Al igual que Brennan, Dryer también puede diagnosticar enfermedades mirando el aura de una persona y, si quiere, puede ajustar la visión y ver los chakras. Con todo, su habilidad especial consiste en poder ver en lo profundo de la psique de una persona y darle un informe asombrosamente exacto de sus debilidades, fuerzas, necesidades y salud general de su ser espiritual, psicológico y emocional. Sus dotes en este campo son tan poderosas que, según algunas personas, una sesión con ella equivale a seis meses de psicoterapia. Numerosos clientes le han atribuido una transformación completa de su vida, y sus archivos están llenos de encendidas cartas de agradecimiento.
También yo puedo atestiguar las dotes de Carol Dryer. En mi primera sesión con ella, aunque no nos conocíamos apenas, empezó a describir cosas sobre mí que ni siquiera saben mis amigos más íntimos. No eran sólo tópicos vagos, sino juicios específicos y detallados de mis dones, debilidades y la dinámica de mi personalidad. Hacia el final de la sesión, de dos horas de duración, estaba convencido de que Dryer no había estado viendo mi presencia física, sino la construcción energética de mi propia psique. También he tenido el privilegio de hablar con ella y/o de escuchar las grabaciones de sus sesiones con más de dos docenas de clientes y he descubierto que, casi sin excepción, les ha parecido tan acertada y aguda como me pareció a mí.
Médicos que ven el campo de energía humano
Aunque la comunidad médica ortodoxa no reconoce la existencia del campo de energía humano, tampoco los que practican la medicina han prescindido de él completamente. Un profesional médico que se lo toma en serio es la neuróloga y psiquiatra Shafica Karagulla. Obtuvo el título de doctora en Medicina y Cirugía en la Universidad Americana de Beirut, Líbano, y realizó prácticas de psiquiatría con un conocido psiquiatra, el catedrático sir David K. Henderson, en el Royal Hospital de Edimburgo para desórdenes mentales y nerviosos. También pasó tres años y medio como investigadora adjunta con Wilder Penfield, el neurocirujano canadiense cuyos famosos estudios sobre la memoria indujeron tanto a Lashley como a Pribram a iniciar su búsqueda.
Karagulla comenzó siendo una escéptica, pero empezó a creer tras encontrar a varios individuos que podían ver auras y tras confirmar su capacidad para hacer diagnósticos médicos acertados como consecuencia de lo que veían. Karagulla denomina a la facultad de ver el campo de energía humano «percepción sensorial superior», o PSS, y en la década de 1960 se propuso determinar si había algún miembro de la profesión médica que tuviera también esa habilidad. Hizo varios sondeos entre sus amigos y colegas, pero al principio iba muy despacio. Los médicos de quienes se decía que tenían esa aptitud ni siquiera querían reunirse con ella. Tras haber sido rechazada repetidamente por uno de esos médicos, acabó concertando una cita para verle en calidad de paciente.
Entró en la consulta, pero en vez de dejar que le hiciera un reconocimiento médico para diagnosticar lo que le pasaba, le retó a utilizar su percepción sensorial superior. Él se rindió, al darse cuenta de que estaba acorralado. «Está bien, quédate donde estás —le dijo—. No me digas nada». Luego le recorrió el cuerpo con la mirada y le dio un rápido informe oral de su salud, en el que figuraba la descripción de una dolencia interna que acabaría requiriendo una operación y que ella misma se había diagnosticado en secreto. Fue «correcto en todos los detalles», afirma Karagulla.
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Cuando extendió la red de sus contactos, Karagulla conoció a un médico tras otro que tenían dones similares. En su libro
Breakthrough to Creativity
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describe sus encuentros con ellos. La mayoría no sabía que había otros médicos que tenían dotes similares y creían que eran únicos y especiales a ese respecto. No obstante, invariablemente describían lo que veían como «un campo de energía» o como «una red de energía en movimiento» que rodeaba el cuerpo y se mezclaba con él. Algunos veían chakras, pero como desconocían el término, los describían como, «vórtices de energía dispuestos a lo largo de la columna vertebral que están conectados con el sistema endocrino o que influyen en él». Y casi sin excepción, mantenían su habilidad en secreto por miedo a que perjudicara su reputación profesional.
Por respeto a su privacidad, Karagulla les identifica en su libro por el nombre solamente, pero dice que entre ellos hay famosos cirujanos, profesores de medicina de la Universidad de Cornell, jefes de departamento de grandes hospitales y médicos de la Clínica Mayo. «Me sorprendía continuamente al descubrir cuántos miembros de la profesión médica tenían dotes PSS —escribe—. La mayoría se sentían un poco incómodos con ellas, pero las encontraban útiles para diagnosticar y por eso las usaban. Procedían de muchas partes del país y todos contaban experiencias similares, aunque no se conocían entre ellos». Y concluye su informe con la siguiente observación: «Cuando muchas personas dignas de confianza e independientemente unas de otras cuentan fenómenos del mismo tipo, ha llegado el momento de que la ciencia las tenga en cuenta».
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No todos los profesionales de la salud se oponen a que se conozcan públicamente sus habilidades. Uno de ellos es la doctora Dolores Krieger, profesora de enfermería de la Universidad de Nueva York. Krieger se interesó por el campo de energía tras participar en un estudio sobre las aptitudes de Oscar Estebany, un sanador húngaro muy famoso. Tras descubrir que Estebany podía elevar los niveles de hemoglobina en pacientes enfermos con sólo manipular el campo de energía, Krieger se propuso aprender más acerca de las misteriosas energías implicadas en el mismo. Se zambulló en el estudio del
prana
, de los chakras y del aura y finalmente se hizo alumna de Dora Kunz, otra clarividente muy conocida. Guiada por Kunz, aprendió a sentir los obstáculos que aparecen en el campo de energía y a sanar manipulando el campo con las manos.
Al darse cuenta del enorme potencial médico de las técnicas de Kunz, decidió enseñar lo que había aprendido a otras personas. Como sabía que términos tales como «aura» y «chakra» tendrían connotaciones negativas para muchos profesionales de la asistencia sanitaria, decidió llamar a su método curativo «toque terapéutico». Lo enseñó por primera vez en la Universidad de Nueva York, en un curso de un máster de enfermería, titulado «Los límites de la enfermería: la actualización del potencial de la interacción en el campo terapéutico». Tanto el curso como la técnica tuvieron tanto éxito que, desde entonces, Krieger ha enseñado el toque terapéutico a miles de enfermeras literalmente y ahora se utiliza en hospitales del mundo entero.
La eficacia del toque terapéutico se ha demostrado también en varios estudios. Por ejemplo, la doctora Janet Quinn, profesora asociada y directora adjunta de investigación de enfermería en la Universidad de Carolina del Sur, en Columbia, decidió comprobar si el toque terapéutico podía disminuir el nivel de ansiedad en pacientes cardíacos. Para ello, ideó un estudio a doble ciego en el que un grupo de enfermeras con experiencia en la técnica pasarían las manos sobre el cuerpo de un grupo de pacientes cardíacos. Un segundo grupo de enfermeras, sin experiencia, pasaría las manos sobre el cuerpo de otro grupo de pacientes cardíacos, pero sin aplicar la técnica de verdad. Averiguó que los niveles de ansiedad en los pacientes que recibieron el tratamiento autentico disminuyeron un 17 por ciento tras sólo cinco minutos de terapia; pero no hubo cambio alguno en los niveles de ansiedad de los pacientes que recibieron el tratamiento «falso». Su estudio constituyó el artículo de fondo de la sección «Science Times» del
New York Times
del 26 de marzo de 1985.
Otro profesional de la salud que imparte numerosas conferencias sobre el campo de energía humano es el doctor W. Brugh Joy, especialista en pulmón y corazón, de la Universidad de Carolina del Sur y licenciado tanto por la John Hopkins como por la Clínica Mayo. Joy descubrió que tenía ese don en 1972, mientras examinaba a un paciente en su consulta. Al principio, en lugar de ver el aura, sólo era capaz de sentir su presencia con las manos. Él lo cuenta así: «Estaba examinando a un hombre sano de veintipocos años. Cuando pasé la mano por la zona del plexo solar, en la boca del estómago, sentí lo que me pareció una nube cálida. Parecía irradiar desde el cuerpo hacia el exterior, perpendicular a la superficie, hasta alcanzar un metro de longitud más o menos; parecía que tenía la forma de un cilindro de unos diez centímetros de diámetro».
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A continuación descubrió que todos sus pacientes tenían radiaciones palpables en forma de cilindro que emanaban no sólo del estómago, sino también de otros puntos del cuerpo. Pero no se dio cuenta de que había descubierto, o redescubierto mejor dicho, los chakras hasta que leyó un libro antiguo hindú sobre el sistema de energía humana. Como Brennan, Joy piensa que el modelo holográfico supone la mejor explicación para entender el campo de energía humano. A su juicio, todos tenemos latente la capacidad de ver las auras: «Creo que alcanzar estados expandidos de consciencia consiste meramente en sintonizar el sistema nervioso central con estados perceptivos que han existido siempre en nosotros pero que están bloqueados por culpa de nuestros condicionamientos mentales externos».
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Para demostrar su teoría, Joy pasa ahora la mayor parte del tiempo enseñando a otras personas a sentir el campo de energía humano. Uno de sus alumnos es Michael Crichton, autor de
best sellers
como
La amenaza de Andrómeda
y
Esfera
, y director películas como
Coma
y
El gran robo del tren
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. En su exitosa autobiografía,
Viajes y experiencias
, Crichton, que se licenció en Medicina por la Universidad de Harvard, cuenta cómo aprendió a sentir y, finalmente, a ver el campo de energía humano estudiando tanto con Joy como con otros profesores con el mismo don. La experiencia le asombró y le transformó. «No hay engaño alguno. Está meridianamente claro que la energía corporal es un fenómeno genuino de algún tipo», afirma.
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Patrones holográficos del caos
La creciente disposición de los médicos a hacer públicas dotes semejantes no es el único cambio que ha tenido lugar desde que Karagulla realizó sus investigaciones. En los últimos veinte años, Valerie Hunt, terapeuta física y profesora de quinesiología de la UCLA, ha creado un método para confirmar experimentalmente la existencia del campo de energía humano. La ciencia médica sabe desde hace tiempo que los seres humanos son seres electromagnéticos. Los médicos utilizan rutinariamente electrocardiógrafos para hacer electrocardiogramas (ECG), o gráficos que registran la actividad eléctrica del corazón, y electroencefalógrafos para hacer electroencefalogramas (EEG) de la actividad eléctrica cerebral. Hunt ha descubierto que un electromiógrafo, un aparato utilizado para medir la actividad eléctrica de los músculos, puede captar también la presencia eléctrica del campo de energía humano.
Aunque en origen su investigación estaba dirigida al estudio del movimiento muscular humano, Hunt se interesó por el campo de energía tras encontrar a una bailarina que decía que utilizaba el suyo para ayudarse a bailar. Aquello indujo a Hunt a hacer electromiogramas (EMG) de la actividad eléctrica de los músculos de aquella mujer mientras bailaba, así como a estudiar el efecto que causan los sanadores en la actividad eléctrica de los músculos de las personas a quienes están curando. Al final, amplió la investigación para que abarcara a las personas que pueden ver el campo de energía humano y ahí fue donde hizo los descubrimientos más significativos.
Normalmente, la frecuencia de la actividad eléctrica del cerebro está entre 0 y 100 ciclos por segundo (cps) y la mayor parte de la actividad tiene lugar entre 0 y 30 cps. En los músculos, la frecuencia aumenta hasta llegar a unos 225 cps y la del corazón llega hasta 250 cps, más o menos, pero en ese punto disminuye la actividad eléctrica asociada con las funciones biológicas. Hunt descubrió que los electrodos del electromiógrafo podían recoger otro campo de energía que irradiaba desde el cuerpo, un campo mucho más sutil y de menor amplitud que el campo de la electricidad corporal tradicionalmente reconocido, pero con frecuencias de entre 100 y 1.600 cps, y a veces más altas incluso. Además, en vez de emanar desde el cerebro, el corazón o los músculos, el campo era más potente en las zonas del cuerpo asociadas con los chakras. «Los resultados fueron tan emocionantes que no pude dormir aquella noche —afirma Valerie Hunt—. El modelo científico que había suscrito durante toda mi vida era completamente incapaz de explicar aquellos hallazgos».
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Descubrió también que cuando el lector de un aura veía un color en particular en el campo de energía de una persona, el electromiógrafo recogía siempre un patrón de frecuencias específico que ella aprendió a asociar con ese color. Miraba el patrón en un osciloscopio, un aparato que convierte las ondas eléctricas en un modelo visual, en una pantalla de vídeo monocroma. Por ejemplo, cuando el lector del aura veía el color azul en el campo de energía de una persona, Hunt podía confirmar que era azul mirando el patrón en el osciloscopio. En un experimento llegó a probar hasta 8 lectores de auras simultáneamente para ver si estaban de acuerdo entre ellos y con el osciloscopio. Y aseguró que «el resultado era siempre el mismo, punto por punto».
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Una vez que hubo confirmado la existencia del campo de energía humano, se convenció también de que la idea holográfica proporciona un modelo para entenderlo. Además de los aspectos relativos a la frecuencia, Hunt señala que el campo de energía y, sin duda, los sistemas eléctricos del cuerpo también son holográficos de otra manera. Esos sistemas se encuentran repartidos por el cuerpo globalmente, al igual que la información en un holograma. Por ejemplo, la actividad eléctrica medida por un electroencefalógrafo es más intensa en el cerebro, pero también puede obtenerse un electroencefalograma poniendo un electrodo en el dedo gordo del pie. De manera similar, se puede hacer un electrocardiograma en el dedo pequeño. En el corazón, el electrocardiograma tiene más intensidad y mayor amplitud, pero la frecuencia y el patrón son los mismos en cualquier parte del cuerpo. A juicio de la profesora Hunt, esto es muy significativo. Aunque cada parte de lo que ella denomina «la realidad del campo holográfico» del aura contiene aspectos de todo el campo de energía, las diferentes partes no son absolutamente idénticas entre sí. Y explica que la diferencia de amplitud impide que el campo de energía sea un holograma estático y permite en cambio que sea dinámico y fluido.