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Authors: Gabriel Bermúdez Castillo

Tags: #Ciencia Ficción

Viaje a un planeta Wu-Wei (54 page)

BOOK: Viaje a un planeta Wu-Wei
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»Los miembros de la tripulación de la nave, o por mejor decir del Crucero estelar Terratransformador ETSS 1194 "Athelstane" fueron seleccionados cuidadosamente, incluyéndose los cónyuges y la descendencia. Por ciertos motivos que no sabíamos, la tripulación de la ingente nave debía componerse de familias completas… Comenzaron a filtrarse nuevamente rumores. La "Athelstane" no regresaría jamás a la Tierra; por eso se desplazaban grupos familiares enteros; su misión estaba relacionada con el misterioso enemigo; por eso se guardaba la reserva más absoluta… Incluso el general comandante de la astronave, el Ritter Baldur von Graffenfried, un hombre del espacio de la más vieja escuela germánica, soltero, formado en la base astronaval de Kiel, fue autorizado a llevarse a Otto, el criado que le había servido durante toda su vida.

»La tripulación de la nave ascendía a ochocientas mil personas, de las cuales la mitad, aproximadamente, eran personal en servicio, y el resto familiares. En el astropuerto de Posenleven se cargaban complejas maquinarias, implementos en número inconmensurable, cantidades ingentes de alimentos… Las diversas secciones de la nave, orbitando en ese momento alrededor de la esquilmada Tierra, trazaban una sombra sobre ella cuanto se interponían ante el sol… Incluso en estos tiempos de medidas sin medida, y de límites sin limitación, las dimensiones de un Crucero Terratransformador eran algo casi inconcebible. Los astropuertos de Jaangarra (Australia), Suenhoffen (Alemania) y Hoboken (EE.UU.), y menciono las antiguas denominaciones territoriales por un cierto sabor camp que no puedo evitar, enviaban implemento y carga a toda velocidad a las diversas secciones…

»Hubo un día que la "Athelstane" estuvo completa, y que las ochocientas mil almas que iban a bordo se prepararon para partir. Eran seleccionadas; no voluntarias; eso ya no se estilaba. Era nuestra obligación dar todo nuestro esfuerzo para que la Tierra y los hombres continuaran su carrera sin límites… Los últimos rumores hablaban de una batalla formidable en las cercanías de Tricerel V, y de cómo de nuevo el hombre había visto su orgullo por los suelos ante su extraño enemigo… Pero comenzaba a haber, por lo visto, un rayo de esperanza… esta vez las pérdidas no habían sido tan inmensas como en la ocasión anterior, y por otra parte se susurraba en voz muy baja que la "Athelstane" emprendía un viaje que tenía por objeto resolver para siempre el problema…

»La "Athelstane" partió, y nada diré del viaje. Fue uno más de los viajes estelares, que para aquél que los haya hecho, es sabido que carecen de todo interés. Por muy enorme que la nave sea, y la nuestra era una de las más enormes jamás construidas, la travesía es aburrida, el aire huele mal, la comida es poco variada, y la disciplina extremadamente rígida. Y más aún bajo el general Von Graffenfried, que no en vano había sido elegido para su puesto de comandante de la nave. El Almirantazgo, o cualquiera que sea su nombre (pues nadie sabía muy bien quién nombraba a nadie para cualquier puesto) había dicho que "no había nada mejor que un militar de la vieja escuela alemana para comandante Jefe de un astronave".

»Sin embargo, eso no preocupó mucho a nadie, pues todo ese conjunto de cosas quería decir que la vida en la nave era muy similar a la que llevábamos en la Tierra. Ni la comida, ni los cubículos, ni el mal olor eran diferentes. Solamente el toque de queda y los continuos registros eran algo distinto de lo que sucedía en nuestro planeta natal. Me pregunto ahora por qué misteriosa razón todos los integrantes de la tripulación éramos nativos de la Tierra… no se habían admitido los nacidos en otros planetas, por muy humanos que fuesen. Misterios de la administración.

»A mitad del viaje (habían transcurrido solamente tres años desde la partida) el general Von Graffenfried convocó una reunión en la cámara de mando. Asistieron los primeros oficiales, entre ellos Jorge de Belloc, tercer oficial, ascendiente tuyo… Se abrió el pliego de instrucciones, mientras el anciano Otto, realizando algo que era extraordinario, conocido el carácter de su amo, servía a todos minúsculas raciones de una bebida alcohólica. No obstante, esto era algo tan poco frecuente, que ese inusitado lujo fue recibido con extraordinaria alegría. El general extrajo el sellado pliego de instrucciones y manifestó secamente a todos que su deber, en este momento, era abrirlo y comunicar a la oficialidad de la nave el contenido, por si cualquier desgracia les privaba de su mando.

«Lentamente, mientras los veintitrés jefes de las distintas secciones permanecían silenciosos, el general abrió el gran sobre lacrado. En la Tierra les gustaban todavía estas antigüedades. Hubieran podido consignar las órdenes en un microfilm, o en un punto microscópico, o en una grabación magnética, o en una vibración láser, pero no lo hicieron así. Tuvieron que utilizar un sobre, escribirlas a mano con una vieja pluma, y lacrarlas con el pesado sello ornado del escudo mundial: la estrella y la espada.

»—Ninguno de ustedes sabe, caballeros —dijo el general— que nos dirigimos al cúmulo globular de Virgo… eso no es muy explicativo; pero básteles saber que nuestro rumbo ha sido trazado con exactitud por el Almirantazgo… Nuestra misión es sencilla… debemos buscar un sistema solar habitable, y dentro de éste un planeta que lo sea a su vez, y una vez allí, comenzar nuestra acción. La Humanidad se encuentra en este momento en un peligro importante motivado por ciertos encuentros estelares, de los cuales el último ha dado lugar a la sangrienta batalla de Tricerel V… Los analizadores de primer orden de nuestro planeta, trabajando conjuntamente con los de los sistemas estelares más próximos, han determinado que un cierto tipo de arma puede permitirnos la destrucción total del enemigo… En las cavidades de carga de la ETSS 1194 se halla almacenada esa arma, con todo lo preciso para su montaje… Nuestra misión es doble. Por una parte, hallar un planeta útil, establecemos en él, montar el arma, que ocupará unos cuatro mil kilómetros de longitud, incluyendo secciones de la misma nave, y esperar instrucciones del Almirantazgo… Cuando el arma funcione, extraerá toda la energía del planeta y del mismo sol del sistema, pero algo que no sé definirles, algo tan potente como las mismas estructuras del universo, cruzará el éter y aniquilará esa potencia maligna… Por otra parte, si la Humanidad es derrotada antes de que podamos establecernos, nuestra tribulación formará el núcleo de una nueva Humanidad que continuará la lucha contra el enemigo. Ha sido seleccionado uno de los sistemas del cúmulo globular de Virgo, el denominado Estromidor VI, como lugar más adecuado… De momento, nos dirigimos a él, sin perjuicio de elegir otro si ello es preciso. Huelga decir que un arma tan aterradora no podía operar dentro del ámbito de acción del hombre, pues es posible que sus efectos destruyan varios sistemas estelares completos incluyendo esta misma nave y su tripulación… Sé que si es así, ustedes, caballeros, y sus familias, darán con gusto sus vidas para la salvación del género humano. Esto es todo; nos quedan tres años de viaje. Retírense y no hagan ninguna pregunta. Volveré a verles cuando hayamos tomado tierra.

»Y así pasaron otros tres años. De la Tierra no llegaba ninguna comunicación, pues las transmisiones estaban intencionadamente cortadas con objeto de que el maligno enemigo no pudiera rastrear nuestro desplazamiento. A medida que nos acercábamos a nuestro destino los comentarios iban haciéndose más intensos, sin sobrepasar nunca lo previsto por los reglamentos. Sin embargo, nadie hablaba de la belleza de las estrellas, ni de la profundidad del negro espacio, pues la nave era totalmente ciega, y solamente una pequeña ventana de cuarzo, en la cámara de mando, permitía observar el exterior. Se pasaban antiguas películas, repetidas una y otra vez (la filmoteca de la nave era muy pobre), se escuchaba música, y se leía mucho, pues por contra se habían traído ingentes cantidades de libros.

»Un día se filtró el rumor de que estábamos a la vista del sistema solar de Estromidor VI… Sí, había un planeta, el tercero, que era habitable. Sí; el contenido de oxígeno era suficiente; la gravedad, 0'9 de la de la Tierra; la inclinación de la eclíptica, de tres grados con respecto al plano de giro del planeta, lo que significaba que no habría estaciones, o apenas. A medida que nos acercábamos, y ahora la cosa ya no se medía por años. sino por días, los datos que se comentaban en las cantinas y comedores iban creciendo en exactitud… Radio del planeta, cinco mil cuatrocientos dieciocho kilómetros… Dos grandes continentes… y luego ¡no, no! Eran tres, dos de ellos casi juntos, uno en el hemisferio norte y el otro en el hemisferio sur, y un tercero, separado de los demás… La imaginación popular trazó incluso mapas; llamó Europa al continente Norte; África al continente Sur, y Pequeña América al que se hallaba separado de los otros. Estos nombres perdurarían más adelante…

»Un día fatal la nave se estabilizó sobre el planeta, a distancia de órbita fija, y permaneció allí, girando, mientras los estudios sobre Estromidor VI, continuaban. Se decía que el continente denominado Europa, que ocupaba una porción irregular desde el polo norte hasta el ecuador, era rico en bosques, valles de buena tierra cultivable, con abundantes ríos y cascadas… Montañas de extraordinaria altura alzaban sus cimas nevadas hacia las más altas capas de la atmósfera… África, que ocupaba parte del hemisferio sur se hallaba cubierta de selvas, con desiertos, zonas sin agua, volcanes y escasos montes… Europa no era demasiado rica en minerales, así como África. En cambio, la Pequeña América, de forma irregular casi elíptica, poseía una gran riqueza mineral… La corteza de Estromidor era pobre en litio; rica en mercurio, que se hallaba en bolsones, en estado nativo… Las temperaturas medias de Europa, donde se había decidido instalar el arma, oscilaban entre 17° en invierno y 24° en lo que podía llamarse verano, habiendo poca diferencia dada la escasa inclinación de la eclíptica. Pero es mejor que tú mismo lo veas, tal como un día se nos mostró a todos en las pantallas de la nave "Althelstane"…

La imagen del anciano fue sustituida por la de un planeta girando sobre el negro cielo. Era azul y verde, con los continentes desdibujados por los arrancamientos de las masas nubosas que se agarraban, como escamas blancas, a las cimas de las montañas. Era verdaderamente bello; un ligero aumento hizo ver algún gran bosque, desfiladeros, valles, aguas tumultuosas…

Sergio miró a su primo. Estaba rígido, con los ojos muy abiertos, fijos en un punto indefinido del espacio. «Alberto» —susurró—. «Alberto». Su primo no le contestó, permaneciendo en la misma postura, con las manos fuertemente asidas a los brazos del polvoriento sillón, el rostro alterado, los miembros tetánicamente tensos. El mismo se sentía angustiado, escuchando las revelaciones del anciano; continuamente su espíritu consciente se veía obligado a luchar para admitir estas explicaciones, como si fueran algo obsceno y horrible que la mente humana no pudiera escuchar… Un ligero sudor frío le cubría, y su estómago estaba atenazado por una desagradable sensación de vértigo.

—Ignoro —continuó el anciano— si a estas alturas habrás podido soportar lo que estoy diciendo… o si por el contrario te has refugiado ya en un estado catatónico que te impedirá recordar ninguna de mis palabras. Pero la promesa hecha a Jorge de Belloc debe cumplirse, y aun cuando yo no sea. ningún técnico de ninguna clase, voy a hacerlo lo mejor que pueda. Acabas de ver el maravilloso planeta que la suerte y el Almirantazgo nos habían deparado… Era total y perfectamente habitable, pero ninguno de los tripulantes de la nave pensábamos en nada, absolutamente en nada, con respecto a él… Aún conservábamos la preocupación que se había sentido cuando la nave atravesó, con grandes dificultades, la extraordinaria zona de asteroides que rodeaba el sol de Estromidor, en una órbita más externa que nuestro planeta… Había una verdadera capa de asteroides danzando en el espacio, como una envoltura que rodease aquel maravilloso mundo… Ricos en toda clase de minerales, según revelaron los detectores de la nave; suficiente para ser explotados durante casi milenios…

«Llegó el día en que, concluidas las investigaciones necesarias, las secciones terratransformadoras de la nave descendieron a la superficie del planeta. De momento, no sucedió nada. Su misión era establecer las denominadas columnas de aterrizaje a intervalos regulares, sobre el continente llamado Europa. Te encuentras ahora dentro de una de ellas, la primera. Dada la imposibilidad de que la nave aterrizase en una sola sección, en virtud de su descomunal tamaño, cada una de las columnas, construida del material más adecuado, según rígidas especificaciones de los ingenieros terrestres, tenía por misión recibir una de las secciones en que la nave se dividiría antes de tomar tierra. Cada una de estas secciones o fragmentos era un mundo aparte, con energía, motores, mandos y ordenadores de toda clase, así como implementos y suministros suficientes… Pero la columna en que estás ahora, situada en el extremo sur de Europa, no lejos de lo que mentes retorcidas dieron en llamar el estrecho de Gibraltar, era diferente. Las demás solamente servían de sustentación; eran macizas. Esta, no. Era hueca y en su interior habrían de instalarse todos los controles y mandos de la poderosa arma que en su día habría de funcionar contra el enemigo desconocido, lanzando a través del éter su mortal y ciclópea radiación… Por ello, en esta columna se asentaría precisamente la Sección de Mando de la Nave o Sección Central…

»Las unidades terratransformadoras debieron hacer un buen trabajo, porque las columnas se acabaron con gran rapidez. Pero nuevos rumores, y nuevos hechos continuaron apareciendo, como si fueran el borde del iceberg sumergido en el agua helada de los polos. Se hablaba de misteriosos alaridos que se escuchaban durante la construcción de las columnas; de lugares a los que los hombres ocupados en la enorme obra no querían acercarse… ¿Por qué? Pues porque, al parecer, algo como una potente sensación de malignidad amenazadora emanaba de ellos… Entonces no sabía lo que era; luego lo aprendí, como lo hicieron muchos. Y habían hechos; de contrabando, subrepticiamente, sin saber muy bien cómo, llegaban del planeta trozos y fragmentos que nos ayudaban a saber cómo era… Una rama de árbol, con hojas y flores… Una fruta de delicioso sabor y fresco jugo; un guijarro, veteado hermosamente en tonos rojo y crema… un puñadito de arena… un auténtico frasco de agua de río… una fotografía de un valle, de un río, de un bosque… Estas cosas circulaban a escondidas entre los que aún nos hallábamos en las secciones de carga, y en los módulos de mando… Creo que el general sabía algo de esto, pero que prefirió darlo por no sabido, porque de ser así, su innata disciplina le hubiera obligado a tomar muy serias medidas. Debo decir que en el fondo, el Ritter Baldur Von Graffenfried no era un mal hombre. No. Lo único que le sucedía era que su vida era, y había sido siempre, la disciplina y el cumplimiento de las órdenes; no conocía, ni quería conocer, cosa distinta a eso. Por ser así, ni había conocido mujer, ni bebía, ni fumaba, ni mantenía lazos familiares, salvo su anciano criado, si es que se puede llamar eso lazo familiar. Era parco en el comer, vivía con pobreza espartana (un humilde catre en una pequeña habitación) y carecía totalmente de cualquier tipo de entretenimientos. Sus únicas lecturas eran los Reglamentos Espaciales, y buen número de libros sobre grandes figuras militares del pasado… En cierto aspecto, el Ritter tenía algo de admirable, pero al estilo de una máquina que funciona perfectamente, sin fallos y sin debilidades de ninguna clase. No cabe duda de que fue ése el motivo por el que se le designó para este puesto.

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