Autor y Novela ganadores del British SF
Regreso al universo de Espacio Revelación, en esta deliciosa, inteligente y ambiciosa novela negra del espacio Tanner Mirabel era un experto en seguridad que nunca cometía errores… Hasta que una mujer a su cargo muere asesinada durante un ataque dirigido por un joven postmortal llamado Argent Reivich. Tanner persigue a Reivich más allá de su mundo natal, hasta llegar a Ciudad Abismo, un asentamiento humano construido bajo una cúpula en el inhóspito planeta Yellowstone. Pero la ciudad no es lo que era, ahora es un lugar poblado por máquinas extrañas, misteriosas facciones y nuevos juegos mortales. Antes de que finalice la persecución Tanner tendrá que enfrentarse a verdades inquietantes que se remontan siglos atrás, al espacio profundo, a una atrocidad que la historia casi ha olvidado…
Alastair Reynolds
Ciudad abismo
Espacio revelación #2
ePUB v1.0
Chotonegro03.06.12
Título original:
Chasm City
Alastair Reynolds, @2001.
Traducción: Pilar Ramírez
Ilustración de cubierta: Chris Moore
ISBN: 9788498000436
Editor original: Chotonegro (v1.0)
ePub base v2.0
Estimado visitante:
Bienvenido al sistema Epsilon Eridani.
A pesar de todo lo sucedido, esperamos que disfrute de su estancia. Hemos recopilado en este documento la información necesaria para explicarle algunos de los acontecimientos clave de nuestra historia reciente. Con esta información pretendemos facilitarle la transición a una cultura que puede ser notablemente diferente de la que usted esperaba encontrar al embarcar en su punto de origen. Es importante que sea consciente de que otros han llegado antes que usted. Sus experiencias nos han ayudado a diseñar este documento de forma que el impacto del ajuste cultural sea mínimo. Hemos descubierto que los intentos de encubrir o subestimar la verdad de lo sucedido (de lo que todavía sucede) suelen resultar dañinos a largo plazo; tras realizar un estudio estadístico de casos como el suyo, hemos constatado que el mejor enfoque consiste en presentar los hechos de la manera más abierta y honesta posible.
Somos totalmente conscientes de que su primera reacción será la incredulidad. Después, probablemente sentirá ira y, finalmente, entrará en un prolongado estado de negación de la realidad.
Es importante comprender que se trata de reacciones normales.
Resulta igual de importante comprender, incluso en esta primera etapa, que llegará un momento en el que se adapte y acepte la verdad. Puede que le lleve días; incluso puede que le lleve semanas o meses, pero éste será el resultado en todos salvo en una minoría de los casos. Puede que incluso vuelva la vista atrás hacia este momento y desee haber sido capaz de hacer la transición y adaptarse más rápido de lo que lo hizo. Entonces sabrá que sólo una vez completado este proceso podrá aspirar a algo parecido a la felicidad.
Empecemos, pues, el proceso de ajuste.
Debido al límite fundamental de la velocidad de la luz para la comunicación dentro de la esfera del espacio colonizado, las noticias procedentes de otros sistemas solares son inevitablemente antiguas. Sus percepciones sobre el mundo principal de nuestro sistema solar, Yellowstone, seguramente estarán basadas en información no actualizada.
Sin duda, durante más de dos siglos (de hecho, hasta un pasado muy reciente) Yellowstone estaba inmerso en lo que la mayoría de los observadores contemporáneos llaman su
Belle Époque
. Era una edad dorada sin precedentes, tanto desde el punto de vista social como del tecnológico; nuestro patrón ideológico era considerado por todos como un sistema casi perfecto de gobierno.
Desde Yellowstone se impulsaron con éxito numerosas empresas, incluyendo colonias dependientes en otros sistemas solares y ambiciosas expediciones científicas a los límites del espacio humano. Dentro de Yellowstone y en su Anillo Brillante se llevaban a cabo visionarios experimentos sociales, como el polémico, aunque pionero, trabajo de Calvin Sylveste y sus discípulos. Grandes artistas, filósofos y científicos florecían en la atmósfera de innovación protegida de Yellowstone. Se experimentaba sin temor con las técnicas de aumento neuronal. Otras culturas humanas decidieron tratar con suspicacia a los Combinados pero nosotros, los Demarquistas, sin miedo a los aspectos positivos de los métodos de mejora mental, establecimos relaciones de amistad con los Combinados que nos permitieron explotar sus tecnologías al completo. Los motores de sus naves estelares nos permitieron colonizar muchos más sistemas que las culturas que suscribían modelos sociales inferiores.
Lo cierto es que fueron tiempos gloriosos. Probablemente ése era el orden de cosas que esperaba encontrar a su llegada a nuestro mundo.
Desgraciadamente, todo ha cambiado.
Hace siete años algo le sucedió a nuestro sistema. Todavía no sabemos con certeza cuál fue el vector de transmisión, pero es muy posible que la plaga llegara a bordo de una nave, quizá en forma latente, y que la tripulación que la transportaba no lo supiera. Incluso puede que llegara años antes. Parece poco probable que algún día conozcamos la verdad; demasiadas cosas han quedado destruidas u olvidadas. La plaga borró o corrompió una gran parte de nuestra historia planetaria almacenada en formato digital. En muchos casos solo permanece intacta la memoria humana… y la memoria humana no carece de sus fallos.
La Plaga de Fusión atacó el núcleo de nuestra sociedad.
Llegados a este punto y basándonos en nuestra experiencia previa, sabemos que su reacción más probable será pensar que este documento es un bulo. Nuestra experiencia también nos ha demostrado que negar esta suposición acelera el proceso de ajuste en un factor pequeño, aunque estadísticamente satisfactorio.
Este documento no es un bulo.
La Plaga de Fusión ha ocurrido de verdad y sus efectos son mucho peores de lo que usted pueda imaginarse en estos momentos. Cuando se manifestó la plaga, nuestra sociedad estaba sobresaturada de trillones de diminutas máquinas. Eran objetos que nos servían sin pensar ni rechistar, dadores de vida y transformadores de materia; a pesar de todo esto, casi ni pensábamos en ellos. Pululaban incansables por nuestra sangre. Trabajaban sin cesar en nuestras células. Coagulaban nuestros cerebros para unirnos a todos en la red Demarquista de toma de decisión semi-instantánea. Nos movíamos a través de entornos virtuales tejidos mediante la manipulación directa de los mecanismos sensoriales del cerebro, o escaneábamos y transmitíamos nuestras mentes mediante sistemas informáticos veloces como el rayo. Forjábamos y esculpíamos la materia a escala planetaria; escribíamos sinfonías a partir de la materia; hacíamos que bailara a nuestro antojo como un fuego domesticado. Solo los Combinados habían conseguido dar un paso más allá en su camino a la divinidad… y algunos decían que nosotros no les andábamos muy a la zaga.
Las máquinas creaban nuestras ciudades-estado orbitales a partir de la roca y el hielo, y después conseguían insuflarle vida a la materia inerte dentro de sus biomas. Las máquinas pensantes regían aquellas ciudades-estado y guiaban los diez mil hábitats del Anillo Brillante en su curso alrededor de Yellowstone. Las máquinas hicieron de Ciudad Abismo lo que era; le dieron forma a su arquitectura amorfa hasta dotarla de una belleza fabulosa y fantasmagórica.
Todo eso ha desaparecido.
Fue peor de lo que piensa. Si la plaga solo hubiera matado a nuestras máquinas habrían muerto millones de personas, pero la catástrofe hubiera sido manejable, algo de lo que sería posible recuperarse. Pero la plaga fue más allá de la simple destrucción y se adentró en un campo mucho más cercano al arte, aunque a un arte excepcionalmente pervertido y sádico. Hizo que nuestras máquinas evolucionaran de forma incontrolada (o al menos, fuera de nuestro control) y buscaran extrañas y novedosas simbiosis. Nuestros edificios se convirtieron en pesadillas góticas y nos atraparon antes de que pudiéramos escapar de sus letales transfiguraciones. Las máquinas de nuestras células, de nuestra sangre y de nuestras cabezas comenzaron a romper sus cadenas… se mezclaron con nosotros y corrompieron la materia viva. Nos convertimos en relucientes fusiones larvarias de carne y máquina. Cuando enterramos a los muertos, estos siguieron creciendo, extendiéndose y uniéndose, fundiéndose con la arquitectura de la ciudad.
Fueron tiempos de horrores.
Todavía no han acabado.
Aun así, como cualquier plaga realmente eficaz, nuestro parásito procuró no matar a toda su población anfitriona. Murieron decenas de millones… pero otras decenas de millones alcanzaron algún tipo de santuario, escondiéndose en enclaves sellados herméticamente dentro de la ciudad o en órbita. Sus medimáquinas recibieron órdenes de destrucción de emergencia y se convirtieron en polvo que los cuerpos expulsaban de forma inocua. Los cirujanos trabajaron frenéticamente para arrancar los implantes de las cabezas antes de que los rastros de la plaga los alcanzaran. Otros ciudadanos, demasiado unidos a sus máquinas como para renunciar a ellas, buscaron otra vía de escape por medio del sueño frigorífico. Eligieron ser sepultados en criocriptas comunitarias selladas… o dejar el sistema definitivamente. Mientras tanto, decenas de millones de personas llegaron a Ciudad Abismo desde su órbita huyendo de la destrucción del Anillo Brillante. Aunque estas personas habían sido de las más ricas del sistema, en aquellos momentos eran tan pobres como cualquier refugiado en la historia de la humanidad. Lo que encontraron en Ciudad Abismo no les sirvió de mucho consuelo…
—Extracto de un documento de introducción para recién llegados, de libre acceso en el espacio alrededor de Yellowstone, 2517.
Caía la oscuridad cuando Dieterling y yo llegamos a la base del puente.
—Hay algo que debes saber sobre Vásquez Mano Roja —dijo Dieterling—. Nunca lo llames así a la cara.
—¿Por qué no?
—Porque se cabrea.
—¿Y eso es un problema? —Frené nuestro rodador y después lo aparqué en medio de una variada ristra de vehículos colocados a un lado de la calle. Solté los estabilizadores; la turbina recalentada olía a cañón de revólver recién disparado—. No es que nos preocupemos mucho por los sentimientos de la chusma —dije.
—No, pero esta vez puede que sea mejor pecar de precavidos. Puede que Vásquez no sea la estrella más brillante del firmamento criminal, pero tiene amigos y cierto gusto por el sadismo extremo. Así que pórtate bien.
—Lo fulminaré con mi simpatía.
—Sí… y haz el favor de no derramar demasiada sangre en el proceso, ¿vale?
Salimos del rodador y los dos tuvimos que estirar el cuello para poder abarcar todo el puente. No lo había visto antes de aquel día (era la primera vez que estaba en la Zona Desmilitarizada, por no hablar de Nueva Valparaíso) y ya parecía absurdamente grande a quince o veinte kilómetros de la ciudad. Cisne se estaba hundiendo en el horizonte, hinchado y rojo salvo por un destello caliente cerca del corazón, pero la luz bastaba para observar el cable del puente y vislumbrar de vez en cuando las diminutas cuentas de los ascensores que subían y bajaban por él en el espacio. Incluso en aquellos momentos me preguntaba si no sería demasiado tarde, si Reivich ya habría logrado subir a uno de los ascensores; pero Vásquez nos había asegurado que el hombre al que perseguíamos seguía en la ciudad, simplificando su red de posesiones en Borde del Firmamento y trasladando fondos a cuentas a largo plazo.