Read El bokor Online

Authors: Caesar Alazai

Tags: #Terror, #Drama, #Religión

El bokor (54 page)

BOOK: El bokor
3.47Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—No sea usted aprensivo.

—En estos días hay que cuidarse de los policías tanto como de los criminales.

—¿Sabe usted algo acerca de Francis Bonticue?

—Supongo que se refiere al hijo de Trevor Bonticue.

—Ese mismo.

—Pues no. ¿Debería?

—Solo esperaba un golpe de suerte.

—Lamento decepcionarlo. Ahora, puede dejar en libertad a Kennedy.

—Tardará solo unos minutos más.

—Detective, soy un hombre ocupado y no puedo esperar más, por favor, dígale a Adam Kennedy que me llame una vez esté libre. Le dejaré mi número.

—Pensé que se conocían desde hacía años…

—Eso no quiere decir que estemos en contacto permanente.

—Supongo que no.

—¿Lo hará entonces?

—Descuide señor…

—Tassier —se apresuró a responder el hombre.

—Señor Tassier, en unos minutos Adam Kennedy será puesto en libertad.

—Confiaré en su palabra. Si no podemos confiar en la policía, no sé en quien podríamos confiar en estos días.

—Así es, aunque lo mismo deberíamos decir por ejemplo de… la iglesia…

—¿Tiene alguna queja contra la iglesia?

—Ninguna de momento.

—En ese caso, me retiro. Ha sido un placer hablar con usted, detective Bronson.

Bronson miró al tipo caminar despacio hacia la salida. Su aspecto sin duda era desgarbado, en nada parecía un abogado de los alrededores, más bien parecía… Bronson recordó la imagen del tipo misterioso que había arrollado a su compañero en el apartamento de Kennedy y corrió hacia la puerta. Sin embargo cuando llegó ya no había rastro de aquel hombre en las calles repletas. Recorrió con la mirada ambos lados de la calle, pero el hombre parecía haberse esfumado. Corrió hasta la esquina y dobló hacia la derecha en el mismo sentido que lo hacía el tránsito. Llegó hasta la otra calle y no había rastro del tipo. Volvió con la desazón de que aquel hombre se le había ido de sus manos y se sintió un novato, entró a la oficina de policía con el rostro descompuesto al tiempo en que la secretaria volvía a su escritorio.

—Luces muy mal Bronson.

—Me siento peor.

—Ha sido ese sujeto ¿verdad?

—Así es, tenía usted razón, no parece un abogado.

—Además da un poco de miedo ¿no crees?

—No sentí temor…

—Yo sí, no sé por qué pero me pareció que ese tipo estaba metiéndose en mi mente.

—Creo no entenderte.

—Cuando estreché su mano sentí una especie de escalofrío, una sensación bastante fea.

—Quizá ya estaba predispuesta.

—¿No lo ha sentido usted?

—No llegué a darle la mano.

—Pero sus ojos… había algo en ellos que lo hacían lucir como…

—¿Un ser infernal?

—Iba a decir que un perro de esos que salen en las películas. Esos que te miran muy fijo y te obligan a hacer alguna tontería.

—¿Por eso dices que se metió en tu cabeza?

—Fue una sensación muy extraña, como si de alguna forma lograra controlarme, luego me sentí muy mal, con deseos de vomitar y fue cuando bajé a avisarle de que venía por Kennedy.

—Entiendo. Espero que ahora te sientas mejor.

—La verdad, no me agradaba tener detenido a un sacerdote y menos aún si es un amigo de este tipo. ¿Sabe que se cuentan historias de Kennedy? Todos los hombres dicen que es posible que haya matado a ese tipo que apareció colgado del árbol y también a los de la iglesia.

—Aun no hay nada demostrado.

—Los presos también estaban muy asustados, al parecer Kennedy estuvo haciendo invocaciones a un demonio o algo por el estilo.

—Creo que llevan demasiado lejos esta situación con el sacerdote.

—Sea como sea me alegra que se haya marchado.

—Lo hará en cuanto hable con él.

—Kennedy ya se ha ido.

—¿Cómo dice?

—Salió justo después de usted, pensé que los tres se habían ido juntos. El sacerdote llevaba prisa.

—¿Cómo lo dejó libre?

—El abogado vino por él, usted mismo acaba de decir que estaba en libertad.

—No es posible. ¡Maldición! Como puede un hombre marcharse así sin que nadie lo detenga —dijo mientras recorría la sala con una mirada furiosa hacia todos los uniformados.

—Nadie lo quería aquí. Ese hombre es un ser extraño —dijo un policía temeroso.

—Por supuesto que lo es, es un posible asesino múltiple ¿Qué esperaban?

—¿Desea que dé el parte para que lo busquen? No debe estar lejos.

—No —dijo después de pensarlo— no tengo pruebas para detenerlo de nuevo. ¿Dónde está Johnson?

—Justo aquí —dijo el hombre desde la puerta. —¿A qué vienen esos gritos?

—Kennedy se ha marchado. Su abogado vino por él.

—No podíamos retenerlo más tiempo.

—Creo que el abogado es el tipo misterioso que estuvo a punto de arrollarte.

—Ese hombre no parecía en nada un abogado.

—Pues se ha presentado y se lo ha llevado sin que nadie hiciera nada por detenerlo.

—¿No estabas con Kennedy?

—¡Maldita sea! Estaba con él, hablé con el tipo y no caí en la cuenta de que podía ser el hombre del apartamento hasta que se había marchado. Debe haber volado, porque por más que corrí no pude dar con él.

—¿Cómo si se hubiera esfumado?

—Así es.

—Es lo mismo que me pasó en las escaleras del edificio de Kennedy, yo lo seguía y la chica que subía no se lo encontró. Era imposible que no lo hiciera, a no ser que ese tipo pudiera desvanecerse.

—Pensé que tal vez esa chica lo encubría.

—Yo también, pero ahora lo hace otra vez.

—Kennedy aprovechó mi ausencia para salir de aquí y ahora no sé dónde demonios puede estar.

—Creo que debe estar con el chico Bonticue. En la contestadora de su apartamento hay un mensaje de Francis, le pide verlo cuanto antes.

—Y supongo que no dice el lugar.

—Dice que Kennedy sabe dónde hallarlo.

—A mí me dijo no saber nada de Francis.

—Este caso apesta. El tipo haitiano que apareció muerto…

—¿Qué hay con él?

—Estaba relacionado con los dos tipos de la iglesia.

—¿De la misma pandilla?

—Puede ser. El caso es que también es posible que conociera a Jeremy, a Francis y por supuesto a Kennedy.

—Lo cual nos vuelve al mismo círculo en que nos movemos desde el primer crimen.

—No estoy tan seguro siquiera de que esos hombres hayan sido el primero crimen. Puede que el asesinato de Jeremy haya sido el detonador de toda esta pesadilla.

—Aun así, no encajaría la muerte de Renaud ni del padre Ryan.

—Renaud murió ahogado, así que le hicieron exámenes forenses. Hablé con el patólogo.

—¿Alguna novedad?

—El tipo era un adicto. En la inspección de su apartamento no se encontró nada de valor. Al parecer vivía en la miseria. Es posible que lo mataran por deudas de drogas.

—Y que su amigo el sacerdote lo esté vengando. ¿Qué hay de Ryan? Espero no me digas que también se drogaba.

—No. Pero es posible que haya visto algo respecto a esos crímenes. No descarto que haya visto a Kennedy y que le pidiera que se entregara, recuerda la llamada telefónica alertándolo de nuestra visita.

—Lo mismo que McIntire. Tampoco quisiera descartar a ese hombre. Su vida familiar se vio alterada por la muerte de Jeremy y puede que haya decidido vengarse.

—Pero no explicaría la muerte de Renaud.

—Aun pienso en eso. La de Ryan puede ser por el mismo motivo, quizá el hombre se enteró por medio de Kennedy que el sacerdote vio algo y decidió cargárselo antes de que hablara de más.

—¿Y si Renaud fue el que le presentó a McIntire a los tipos que mataron a su hijastro? Una vez que lo hizo puede que el hombre haya decidido matarlo para encubrir lo que pensaba hacer.

—No hemos avanzado mucho en este caso.

—Creo que más bien estamos intentando nadar en el fango.

—Es preciso localizar a ese chico Bonticue. Regresemos donde el padre, puede que se haya comunicado con ellos.

—Demos la alerta sobre Kennedy pero debe ser localizado y seguido con discreción, quizá nos lleve a Bonticue y si damos con este, puede que encontremos el cuerpo de ese chico Jeremy.

—Estoy de acuerdo contigo. También es preciso que localicemos a ese tipo, el abogado de Kennedy.

—Algo me dice que no será sencillo encontrarlo.

—Al parecer ninguno de los que buscamos lo es.

La secretaria volvió a interrumpir.

—Detectives, ha llegado el informe que pidieron a Haití sobre el padre Kennedy, lo he reenviado a sus correos.

—Espero que haya algo de utilidad en ese informe.

—Yo no me haría muchas ilusiones —dijo Johnson— los servicios poliacos en Haití no son nada de lo que puedan hacer alarde.

—Es posible, pero a como están las cosas, tampoco nosotros podríamos alardear.

Capítulo XXXVII

Alexander McIntire se paseaba nervioso por la casa, a cada momento se asomaba por la ventana que daba a la calle solo para constatar que no había movimiento que le anunciara que Francis Bonticue y el cadáver de su hijastro habían aparecido. Jenny no dejó pasar la oportunidad de cuestionarlo:

—Estás preocupado por el regreso de Jeremy ¿no es verdad?

—¿Qué haces despierta? Ya pasa de la media noche.

—Al igual que tú, no podía dormir, a pesar de los piscofármacos que te empeñas que tome.

—El doctor dijo que debías descansar y no podría estar más de acuerdo con él.

—El descanso que necesito no es del cuerpo, sino de mi alma, necesito saber que no estoy loca como quieres hacerme pensar, debo saber que Jeremy ha vuelto y que no son alucinaciones.

—Al menos ya das crédito a que puedas estar alucinando.

—Jeremy no está en su tumba. Sabes que ha vuelto, a eso se debe que estés tan nervioso, los policías abrieron la tumba y no lo encontraron y eso solo puede significar que ha vuelto de la muerte.

—No debes hacerte ilusiones, Jenny, yo mismo vi el cadáver de Jeremy y aunque quisiera alentarte en la idea de que tu hijo está vivo, sé bien que no es así.

—Pero no dejaste que le hicieran la autopsia.

—Era claro que murió por una sobredosis, nuestro médico así lo certificó.

—Y tus contactos se encargaron de que lo inhumaran de prisa y sin ningún tipo de investigación.

—Solo quería protegerte, que pasaras ese trago amargo cuanto antes.

—Sabes que mientes —dijo Jenny que parecía tener una calma que hacía temer a Alexander.

—Al menos ya no lo dices histérica.

—El saber que Jeremy ha vuelto me ha dado un poco de paz. La recuperaré por completo cuando haya cobrado venganza.

—¿De qué hablas mujer? No deberías decir esas cosas y menos sabiendo que se han producido una serie de asesinatos ligados…

—¿Con la muerte de Jeremy?

—No. No me refería a eso.

—Siempre sostuviste que había sido una sobredosis accidental y ahora te preocupa que esos hombres que aparecieron en la iglesia hayan estado involucrados en la muerte de mi hijo.

—Jeremy murió porque no pudimos sacarlo de ese mundo, de alguna forma todos los narcotraficantes son culpables de su muerte, pero no he dicho que estos tipos en particular lo fueran, quizá, Adam Kennedy es más culpable por haber alimentado esas estupideces en Jeremy y luego en ti.

—No son estupideces, Kennedy sabía como volver de la tumba y de alguna manera le transfirió ese poder a Jeremy.

—¿Entonces por qué no ha regresado de su tumba su amigo, el haitiano que también murió hace unos días?

—No lo sé, quizá no tenía nada por qué volver, el hombre vivía solo desde que volvieron de la isla y tal vez ya había cumplido sus metas en la tierra. En cambio Jeremy…

—Jeremy está muerto, nada ni nadie puede cambiar eso, entre más pronto te des cuenta de eso será mejor.

—Jeremy te buscará, Alexander.

—¿A mí? ¿Por qué demonios podría buscarme? No hice más que tratar de enderezar su camino.

—Hiciste mucho más que eso, cortaste sus sueños, lo arrojaste a ese mundo que lo consumió.

—Sabes bien que no es cierto, Jeremy vivía en ese mundo gótico desde antes de conocerlo, tenía esas fantasías primero de vampiros y luego con los zombis que Kennedy le metió en la mente.

—He soñado con él.

—¿Otra vez?

—Esta vez si ha sido un sueño.

—Al menos no ha sido una de las famosas apariciones.

—Me ha dicho que tiene asuntos que atender pero que pronto estaremos juntos.

—Espero no pienses hacer una tontería.

—Vete a dormir Alexander, Jeremy no vendrá hoy —dijo con la mirada perdida en el vacío.

—Ve tú, yo leeré un poco antes de dormir.

Jenny se marchó a su habitación y Alexander la siguió con la vista. Maldijo la influencia que Kennedy había tenido en su mujer al hacerle creer todas aquellas historias del vudú y de los muertos caminantes. Quizá debería denunciar al sacerdote ahora que lo tenían preso, agregar peso a los cargos que existían contra él por la muerte de aquellos hombres en la iglesia, por el padre Ryan y por el tipo que apareció colgado en el bosque. En todos aquellos casos Kennedy era el común denominador, nadie podría negarlo, solo sería suficiente una declaración que lo terminara de incriminar, quizá, la del chico Bonticue si llegaba a aparecer con vida. Miró el reloj de su pulsera y pasaba la una de la mañana, aún así llamó a Bonticue. El hombre se apresuró a contestar el teléfono.

—Francis ¿dónde estás?

—Lo siento Trevor, soy Alexander, llamaba para saber si sabías algo de tu hijo.

—Aún no, no ha llamado ni nadie ha sabido nada de él. Acabo de hablar con el detective Johnson y solo tienen una pista.

—¿Se puede saber cuál?

—Al parecer Francis llamó al padre Kennedy, le dejó un mensaje con algo así como que necesitaba verlo, que lo esperaba en el sitio que ambos sabían.

—¿Y que lugar es ese?

—No tengo la más remota idea, tampoco su madre lo sabe, esperaba que fuera de mañana para preguntarles a ti y a Jenny.

—No creo que lo sepa.

—Si Francis conoció a Kennedy fue por su amistad con Jeremy, quizá ambos sabían de esas cosas de lugares secretos. Por cierto, ¿Ha habido algo respecto al cadáver de Jeremy?

—Nada en absoluto.

—Espero que Francis no haya tenido que ver en esa locura de robarse el cadáver, porque ¿El chico estaba muerto, no?

—Por supuesto.

BOOK: El bokor
3.47Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Hades by Russell Andrews
Noche salvaje by Jim Thompson
Undercover Alice by Shears, KT
The Same Stuff as Stars by Katherine Paterson
Robyn Donald – Iceberg by Robyn Donald
ISOF by Pete Townsend
The Fairbairn Girls by Una-Mary Parker
The Game by Amanda Prowse
Stuff to Spy For by Don Bruns
Before Jamaica Lane by Samantha Young