Entre nosotros (51 page)

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Authors: Juan Ignacio Carrasco

Tags: #Terror

BOOK: Entre nosotros
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—Mientras escuchaba desde la otra sala cómo disfrutabais de esos relatos, se me ha ocurrido una idea que querría compartir con vosotros —dijo George, aprovechando aquella lectura para la propuesta que hacía meses tenía pensado realizar—. Creo que podríamos conseguir un éxito sin precedentes en Inglaterra si escribiésemos cada uno de nosotros un relato de terror y uniésemos los tres relatos en un mismo libro.

—¿Matthew, tú y yo? —preguntó Percy Shelley

—Eso mismo, cada uno de nosotros escribirá un relato de diferente temática —prosiguió George— y después los tres relatos formarán parte de un mismo volumen. Imaginaos la repercusión que podría tener un libro sobre historias de terror firmado por Shelley, Lewis y Byron.

—No cabe duda de que tendría mucha repercusión —comentó Matthew Lewis.

—Eso es precisamente lo que busco —dijo George—. De escribirlo, yo tengo pensado un relato sobre un vampiro.

—Me parece una idea muy interesante —dijo Matthew Lewis—, puedes contar conmigo. Escuchando esta noche esos relatos alemanes, he recordado algunos cuentos de fantasmas que me contaron de niño y que son muy populares en mi tierra.

—¿Y, tú, Percy, te unes a nosotros? —preguntó George—.¿Byron, Lewis y Shelley asustando a dulces damiselas?

—Porsupuesto que escribiré ese relato, no tengas la menor duda —contestó Percy Shelley.

George pidió a Polidori que redactara un documento en el que constara que los tres escritores se repartirían a partes iguales los beneficios que se lograsen con la publicación. Percy Shelley exigió añadir una cláusula en aquel documento: el libro no podría ver la luz hasta 1818, ya que hasta esa fecha tenía varios compromisos contractuales ineludibles que le prohibían escribir para otra editorial.

Matthew Lewis y George aceptaron la cláusula exigida por Shelley. Lewis tenía pensado viajar al año siguiente, para comprobar el estado de unas plantaciones de caña de azúcar que había adquirido, así que la fecha de publicación le convenía. George pensó que podría aprovechar el plazo exigido por su amigo Percy para viajar de nuevo a Esmirna e investigar más sobre Devrall y sus crímenes. De todas maneras, para él lo más importante era contar con la colaboración de sus amigos, por lo que valía la pena esperar un año más para destruir al vampiro. Unir a los tres escritores era un medio para que aquel libro, y con él su relato sobre Devrall, tuviera mucha repercusión, y llegara al mayor número de lectores posible. No solamente leerían su relato sus seguidores, sino también los de Shelley y los de Lewis. Cuanta más gente leyese el libro, más posibilidades habría de que alguien se diese cuenta de que la muerte de Helen Devrall era muy sospechosa. Incluso puede que la misma policía iniciase investigaciones de oficio. Si eso ocurría, George seguramente sería interrogado, y entonces ya no sería un loco con extrañas ideas sobre seres inexistentes, sino la pieza clave para hundir a Devrall y hacer justicia. Las propias autoridades que investigasen el caso viajarían a Esmirna, después de que George les relatase lo que allí le había ocurrido se llevarían a Devrall con ellos y allí, en la lejana Turquía, el vampiro sería derrotado. Sus únicas armas eran las palabras; más que suficientes, si todo salía bien, para destruir a ese demonio.

Esa misma noche, George pasó a papel el esquema mental de su relato, dejando espacios en blanco que esperaba rellenar en el futuro con información referente a la naturaleza de los seres vampíricos y con relatos sobre los crímenes de Devrall en Esmirna. Tal vez excitado al vislumbrar su triunfo cercano sobre aquel ser maligno, no pudo contenerse y comenzó a redactar las primeras líneas de su relato:

«En el año de 17…, después de haber meditado durante algún tiempo sobre la posibilidad de viajar por países que hasta entonces los viajeros no frecuentan mucho, partí en compañía de un amigo, a quien me referiré como August Darvell.» Estaba inspirado. Quizá no necesitase viajar de nuevo a Esmirna, pues a fin de cuentas las claves de su relato iban a ser el nombre del vampiro —Darvell en vez de Devrall— y que este al final se casa con una joven a la que mata lentamente bebiéndose su sangre.

Escribió esa noche unas cuatro páginas de su relato, todo lo que pudo hasta que el sueño le venció. Al despertar volvió a su despacho para continuar escribiendo
El entierro
, ya que la inspiración que le había visitado la noche anterior no se había ido con sus sueños. Sin embargo, al sentarse frente al escritorio, comprobó que todo lo que había escrito la noche anterior había desaparecido. Miró en los cajones, pero tampoco halló nada en ellos. Luego buscó por todo el despacho, incluso en lugares donde sabía que era imposible que se encontraran aquellos papeles.

La búsqueda fue inútil; al parecer habían desaparecido misteriosamente. Polidori tampoco pudo aclarar nada de aquel misterio, ya que dijo que ni siquiera sabía que George hubiese escrito nada la noche anterior. Pensó en preguntar a los invitados y al servicio sobre este asunto, pero finalmente decidió no hacerlo porque importunaría a los primeros y daría la sensación de que estaba acusando de robo a los segundos. Decidió olvidarse del tema; a fin de cuentas ya tenía el relato en su cabeza y estaba seguro de que ahí no se extraviaría. Además, buscando el lado bueno a lo que en principio parecía un contratiempo, decidió creer que la pérdida de aquellos papeles era algún tipo de señal para volver a retomar su idea primera de viajar de nuevo a Esmirna para investigar los crímenes del vampiro y dar así más realismo a su relato. A veces el destino parece adverso cuando en realidad se está confabulando para lograr un propósito elevado.

George decidió acortar su estancia en Villa Diodati, para preparar con celeridad su próximo viaje a Esmirna, y regresó a Londres un par de semanas después de que lo hicieran sus invitados. George aprovechó el viaje de vuelta a Inglaterra para despedir a Polidori. No le dijo los motivos del despido, sino simplemente que ya no necesitaba sus servicios, y le escribió una excelente carta de recomendación. Ya en Londres, entregó a sus editores varios manuscritos de obras que había acabado de escribir en Suiza y que le permitirían estar libre de compromisos editoriales durante más de un año, tiempo que iba a dedicar, única y exclusivamente, a la derrota de Devrall.

Dos días antes de su partida hacia Esmirna, George invitó a cenar a los Shelley y a Matthew Lewis. Su intención era anunciarles que iba a pasar un año alejado de Londres y de sus compromisos públicos y privados, y al mismos tiempo averiguar si ya habían comenzado a escribir sus relatos. Los primeros en presentarse en casa de George fueron Percy y Mary Shelley, la cual portaba un fajo de hojas, que lord Byron pensó que serían del relato que su amigo, a lo mejor, ya había concluido.

—No es mío, George —dijo Percy—. De eso precisamente querría hablar contigo y con Matthew.

—Lo he escrito yo —dijo Mary. —¿Tú? Ese no era el trato —señaló George.

—Le comenté a Mary lo que nos habíamos propuesto —continuó Percy— y, al parecer, esa propuesta la inspiró y ha escrito una novela magnífica.


Frankenstein o el moderno Prometeo
, así la he titulado, George —dijo Mary.

—Es una gran novela; te lo aseguro, George —añadió Percy—. Mary y yo queremos que la leas y que si es de tu agrado, cosa que no dudo, nos ayudes a conseguir que la publiquen.

—Pero supongo que sigue en pie nuestro acuerdo —comentó George.

—Por supuesto, pero lo que quiero proponeros a ti y a Matthew —continuó Percy— es que hagamos coincidir la publicación de nuestro libro de relatos con la novela de Mary, y si puede ser, unir esta a la propuesta que presentemos a la editorial.

—Por mí no hay inconveniente —aseguró George— y supongo que Matthew no pondrá ninguna objeción.

En ese momento entró Matthew Lewis, aparentemente exaltado y agitando en su mano un ejemplar del
New Monthy Magazine
.

—¿Por qué has roto nuestro acuerdo, George? —preguntó Matthew Lewis—. Esto ha salido publicado hoy.

George cogió el Magazine y pudo comprobar sorprendido que en la tercera página se había publicado un relato que llevaba por título
El vampiro
y estaba firmado por lord Byron. Percy Shelley arrebató el ejemplar a George de las manos, y cuando leyó lo que decía esa página, también le acusó de haber roto el acuerdo firmado en Villa Diodati.

—Os juro, amigos —dijo George—, que este relato no es mío. Además sabéis que yo jamás he trabajado con esa publicación ni tengo intención de hacerlo nunca.

—Entonces ¿por qué aparece tu nombre? —preguntó Matthew.

—No lo sé, mañana intentaré averiguarlo. Por favor, Percy, ¿puedes dejarme que vuelva a leerlo? —pidió George.

Percy Shelley le dio de nuevo el
New Monthy Magazine
y George empezó a leer aquel relato, mientras sus amigos seguían hablando de aquel extraño incidente. Después de leer la primera página, George comenzó a sentirse mareado y se saltó todo el relato para leer el final y, al hacerlo, cerró los ojos y cayó abatido en uno de los sillones de aquella sala. Sus amigos corrieron enseguida a ver qué le sucedía, y él se limitó a decir que era un simple vahído y les rogó que le perdonasen, pero que no podría acompañarles en la cena, pues se acostaría inmediatamente. Percy llamó a un criado, que acompañó a George a su alcoba, y sus amigos decidieron abandonar la casa, pues consideraron que la velada sin su anfitrión no tenía sentido.

Ya en su lecho, George volvió a leer el relato que había salido publicado con su firma en el
New Monthy Magazine
. Sí, era su relato, ese era el problema. Aquella historia que se narraba bajo el título de
El vampiro
era el relato que había comenzado a escribir en Villa Diodati. El escrito, además, seguía fielmente el esquema que él había dibujado en uno de los papeles perdidos. El inicio y el final eran muy similares, pues comenzaba con un viaje y acababa con la muerte de una joven inocente que acababa de casarse con un vampiro cruel que la había asesinado bebiéndose su sangre. Aparte del estilo, el único cambio que pudo apreciar era que el protagonista no se llamaba August Darvell —como él habría querido para que los lectores que lo conociesen asociasen ese nombre al de Devrall—, sino lord Ruthven.

A la mañana siguiente, George se presentó en las oficinas del
New Monthy Magazine
. El conserje le acompañó, tras una petición suya, al despacho del propietario de la publicación. Al abrir la puerta volvió a encontrarse de frente con August Devrall, el vampiro.

—¿Sorprendido, mi querido lord Byron? —preguntó Devrall sonriendo.

—Supongo que ya no debería sorprenderme nada a estas alturas de nuestra historia personal —contestó George.

—Esta revistilla fue parte de la dote que me entregó mi suegro al casarme con Helen. En principio no creí que le sacara ningún provecho, pero es evidente que me equivocaba. Su magnífico plan para acabar conmigo con ese librito de relatos de terror ya no tiene sentido. En el próximo número pondremos una nota diciendo que usted no escribió el relato, sino que es obra de un tal John W. Polidori. ¿Lo conoce?

—Esa rata miserable…

—¿Rata miserable? Depende del punto de vista, supongo; a mí siempre me ha demostrado ser un empleado fiel. Por cierto, creo que estos papeles son suyos. No sé cómo, pero se ve que el bueno de Polidori los encontró en su maleta al llegar a Londres.

Devrall entregó a George las hojas que él creía haber perdido en Villa Diodati y que en realidad le había robado Polidori.

—Creo que no ha conseguido nada, al fin y al cabo, Devrall —dijo George—. Acabaré de escribir el relato y haré que el mundo sepa quién es usted realmente.

—Se equivoca de nuevo, George. No podrá escribir el relato tal y como lo tenía pensado, ya que de hacerlo le acusarán de plagio. Aparte del deshonor de copiar la obra de un miserable médico, dudo que sus amigos y que los editores de esta ciudad aceptasen respaldarle.

—Quizá tenga razón, pero soy un gran escritor y seré capaz de crear una nueva obra y conseguir con ella los fines que busco. Me limitaré a narrar sus crímenes en Esmirna y con eso será suficiente. Shelley y Lewis cumplirán su parte del acuerdo, y dentro de poco más de un año nuestro libro cosechará un gran éxito y marcará el comienzo de su fin.

—Usted me subestima, querido lord Byron. ¿Realmente cree que voy a dejar que se salga con la suya? Jamás se publicará ese libro, jamás. En vez de eso, lo que voy a hacer es terminar con esta historia que ya empieza a aburrirme. Voy a ser yo quien acabe con usted: primero le hundiré públicamente y después le mataré como hice con Helen. Ardo en deseos de probar su sangre; espero que su sabor no me decepcione. Eso sí, antes de probar la suya, probaré la de sus dos amigos, Shelley y Lewis. ¿No iban a unirse los tres para acabar conmigo? Pues creo justo que los tres tengan el mismo final.

La amenaza del vampiro se cumplió y aquel libro que debía servir para desenmascarar a August Devrall jamás fue publicado.

Matthew Lewis regresó del Caribe a principios del año 1818, con el firme propósito de escribir el relato de fantasmas que había prometido escribir en Villa Diodati. Sin embargo, pocas semanas después de llegar a Londres fue presa de una extraña enfermedad que le produjo un sinfín de úlceras y hemorragias, que al final acabaron con su vida. Sus médicos, al desconocer cuál era realmente el mal que aquejaba a Lewis, lo achacaron a la fiebre amarilla, típica enfermedad de las zonas tropicales. Lo extraño del caso era que, al parecer, el amigo de George había vuelto sano de su viaje y era harto sospechoso que en Inglaterra alguien pudiera contagiarse de una enfermedad tropical.

Para George no había duda de que Matthew había muerto en manos del vampiro, pues este ya le había anunciado que así sucedería en las oficinas del
New Monthy Magazine
. En un principio pensó en arrojar la toalla, rendirse y evitar así su propia muerte y la de Percy. Ahora bien, acabó desechando esta idea cuando recordó el juramente realizado junto a la tumba de Helen, Así que, sin explicarle nada sobre el peligro al que podía enfrentarse, intentó convencer a Percy de seguir adelante con el libro de relatos de terror, argumentando que el binomio Shelley-Byron continuaba siendo muy atractivo y que llevar a buen término el proyecto serviría de homenaje a su difunto amigo. Esos argumentos no convencieron a Percy Shelley, quien anunció a George que en breve iba a trasladar su residencia a Italia, y el acuerdo de Villa Diodati quedó roto definitivamente.

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