Como detectar mentiras en los niños (25 page)

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Authors: Paul Ekman

Tags: #Ensayo, Psicología

BOOK: Como detectar mentiras en los niños
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Abrumados por los casos de abuso sexual, los tribunales federales y estatales han buscado la ayuda de sociólogos, investigadores de salud mental y expertos en la Constitución. Los tribunales esperan introducir reformas en la preparación de testigos y en los procedimientos que acrecenterán al máximo la credibilidad del testimonio del niño y le protegerán, pero conservando los derechos constitucionales del acusado.

En la base de este esfuerzo por una reforma yace una revisión seria de la credibilidad infantil. Ya sabemos por los experimentos llevados a cabo con niños de tres años descritos en el capítulo 3 que incluso los niños de muy corta edad son capaces de contar mentiras sin problema. De lo que se trata es: ¿se puede inducir fácilmente a un niño a decir mentiras para complacer a un adulto? ¿Son los niños más sugestionables que los adultos? ¿Son más propensos a creer en sus propias mentiras que los adultos? ¿Elaboran los niños sus propias fantasías para enfrentarse a situaciones tensas? Pero existe otra cuestión: ¿son capaces los niños de recordar la verdad con suficiente detalle como para poder declarar culpable a un acusado? Utilizando métodos de investigación más sofisticados y con un mayor bagaje de conocimientos sobre desarrollo infantil del que Varondeck disponía, los científicos están explorando ahora las áreas cruciales de la sugestión, memoria y recuerdo, comprensión y fantasía. Aunque todavía quedan muchas cuestiones por explorar, voy a examinar los resultados de sus hallazgos más adelante en este capítulo.

Existen importantes diferencias entre los casos de abusos sexuales, y por lo tanto los trataré por separado. Son los casos de abusos colectivos los que han captado la atención pública y éstos presentan problemas específicos relacionados con la sinceridad de los niños implicados. Los casos de abusos colectivos, muchos de ellos centrados en guarderías y lugares de atención infantil diurna, implican a muchas víctimas y a muchos acusados. Debido a su complejidad, suelen durar años. Para cuando el niño comparece ante el tribunal, si es que él o ella llega a comparecer, puede que ya le hayan interrogado más de una docena de veces.

Las acusaciones por abuso sexual contra uno de los padres en un caso donde se disputa la custodia del niño son un tema muy diferente a las acusaciones criminales. Se trata de asuntos civiles, no penales, y por tanto el procedimiento preliminar y el juicio posterior son totalmente diferentes. Aunque estos casos raramente llegan a los titulares de televisión, su número sigue aumentando.

Y por último, la gran mayoría de casos implica el abuso cometido contra un solo niño, muchas veces por un miembro de la familia o un amigo cercano. Éstos son los casos que son denunciados en cantidad asombrosa por profesores y profesionales al cuidado de los niños, según las nuevas leyes sobre denuncias.

CASOS DE ABUSOS COLECTIVOS

El hecho más destacable sobre los muchos casos existentes por todo el país que denuncian el abuso de centenares de niños por parte de docenas de adultos, normalmente en guarderías o centros de atención infantil diurna, es que muy pocos de los acusados denunciados llegan a ser declarados culpables. La mayor parte de los cargos contra los acusados finalmente son retirados. Esto ha causado una gran confusión pública. ¿Es que los fiscales hilan demasiado fino o los niños se han vuelto locos?

La introducción pública al mundo de los abusos colectivos ocurrió en la primavera de 1984 con el «caso sexual de Jordan». Estados Unidos descubrió que en una pequeña ciudad de Minnesota, que parecía poseer todas las sanas virtudes de los estados centrales, dos docenas de hombres y mujeres, casi todos ellos casados, la mayoría sólidos ciudadanos, estaban implicados en una conspiración para abusar sexualmente, y en ocasiones incluso torturar, a sus propios hijos. Los niños hablaron de historias sobre fiestas donde los padres competían para decidir qué otros padres iban a tener relaciones sexuales con qué niños. Se sacó a los niños de sus hogares y se les puso en hogares adoptivos, y las historias seguían creciendo. Finalmente, los niños empezaron a hablar de asesinato. Varios niños dijeron que habían sido testigos de la tortura y asesinato de un chico en una de las fiestas sexuales, y algunos mencionaron también el asesinato de otros niños.

Se iniciaron extensas investigaciones para localizar los cadáveres de los niños asesinados. Empezaron los juicios contra los acusados, y de repente la oficina del fiscal general retiró todos los cargos.

¿Qué había ocurrido? Al testificar contra los acusados, los niños empezaron a reconocer que se estaban inventando las historias de asesinatos, aunque no se retractaron de sus relatos sobre abusos sexuales. Al mismo tiempo, el primer acusado, un delincuente sexual dos veces convicto que había aceptado una condena menor a cambio de su testimonio, cambió totalmente su versión. Antes había corroborado las acusaciones de los niños y había acusado a varias personas. Ahora dijo que había actuado solo.

Resultaba claro que algunos de los niños habían mentido sobre algunos de los acontecimientos, y la fiscalía no pensaba que se pudiera convencer a un jurado con unos testimonios tan contradictorios. Como en la mayoría de casos de abusos colectivos, las extensas investigaciones de todos los hogares de los acusados no habían aportado ni una sola prueba que pudiera corroborar los abusos sexuales o el asesinato. La única había sido el relato del primer acusado, que ahora se retractaba, y unas dudosas pruebas médicas.

Las pruebas médicas sobre abusos sexuales pueden ser muy ambiguas. Incluso cuando son bastante claras, como un recto desgarrado, no indican quién cometió la ofensa.

Los dedos acusadores señalaban a todas partes, pero casi todos ellos apuntaban hacia la ahora célebre fiscal, Kathleen Morris, que había iniciado la investigación en medio de la indignación pública, la había seguido a la luz de los medios de información, y después había tomado la repentina decisión de abandonar el caso. Se la acusó de llevar mal el caso, desde las poco profesionales investigaciones hasta la decisión de querer condenar a los veinticuatro acusados a la vez, en lugar de empezar por el caso más claro. Se dijo de ella que estaba ávida de poder, que era errática y nada profesional.

Kathleen Morris se convirtió en el chivo expiatorio para aquellos que creían que los niños decían la verdad, y ahora se pasaban todo el día en el sala donde se veía el caso, y para aquellos que creían que los niños mentían y que la ambiciosa fiscal les había animado a hinchar su relato. Pero a mí me parece que el mismo patrón que se desarrolló en Jordan, Minnesota, está claro en la mayoría de casos de abusos infantiles colectivos. Este patrón incluye:

  • Un único incidente que rápidamente se extiende y forma un círculo cada vez mayor de víctimas y acusados; a menudo se incluyen acusados muy poco probables.
  • Incluso los niños más pequeños dan informes muy convincentes sobre detalles de los abusos sexuales.
  • No se encuentran pruebas que puedan confirmar los abusos excepto las de orden médico; parte de las pruebas médicas son muy ambiguas.
  • Un cierto tiempo después de las acusaciones originales, algunos de los niños cuentan historias aún más estrafalarias. Se puede tratar de relatos sobre cultos satánicos y asesinato de niños.
  • El testimonio de los niños es contradictorio en muchos detalles, después de ser contado tantas veces. Los niños se contradicen entre ellos.
  • La fiscalía intenta quedarse con los «testigos fiables», descarta a los otros: el caso no se sostiene.

El caso del jardín de infancia McMartin es el más notorio, y en su momento el más extenso, de abusos sexuales colectivos. En el punto álgido de su investigación, 350 niños de los 400 entrevistados dijeron haber sufrido abusos sexuales en el jardín de infancia de Virginia McMartin, en Manhattan Beach, California. Finalmente se acusó a 7 personas, incluyendo a la matriarca, Virginia McMartin, de setenta y siete años de edad, de 208 cargos por abusos sexuales a niños y conspiración, con 41 testigos infantiles.

A diferencia de lo ocurrido en la pequeña ciudad de Jordan, este caso disfrutó de los sofisticados recursos de la Unidad de Abusos Sexuales, del departamento de policía de Los Ángeles. También se utilizó un experimentado equipo profesional de asistentes sociales del Instituto Infantil para entrevistar a los niños. A pesar de estas ventajas, el caso McMartin siguió un patrón muy parecido al de Jordan.

El incidente McMartin empezó con una sola denuncia hecha por la madre de un chico de doce años contra Ray Buckey, nieto de Virginia McMartin, propietaria de la escuela. La investigación se extendió como la pólvora, y pronto los investigadores fueron más allá del chico cuyo caso se estudiaba y empezaron a interrogar a estudiantes que se habían graduado en los últimos siete años. Los 350 niños que dijeron haber sufrido abusos sexuales señalaron como mínimo a tres docenas de sospechosos del archivo fotográfico de la policía, algunos de los cuales eran amigos de los McMartin, algunos líderes cívicos de Manhattan Beach.

Como en el caso de Jordan, la policía no pudo encontrar pruebas que corroboraran la acusación. Las pruebas médicas de abuso sexual (siempre polémicas, porque según el médico que realice la prueba se puede llegar a opiniones diferentes) y el testimonio de los niños, al principio muy convincente, eran lo único de que se disponía.

Al ir avanzando los interrogatorios, algunos de los chicos de más edad empezaron a contar historias de abusos rituales con túnicas negras, velas negras y la ingestión de sangre de animales. Varios hablaron de visitas a cementerios locales, donde Ray Buckey les obligaba a exhumar cadáveres, que después acuchillaba.

Fue en la audiencia preliminar al juicio, que duró veinte meses, la más larga de la historia de California, donde todos los antiguos temores sobre la fiabilidad de los testimonios infantiles se pusieron de relieve. Una audiencia preliminar no es un juicio con jurado, es simplemente un paso del proceso judicial en que el juez decide si existen suficientes pruebas para procesar al acusado. No obstante, se permite a los abogados defensores presentar una defensa afirmativa, y por ello la audiencia se puede convertir en un mini juicio sin jurado.

Estaba previsto que testificaran cuarenta y un testigos contra siete acusados, pero pronto se hizo patente que con ello se podía tardar meses y meses. El primer testigo, un niño de siete años, fue objeto de un interrogatorio cruzado durante una semana. El siguiente testigo testificó durante dieciséis días.

Los abogados de los siete acusados utilizaron tres tácticas básicas para desmontar el testimonio de los niños. La primera era atacar el procedimiento de interrogatorio que seguían los terapeutas y los fiscales. Utilizaron las entrevistas grabadas en cintas de vídeo del primer interrogatorio para demostrar que los entrevistadores estaban metiendo en la cabeza de los niños las ideas sobre abusos sexuales. Aparecía una terapeuta del Instituto Infantil, que con la ayuda de muñecas y títeres le decía a un niño que los otros niños ya le habían contado las «cosas sucias» que ocurrían en el jardín de infancia, añadiendo: «Yo sé que tú sabes de lo que estoy hablando». Le dijo al niño que ella y otras personas querían descubrir quienes eran «los malos», y por ello le pedía ayuda al niño
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.

La segunda táctica era forzar al niño a contradecirse a sí mismo o al testimonio de otros niños. Con siete abogados defensores repreguntando sobre el testimonio del niño durante días y días, eso no era difícil de conseguir en la mayoría de casos. Los abogados defensores no siempre eran duros o engañosos. Muchas veces se reían con el testigo y le engatusaban para que reconociera una contradicción.

Y finalmente exageraban el testimonio de los niños sobre abusos rituales o circunstancias estrafalarias. El noveno testigo dijo que se pegaba regularmente a los niños de la escuela con un látigo de cuero de tres metros y que los llevaban a la iglesia episcopal, donde un sacerdote les pegaba si no rezaban a tres o cuatro dioses. Tras este testimonio, los avergonzados fiscales decidieron eliminar como testigos a todos los niños que habían mencionado cultos satánicos o rituales en el cementerio episcopal.

A medida que los niños testigo eran sistemáticamente desacreditados en el estrado o retenidos por temor a que estropearan el testimonio con sus relatos de extravagantes rituales, el caso se vino abajo rápidamente. Al final de los veinte meses de audiencia preliminar, el juez decidió que existían suficientes pruebas para llevar a juicio a los siete acusados, pero los fiscales se dieron cuenta de que, con el fracaso de gran parte de los testimonios infantiles, nunca podrían conseguir que los siete acusados fueran declarados culpables por los 208 cargos presentados.

En una humillante declaración pública, el equipo de la fiscalía dijo que retiraba los cargos contra cinco de los acusados y que seguía adelante con el proceso únicamente contra Ray Buckey y su madre, Peggy McMartin Buckey. Trece niños, ahora entre la edad de ocho y doce años, testificarían sobre acontecimientos ocurridos cuando tenían tres, cuatro y cinco años. Mientras escribo esto, el proceso todavía continúa.

Estos dos casos de abusos colectivos ilustran el problema de conseguir que se declare culpable a un acusado contando con el testimonio de niños en general, y también las trampas específicas que presentan los casos de abusos colectivos.

Interrogatorio inicial

En todos los casos de abuso sexual, tanto si hay una víctima como cuatrocientas, un tema crucial es el interrogatorio inicial. Si el interrogatorio parece animar a que los niños hagan acusaciones de abusos sexuales, el jurado se cuestionará la credibilidad del niño. En el caso McMartin, las cintas de vídeo del interrogatorio original, que parecían apuntar en esa dirección, resultaron perjudiciales para el caso que presentaba la fiscalía. Los interrogatorios repetidos a lo largo de un período de meses o incluso años, llevados a cabo por diferentes personas, casi seguro que confundirán el tema de la sinceridad. Discutiré más adelante en este capítulo las reformas que se están proponiendo para solucionar este conflictivo tema.

Procedimiento judicial

El segundo tema conflictivo que aparece en todos los casos de abuso sexual, tanto individuales como colectivos, es el procedimiento mismo del juicio. Existe una gran preocupación por el tema de que el niño que es testigo tenga que enfrentarse con el acusado cara a cara, un derecho que garantiza la sexta enmienda de la Constitución. Durante el transcurso de la audiencia preliminar del caso McMartin, la legislatura estatal de California dictó una nueva ley que permitía que los niños testificaran mediante un circuito cerrado de televisión, en el cual no podían ver al acusado. Solamente el último testigo tuvo ocasión de acogerse a esa nueva ley. (El reciente caso del tribunal supremo, Coy contra Iowa, que discutiré más adelante, arroja dudas sobre la constitucionalidad de esta ley). También existen muchas renuencias a utilizar las mismas tácticas de interrogatorio cruzado con los niños que se utilizan contra los testigos adultos en los casos penales. También hablaré de las reformas que se están proponiendo para estos temas.

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