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Authors: Juan Ignacio Carrasco

Tags: #Terror

Entre nosotros (43 page)

BOOK: Entre nosotros
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—¿
Nosferatu
? ¿La película
Nosferatu
? —pregunté yo.

—Sí, la película es alemana, como supongo que sabéis —respondió Torm—, y me vino a la cabeza porque me habíais dicho que la habíais visto en vuestra penosa investigación vampírica. Pensando en la película lo vi claro, la mejor manera de matar a un vampiro como Troughton era haciendo lo que Ellen, la Mina Harker alemana, hacía al final de la película.

—Tom, no vimos la película entera —dijo entonces Arisa—, no sabemos qué pasa al final.

—¿Cómo que no visteis la película? —preguntó Tom extrañado.

—Yo sí quería, pero estos dos cazurros dijeron que era una tontería y al cuarto de hora la quitaron —contesto Arisa mientras Gabriel y yo agachábamos la cabeza, bueno, yo solo metafóricamente porque estaba conduciendo.

—Bueno, da igual, os explicaré el final —dijo Tom—. Ellen mata al vampiro de una manera muy curiosa, entregando su cuerpo para que se entretenga chupándole la sangre durante la noche y se olvide de ocultarse cuando el sol sale. El vampiro está tan entretenido con Ellen que no se da cuenta de que amanece y el sol lo desintegra.

—¿Así de sencillo? —pregunté yo.

—¿Sencillo? No, Abel, el tema en la película era algo más complejo —respondió Tom—; no se trataba solamente de una manera curiosa de matar a un vampiro, sino que simbolizaba el triunfo del Amor sobre la Muerte y del Bien sobre el Mal a través del sacrificio. De todas maneras, lo importante es que pensando en la película, se me ocurrió hacer lo mismo con Troughton, entretenerle de alguna manera y aprovechar el sol como arma contra él.

—¿Te has pasado toda la noche con él entreteniéndolo? —preguntó Gabriel.

—No, no hice eso, solamente me interesaba que no pensase que le podía pasar algo cuando saliese el sol —contestó Tom—. Dejadme que os explique el plan y lo entenderéis todo. Lo que tenía que hacer era conseguir que Troughton fuera fulminado por los rayos del sol y me di cuenta de que la única manera de poder acercarme a él era haciendo que confiara en mi. No podía entrar en esa finca disparando como Rambo, matando a todos los guardias de seguridad, sino que debía encontrar un método más sutil.

—¿Una especie de caballo de Troya? —preguntó Arisa.

—Sí, muy bien, eso precisamente, un caballo de Troya —dijo Tom—. En mi caso, mi caballo de madera fuisteis vosotros. Le pasé una nota a los guardas de la puerta para que se la entregaran a Troughton, donde decía que habíais matado a Hide, Strasser y Helmut y que, además, teníais pruebas de la fosa de El Año del Dragón.

—Pero eso no es cierto, no tenemos ninguna prueba —repliqué yo.

—Ya lo sé, por eso es un engaño, un caballo de Troya para entrar en la fortaleza —me contestó Tom—. Bueno, antes de que pasara eso, volví a Congers y le pregunté a Peter si sabía algo del todoterreno de Elijah, ya que vi que no estaba en la casa, y me dijo que lo tenía él. Necesitaba ese coche para lo que ya habéis visto, atravesar a lo bruto aquel ventanal y escapar cargándome la valla de la entrada.

—Eres un crack, tío, una mezcla de Chuck Norris, Bruce Willis y Steven Seagal —le dije totalmente en serio.

—La verdad, Abel, es que creo que esta parte del plan era un poco absurda —me dijo entonces—, pero no se me ocurría nada mejor.

—El vampiro picó con lo de la nota y te dejó entrar, ¿no? —dijo Arisa, que ya había acabado de curar a Tom y empezaba a curarse a sí misma.

—Sí, me dejó entrar —contestó Tom—. Entré en la casa a eso de las tres y media de la madrugada. Elegí esa hora porque pensé que hablaríamos durante media hora y luego enviarían a buscaros, y eso eran una hora para llegar a Congers y otra de vuelta, por lo que llegaríais a la casa justo cuando empezase a amanecer. Lo que hice fue decirle dónde estabais y lo que habíais hecho, y le di las llaves del coche de Hide, para que entendiera que os tenía bajo mi poder.

—¿Por qué confió tanto en ti? —preguntó Gabriel.

—No confió, lo que estaba haciendo era un negocio contestó Tom—. Mira, aparte de entregaros a vosotros, acordé con él que le entregaría toda la información que tu padre me había pasado sobre ellos, lo que era otra mentira, y que, como yo admiraba muchísimo a los vampiros, me ofrecía a continuar el trabajo de Elijah en el proyecto de
Circle Books
. Por suerte, recordaba mucho de lo que había estudiado con Elijah sobre los vampiros y le lamí el culo a conciencia, ya que sabía que Troughton, como vampiro poderoso, era muy arrogante y a los arrogantes poderosos, si eres listo, los tienes a tu merced porque se suelen creer los halagos de la gente. Esto no es exclusivo de los vampiros, sino que también se da, y mucho, en los humanos.

—Ofreciste todo eso, pero supongo que si era un negocio, lo harías a cambio de algo —apuntó Arisa—. ¿Qué pediste tú a cambio?

—Pedí dinero y poder. ¿Qué te parece? —contestó Tom.

—Me parece lógico —dijo Arisa.

—Le pedí que me dejara lo de
Circle Books
—siguió explicando Tom— protección para mi familia y que, cuando fuese muy anciano, alguien me convirtiese en vampiro. Ah, y unos cuantos billetes.

—¿Dinero? —pregunté yo.

—Sí, el que hay en el maletín —dijo Tom—. Un millón de dólares.

Gabriel abrió el maletín que Tom había dejado frente al asiento del copiloto, y casi tenemos un accidente cuando me volví y vi la cantidad de dinero que había en su interior. Solamente había visto tal cantidad de dinero en las películas o en esas imágenes que los informativos de la televisión ponen de fondo cuando dan una noticia sobre Wall Street.

—A ver, si somos cuatro, creo que nos toca a doscientos cincuenta mil por cabeza —dijo Tom—. Un buen pellizco, ¿verdad?

—¿Lo quieres compartir con nosotros? —preguntó Gabriel.

—Ese dinero es de los cuatro, no solo mío, Gabriel —dijo Tom—. Espero que con ello podáis empezar una nueva vida, sobre todo tu. Lo mejor es que yo solamente hable de dinero con Troughton para darle más consistencia a mi papel de traidor sin escrúpulos, y fue él quien me ofreció esa cantidad.

—¡Muchas gracias, Tom! —exclamó Arisa—. Con esto podré seguir estudiando sin problemas.

—Me alegro de que pueda ser así, Arisa —dijo Tom—, y espero que vosotros dos no os lo gastéis en tonterías.

—Ahora no sé qué haré con ese dinero, pero te aseguro que no serán locuras —dije yo.

—Una cosa, Tom, ¿le diste algún tipo de garantía? — preguntó Gabriel—. ¿Algo para que te diera este dinero alegremente?

—No fue alegremente, pero en eso también tuve suerte —contestó Tom—, ya que el vampiro dijo que no me daría el dinero hasta que no os tuviera en sus manos. Fue perfecto, porque así mataba dos pájaros de un tiro, acababa con ellos y os rescataba a vosotros.

—Siendo tan malo e inteligente, ¿cómo es que no te mató y se quedó con la pasta? —preguntó Arisa.

—Pues porque por un lado a lo mejor le interesaba que yo me encargase de
Circle Books
, ya que le dije que tenía contactos en todas las universidades y en muchas editoriales, y porque se creía que tenía en mi poder las pruebas del sótano de El Año del Dragón y papeles que me había dado Elijah.

—Joder, Tom, es increíble que haya salido todo bien —dije yo.

—Lo que ha ocurrido es que la arrogancia, la maldad y la avaricia de Troughton no le dejaron darse cuenta de lo que realmente estaba sucediendo —dijo Tom—. Lo que ha sido increíble es que los guardias de seguridad dispararan para detenernos en vez de disparar a matar. Creo que fue así porque les pilló por sorpresa y no sabían quién iba dentro del coche y no se quisieron arriesgar.

—Suerte, milagro, astucia, destino… ¡Qué más da, estamos vivos y eso es lo único que importa! —exclamó Arisa como resumen final de nuestra historia vampírica.

Cuando llegamos a Congers, dejamos a Tom en la estación de servicio de Peter, pues allí es donde había dejado él su coche, y tuve que conducir un par de millas descalzo hasta casa. Una vez allí, los tres nos fuimos directamente a dormir. No sé cuántas horas dormí, ya que no se a qué hora me metí en la cama, pero sospecho que más de diez, ya que Arisa me despertó a las ocho de la tarde. Me despertó de la mejor manera posible, como lo hace la gente del número 3 de la lista del inicio del capítulo.

Aquella noche cenamos otra vez en el coreano-japonés de siempre, pero antes de ir allí pasamos a saludar a Peter y, de paso, aproveché para comprarme por internet el billete de avión que me llevaría volando a casa al día siguiente. Cenamos lo de siempre y no tomamos postre, pues de camino al restaurante, pasamos por delante de una heladería que tenía muy buena pinta y decidimos acabar allí la cena. Cuando vi la gran copa de helado que la camarera dejó caer suavemente delante de mis narices, no pude evitar pensar en Mary. A Arisa y a Gabriel se les veía muy contentos, quizá porque todo parecía haber acabado o porque aquella tarde habían planeado una serie de cosas que me explicaron mientras nos atiborrábamos de calorías dulces y heladas.

—Le vamos a pedir a Tom que nos deje quedarnos todo este mes en Congers y luego hemos decidido vivir juntos en Boston —me explicó Arisa—. Yo estudiaré y él se buscará algún trabajo.

—Alquilaremos un piso o una casa —añadió Gabriel—. He pensado trabajar por el día e ir a clases nocturnas para terminar de graduarme y, tal vez, de aquí a un par de años entrar en la universidad. Además, el dinero nos da cierta seguridad, sobre todo si no encuentro trabajo.

—Está muy bien, os deseo de corazón que os salga todo bien —dije yo.

—Y yo voy a pedir la ciudadanía norteamericana —dijo Arisa.

—¡Genial! —exclamé—. ¿Ya no te asusta tu padre?

—Hombre, Abel, después de haberme cargado a unos cuantos vampiros, un economista japonés de un metro setenta no me da miedo —contestó Arisa riéndose.

—Hablando de padres, yo he de denunciar la desaparición del mío —dijo Gabriel—. No les podré decir la verdad, pero he de denunciar el tema. Les diré que se fue una noche y no regresó, no les hablaré del seminario ni de vosotros, así que no creo que te molesten, Abel. También necesito denunciar el tema porque cuando estoy fuera del sanatorio es porque él se responsabiliza de mí, así que tendré que volver para explicarles lo ocurrido. Ahí me la juego un poco porque yo sé que no estoy enfermo, pero no sé lo que harán.

—De todas maneras —comento Arisa—, si necesita algún responsable externo, me ofreceré yo, y si no me aceptan, se lo diremos a Tom.

—Me encantaría que me retiraran la medicación o, al menos, que me la rebajasen —añadió Gabriel—. Si no lo hacen, quizá podamos buscar la opinión de otros médicos, pero no sé cómo está el tema con relación al incidente que tuve con la policía. No sé si estoy obligado a ser tratado por esa gente o si soy libre para cambiar de médicos o para no ir a ninguno si no quiero.

—Espero que puedas hacer lo que quieras —dije yo—. Te mereces lo mejor, después de lo de tu padre y tu madre.

No me di cuenta de que había metido la pata al sacar el tema de la madre de Gabriel, justo en el momento en el que él estaba diciendo que esperaba que los psiquiatras vieran que estaba curado. Gabriel se puso muy serio y Arisa le abrazó, intentando transmitirle algún tipo de energía cariñosa.

—He decidido pasar de mi madre —dijo Gabriel sorprendiéndome—. Mi madre murió en un accidente de coche cuando yo tenía cuatro años y está enterrada a orillas del lago Cayuga. Puede que sea una vampiro, razón por la que venía a visitarme por las noches cuando tenía seis añitos, pero no puedo hacer nada para recuperarla. Podría seguir buscándola, pero quiero vivir mi vida y mi vida quiero que sea una vida normal sin vampiros y al lado de Arisa.

—Lo entiendo, Gabriel —le dije—, yo también quiero olvidarme de todo y vivir tranquilo, trabajando en la ferretería de mi padre, quizá recuperando a la mujer de mi vida…

—Si quieres recuperar a Mary, ya sabes lo que tienes que hacer, dejar de ser un cobarde —me dijo Arisa.

—Puede que ya sea demasiado tarde —dije.

—No, nunca es tarde cuando intentas hacer lo que sientes —dijo ella—. Puedes ganar, puedes perder, pero al menos has de intentarlo o si no…

—Me arrepentiré toda mi vida por lo que pudo haber sido y no fue —dije para acabar su frase.

Arisa comenzó a reírse y a mí se me contagio su risa. Por supuesto, Gabriel, como no sabía de qué iba el tema, nos miró como si acabáramos de contarnos un chiste gracioso que él no podía entender. No era un chiste, ojala, porque en el restaurante me reí, pero ese de «lo que pudo haber sido y no fue en Congers» algunas veces se presenta en forma de fantasma en mi habitación y los calzoncillos
Pump and Seal
no suelen mostrar- se muy útiles para ahuyentarlo. Cuando acabé de reírme, le pregunté a Gabriel una cosa que había quedado pendiente.

—Gabriel, ¿y cómo llevas el tema de Samuel Hide?

—Bueno, Arisa me comió la cabeza con una cosa extraña sobre el mundo real y el mundo de ficción —empezó diciendo Gabriel—. Un rollo patatero que no había por dónde cogerlo.

—¡Serás capullo! —exclamó Arisa.

—Lo siento, cariño, pero es que no entendí nada —le dijo Gabriel—. Llegó a dolerme hasta la cabeza y me tuve que hacer el dormido para que te largases.

—Esta me la apunto —dijo Arisa.

—Pues apúntatela donde quieras, mi amor —replicó Gabriel—. Lo que pasa es que este tema de los vampiros y de lo de mis padres es desquiciante, sobre todo para alguien como yo que ya sabes que a veces aún dudo de que no me esté inventando lo que me rodea. Al descubrir que Hide era humano, me sentí fatal porque yo luchaba contra demonios, no contra personas. Se me metió eso en la cabeza y me culpé de esa muerte y, de rebote, de la de mis padres. Algo absurdo, pero eso es lo que aquella crisis me hacía sentir, que era muy malo. Entonces vino Arisa e hizo que me relajase, básicamente porque ella no dejaba de hablar y eso no me permitía pensar. Cuando se fue ella, estuve unos minutos en silencio y recordé una frase que me hizo ver las cosas de manera diferente.

—Una de las mías, supongo —dijo Arisa con absoluto convencimiento.

—No, cariño, no era tuya, sino de Tom —le dijo Gabriel—. Tom dijo que Samuel Hide merecía ser vampiro, pero no lo era. Al recordar esa frase vi que eso de ser vampiro podía ser como una carrera universitaria y que a Hide solo le faltaba aprobar una asignatura para conseguir la licenciatura. Aparte de eso, claro está, ese hijo de puta secuestró, torturó y asesinó a mi padre, y se iba a librar de todo eso porque nadie se creería la verdad. No me siento orgulloso de lo que hice, pero tampoco me siento mal. Alguien tenía que hacerlo, pues mejor yo que otro.

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