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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, Policíaco

Área 7 (11 page)

BOOK: Área 7
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—Joder… —dijo Lumbreras.

—¿Qué ocurre? —dijo Madre cuando Schofield y ella llegaron allí—. Oh…

El túnel terminaba en el hueco del elevador principal.

Un abismo de paredes de hormigón y sesenta metros de ancho se abría ante ellos.

Al otro lado, justo enfrente de ellos, vieron una enorme puerta de acero con el número «1» pintado en negro. Parecía la puerta de un hangar o similar.

Y a casi sesenta metros por debajo de ellos, estacionado en el cuarto nivel subterráneo, vieron la enorme plataforma elevadora hidráulica.

—Es en momentos como este cuando echo de menos no tener un Maghook —dijo Schofield. El Maghook era el arma característica de las unidades de reconocimiento de los marines, un gancho con cable que también incluía un poderoso imán.

—Hay un par en el Nighthawk Dos —dijo Madre.

—No nos servirían de nada —dijo Gant—. Hay demasiada distancia. El cable del Maghook mide cuarenta y cinco metros. Este mide al menos sesenta.

—Bueno, será mejor que pensemos en algo —dijo Lumbreras mientras miraba en dirección al cruce de los conductos, alerta a los sonidos de los soldados que descendían en rápel por la cuerda.

Schofield contempló el enorme abismo de hormigón. Sin duda se le daba buen uso. Estaba cubierto de mugre y grasa.

Sin embargo, en las paredes había una serie de hendiduras finas y rectangulares (pequeñas canaletas horizontales excavadas en las paredes de hormigón). Cada una de ellas tenía unos quince centímetros de profundidad y estaban dispuestas alrededor del enorme hueco del elevador de aviones, rodeando sus cuatro paredes. Al parecer, su función era la de albergar el cableado sin entorpecer la subida y bajada de la plataforma.

Pero en esos momentos a Schofield no le eran de gran ayuda.

¡Bum!

Schofield se giró. Era el sonido de fuertes pisadas resonando contra el metal.

Los hombres del séptimo escuadrón habían llegado al otro extremo del túnel horizontal.

Los hombres de la Fuerza Aérea avanzaron con rapidez por el túnel, agachados y con sus armas en ristre.

Eran cuatro, todos ellos con ropa de combate negra, máscaras antigás y chalecos antibalas. Puesto que no sabían a ciencia cierta qué túnel horizontal había tomado el grupo de Schofield, el resto de su unidad había seguido descendiendo por el conducto vertical para comprobar el resto de niveles.

Los dos hombres que encabezaban la marcha doblaron la curva del túnel… y se detuvieron.

Habían llegado al final del túnel horizontal, al extremo que daba al hueco del elevador de aviones.

Pero allí no había nadie.

El final del túnel estaba vacío.

* * *

Cuando el presidente de Estados Unidos visita un lugar, el servicio secreto siempre estudia y planifica con antelación al menos tres salidas alternativas en caso de emergencia.

En los hoteles de las grandes ciudades eso comprende por lo general una entrada trasera, una entrada del servicio (la cocina, por ejemplo) y el tejado, para una posible evacuación en helicóptero.

En el Área 7, el servicio secreto había enviado a dos equipos de avanzada para asegurar y proteger los puntos de salida alternativos que habían escogido.

La primera salida se hallaba en el nivel inferior del Área 7, el nivel 6. La salida era un conducto de emergencia de más de setecientos metros de largo que salía al desierto, a casi un kilómetro de distancia de la montaña que cubría la base. El primer equipo de avanzada del servicio secreto se hallaba en el nivel 6 y el segundo en la salida del conducto, fuera, en el desierto.

El presidente y su séquito de cinco personas bajaron a toda prisa por la escalera de incendios mientras una tormenta de balas crepitantes les pasaba rozándoles mejillas y abrigos. La primera unidad del séptimo escuadrón (la unidad Alfa, con el mayor Kurt Logan al frente) estaba pisándole los talones.

Llegaron a una puerta de incendios con un letrero que rezaba: «Nivel 4: Laboratorios». Siguieron descendiendo.

Más escaleras, otro rellano, otra puerta. Esta tenía un cartel más grande:

NIVEL 5: ÁREA DE CONFINAMIENTO DE ANIMALES

PROHIBIDO EL ACCESO

USAR ESTA PUERTA SOLO EN CASO DE EMERGENCIA

ACCEDER POR EL ASCENSOR EN EL OTRO EXTREMO

Siguieron descendiendo.

Llegaron a la base del hueco de la escalera, a una puerta que rezaba:

Nivel 6: ESTACION RAILES EN EQUIS

Frank Cutler iba primero. Llegó a la puerta, la abrió…

E inmediatamente recibió una feroz ráfaga de fuego automático.

El rostro y pecho de Cutler se tornaron en una masa sanguinolenta e irregular conforme las incesantes balas fueron impactando en él. La fuerza de los impactos lo lanzó hacia atrás y cayó el suelo. El guardaespaldas situado justo detrás de él también fue abatido.

Otra agente, una joven llamada Juliet Janson, se abalanzó sobre la puerta y la cerró, pero antes de hacerlo consiguió ver lo que se hallaba tras ella.

El nivel 6, el nivel inferior del Área 7, parecía una estación de metro subterránea: había una plataforma elevada entre dos vías de un ancho considerable. La puerta por la que se accedía al conducto de la salida de emergencia, su objetivo, se hallaba en la pared de hormigón junto a la vía derecha.

Posicionados en las vías de tren delante de esa puerta, sin embargo, y ocultos por la plataforma de la estación (que les llegaba más o menos a la altura del pecho) había otra unidad completa de soldados del séptimo escuadrón que apuntaban con sus P-90 a la puerta de incendios.

Delante de los hombres del séptimo escuadrón yacían sobre su propia sangre los cuerpos cosidos a balazos de los nueve miembros del equipo de avanzada Uno del servicio secreto.

La puerta se cerró y la agente especial Juliet Janson se volvió.

—¡Rápido! —gritó—. ¡A las escaleras! ¡Ahora!

—Alerta a todas las unidades. La unidad Delta ha entablado combate con el enemigo —dijo uno de los operadores de la sala de control—. Repito, la unidad Delta ha entablado combate con el enemigo…

Shane Schofield intentaba no respirar, no hacer ningún ruido.

Lo único que tenían que hacer era asomarse por el borde.

Estaba colgando (de las yemas de los dedos) de una de esas hendiduras horizontales para el cableado talladas en la pared de hormigón del hueco del elevador, a menos de un metro por debajo de la entrada del túnel horizontal en el que se hallaba segundos antes.

En ese extremo del túnel se encontraban en esos momentos los cuatro soldados armados del séptimo escuadrón que habían irrumpido en el conducto instantes antes.

Junto a él, Madre, Gant y Lumbreras se agarraban a la canaleta de cableado con los dedos.

Oyeron que por encima de ellos uno de los hombres del séptimo escuadrón hablaba por el micro de su casco.

—Charlie Seis, aquí Charlie Uno, no se encuentran en el conducto horizontal del nivel 1. Nos ponemos en marcha.

Fuertes pisadas y segundos después, nada.

Schofield suspiró aliviado.

—¿Adónde ahora? —preguntó Lumbreras.

—Allí—dijo Schofield mientras señalaba con la barbilla a la enorme puerta de acero situada al otro lado del hueco del elevador.

.—¿Preparado? —le gritó Libro II a Elvis.

—¡Preparado! —respondió Elvis.

Libro II miró hacia el vehículo tractor Volvo unido al pistón de cola del Nighthawk Dos, a unos nueve metros de distancia. Con sus descomunales llantas, cuerpo bajo y diminuta cabina del conductor (con capacidad para solo dos personas), parecía más bien un ladrillo sobre ruedas o una cucaracha gigante. Lo cierto era que dicho parecido le había hecho ganarse el apodo de la cucaracha entre los trabajadores de los aeropuertos de todo el mundo.

En ese momento, la cucaracha del Nighthawk Dos estaba mirando hacia fuera, hacia la puerta blindada de titanio que había descendido hacía escasos minutos y había sellado el hangar.

Libro II blandía en esos momentos dos Beretta con revestimiento de níquel, una suya y la otra de un marine muerto. Le gritó a Elvis:

—¡Al volante! ¡Yo iré por el otro lado!

—¡Entendido!

—¡De acuerdo! ¡Ahora!

Los dos se pusieron de pie y salieron a la vez de su escondite, corriendo al unísono.

Casi al instante, una línea de balas impactó en el suelo tras ellos, pisándoles los talones.

Elvis se arrojó al asiento del conductor y cerró la puerta de un golpe tras de él. Libro II intentó acceder al asiento del copiloto, pero se topó con una brutal ráfaga de disparos, por lo que optó por tirarse al techo plano de acero del vehículo y gritar:

—¡Elvis! ¡Acelere!

Elvis encendió el vehículo. El motor de seiscientos caballos del Volvo cobró vida. A continuación, Elvis metió la marcha y pisó a fondo el acelerador.

Las ruedas del vehículo tractor chirriaron al acelerar. Iba directo a la puerta blindada que aislaba el hangar del mundo exterior, ¡llevando consigo el Nighthawk Dos, el helicóptero de transporte CH-53E Super Stallion!

Las dos unidades restantes del séptimo escuadrón del hangar, veinte hombres en total, echaron a correr tras la cucaracha con sus armas en ristre.

Las balas impactaron a ambos lados del Volvo.

Elvis dio un volantazo y la enorme cucaracha viró hacia el despacho sur.

En el techo del vehículo, Libro II se apoyó sobre una rodilla y disparó con sus dos pistolas a los soldados del séptimo escuadrón.

No le sirvió de gran cosa, pues los asesinos de la Fuerza Aérea lo superaban en potencia de fuego. Era como atacar una batería de misiles Patriot con una cerbatana. Se agazapó tras la cabina de la cucaracha entre ráfagas de disparos.

—¡Oh, mierda! —gritó Elvis desde la cabina del conductor.

Libro II levantó la vista.

Un soldado del séptimo escuadrón estaba a unos veinticinco metros de ellos, solo, justo en su trayectoria, en el lado sur del hueco del elevador central, ¡con un lanzamisiles antitanques Predator al hombro!

El soldado apretó el gatillo.

Se levantó una gran nube de humo antes de que un objeto pequeño y cilíndrico saliera disparado a gran velocidad del lanzador, directo a la cucaracha en marcha, dejando tras de sí una letal estela de vapor.

Elvis reaccionó con rapidez e hizo lo único que podía hacer.

Giró todo lo que pudo el volante hacia la izquierda.

El enorme vehículo tractor se elevó sobre dos de sus ruedas al girar violentamente hacia la izquierda y por un momento pareció ir directo al abismo que conformaba el hueco del elevador.

Pero siguió girando… girando… mientras las ruedas chirriaban sin cesar… hasta que de repente siguió avanzando en dirección norte, a lo largo de la estrecha sección del suelo entre el
Marine One
y el hueco del elevador.

El Nighthawk Dos no corrió tanta suerte.

Puesto que estaba rebotando (al revés) tras la cucaracha fugitiva, el brusco giro de Elvis lo colocó directamente en la línea de fuego del misil.

El Predator lo alcanzó e impactó en la cabina de vidrio reforzado a una tremenda velocidad.

El resultado fue poco menos que espectacular.

Toda la sección delantera del CH-53E Super Stallion explotó por los aires, llenando el hangar de fragmentos de vidrio y metal retorcido y dejando al helicóptero con un enorme agujero irregular allí donde instantes antes se había encontrado la cabina del piloto.

El impacto del misil también había destruido las ruedas de aterrizaje situadas bajo el morro del helicóptero, por lo que en esos momentos estaba siendo remolcado por el vehículo tractor de Elvis con el morro (o lo que quedaba de él) arrastrándose por el suelo y levantando chispas.

—¡Elvis! —gritó Libro II—. ¡Al ascensor! ¡Al ascensor!

Los soldados del séptimo escuadrón se echaron a un lado cuando la cucaracha pasó entre ellos con gran estruendo, totalmente fuera de control.

Elvis vio las puertas del ascensor a su derecha y giró del todo el volante. El vehículo respondió, girando a la derecha, salvando la esquina del hueco del elevador de los aviones de manera que, durante un breve instante, Libro II (en el techo del vehículo) solo vio el enorme vacío del abismo que se abría ante él.

Tres segundos después, la cucaracha y lo que quedaba del helicóptero se detuvieron justo delante de las puertas del ascensor de personal situado en el lado norte del hangar.

Libro II saltó del techo del Volvo y pulsó el botón del ascensor. Elvis se unió a él, cuando de repente dos hombres armados saltaron por encima del vehículo tractor.

Libro II se volvió y alzó sus pistolas, listo para disparar.

—¡Eh! ¡Eh! ¡Calma! —dijo uno de los hombres armados mientras ponía en alto su arma.

—Calma, sargento —dijo el otro con tranquilidad—. Somos de los buenos.

Libro II soltó los gatillos.

Eran marines.

El primero era el sargento Ashley Lewicky, un sargento extraordinariamente feo con la nariz chata, cejijunto y una sonrisa enorme. Menudo y corpulento, su alias era, como no podía ser de otra forma, Sex Machine. De prácticamente la misma edad y rango que Elvis, eran amigos desde hacía años.

El segundo marine, sin embargo, no podía haber sido más diferente de Sex Machine. Alto y apuesto, el capitán Tom Reeves tenía veintinueve años. Era un joven oficial con un futuro prometedor, puesto que ya había sido ascendido a capitán por encima de otros tenientes con más experiencia. A pesar de sus obvios conocimientos y destrezas, los soldados lo llamaban Calvin porque parecía un modelo de ropa interior de Calvin Klein.

—Joder, Elvis —dijo Sex Machine—. ¿Dónde coño aprendiste a conducir? ¿En un concurso de demolición?

—¿Por qué? ¿Dónde estabais? —preguntó Elvis.

—¿Dónde crees, cabeza de chorlito? Dentro del Nighthawk Dos. Nos metimos allí cuando empezó todo. Y estábamos muy a gusto hasta que nos pusisteis en la mira de ese lanza…

Justo entonces, una ráfaga de balas impactó en la pared, encima de sus cabezas.

Diez hombres del séptimo escuadrón, la unidad Bravo, estaban cargando contra ellos desde distintos puntos del hangar.

—He de suponer que tenían un plan cuando decidieron conducir hasta aquí, ¿verdad, sargento? —le dijo Calvin Reeves a Libro II.

En ese momento, el ascensor llegó a la planta y las puertas de metal se abrieron. Estaba vacío, gracias a Dios.

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