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Authors: Don Winslow

Tags: #Intriga, Policíaco

El poder del perro (77 page)

BOOK: El poder del perro
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—¿Las guerrillas han hecho esto? —pregunta Art.

Uno de los hombres enmascarados niega con la cabeza y le cuenta la historia: las AUC fueron al pueblo ayer, mataron a tiros a los jóvenes y violaron a las mujeres. Después encerraron a casi todos los supervivientes en el granero del pueblo, le prendieron fuego y obligaron al resto a mirar y escuchar. Luego condujeron a los supervivientes al puente sobre el Putumayo, los decapitaron con sierras eléctricas y arrojaron sus cabezas y cuerpos al río, para que flotaran río abajo como advertencia a los demás pueblos de la zona.

—Hemos acudido a usted —explica Javier— porque pensamos que, si alguien averiguaba la verdad, volvería a su país y lo contaría. Si supiera la verdad, el pueblo de Estados Unidos... No enviaría dinero y soldados para esto.

—¿Soldados? ¿Qué quieres decir? —pregunta Art.

—Las AUC fueron entrenadas por sus Fuerzas Especiales —dice el hombre enmascarado.

El hombre señala los cadáveres.

—El producto de sus impuestos —dice en perfecto inglés.

Art no dice nada durante el camino de vuelta.

No hay nada que decir.

Hasta que regresa a la base, localiza la habitación de Hobbs y golpea la puerta. El hombre está confuso, dormido. Lleva puesta una bata blanca delgada y parece un paciente de hospital.

—¿Qué hora es, Arthur? Santo Dios, ¿dónde has estado?

—Niebla Roja.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Hobbs—. ¿Estás borracho?

Pero Art detecta en sus ojos que el hombre sabe muy bien de qué está hablando.

—¿Hay una operación en Colombia llamada Niebla Roja?

—No.

—A mí no me mientas, joder —dice Art—. Es el Programa Fénix, ¿verdad? Para Latinoamérica.

—Déjate de teorías conspiratorias, Arthur.

—¿Estamos entrenando a las AUC? —pregunta Art.

—Solo se da información a quien la necesita.

—¡Yo necesito saberlo!

Cuenta a Hobbs lo que ha visto en el río. Hobbs abre una botella de plástico de agua, se sirve un vaso y bebe. Art ve que su mano tiembla.

—Eres muy idiota, Art, y sorprendentemente ingenuo para un hombre de tu experiencia. Es obvio que las FARC cometieron esa atrocidad para culpar a las AUC, engañar todavía más a la población y granjearse la simpatía internacional. Era una jugada habitual del Vietcong en los...

—Niebla Roja, John. ¿Qué es?

—Ya deberías saberlo, Arthur —replicó Hobbs—. La utilizaste en tu pequeña excursión a México de hace poco. A los ojos de la ley, eres un asesino múltiple. Estás tan metido en esto como nosotros.

Art se sienta en la cama y se derrumba. Es verdad, piensa. Desde aquel momento, la última vez que estuvimos en un campamento del ejército en la selva y te vendí mi alma a cambio de venganza. Cuando mentí y engañé, cuando acudí a ti para que me ayudaras a matar a Adán Barrera.

Nota que Hobbs se sienta a su lado. El hombre apenas pesa nada, es como una hoja muerta y seca.

—Ni se te ocurra pensar en abandonar la reserva —dice Hobbs.

Art asiente.

—Espero todo tu apoyo para el Plan Colombia.

—Lo tendrás, John.

Art vuelve a su habitación.

Se quita la ropa, se prepara un whisky, se sienta en la cama entre sudores. El ventilador resuella en su batalla perdida contra el calor. Pero lo está intentando, piensa Art. Está combatiendo en la guerra correcta.

Yo solo soy un cómplice de una guerra encubierta.

La Guerra contra las Drogas. He combatido en ella toda mi puta vida, ¿y para qué?

¿Miles de millones de dólares para intentar, sin éxito, alejar las drogas de la frontera más porosa del mundo? ¿Una décima parte del presupuesto antidrogas destinado a educación y tratamiento, nueve décimas partes de esos miles de millones a su erradicación? No hay dinero suficiente para ahondar en las raíces del problema de la droga. Más los miles de millones gastados en mantener encarcelados a los traficantes, con celdas tan masificadas que hay que adelantar la liberación de los asesinos. Sin olvidar que dos tercios de los delitos «no relacionados con las drogas» de Estados Unidos son cometidos por gente colocada con droga o alcohol. Y nuestras soluciones son las mismas no-soluciones inútiles de siempre: construir más cárceles, contratar más policías, gastar más y más miles de millones de dólares en no curar los síntomas, al tiempo que hacemos caso omiso de la enfermedad. La mayoría de la gente de mi profesión que quiere dejar las drogas no puede permitirse los programas de tratamiento, a menos que tenga una mutua privada, de la que carece la mayoría. Y hay una lista de espera de entre seis meses y dos años para conseguir una cama en un programa de tratamiento subvencionado. Estamos gastando casi dos mil millones de dólares envenenando cosechas de cocaína y, de paso, a los niños de aquí, mientras que en casa no hay dinero para ayudar a alguien que quiere dejar las drogas. Es una locura.

Art es incapaz de decidir si la Guerra contra las Drogas es una idiotez obscena o una obscenidad idiota. En cualquier caso, es una farsa trágica y sangrienta.

Con énfasis en «sangrienta».

Tanta sangre, tantos cadáveres. Tantos visitantes nocturnos. Los invitados habituales, más los muertos de El Sauzal. Ahora, los fantasmas del río Putumayo. La habitación se está llenando.

Se levanta y camina hacia la ventana para respirar un poco de aire fresco.

La luz de la luna se refleja en el cañón de un rifle.

Art se tira al suelo.

Disparos de ametralladora destrozan la tela mosquitera, el marco de la ventana, trazan una línea en la pared que hay encima de la cama de Art. Se aplasta contra el suelo y oye el aullido de una sirena de alarma, el sonido de botas que corren, rifles amartillados, gritos, confusión.

La puerta se abre de repente y el oficial al mando entra con la pistola desenfundada.

—¿Está herido, señor Keller?

—Creo que no.

—No se preocupe, les cogeremos.

Veinte minutos después, Art está sentado con Hobbs en la tienda comedor, bebiendo café y dejando que sus nervios se calmen después de la descarga de adrenalina.

—¿Aún eres tan entusiasta de las reformas agrarias humanitarias de las FARC? —pregunta con sequedad Hobbs.

Un rato más tarde, el oficial vuelve con tres soldados y arroja a un joven (asustado, tembloroso y evidentemente maltratado) a los pies de Art. Art mira al chico. Podría ser el hermano gemelo de Javier. Mierda, piensa Art, podría ser mi hijo.

—Es uno de ellos —dice el oficial, y le da una patada al chico en la cara—. Los demás huyeron.

—No... —empieza Art.

—Repítele lo que me dijiste —ordena el oficial, aplastando la cara del chico contra el suelo con la bota—. Díselo.

El chico empieza a hablar.

No es un guerrillero, no es de las FARC. No se atreverían a atacar una base del ejército.

—Solo intentábamos ganar el dinero —dice el chico.

—¿Qué dinero? —pregunta Art.

El chico se lo dice.

Adán Barrera pagará más de dos millones de dólares a la persona que mate a Arthur Keller.

—Las FARC y Barrera —dice Hobbs—. Es lo mismo.

Art no está tan seguro.

Solo está seguro de que él matará a Adán, o Adán le matará a él, porque este asunto solo puede acabar de una de las dos formas.

Sinaloa, México

San Diego, California

Adán también vive con fantasmas.

El fantasma de su hermano, por ejemplo, le protege. Casi todo México cree que fue Raúl quien dirigió la matanza de El Sauzal, que los rumores de su muerte son una tapadera para protegerle de la policía, y casi todo México le tiene demasiado miedo para actuar en contra de cualquier hermano Barrera.

Pero lo que siente Adán es el dolor por la muerte de su hermano, y la rabia de que fuera Art Keller quien le matara. Así que su hermano merece venganza, y su fantasma no descansará hasta que Adán haya saldado cuentas con Keller.

Así que está el fantasma de Raúl, y el fantasma de Nora.

Cuando le dijeron que había muerto, no pudo creerlo. No quiso creerlo. Después le enseñaron la esquela, y los norteamericanos afirmaron que murió en un accidente de tráfico cuando volvía a casa desde Ensenada. Devolvieron su cuerpo a California para que la enterraran. Un ataúd cerrado para disimular el hecho de que la habían asesinado.

De que Keller la había asesinado.

Adán dedicó un funeral como es debido en Badiraguato. Pasearon una cruz con su foto a través del pueblo, mientras unos músicos cantaban
corridos
a su belleza y valentía. Construyó una tumba del mejor mármol con la inscripción TIENES MI ALMA EN TUS MANOS.

Ordenó que dijeran una misa por ella cada día, y cada día aparece dinero en nombre de ella en el altar de san Jesús Malverde. Y cada día aparecen flores sobre su tumba en el cementerio de La Jolla, un encargo que recibió una florista mexicana, que solo sabe que tiene que llevar lo mejor y la factura será pagada. Adán se siente así un poco mejor, pero no quedará satisfecho hasta que la haya vengado.

Ha ofrecido una recompensa de dos millones cien mil dólares a la persona que mate a Art Keller, y ha añadido los cien mil para que la recompensa sea superior a la que ofrece Estados Unidos por él. Es un lujo estúpido, y lo sabe, pero es una cuestión de orgullo.

Da igual. Tiene el dinero.

Adán ha dedicado los últimos seis meses a reconstruir paciente y laboriosamente toda su organización. La ironía es que, después de todos los acontecimientos del año anterior, es más rico y poderoso que nunca.

Todas sus comunicaciones las realiza a través de la red, codificadas con una tecnología que ni siquiera los norteamericanos son capaces de descifrar. Envía órdenes a través de la red, consulta sus cuentas a través de la red, vende su producto a través de la red y le pagan a través de la red. Mueve su dinero en un abrir y cerrar de ojos electrónico, lo blanquea a una velocidad superior a la del sonido, literalmente, sin ni siquiera tocar un dólar o un
peso
.

Puede, y lo hace, matar a través de la red. Teclea un mensaje y lo envía, y alguien abandona el mundo de los vivos. Ya no es necesario aparecer en persona en el espacio o el tiempo reales. De hecho, sería un lujo idiota.

Yo también me he convertido en un fantasma, piensa, que existe únicamente en el ciberespacio.

En carne y hueso, vive en una modesta casa de las afueras de Badiraguato. Se alegra de haber vuelto a Sinaloa, al campo, entre los
campesinos
. Los campos se han recuperado por fin de la Operación Cóndor. El suelo está refrescado y revitalizado, y las amapolas florecen en espléndidos tonos rojos, naranja y amarillo.

Lo cual es estupendo, porque la heroína ha vuelto.

A la mierda los colombianos, las FARC, los chinos y todo aquello. El mercado de la cocaína está en franco declive. Hay demanda otra vez del buen Barro Mexicano en Estados Unidos, y las amapolas vuelven a llorar, esta vez de alegría. Los días de los
gomeros
han vuelto, y yo soy el
patrón
.

Lleva una vida tranquila. Se levanta temprano por la mañana y se toma el
café con leche
que su
vieja
ama de llaves le ha preparado, y luego se sienta ante el ordenador para examinar sus inversiones, supervisar sus negocios, dar órdenes. Después come embutidos y fruta, y sube al balcón para echar una siesta breve. Más tarde se levanta y da un largo paseo por la vieja carretera de tierra que corre enfrente de la casa.

Manuel le acompaña, todavía en guardia por si aparece algún peligro real. Manuel está muy contento de haber vuelto a Sinaloa, con su familia y sus amigos, si bien insiste en vivir en la pequeña
casita
que hay detrás de la casa principal.

Después del paseo, Adán vuelve al ordenador y trabaja hasta la hora de la cena, y luego bebe una o dos cervezas, ve un partido de
fútbol
o un combate de boxeo en el televisor. Algunas noches se sienta en el jardín y oye el sonido de las guitarras que llega desde el pueblo. En las noches silenciosas distingue la letra de las canciones, que hablan de las hazañas de Raúl, la traición del Tiburón, cómo engañó Adán Barrera a los
federales
y a los yanquis, y que nunca lo cogerán.

Se acuesta temprano.

Es una vida tranquila, una buena vida, y sería una vida perfecta de no ser por los fantasmas.

El fantasma de Raúl.

El fantasma de Nora.

Los fantasmas de una familia distanciada.

Ahora solo se comunica con Gloria a través de la red. Es la única manera segura, pero le duele que su hija sea ahora una configuración de puntos electrónicos en una pantalla. Chatean casi cada noche, y ella le envía fotos. Pero es duro no verla, ni escuchar su voz, terrible, en realidad, y también culpa a Keller de eso.

En verdad, existen más fantasmas.

Llegan cuando se acuesta y cierra los ojos.

Ve la cara de los hijos de Güero, los ve caer sobre las rocas. Oye sus voces en el viento. Nadie canta canciones sobre eso, piensa. Nadie traduce ese momento en música.

Tampoco cantan sobre El Sauzal, pero esos fantasmas también acuden.

Y el padre Juan.

Es el más reincidente.

Le reprende con dulzura. Pero no puedo hacer nada respecto a ese fantasma, piensa. Tengo que concentrarme en lo que puedo hacer.

Lo que debo hacer.

Matar a Art Keller.

Está ocupado planeando eso y dirigiendo sus negocios, mientras el mundo se desmorona a su alrededor.

Se
sienta ante el ordenador y recibe el mensaje de Gloria. Pero no es su hija la que le saluda, sino su esposa, y si un mensaje pudiera chillar este lo haría.

«Adán, Gloria ha sufrido una apoplejía. Está en la clínica Scripps Mercy.»

«Dios mío, ¿qué ha pasado?»

Aunque poco común, no extraño en alguien que se halla en su estado. La presión sobre su arteria carótida resultó excesiva. Lucía había entrado en su habitación y descubrió a Gloria inconsciente. No lograron revivirla. Se halla conectada a un sistema de respiración artificial, están efectuando pruebas, pero el pronóstico no es esperanzador.

A menos que ocurra un milagro, Lucía tendrá que tomar muy pronto una decisión muy difícil.

«No la desconectes del respirador.»

«Adán...»

«No lo hagas.»

«No hay esperanza. Aunque sobreviva, dicen que se convertiría en un...»

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