrió el suelo con la mirada, en busca de sus proyectiles, hasta que se dio cuenta de que la hermana Margot no le estaba contestando.

—¿Ocurre algo? —preguntó.

—Usted ha traído la muerte a este lugar sagrado —respondió la hermana Margot—. ¡Váyase inmediatamente!

Caxton se mordió el labio.

La hermana Margot dio una patada en el suelo.

—¡Inmediatamente!

Caxton miró fijamente a la mujer y evaluó la situación.

—Me temo que eso no va a poder ser —respondió.

—Esto es un lugar de curación. ¡De paz! ¡Llevo toda mi vida trabajando para convertirlo en un refugio seguro y usted, en una noche, lo ha estropeado todo!

Lo máximo que pudo hacer Caxton para relajar a la mujer fue no encogerse de hombros.

—Tendré que traer a los forenses para que examinen la escena del crimen, eso nos va a llevar casi toda la noche, luego alguien tendrá que venir a interrogar a todas las chicas que antes salieron al pasillo, para poder determinar a qué hora llegó el vampiro y qué ruta siguió. Finalmente, tendré que...

—¡Violet está ahí, muerta! —gimió Margot.

—Sí. Tengo que ponerme en contacto con sus padres inmediatamente.

—Espero que así sea. Cuando oigan lo sucedido supongo que...

—Tendré que convencerlos para que accedan a incinerar el cuerpo. De lo contrario, el vampiro podrá hacerla volver de entre los muertos en cualquier momento. Mientras tanto, buscaré a un vigilante armado para que controle si el cadáver presenta signos de reanimación.

Habría sido mucho más fácil, sin duda alguna, cortarle la cabeza. Los cadáveres decapitados no podían convertirse en siervos. Pero Caxton se dijo que esa decisión era prerrogativa de la familia.

—Mientras tanto, ¿por qué no manda a las chicas a la cama? Mis agentes no van a estar aquí eternamente. Espero que ya habrán terminado para cuando se despierten por la mañana. Gracias, Margot.

La monja tenía el rostro al rojo vivo. Caxton dio media vuelta y se dirigió hacia la verja, desde donde podría hacer algunas llamadas.

Lo primero era lo primero: mandó emitir un boletín en todos los medios de comunicación para alertar a la población de que había un vampiro suelto, que iba desnudo y que era extremadamente peligroso. Llamó al jefe de la policía local y lo informó acerca del homicidio de Violet para que pudiera abrir el expediente. No es que hubiera mucho que investigar, pero aun así había que seguir todos los trámites burocráticos. Finalmente llamó a Fetlock, o más bien, empezó a marcar su número. Antes de que introdujera la mitad de los dígitos, la llamó él.

—Eh... Hola —respondió a su llamada.

—¿Está muerta? —preguntó Fetlock.

Caxton se frotó el puente de la nariz.

—No. Raleigh... Raleigh está bien. Un poco conmocionada. ¿Cómo lo...?

—Pero Jameson se ha escapado. Lo acabo de ver en el boletín que ha emitido.

Todo el mundo estaba al corriente de la que había organizado. Malvern, Fetlock... ¿Cuánto tardaría Vesta Polder en intervenir?, se preguntó.

—Sí. Sí, se ha largado. Ya se lo explicaré todo más tarde. Oiga, marshal, ¿cómo sabe todo esto? Acaba de ocurrir ahora mismo...

—Le he pinchado el teléfono —le dijo—. Me dio a entender que temía que Jameson iba a atacar esta noche, de modo que me he mantenido alerta, a la espera de los acontecimientos. Espero que no le moleste que escuche sus llamadas.

—No... claro que no —respondió Caxton.

—Es crucial que estemos unidos en este caso. Tendría que haberme llamado antes, cuando estaba planeando su emboscada. Yo podría haber movilizado a un equipo del SWAT, o algo. ¿Por qué no me llamó?

—Imaginé que podía arreglármelas sola —se explicó Caxton.

Para ser sincera, ni se le había ocurrido pensar en Fetlock.

—De acuerdo, la próxima vez será. Ahora dígame qué necesita. Puedo estar ahí en menos de una hora.

Caxton se lo pensó un momento. Pensó en Margot... y en las chicas. El asesinato de Violet las había alterado más de lo que Caxton quería creer. Tendría que intentar ser más sensible, decidió. Eso era lo que Glauer le habría dicho.

—Aquí no se les permite la entrada a los hombres. Tal vez sea mejor que no venga... Aunque sí voy a necesitar a varios agentes que custodien la escena y el cuerpo. Agentes femeninos. —Echó un vistazo al jardín nevado—. Además, aquí hay algunas pruebas. Jameson se dejó la ropa.

—¿La ropa?

No le quedó más remedio que confesarle cómo se le había escapado. Fetlock dijo que vería lo que podía hacer para mandar a agentes femeninos al convento y Caxton colgó. A continuación mandó a casa a los policías con los que había preparado la emboscada. Les agradeció efusivamente su ayuda y se alegró al ver que se marchaban ilesos. Pero entonces uno de ellos se volvió. Se trataba de un agente joven con expresión seria. Llevaba el uniforme impoluto y tenía los ojos muy despiertos, a pesar de lo avanzado de la hora. Esperó pacientemente a que ella despidiera con un gesto a los coches que se alejaban, y acto seguido se le acercó. Tosió discretamente tapándose la boca con la mano y luego se puso en posición de firmes hasta que la agente lo miró a los ojos.

—Disculpe, agente —dijo.

—Descanse —le respondió—. ¿Tiene algo que decir?

El chico afirmó con la cabeza y se relajó un poco.

—Le he dado —Jijo.

Caxton se encogió de hombros.

—Yo también. Varias veces.

El policía frunció el ceño.

—Señora, con todos mis respetos... usted sólo logró ralentizarlo un poco. Antes hemos estado comentando entre todos que tal vez era resistente a las balas. A lo mejor por algún mecanismo mágico. Pero yo salgo a cazar desde que era un niño y sé cuándo le he dado a un animal o a la diana. He visto su sangre. Sólo quería que lo supiera. No es invulnerable a las balas, o como mínimo no totalmente.

Caxton lo miró con los ojos muy abiertos.

—¿Ha visto su sangre?

—He visto cómo se giraba hacia la izquierda y alzaba el brazo, así —dijo, repitiendo el gesto—. Entonces la sangre ha empezado a manar de la herida. No mucha, pero sé cuándo he tocado a alguien.

—Muchas gracias, agente. Eso es una buena noticia.

Y lo era. Lo mandó a casa. Le había proporcionado una información sobre la que reflexionar. Hasta ahora ella había sido incapaz de rasgarle la piel con sus disparos. Si el joven policía había logrado hacerlo sangrar... tal vez aún había esperanzas.

Hizo lo que pudo para proteger la escena del crimen, luego se dirigió a su coche, se sentó y se preparó para esperar la Brigada Científica de Fetlock. El sol empezaba a bañar de luz las copas de los árboles cuando la unidad se presentó, o mejor dicho, cuando la forense especialista llegó, ya que se trataba de una sola mujer. Tenía unos cincuenta años, una melena rubia, despeinada, y ojeras. No le había hecho mucha gracia que la sacaran de la cama para que fuera a echar un vistazo a unas piezas de vestir roñosas.

—¿Hay un cuerpo dentro? —preguntó, poniéndose unos guantes de látex—. ¿Quiere que me encargue del cuerpo, también?

—Aún no he recibido órdenes del juez de instrucción, de modo que todavía no podemos trasladarla. Estoy pendiente de hablar con su familia para incinerarla.

La forense resopló.

—Es difícil obtener algo útil de cenizas. Aunque la incineración no es tan definitiva como la gente se cree. Tras la cremación, quedan restos de partículas, algunas de ellas identificables. Se pueden recuperar los dientes, y a veces los empastes no llegan a fundirse, así que se pueden comparar historiales dentales. Los clavos de titanio, las prótesis de rodilla de teflón, todo eso se conserva.

—Ya hemos identificado el cadáver.

La mujer se encogió de hombros.

—¿Quiere echarle un vistazo? —le preguntó Caxton.

La acompañó al vestíbulo, donde Violet yacía en el suelo, como si se hubiera caído.

—Un ataque vampírico —dijo la especialista, tras examinar el cuerpo durante un rato—. Más violento que los otros que he visto. Esto no fue premeditado.

—No —corroboró Caxton—. Oiga, yo estuve aquí. Todo eso ya lo sé. ¿Cree que podría proporcionarme alguna información útil?

La especialista resopló de nuevo.

—Tal vez. Esto no es una ciencia exacta, agente.

—Agente especial. Vamos a examinar la ropa. —Acompañó a la especialista al jardín—. Nadie la ha tocado. Yo misma me encargué de ello.

—Bien. Para serle sincera, las fibras son mi especialidad —confesó la forense.

Caxton suspiró aliviada. Así pues, Fetlock había mandado a la persona idónea para el trabajo. En la escena no habría huellas, ni muestras de ADN. Los vampiros nunca dejaban esas pistas, jamás. Las fibras, en cambio, eran harina de otro costal: cualquier persona que llevara ropa dejaba fibras por donde pasaba.

La especialista echó un vistazo a la ropa, luego examinó algunos hilos sueltos con una lupa de joyero.

—Me parece que puedo confirmar que encaja con lo que vimos en el hotel. Tres tipos de fibras. Dejé un informe para su oficial de enlace.

—Sí, lo tengo —dijo Caxton.

—Sí. La chica no estaba en la jefatura de policía cuando llegamos, por lo que tuvimos que dejar el informe al sargento de la recepción. Luego ella ni tan sólo se puso en contacto conmigo para confirmar que lo había recibido. Eso no es nada profesional. ¿Quiere que le dé un consejo? Despida a esa imbécil. Tiene usted a patólogos forenses de verdad en Harrisburg. Cualquiera de ellos lo haría mejor.

La mujer estaba hablando de Clara. Caxton se mordió la lengua.

—Bueno, me encargaré de realizar las comparaciones pertinentes, pero de modo provisional le diré que nos encontramos delante de las mismas tres fibras. Algodón, nailon y Twaron.

—¿Qué coño es el Twaron? —preguntó Caxton. Llevaba todo el día preguntándoselo.

La especialista cogió la camisa y la desabrochó. Debajo había otra capa de tela, una especie de chaleco. Separó el chaleco y se lo pasó a Caxton, que lo alcanzó al vuelo. Era mucho más pesado de lo que esperaba y a punto estuvo de caérsele al suelo. Al apretarlo con la mano, supo enseguida de qué se trataba.

—El Twaron es una fibra sintética que le hace la competencia al Kevlar —aclaró la especialista— Se utiliza, básicamente, para confeccionar los chalecos de la policía. Su vampiro llevaba un chaleco antibalas.

Capítulo 33

Unas horas después, Caxton soltó el chaleco encima de uno de los pupitres de la sala de reuniones. Glauer se lo quedó mirando como si éste tuviera escrito algún mensaje secreto, algo que tal vez lograría descifrar si lo observaba fijamente.

—Es un chaleco antibalas modelo IIIA —dijo Caxton—. El mismo que usa la policía. Las fibras de Twaron entretejidas reducen el impacto de las balas. —Golpeó el chaleco con los nudillos, justo en el lugar que coincidía con el corazón—. Y aquí está la placa de metal, por si algo logra traspasar las fibras. Esto detiene el impacto de cualquier tipo de bala de revólver: 38 Special, 44 Magnum, y cualquier otra munición de 9mm que se le ocurra, incluyendo los cartuchos Parabellum que yo uso.

Glauer ladeó la cabeza.

—Entonces cuando le disparó, aunque fuera a boca de jarro...

—Probablemente lo notó, pero no lo hirió —dijo Caxton, sacudiendo la cabeza—. Si a eso le añades la resistencia que un vampiro presenta de por sí... La verdad, no estoy segura de qué podría matarlo.

—Hostia —se le escapó a Glauer. Era difícil oírle una palabrota a Glauer—. Estoy muy desconcertado. Se lo quitó en medio de un tiroteo. ¿Por qué?

—Ya no le estábamos disparando con balas de revólver. Una bala de rifle atravesaría este tejido como si de un pañuelo de papel se tratara —explicó, señalando con el índice un agujero en la parte izquierda del chaleco, a la altura del riñón.

El policía con el que había hablado tras la emboscada tenía razón: había alcanzado a Jameson, pero no en su punto vital.

Other books

How I Killed Margaret Thatcher by Anthony Cartwright
Lassoing His Cowgirl by Steele, C.M.
Love Birds of Regent's Park by Ruth J. Hartman
Now You See It by Jane Tesh
Shuck by Daniel Allen Cox
All A Heart Needs B&N by Barbara Freethy
Demon by Erik Williams