El viejo no se movió; sólo se quedó paralizado, volvió la cabeza hacia Oskar y dijo lentamente:
—Tengo que hacerlo. ¿Me entiendes?
Oskar le conocía. Uno de los borrachos que vivía en ese patio, solía saludarle a veces.
¿Por qué hace esto?
No importaba. Lo principal era que el viejo tenía un cuchillo en las manos, un cuchillo dirigido contra el pecho de Eli que yacía allí desnudo y descubierto en la bañera.
—No lo hagas.
El viejo movió la cabeza hacia la derecha, hacia la izquierda, más como si buscara algo en el suelo que como si estuviera negando.
—No…
Se volvió de nuevo hacia la bañera, hacia el cuchillo. A Oskar le habría gustado explicárselo. Que el de la bañera era su amigo, que era su… que tenía un regalo para él, que…
que era Eli.
—Espera.
La punta del cuchillo apuntaba de nuevo al pecho de Eli, presionando con tanta fuerza que casi pinchaba la piel. Oskar no sabía en realidad lo que hacía cuando se metió la mano en el bolsillo de la cazadora y sacó el cubo; se lo enseño al viejo:
—Mira.
Lacke sólo lo vio por el rabillo del ojo como una súbita aparición de colores en medio de toda la negrura que lo envolvía. Pese a la burbuja de determinación en la que se hallaba encerrado no pudo dejar de volver la cabeza hacia allí, mirar a ver qué era.
Un cubo de ésos en las manos del chaval. Colores alegres.
Parecía totalmente insano en aquel ambiente. Un papagayo entre los grajos. Por un momento se quedó hipnotizado por el colorido del juguete, luego volvió de nuevo la mirada hacia la bañera, hacia el cuchillo que estaba a punto de ser clavado entre las costillas.
Sólo tengo que apretar.
Un destello.
Los ojos de ese ser se abrieron.
Se puso en tensión para apretar el cuchillo a fondo, y sus sienes explotaron.
El cubo crujió cuando una de sus esquinas golpeó la cabeza del viejo y se torció en la mano de Oskar. El hombre cayó de lado sobre uno de los bidones de plástico, que resbaló y fue a parar contra el borde de la bañera con el sonido de un bombo.
Eli se sentó.
Desde la puerta del cuarto de baño Oskar sólo podía verle la espalda. El pelo le caía pegajoso y aplanado sobre la parte posterior de la cabeza y la espalda era toda una herida.
El viejo trató de levantarse, pero Eli, más que saltar, cayó de la bañera aterrizando en las rodillas del hombre como un niño que se hubiera abalanzado sobre su padre para que lo consolara. Eli puso sus brazos alrededor del cuello del viejo y acercó su cara a la de él como si quisiera susurrarle algo con ternura.
Oskar salió del cuarto de baño reculando cuando Eli mordió al viejo en el cuello. Eli no le había visto, pero el viejo sí. Su mirada se quedó fija en Oskar y no la apartó mientras éste caminaba de espaldas, hacia la entrada.
—Perdón.
Oskar no consiguió que la palabra se oyera, pero sus labios la formaron antes de doblar la esquina y de que se interrumpiera el contacto con los ojos.
Estaba con la mano apoyada en el picaporte cuando el viejo gritó. Después el sonido desapareció de golpe, como si le hubieran puesto una mano sobre la boca.
Oskar vaciló. Después cerró la puerta. Echó el seguro.
Sin mirar hacia la derecha cruzó el pasillo, entró en el cuarto de estar.
Se sentó en la butaca.
Empezó a canturrear para ahogar los ruidos que llegaban del cuarto de baño.
En la actualidad, ésta es
mi única posibilidad de protestar…
Bob Hund
,
Uno que se resiste
Let the right one in
Let the old dreams die
Let the wrong ones go
They cannot do
What you want them to do
Morrissey
,
Let the Right One Slip In
De
Dagens Eko
, 16.45, lunes 9 de Noviembre de 1981
El llamado asesino ritual ha sido detenido por la policía el lunes por la mañana. El hombre se encontraba en ese momento en un local de un sótano en Blackeberg, al oeste de Estocolmo.
Bengt Larn, portavoz de la policía:
—Se ha detenido a una persona, eso es correcto.
—¿Están seguros de que es el hombre al que se buscaba?
—Relativamente. Algunos factores, no obstante, dificultan su positiva identificación.
—¿Qué factores?
—Lo siento, pero no puedo entrar a comentarlos por ahora.
El hombre fue llevado al hospital tras su detención. Su estado se describe como muy crítico.
Junto al hombre se hallaba también un chico de dieciséis años. El chico no presentaba daños físicos, pero se encontraba en estado de shock y ha sido trasladado al hospital para su observación.
La policía está registrando ahora los alrededores para reunir más información sobre el desarrollo de los hechos.
El rey Carl Gustaf inauguró hoy un puente nuevo sobre el estrecho de Almo en Bohuslän. A la inauguración…
Extracto de las anotaciones del diagnóstico hecho por el catedrático de cirugía, por encargo de la policía
… exploración preliminar con dificultades… contracciones musculares de carácter espasmódico… el estímulo del sistema central nervioso, ilocalizable… parada de la actividad cardiaca…
La actividad muscular cesa a las 14.25… la autopsia revela la existencia, antes desconocida, de… órgano interno gravemente deformado…
La anguila que muerta y troceada salta en la sartén… hasta ahora nunca observado en un tejido humano… solicita poder conservar el cuerpo… atentamente…
Del periódico
Västerort
, semana 46
¿QUIÉN MATÓ A NUESTROS GATOS?
—Lo único que conservo es su collar —dice Svea Nordström señalando con la mano el embarrado prado donde apareció su gato y los de otros ocho vecinos…
Del informativo
Aktuellt
, lunes 9 de Noviembre
,
21.00
La policía pudo acceder esta tarde al piso que, según se cree, pertenece al llamado asesino ritual, que fue detenido esta mañana.
Una llamada hizo que la policía pudiera finalmente localizar la vivienda en Blackeberg, a unos cincuenta metros del lugar donde el hombre fue detenido esta mañana.
Tenemos a nuestro reportero Folke Ahlmarker en el lugar:
—El personal de la ambulancia está en estos momentos trasladando el cuerpo de un hombre hallado muerto en el piso. Aún no se sabe quién es el cadáver. Por lo demás, parece que la vivienda se encontraba totalmente vacía de objetos. Parece ser que hay también indicios de que otras personas han estado recientemente en la vivienda.
—¿Qué hace ahora la policía?
—Han estado todo el día en la zona llamando a las puertas, pero si han obtenido alguna información, eso aún no lo han comunicado.
—Gracias, Folke.
Ráfagas de luz azul en el techo del dormitorio. Oskar está tumbado en su cama con las manos debajo de la cabeza.
Bajo la cama hay dos cajas de cartón. En una de ellas hay mucho dinero, montones de billetes y dos botellas de alcohol de quemar, la otra está llena de rompecabezas.
La caja con ropa se quedó allí.
Para ocultar las cajas, Oskar ha puesto su juego de hockey delante de ellas. Mañana las bajará al sótano, si tiene fuerzas. Su madre está viendo la tele, grita algo acerca de que su casa se ve por el televisor. Pero él no tiene más que levantarse y acercarse a la ventana para ver la misma cosa, desde otro ángulo.
Las cajas las tiró desde el balcón de Eli al suyo cuando aún era de día, mientras Eli se lavaba. Cuando salió del cuarto de baño la herida de la espalda ya se le había curado y estaba algo mareado por el alcohol que contenía la sangre.
Se acostaron juntos, se abrazaron. Oskar le contó lo que le había pasado en el metro. Eli le dijo:
—Perdona. Que pusiera en marcha todo esto.
—No. Está bien.
Silencio. Largo. Después Eli le preguntó, con discreción:
—¿Te gustaría… ser como yo?
—… No. Me gustaría estar contigo, pero…
—No. Claro que no quieres. Lo entiendo perfectamente.
Al anochecer se levantaron por fin, se vistieron. Estaban abrazados en el cuarto de estar cuando oyeron la sierra. Estaban serrando la cerradura.
Corrieron hacia el balcón, saltaron sobre la barandilla, aterrizaron en blando en los setos de abajo.
Dentro del piso oyeron que alguien decía:
—Pero qué demonios…
Se acurrucaron juntos bajo el balcón. Pero no había tiempo.
Eli volvió la cara hacia Oskar, diciendo:
—Yo…
Cerró la boca. Luego besó a Oskar en los labios.
Oskar vio durante unos segundos a través de los ojos de Eli. Y lo que vio era… él mismo. Sólo que mucho más elegante, más guapo, más fuerte de lo que creía que era. Visto con amor.
Unos segundos.
Voces en el piso de al lado.
Lo último que Eli había hecho antes de levantarse fue despegar el papel con el código Morse. Ahora se oían unos pies pesados dando vueltas en la habitación donde Eli se había tumbado y desde donde le había enviado mensajes.
Oskar pone la palma de la mano sobre la pared.
—Tú…
Oskar no fue a la escuela el martes. Se quedó en su cama atento a los ruidos que llegaban a través de la pared preguntándose si encontrarían algo que pudiera conducirles hasta él. Al mediodía se dejaron de oír ruidos, y todavía no habían vuelto.
Entonces se levantó, se vistió y fue hasta el portal de Eli. La puerta del piso estaba precintada. Prohibido el paso. Mientras permanecía allí, mirando, llegó un policía hasta el rellano. Pero él no era más que un niño curioso del vecindario.
Al anochecer bajó las cajas al sótano y puso una alfombra vieja por encima de ellas. Ya decidiría más tarde qué haría con ellas. Si entraba algún ladrón en su cuarto trastero seguro que se iba a poner contento.
Se quedó un buen rato sentado en la oscuridad del sótano, pensando en Eli, en Tommy, en el viejo. Eli le había contado todo, que no había sido su intención que las cosas acabaran así.
Pero Tommy estaba vivo. Se pondría bien de nuevo. Eso le había dicho su madre a la madre de Oskar. Al día siguiente volvería a casa. Al día siguiente.
Al día siguiente, Oskar regresaría a la escuela. A encontrarse con Jonny, con Tomas, con…
Tendremos que empezar a entrenarlo de nuevo.
Los dedos fríos, duros de Jonny sobre su mejilla. Apretando su carne blanda contra los dientes hasta que su boca involuntariamente tuvo que abrirse.
Chilla como un cerdo.
Oskar juntó las manos, apoyó la cara en ellas mirando la pequeña colina que formaba la alfombra sobre las cajas. Se levantó, retiró la alfombra y abrió la caja en la que estaba el dinero.
Billetes de mil y de cien todos revueltos, algunos fajos. Revolvió el dinero con la mano hasta que encontró una de las botellas. Después subió al piso a buscar cerillas.
Un foco solitario esparcía un resplandor blanco y frío sobre el patio de la escuela. Más allá de su luz se veían, pegados al suelo, los contornos de los juegos. Las mesas de ping-pong, tan estropeadas que no se podía jugar en ellas más que con pelotas de tenis, estaban cubiertas de nieve medio fundida.
Dos hileras de ventanas dentro del edificio de la escuela tenían las luces encendidas. Los cursos de la tarde. Por eso también estaba abierta una de las puertas laterales de la escuela.
Oskar, recorriendo pasillos a oscuras, llegó hasta su clase. Estuvo un rato mirando los pupitres. El aula parecía irreal a esas horas de la tarde, como si los fantasmas, murmurando silenciosamente, la utilizaran para su enseñanza: imposible imaginarse cómo sería esa enseñanza.
Se dirigió al pupitre de Jonny, levantó la tapa y lo roció con unos decilitros de alcohol de quemar. En el de Tomas, lo mismo. Se detuvo un momento delante del de Micke. Decidió que no. Luego se sentó en el suyo. Dejó que se filtrara. Como se hace con el carbón de la barbacoa.
Soy un fantasma. Buuu… buuu…
Abrió la tapa del pupitre y sacó
Ojos de fuego
, le hizo gracia el título y se lo guardó en la cartera. El libro de sueco donde había escrito una historia que le gustaba. Su bolígrafo preferido. A la cartera. Después se levantó, dio una vuelta a la clase y disfrutó estando allí. En paz.
Olía a química en el pupitre de Jonny cuando volvió a levantar la tapa, sacó las cerillas.
No, espera…
Fue a buscar dos reglas de madera grandes en la estantería que había al fondo de la clase. Sujetó la tapa del pupitre de Jonny con una de ellas, la de Tomas con la otra. Si no, dejaría de arder tan pronto como él soltara la tapa.
Dos animales prehistóricos hambrientos abriendo sus fauces en busca de comida. Dos dragones.
Encendió una cerilla, sujetándola en la mano hasta que la llama era grande y clara. Luego la soltó.
Cayó de su mano como una gota amarilla y
BUMMM
Jod…
Le escocieron los ojos cuando la cola morada de un cometa salió del pupitre y le lamió la cara. Se echó hacia atrás; había creído que ardería como… el carbón de la barbacoa, pero el pupitre saltó ardiendo por los aires, todo quedó envuelto en una gran llama que llegó hasta el techo.
Ardía demasiado.
La luz bailaba, se agitaba sobre las paredes de la clase y una guirnalda con grandes letras de papel que colgaba sobre el sitio de Jonny se rompió y cayó al suelo con la P y la Q ardiendo. La otra mitad se movía formando un amplio arco y las llamas cayeron sobre el pupitre de Tomas, que al momento se prendió con el mismo
BUMMM.
Una detonación succionadora al tiempo que Oskar corría fuera de la clase con la cartera golpeándole en la cadera. Piensa si toda la escuela…
Cuando llegó al final del pasillo empezó a sonar la alarma. Un estruendo metálico llenó el edificio y sólo cuando ya había bajado un tramo de las escaleras comprendió que se trataba de la alarma contra incendios.
Fuera, en el patio, la gran campana llamaba enfadada a unos alumnos que no existían, convocando a los fantasmas de la escuela y acompañando a Oskar durante la mitad del camino hacia su casa.
Cuando llegó a la vieja tienda de Komsum y la campana dejó de sonar, se relajó. Siguió andando tranquilamente.