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Authors: Blue Jeans

Tags: #Relato, Romántico

Cállame con un beso (2 page)

BOOK: Cállame con un beso
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—¿Lo has intentado?

—Claro. Muchas veces. Hoy no he ido ni a clase para quedarme en la habitación estudiando.

El escritor hace una mueca con los labios y piensa.

—La semana que viene es cuando tienes los exámenes, ¿verdad?

—Sí. Pero no consigo concentrarme.

—¿Es por el inglés?

—No. Más o menos lo comprendo todo.

—¿Por los profesores?

—No.

—¿Tiene algo que ver con Valen?

—¡Qué va!

—Entonces, ¿no sabes por qué es?

Paula duda un instante, mira hacia otro lado y desvela el motivo de su desconcentración.

—Es por ti, tonto —señala la chica, temblorosa, tapándose la boca con la mano—. Te echo de menos.

Ahora sí que no puede reprimir las lágrimas. Pero no va a dejar que él la vea llorar. Deja a un lado el portátil para salirse del plano, y se cubre la cara con las manos, desconsolada.

—¿Paula? ¿Estás bien? —pregunta Álex, que contempla a través de la
cam
una de las paredes de la habitación de su novia.

La pequeña cámara está enfocando una foto enmarcada de los dos. Se la hicieron justo antes de que ella viajara a Londres, la ciudad en la que Paula pasaría el próximo curso. Salen besándose. Queriéndose. Fue el último día que pasaron juntos en las postrimerías del verano. Ya en ese momento, ambos sabían lo difícil que resultarían los meses siguientes.

—Estoy bien —susurra.

—No lo estás.

—Sí, sí que lo estoy. ¿Ves?

La
cam
enfoca de nuevo el rostro de la chica, que vuelve a sonreír. Sus ojos están rojos e hinchados. Y el rímel se ha corrido por sus mejillas. Se da cuenta y se limpia con el puño del jersey. Respira y esboza la mejor de sus sonrisas.

—Claro que lo veo. Veo que te encuentras mal.

—No es verdad. Estoy perfectamente. Ha sido solo un momento de bajón. No te preocupes.

—¿Solo ha sido un bajón?

—Sí. Solo eso.

Miente. Son ya más de tres meses sin estar con él. Sin un solo beso. Ni una caricia. Sin respirar a su lado ni sentirlo cerca. Sospechaba lo complicadas que eran las relaciones a distancia, pero no imaginaba que fuera tan duro. Sin embargo, aquello no era todo. Había más, mucho más, detrás de la tristeza de Paula.

Hace un año y un mes, una tarde de noviembre en un lugar de la ciudad

¡No se ha presentado!

¿Ha sido cruel? Un poco, tal vez. Bueno, para qué engañarse: ha sido muy cruel. Pero es que al verlo… no le ha gustado nada. ¿Cómo un chico de diecinueve años puede tener esas entradas? ¡Eso no lo mencionó en el chat!

¡Dichosas citas a ciegas! ¡Nunca más quedará con alguien que haya conocido por Internet! Si es que… ya le vale. No aprenderá nunca.

Paula se abrocha el botón de arriba de su abrigo y camina deprisa por la calle intentando alejarse lo antes posible de aquel lugar.

Pobre chico. Quizá debería volver a la cafetería en la que habían quedado. No, no puede hacerlo. Sería perder el tiempo. ¡Y está cansada de eso!

¿Con cuántos tíos ha estado últimamente? Repasa mentalmente. Uno, dos, tres, cuatro…, cinco. Sí, ¡cinco! ¡Qué desastre! ¿Desde cuándo es ella así? Desde que Alan regresó a Francia y desde que cortó cualquier contacto con Ángel. Aquella conversación que mantuvieron por teléfono a finales de junio fue lo último que supo del periodista. Prácticamente, ni se acuerda de él. Es más: tiene la impresión de que su relación ocurrió hace siglos. Solo han transcurrido ocho meses. No es tanto. ¿O sí?

Pasa por delante de un escaparate y se mira a sí misma. Ha engordado un poco, ¿no? Sí, está claro que pesa cuatro o cinco kilitos más desde que terminó el verano. Pero sigue estando muy bien. O eso es lo que todos los tíos le dicen. Además, de rubia liga más. Aunque ya se ha cansado de ese color de pelo: pronto volverá a cambiárselo. ¿Morena, morena…?

Uff. No deja de pensar en el chico de las entradas. Se estará preguntando dónde se ha metido. Le da lástima. Será como sea, pero continúa teniendo corazón. Un poco, al menos.

Con tanta tensión le han entrado ganas de fumar. Nerviosa, saca un paquete de tabaco del bolso. Coge un cigarro y lo enciende. Una calada; otra. Expulsa el humo con vehemencia y se vuelve a mirar en el escaparate. Es una librería. ¿Cuánto hace que no lee un libro? No lo recuerda. ¿Desde marzo…?

Hay bastante revuelo en aquel sitio. No deja de entrar gente. Siente curiosidad. Una madre con su hija son las siguientes en pasar a la tienda. La jovencita lleva un libro bajo el brazo. Detrás entra una treintañera y luego una pareja de novios. Después, otra adolescente. Todos con el mismo ejemplar, del que no sabe el título. Qué extraño. ¿Estará dentro el autor de ese libro?

—Hola, perdona —le dice a la adolescente, antes de que esta entre en la librería—. ¿Qué es lo que pasa aquí?

La jovencita la mira un poco desconcertada: ¡no se puede creer que no lo sepa! Se echa el pelo hacia un lado y contesta.

—Una firma de libros.

—¿Sí? ¿De quién?

—De Alejandro Oyola.

¿Alejandro Oyola? Ese es…

—¡Álex! —exclama Paula, totalmente fuera de sí—. ¡Qué tío! ¡Lo ha conseguido!

La chica la observa confusa. No entiende a qué se refiere. Se encoge de hombros y entra en la tienda.

Es increíble: ¡Álex ha publicado
Tras la pared
! Está nerviosa. Los recuerdos empiezan a amontonársele. Le viene a la cabeza aquel juego de los cuadernillos, en el que ella misma colaboró. Los dos estuvieron un día escondiendo los primeros capítulos del libro por toda la ciudad en sitios divertidos, curiosos. Llamando a la puerta del destino. Nunca había conocido a nadie con tanta imaginación y con una idea tan romántica. Le gustó mucho. Demasiado, quizá. Y ahora sus caminos vuelven a cruzarse. Pero es que… ¡menuda sorpresa! No sabe qué hacer. ¿Entra y lo saluda?

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que hablaron. Quizá ni sepa quién es. Su vida seguro que habrá cambiado por completo. ¡Tiene un libro publicado! ¡Y hasta le han organizado una firma!

¿Qué hace? Una nueva pareja entra en la librería. Paula por fin se decide, apaga el cigarro y camina detrás de ellos hacia el interior del establecimiento. Respira hondo y traga saliva. ¡Qué emoción! ¡Quién le iba a decir a ella que su cita a ciegas finalizaría de esa manera…! ¡Va a volver a ver a Álex!

Capítulo 2

Una tarde de diciembre, en un lugar de la ciudad

Apaga la
cam
y cierra el MSN. Suspira. Siempre que termina de hablar con Paula, suspira. No puede evitarlo. Se siente triste, pero más por ella que por él mismo. Álex sabe que su chica es la que peor lo lleva. Curiosamente, no pensaba así cuando comenzó la aventura de su novia en Inglaterra. Creía que no lo soportaría. Y sin embargo, poco a poco se ha ido adaptando a las circunstancias. Tiene momentos de melancolía y por supuesto que la echa de menos. Pero ha elegido ser la parte fuerte y no está dispuesto a derrumbarse. Además, casi no tiene tiempo para hacerlo.

—Hola, Alejandro.

Es una voz dulce y suave. El escritor alza la vista y descubre a una joven morena de ojos marrones. Pero es un marrón muy clarito, parecido al de los ojos de Paula. Los lleva pintados de negro. Álex sonríe y se pone de pie.

—Hola, Pandora. ¿Cómo estás?

—Muy bien, gracias.

—Me alegro mucho.

La chica se sonroja y agacha un poco la cabeza. Luego lleva las manos hacia su coleta y aprieta la gomilla que la sostiene. Él no lo sabe, pero le tiembla todo el cuerpo cada vez que le habla.

Álex vuelve a sentarse y abre un archivo de su ordenador. Pandora lo observa por encima de sus hombros.

—¿Qué tal va? —le pregunta la chica, casi murmurando.

—¿La novela? Bien. Ya falta menos.

—¿Sabes ya cuántos capítulos tendrá?

—No. Todavía no lo tengo del todo claro.

—Tengo muchas ganas de leerla…, date prisa.

Y de nuevo baja la cabeza avergonzada. ¿Ha cometido una osadía? No lo sabe, pero se muere por leer
Dime una palabra,
la segunda parte de
Tras la pared
. Lleva mucho tiempo esperando saber qué sucederá con Nadia, Julián y el resto de personajes de la novela. ¿Por qué Alejandro dejaría un final tan abierto?

El escritor no se toma mal la impaciencia de la chica y vuelve a sonreír. Ella no haría nada con maldad. La conoce bien; ya son varios meses viéndola todas las semanas en la cafetería.

—Procuraré escribir un poco más deprisa —responde, haciendo una mueca divertida.

—Perdona, yo no quería… No, no. Tú ve a tu ritmo. No… quería molestarte.

Pandora tartamudea. Se ha puesto más nerviosa. Le hierven las mejillas y siente cómo le sudan las manos. ¡Qué mal!

—Tranquila, no pasa nada —comenta el chico, girándose hacia ella—. Sí, tienes razón. O me doy prisa, o no la tendré lista a tiempo.

—Bueno. Sabes que tus seguidores esperaremos lo que haga falta.

—No creo que la editorial piense lo mismo.

Y ríe. Y Pandora con él, pero mucho más cautelosa. Le encanta verlo así de sonriente. En realidad, le encanta verlo de cualquier manera. Con estar junto a él, le vale. Nunca habría imaginado que podría conocer a un escritor de verdad y que él se mostrara tan atento con ella, una simple seguidora. Pero Alejandro es así. ¡Incluso le tiene agregado en Facebook y se siguen en Twitter!

Desde hace unas semanas, Pandora acude regularmente a aquel bibliocafé para verlo. Y fue un flechazo. Al principio no sabía quién era. Cogía una novela de alguna de las estanterías y se sentaba a su lado, solo por atracción. Lo veía siempre tan entregado a su ordenador… Escribía sin parar; constante, tenaz, gesticulante. Entre un mar de libros de todo tipo, aspirando el aroma a café recién hecho. Un ambiente lleno de magia. Le encantaba él y le encantaba encontrárselo allí.

Pero el asunto no quedó ahí. Le llegó un rumor que investigó y más tarde confirmó. Resultó que aquel guapísimo chico del que se había enamorado era el autor de su libro preferido. ¿Cosa del destino? Debía serlo. Aunque estaba convencida de algo que la mataba por dentro: nunca podría tener una relación con él. Era demasiado perfecto. Y para colmo… Alejandro tenía novia.

—Seguro que tu editorial está encantada contigo —señala la chica mientras se vuelve a tocar el pelo.

—Eso espero.

Los dos se miran una última vez y sonríen.

Pandora no quiere molestarle más. Echa un vistazo a su alrededor y se sienta ante la mesa libre más próxima al escritor. El camarero se acerca hasta ella y le pregunta si quiere beber lo mismo de siempre. Responde que sí y saca un libro de su mochila:
97 formas de decir te quiero
. Hoy tiene que devolverlo porque termina el plazo de préstamo.

—¿Te está gustando? —pregunta Álex, que ya ha leído ese libro.

Pandora afirma con la cabeza y sonríe sonrojándose. ¡Ese chico es tan increíble!

El camarero llega con un café-bombón y se lo coloca delante.

Álex vuelve a centrarse en su ordenador. Le cae bien aquella chica. No solo por su simpatía, sino por su amor a los libros. Personas como ella es justo lo que quería encontrar cuando decidió abrir el Manhattan.

Hace un año y un mes, una tarde de noviembre en un lugar de la ciudad

Se asoma por la puerta de la habitación en la que lo han escondido los de la librería. ¡Hay mucha gente que quiere conocerle! O eso es lo que parece. Pero todo a su tiempo y en orden. Todas las sillas, unas sesenta, están ocupadas, e incluso se ve una fila de personas detrás, de pie, al fondo de la tienda.

Álex se pone un poco nervioso: nunca había tenido que hablar delante de tanto público. ¡Y vienen a verlo a él! Le toca asumir toda la responsabilidad.

—¿Estás preparado? —le pregunta una mujer alta y delgada, vestida de morado.

—Eso creo —responde titubeante.

No las tiene todas consigo, pero ya no hay marcha atrás. Le viene a la cabeza una frase que ha oído muchas veces: «Ten cuidado con lo que quieres porque puedes conseguirlo». Él lo ha logrado. No solo ha publicado
Tras la pared
, sino que además está gustando y se está vendiendo muy bien. Ahora toca promocionarlo.

—No te preocupes: no hay prensa. Solo seguidores que están deseando escucharte hablar del libro y que se lo firmes. Va a ir genial, ya lo verás.

Álex mira a la mujer y sonríe. Abril siempre es tan tranquila… Ha sido una suerte que la editorial la haya mandado a ella.

—No estoy acostumbrado a…

—Pronto te acostumbrarás —le interrumpe—. Esto es solo el principio. Vamos, las fans te esperan.

El escritor toma aire, respira hondo y abre la puerta. Salta algún que otro
flash
cuando aparece en escena. Álex camina con toda la firmeza posible hasta la mesa que la librería le ha preparado: dos micros, dos ejemplares de su libro a cada lado y dos sillas. Se sienta en la de la derecha; Abril, en la de la izquierda.

El chico mira hacia el frente. Sí que hay mucha gente. Se fija en el rostro de una adolescente que tiene los ojos muy abiertos y aprieta los labios. Está en primera fila. Parece muy nerviosa, y sujeta con fuerza su libro contra el pecho. Luego su mirada se dirige a una pareja de universitarias. Una le está comentando algo a la otra. Ambas sonríen: comentan lo bueno que está el escritor, aunque él no lo oye.

—Hola, buenas tardes…, noches ya. Para mí es un gusto enorme y un privilegio estar con Alejandro Oyola en la presentación de su libro
Tras la pared

Apenas escucha lo que Abril está diciendo. Le cuesta mucho concentrarse. ¿No es un sueño? ¡Está hablando de su libro! Sí, es un sueño, pero un sueño real. Un sueño cumplido. Álex deja de mirar a la gente y, tras sonreírle a Abril, que continúa hablando de él y de
Tras la pared
, coge uno de los ejemplares de la mesa. Va firmado con su nombre: Alejandro Oyola Azurmendi. La portada es preciosa, azul marino. El chico pasa un dedo por los tres corazones blancos que están impresos en relieve. Luego continúa por una especie de muro de ladrillos que parece pintado a mano. Le encanta. Es la cubierta perfecta.

—Y ahora, Alejandro, Álex, os hablará un poquito de esta aventura que está viviendo y de la que está disfrutando tanto. Gracias a todos por venir.

Aplausos para Abril. Ella no se inmuta. Apaga el micro y se echa hacia detrás en la silla. Mira a Álex y le da ánimos con un gesto. El escritor intenta serenarse. Es su turno. Tiene que dirigirse a todas esas personas que han venido exclusivamente para estar con él. Da un pequeño toque en el micro y aproxima su boca hasta él.

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