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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, Policíaco

Área 7 (13 page)

BOOK: Área 7
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Se encontraban en una habitación amplia y oscura. Había jaulas alineadas en tres de las paredes, jaulas de aspecto siniestro, con barrotes de acero incrustados en paredes de sólido hormigón. En la cuarta pared había unas jaulas de aspecto más moderno: eran jaulas que llegaban hasta el techo, de fibra de vidrio transparente y llenas de agua negra como el carbón. Janson no fue capaz de ver lo que había en el interior de aquellas aguas oscuras y agitadas.

Un gruñido hizo que se diera la vuelta.

Había algo muy grande dentro de una de las jaulas de acero a su derecha. Con la tenue luz de aquella mazmorra, solo pudo discernir una forma grande y peluda moviéndose tras los gruesos barrotes.

Entonces se oyó un chirrido terrible procedente de la jaula, como cuando alguien pasa las uñas por una pizarra.

El agente especial Curtís se acercó a la celda y asomó la cabeza por entre los barrotes.

—No se acerque mucho —le avisó Janson.

Demasiado tarde.

Un rugido espeluznante llenó la mazmorra cuando una enorme cabeza negra (una borrosa combinación de pelo, ojos salvajes y dientes de quince centímetros) surgió de detrás de los barrotes y se abalanzó sobre el desventurado agente.

Curtís cayó hacia atrás, aterrizando sobre su trasero mientras el animal (fuera de sí, violento, frenético) intentaba alcanzarlo con sus garras, contenido tan solo por los barrotes reforzados de la jaula.

Concluido el amago de emboscada, Janson pudo contemplar mejor al animal.

Era enorme, de al menos dos metros setenta de altura, cubierto de oscuro pelaje. Parecía totalmente fuera de lugar en una celda de hormigón subterránea.

Janson no podía creerse lo que estaba viendo.

Era un oso.

No parecía muy contento. Su pelaje estaba enmarañado y apelmazado, grasiento, y tenía heces pegadas al pelaje de sus cuartos traseros, lo que hacía que el mayor carnívoro vivo del mundo pareciera una especie de monstruo salido de alguna película de terror.

Las otras tres jaulas de la pared norte contenían más osos: cuatro hembras y dos cachorros.

—Dios mío… —acertó a decir el presidente.

—¿Qué demonios ocurre en este lugar? —susurró Julio Ramondo.

—No me importa lo más mínimo —dijo Janson mientras tiraba del presidente hacia una puerta maciza situada en la parte más alejada de la habitación—. Sea lo que sea, no podemos quedarnos aquí.

El hangar del nivel 1 estaba en completo silencio.

El enorme avión se hallaba en el centro del hangar, rodeado por los soldados del séptimo escuadrón.

—Esta no es la situación que esperaba —dijo Schofield.

—¿Cómo saben que estamos aquí? —preguntó Madre.

Gant miró a Schofield.

—Supongo que una base como esta estará hasta arriba.

—Cierto —dijo Schofield.

—¿De qué estáis hablando? —dijo Madre.

—Cámaras —dijo Schofield—. Cámaras de vigilancia. En algún lugar de esta base, alguien está en una habitación mirando los monitores y diciéndoles a esos tipos dónde estamos…

¡Plof!

Se oyó un golpe sordo procedente del exterior.

Gant miró por la ventanilla de la salida de emergencia.

—¡Mierda! ¡Están en el ala!

—¡Dios! —dijo Schofield—. Se dirigen a las puertas.

Miró a Gant.

—Van a asaltar el avión —dijo.

Parecían hormigas trepando por un avión de juguete. Ocho hombres del séptimo escuadrón, cuatro a cada lado, acechándolos desde las alas del Boeing 707.

El capitán Luther Pitón Willis, al mando de la tercera unidad del séptimo escuadrón, la unidad Charlie, observaba desde el suelo del hangar cómo sus hombres avanzaban por las alas del avión estacionado.

—Los Avenger están en camino —dijo su sargento maestre.

Pitón no dijo nada, tan solo asintió con frialdad.

En el interior del AWACS, Schofield echó a correr por el pasillo central para comprobar los puntos de entrada traseros del avión. Gant y Lumbreras vigilaban las salidas de emergencia.

—¡Aquí no hay nadie! —gritó Schofield desde la sección posterior del avión, donde había dos salidas de emergencia—. ¡Zorro!

—¡Cuatro en el ala izquierda! —gritó Gant.

—¡Cuatro en la derecha! —dijo Lumbreras.

—¡Madre! —gritó Schofield.

No respondió.

—¡Madre!

Schofield atravesó a grandes zancadas la cabina principal en dirección a la parte delantera del avión.

Ni rastro de Madre. Se suponía que tenía que vigilar los accesos delanteros: la puerta para el lanzamiento en paracaídas de la cabina de mando y las escotillas del techo situadas encima de los asientos eyectables de los pilotos.

Mientras corría, Schofield miró a través de la ventanilla más cercana y vio a los soldados armados en el ala izquierda.

Frunció el ceño:
¿qué están haciendo ahí?

No podían irrumpir sin más por los accesos de las alas. A pesar de ir armados solamente con pistolas, Schofield y sus marines podían repeler un ataque desde un punto de acceso tan reducido.

Fue entonces, sin embargo, cuando vio los Avenger a través de la ventanilla de la puerta lateral del Boeing 707.

Eran dos y habían accedido al hangar desde la rampa de acceso para vehículos situada al extremo este del nivel.

El vehículo Avenger es un Humvee modificado. Se trata de un sistema de misiles montado sobre la estructura básica de un Humvee y consta de una torreta acorazada con dos lanzamisiles, provistos de cuatro misiles tierra-aire Stinger cada uno. En la parte inferior de estos lanzamisiles hay también un par de potentes ametralladoras del calibre 50. Básicamente, se trata de un sistema antiaéreo de elevada eficacia y movilidad.

—Bien, ya sé qué van a hacer —dijo en voz alta Schofield.

Iban a volar el avión con los Stinger y después, aprovechándose de la posterior confusión, irrumpirían en el interior.

Buen plan
, pensó Schofield. Y de lo más doloroso para sus tres marines y para él.

Los dos Avenger se separaron conforme avanzaban por el suelo del hangar, uno en dirección al flanco derecho del AWACS y el otro al izquierdo.

Schofield los vio avanzar hasta desaparecer de su campo de visión.

Mierda.

Tenía que hacer algo, y rápido.

¡Bruuum!

Los motores dispuestos en las alas del AWACS cobraron vida. En el espacio cerrado del hangar, el ruido fue ensordecedor.

Schofield se volvió.

—Madre —dijo.

* * *

Los Avenger se detuvieron a ambos lados del avión justo cuando el enorme Boeing 707 echó a rodar hacia delante y sus motores llenaron el hangar de llamas y un estruendo atronador.

Con el repentino movimiento del avión, los ocho hombres subidos a las alas perdieron el equilibrio.

Schofield corrió a la cabina de mando.

Madre estaba sentada en el asiento del capitán.

—¡Eh, Espantapájaros! —gritó por encima del ruido—. ¿Qué tal un paseíto?

—¿Has pilotado alguna vez un avión, Madre?

—¡Vi a Kurt Russell hacerlo en una película! Qué demonios, no puede ser muy diferente a conducir el camión de dieciocho ruedas de…

Una ráfaga de disparos impactó en el parabrisas de la cabina del piloto, haciéndolo pedazos. Miles de trozos de cristal salieron despedidos por todas partes. Algunos de los disparos impactaron en el techo.

Entonces Schofield vio que uno de los Avenger se detenía a la izquierda del avión; observó que sus lanzamisiles apuntaban hacia arriba, preparándose para disparar a la cabina del piloto.

—¡Madre! ¡Rápido! ¡A la izquierda! —gritó.

—¿Qué? —Si iban hacia la izquierda chocarían con el Avenger.

—¡Hazlo! —Schofield saltó al asiento del copiloto y con los controles de mando (accionados por pedales) la obligó a virar, al mismo tiempo que los propulsores ganaban intensidad.

El avión respondió al instante.

Alcanzó velocidad y comenzó a girar bruscamente hacia la izquierda, ¡directo al Avenger!

Los hombres del séptimo escuadrón a bordo del Avenger vieron lo que iba a ocurrir.

Abandonaron todo esfuerzo de hacer blanco con sus Stingers y se tiraron del vehículo un instante antes de que las enormes ruedas del Boeing impactaran en la parte delantera del Avenger, aplastándolo como si de una lata se tratara y pasando por encima de lo que quedaba de él, como un camión monstruo en una carrera de coches.

—¡Yijaaaa! —gritó Madre mientras el avión rebotaba sobre los restos del Humvee.

—Esto no ha acabado aún —dijo Schofield—. Todavía queda otro allí fuera. ¡Zorro! ¿Dónde está el otro Avenger?

Gant y Lumbreras seguían en la cabina principal del AWACS, cubriendo las salidas de emergencia de las alas a ambos lados del avión; Gant con su MP-10, Lumbreras con la Beretta.

—¡Está detrás de nosotros, a la izquierda! —gritó Gant. Desde su ventanilla, vio al Humvee cerca de la pared norte, con sus lanzamisiles en posición de lanzamiento. Entonces, sin previo aviso, se levantó una nube de humo procedente de uno de los lanzamisiles.

—¡A cubierto! —gritó—. ¡Han lanzado un misil!

En ese mismo instante se produjo una explosión terrible y todo el avión se estremeció violentamente, como si las ruedas se hubieran levantado del suelo.

El humo entró en la cabina principal desde la parte trasera cuando el avión volvió a aterrizar en el suelo y su suspensión se sacudió.

—¡Ha alcanzado la cola! —gritó Gant.

Era mucho peor que eso.

El segundo Avenger había reducido la sección de cola a un agujero humeante. La aleta de cola del avión yacía rota en el suelo del hangar, completamente separada de este.

El AWACS siguió girando en círculo, con sus enormes ruedas rodando a gran velocidad, al mismo tiempo que era atacado por una ráfaga continua de disparos por parte de los soldados del séptimo escuadrón apostados por todo el hangar.

En el enorme espacio del hangar subterráneo, el movimiento del avión resultaba casi cómico: ver algo tan grande y pesado moviéndose con semejante rapidez y temeridad era digno de contemplar.

El avión giró ciento ochenta grados y la punta de su ala derecha rebotó contra un costado del SR-71
Blackbird
. En esos momentos estaba justo en dirección contraria a como había estado estacionado, con lo que la parte posterior quedaba expuesta al fuego de los soldados del séptimo escuadrón.

Las balas barrieron el interior de la cabina central, impactando en el techo y las paredes. Gant y Lumbreras se tiraron al suelo mientras trozos de plástico y revoque caían sobre ellos.

—¡Joder! —gritó Lumbreras—. ¡Esto no te lo enseñan en Parris Island!

Libro II también estaba moviéndose con rapidez.

Descendió rápidamente por uno de los cables de contrapeso que recorrían uno de los lados del hueco del ascensor de personal. Calvin, Elvis y Sex Machine se deslizaron por los cables tras él y comenzaron a descender por el hueco.

Tras lograr evitar los disparos de los soldados del séptimo escuadrón, en esos momentos tenían que encontrar una manera de salir del hueco del ascensor antes de que los soldados sortearan la barrera que el ascensor conformaba en esos momentos entre ellos.

Libro II se detuvo delante de un par de puertas exteriores marcadas con un «1» pintado en negro e inmediatamente oyó el ruido amortiguado de un tiroteo (disparos de ametralladoras, explosiones, chirridos de llantas).

—Esta mejor no —dijo Calvin Reeves cuando se situó junto a Libro II—. Probemos la siguiente. Siguieron descendiendo.

En el interior del hangar, Pitón Willis observaba cómo el AWACS giraba a gran velocidad alrededor del hangar.

A continuación dijo por el micro del casco en un tono desprovisto de emoción alguna:

—Avenger Dos. Vaya a por la cabina de mando. Dos misiles.

En la cabina de mando del AWACS, Schofield pisó los pedales de control.

—¡Madre! —gritó—. ¡A la cabina principal! ¡Ve a la cola y asegúrate de que no entre nadie! ¡Yo me encargo de pilotar el avión!

Madre cogió su M-16 y salió de la cabina de mando.

Mientras se marchaba, Schofield vio al segundo Humvee aparecer delante de él, por la pared norte. El vehículo giró con gran rapidez y se colocó en posición de disparo.

Schofield pulsó el intercomunicador del avión.

—¡Lumbreras! —La voz de Schofield resonó por los altavoces del avión—. ¡Active contramedidas electrónicas!

En la cabina principal, Lumbreras alzó la vista al oír la voz de Schofield.

—¡Oh, sí, por supuesto!

—¿De qué está hablando? —gritó Gant cuando Madre se unió a ellos en la cabina principal.

Pero Lumbreras ya estaba abalanzándose sobre una de las consolas. Se sentó y comenzó a teclear con rapidez.

Gant miró a través de la ventanilla de la salida de emergencia y vio las paredes del hangar y el Humvee que quedaba deteniéndose junto a la pared norte y preparándose para disparar otro de sus misiles.

—¡Van a dispararnos de nuevo! —gritó.

—Lumbreras… —dijo la voz expectante de Schofield por los altavoces.

Lumbreras seguía tecleando con rapidez. Las palabras «Emisor MF» aparecieron en su pantalla.

—¡A cubierto! —gritó Gant.

De los lanzamisiles del Humvee salieron dos nubes de humo…

En el mismo y preciso momento en que Lumbreras pulsó la tecla «Enter».

Dos Stinger salieron disparados de los lanzamisiles de la parte trasera del Humvee, dejando una estela gemela de humo tras de sí. Iban directos a la sección delantera del avión, volando en perfecta formación.

Y entonces, de repente, los Stinger se volvieron locos.

A pesar de que los misiles buscan fuentes de calor, se vieron afectados por las poderosas contramedidas antimisiles del AWACS, que perturbaron sus sistemas electrónicos, desbaratando sus sistemas lógicos internos. Fue como si una onda de ruido electrónico imperceptible lanzada desde el domo rotativo del AWACS hubiera impactado en los dos Stinger.

Los dos misiles respondieron en consecuencia.

Se volvieron locos.

Rompieron la formación al momento. Uno comenzó a girar frenéticamente a la derecha y el otro torció a la izquierda. El de la derecha pasó pegado a la parte inferior del avión, que seguía girando, mientras el de la izquierda lo pasó por encima.

Desde la cabina de pilotaje del avión Schofield observó impresionado cómo uno de los misiles pasaba por el morro del avión y luego regresaba hacia el Humvee que lo había lanzado.

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