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Authors: Chris Bradford

El camino del guerrero (32 page)

BOOK: El camino del guerrero
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Arigatôgozaimashita, sensei
—susurró Akiko, sosteniendo el arco y las flechas con total reverencia y regresando a su sitio.

—Por último, llegamos a ti, Jack —dijo Masamoto con magnanimidad—. ¿Quién habría pensado que el despojo medio ahogado de un muchacho
gaijin
llegaría a tanto? Tu padre, si hubiera sobrevivido, estaría orgulloso de ti este día.

Los ojos de Jack se llenaron de lágrimas de repente. La inesperada referencia a su padre fue casi insoportable y tuvo que morderse los labios para no llorar.

—Has salvado la vida de Yamato —continuó Masamoto—. Dos veces, si no me equivoco. Has aprendido nuestro idioma y nuestras costumbres. Y has desbaratado los intentos de asesinato de Dokugan Ryu, no una, sino tres veces. Si mi
daimyo
tuviera un ejército de muchachos ingleses como tú, conquistaría cualquier tierra en un abrir y cerrar de ojos. Acércate.

Jack se arrodilló respetuosamente delante de Masamoto.

Todos los
sensei
respondieron al saludo de Jack. El
sensei
Hosokawa y la
sensei
Yosa le dirigieron serios pero aprobatorios gestos con la cabeza. El
sensei
Kyuzo ofreció su típico saludo frío y reservado, pero el
sensei
Yamada le sonrió cálidamente.

—Todavía tienes mucho que aprender, Jack —continuó Masamoto, súbitamente serio—. No eres más que una pequeña flor. Sólo has puesto los cimientos. Has dado tu primer paso. Aún tienes un largo viaje por recorrer en el Camino del Guerrero, pero, como dije al principio, estamos aquí para ayudarte a hacer ese viaje. Por tanto, te ofrezco mis primeras espadas.

A juzgar por la expresión de asombro de los rostros de los
sensei
y la manera en que tanto Akiko como Yamato contenían el aliento, no había duda de que se trataba de un honor considerable y sin precedentes. Masamoto abrió la última caja lacada que había ante él y alzó dos formidables espadas.

A diferencia de la Espada de Jade, las
daishô
de Masamoto no estaban demasiado decoradas. Las
sayas
eran vainas lacadas en negro, y su único adorno era un grabado de un pequeño fénix dorado cerca de la empuñadura. No era una obra de arte ni una espada de exhibición. Era un arma para la guerra.

—Jack, la espada es el alma del samurái —dijo Masamoto con gravedad, y dedicándole una mirada severa, le entregó a Jack el
daishô
—. La posesión de un arma semejante conlleva una gran responsabilidad —instruyó Masamoto, sin soltar las espadas, que ahora Jack y él sostenían al mismo tiempo—. No puedes perderla. Nunca debe caer en manos de tu enemigo. Y debes cumplir siempre los principios del
bushido.
Valor. Disciplina. Honor. Respeto. Lealtad. Integridad. Benevolencia. Este último principio los sustenta a todos. ¿Comprendes?


Hai
, Masamoto-sama.
Arigatôgozaimashita
—respondió Jack, con completa sinceridad.

Jack recogió las espadas e inmediatamente sintió que sus manos se hundían bajo el peso de su responsabilidad. Hizo una profunda reverencia y regresó a su sitio entre Akiko y Yamato.

—Ahora que hemos terminado, he de pediros que os marchéis. Deseo pasar algún tiempo con mi hijo. Tenemos mucho de qué hablar —dijo Masamoto, y una sonrisa iluminó la parte intacta de su rostro.

Todos inclinaron la cabeza y se marcharon respetuosamente de la Sala del Fénix.

Jack y Akiko dieron un paseo por el jardín Zen del Sur mientras esperaban a Yamato. Se detuvieron entre dos columnas de piedra y contemplaron en silencio el cielo nocturno. La luna estaba brillante e hinchada, apenas a dos días de volverse luna llena, y las estrellas brillaban claras en el cielo.

—¿Ves esa estrella, las más brillante? Es Espiga —dijo Jack tras unos instantes.

—¿Cuál? —preguntó Akiko—. Todas me parecen iguales.

—Empieza a partir del extremo de la Osa Mayor, la constelación que está encima de nosotros, luego sigue el arco hasta Arcturus y llegarás a Espiga —dijo Jack, guiando los ojos de Akiko con la punta del dedo—. La que está a la izquierda es la que llamamos Regula, y la que está al lado, Bellatrix. La que tintinea allí es Júpiter, pero eso no es una estrella, sino un planeta.

—¿Cómo sabes todo eso? —preguntó Akiko, volviendo hacia él sus ojos chispeantes.

—Mi padre me lo enseñó. Decía que si alguna vez quería ser piloto como él, tendría que saber navegar guiándome por las estrellas.

—¿Y sabes?

—Sí. Lo suficiente para guiar un barco de regreso a puerto —dijo Jack, y añadió con tristeza—: pero probablemente no lo suficiente para regresar a casa. El hemisferio sur es muy distinto a éste y tendría que navegar los océanos meridionales para llegar a Inglaterra.

—¿Todavía quieres volver a casa?

Jack miró a Akiko. La luz de la luna se reflejaba en sus ojos negros, y Jack sintió de pronto que pequeños escalofríos le recorrían la espalda como estrellas fugaces.

Sí, todavía quería volver a casa. Añoraba los verdes prados de Inglaterra en primavera, y el calor de la chimenea de su casa en invierno, junto a la que su padre les contaba largas historias de viajes intrépidos. Anhelaba el caos de Londres y el ruido de los vendedores ambulantes, el ganado y el golpeteo de los herreros. Su estómago echaba de menos la carne, los pasteles y el pan con mantequilla, y su cerebro, hablar inglés con alguien. Pero sobre todo añoraba a su familia. Jess era todo lo que tenía ahora. Tenía que encontrarla. Asegurarse de que estaba bien.

Sin embargo, por primera vez, allí, de pie junto a Akiko bajo las estrellas, Jack sintió que podía encajar en Japón.

«Estés donde estés, son tus amigos los que conforman tu mundo.» Se lo había dicho su madre cuando se mudaron de Rotterdam a Limehouse debido al trabajo de su padre. Entonces sólo tenía siete años y lamentó tener que mudarse, pero ahora comprendía lo que ella quería decir. Aquí en Japón, Jack había encontrado amigos. Amigos de verdad. Saburo, Yori, Kiku, Yamato y, sobre todo, Akiko.

—¡Akiko! —dijo una voz.

Era la
sensei
Yosa.

—¿Puedo requerir un instante de tu tiempo? Necesito explicarte las peculiaridades de tu arco.


Hai, sensei
—respondió Akiko. Pero antes de irse se volvió hacia Jack y le dijo—: Sé que echas de menos tu hogar en Inglaterra, Jack, pero Japón es también tu hogar, espero.

Entonces, con una sonrisa cálida y amable, inclinó la cabeza y se marchó, desapareciendo en el jardín.

Jack contempló el cielo nocturno, y siguió nombrando mentalmente cada estrella. Apoyó la mano en sus nuevas espadas, acariciando ausente la empuñadura.

Por impulso, desenvainó la catana y la alzó a la luz para admirar la graciosa curva de su hoja. La hizo girar en el aire, sopesándola, buscando su punto de equilibrio. Era demasiado pronto para que se convirtiera en una extensión de su brazo, como lo era su
bokken
de madera, mucho más liviano, pero se sentía lo bastante seguro para intentar unas cuantas fintas.

Cortó la luna por la mitad, salvó a Bellatrix y desvió una estrella fugaz. Tras girar sobre sí mismo, alzó su
kissaki
, preparado para otro ataque, y allí estaba Dokugan Ryu. De pie en la oscuridad. Inmóvil. Esperando para atacar.

—Nunca vaciles.

Esta vez Jack no lo hizo. Alzó la espada por encima de su cabeza y corrió hacia Ojo de Dragón para descargar el golpe de gracia.

—¡Jack!

Dokugan Ryu se convirtió en piedra y Jack se dio media vuelta. Era el
sensei
Yamada.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, apoyado en su bastón en la oscuridad, con una expresión interrogante en los ojos.

—Estaba... —empezó a decir Jack, y miró la piedra erecta que había imaginado que era Ojo de Dragón—, practicando mi
kata.

—¿Con una piedra?

—No, en realidad no —respondió Jack, abatido—. Imaginaba que era Dokugan Ryu. Estaba a punto de matarlo. Para vengarme.

—La venganza es una derrota en sí misma. Te reconcomerá hasta que no quede nada de ti —observó el
sensei
Yamada, diciendo la verdad como si fuera tan obvia como la luna.

—¡Pero él mató a mi padre!

—Sí. E indudablemente pagará por ese pecado, si no en esta vida, sin duda en la siguiente. Pero no creas ni por un momento que poseer esa espada te hace todopoderoso. No debes olvidar nunca tu
bushido.
¡La rectitud, la habilidad para juzgar lo que está bien y lo que está mal es la clave para ser un samurái!

Cogió a Jack por el brazo y lentamente lo condujo por el camino hacia el fondo del jardín, hacia el viejo pino cuyo tronco se apoyaba pesadamente en su muleta de madera.

—La benevolencia, tu compasión por los demás, lo sustenta todo. No hay lugar para la furia o la ira en el Camino. En el verdadero
budo
, no hay enemigos. El verdadero
budo
es una función del amor. La tendencia absoluta a hacer el bien. Debes comprender que el Camino del Guerrero no es destruir y matar, sino crear vida.
[ 8 ]
Protegerla.

Se detuvo junto al viejo pino y miró a Jack.

—Jack, como dijo Masamoto-sama, apenas has empezado a aprender el Camino del Guerrero, pero también debes comprender el Camino de la Espada.
Kendo.

El
sensei
Yamada sonrió enigmáticamente y sus agudos ojos chispearon como estrellas en miniatura. Luego desapareció tras un velo de oscuridad, más allá del árbol, dejando a Jack solo bajo el cielo japonés.

Cuando Jack alzó la mirada, una estrella fugaz cruzó el cielo.

El pequeño meteorito destelló al morir, y el camino que había ido quemando en el cielo se difuminó como las ascuas de una hoguera.

En ese instante Jack fue alcanzado por un momento de
satori
, una iluminación tan brillante como el mismo cielo. También el destino de su viaje era desconocido y su sino, incierto. Pero había fijado su rumbo y no había vuelta atrás.

Había elegido... el Camino del Guerrero.

Agradecimientos

Debo dar especialmente las gracias a las siguientes personas, que han sido capitales en la creación de
El joven samurái
: a Charlie Viney, mi agente, por sus palabras de ánimo ante la idea de
El joven samurái
y su compromiso continuado hasta hacer de mi primera novela una realidad; a Sarah Hughes, mi editora en Puffin, por tener un ojo implacable y las habilidades dignas de un samurái a la hora de convertir mi manuscrito en un libro veterano; a Pippa Le Quesne por su experta guía, así como por sus incisivas sugerencias mientras corregía los borradores iniciales; a Tessa Girvan de ILA por enfrentarse al mundo; a la Sasakawa Foundation y la Sociedad de Autores por concederme el Premio Sasakawa 2007 de Gran Bretaña y permitirme viajar a Japón para llevar a cabo la investigación esencial para este libro; al
sensei
Akemi Solloway por organizar ese maravilloso y supremamente informativo viaje cultural a Japón,
arigatô gozaimashita
; a Steve Cowley y todos los
sensei
de su Academia de Artes Marciales por ayudarme a conseguir mi cinturón negro en
taijutsu
; a Hiroko Takagi por su traducción al japonés; a Katherine Hemingway por sus reflexiones japonesas; a Matt Bould por su atención al detalle; a mis padres por su continuo apoyo y confianza; ¡y a mi esposa, Sarah, por ser mi primera lectora!

Glosario japonés

abunai
: peligro

arigatô(gozaimasu)
: (muchas) gracias

bokken
: espada de madera

bushido
: el Camino del Guerrero

butokuden
: salón de las virtudes de la guerra

butsuden
: Salón de Buda

catana
: espada larga

Chô—no-ma
: Sala de las Mariposas

daimyo
: señor feudal

futon
: cama japonesa: colchón fino colocado directamente sobre el tatami, y plegado durante el día

gaijin
: extranjero (término peyorativo)

gomennasai
: lo siento

hai
: sí

hajime
: comenzar

hashi
: palillos

Hô—Oh-No-Ma
: Sala del Fénix

ikinasai
: vamos

iye
: no

kami
: espíritu

kata
: una serie de movimientos prescritos en las artes marciales

kenjutsu
: el Arte de la Espada

kiai
: literalmente «espíritu concentrado». Se usa en las artes marciales como grito para enfocar la energía cuando se ejecuta una técnica

kihon waza
: técnicas básicas

kissaki
: punta de la espada

konnichiwa
: buenos días

kyujutsu
: el Arte del Arco

matsuri
: festival

ninjatô
: espada ninja

niwa
: jardín

ofuro
: baño

ohayôgozaimasu
: buenos días por la mañana

randori
: entrenamiento libre

rei
: llamada para inclinarse en el saludo

sake
: vino de arroz

satori
: iluminación

saya
: vaina

sayonara
: adiós

seiza
: sentarse/arrodillarse

sencha
: té verde

sensei
: maestro

shinobi shozoko
: la ropa del ninja

Shishi-no-ma
: Sala de los Leones

shoji
: puerta deslizante japonesa

shuriken
: estrella de metal arrojadiza

sohei
: monjes guerreros

sumimasen
: discúlpame; mis disculpas

tabi
: calcetines japoneses de dedo hendido

taijutsu
: el Arte del Cuerpo (combate mano a mano)

Taka-no-ma
: Sala del Halcón

tantô
: cuchillo

tatami
: suelo (tapiz acolchado que cubre el suelo)

torii
: puerta

tsuba
: guardia de la empuñadura

uchi
: golpe

wakarimasen
: no comprendo

wakizashi
: espada corta

wako
: piratas japoneses

yame
: ¡alto!

zabuton
: cojín

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