La casa de los padres de Tom era una modesta vivienda de dos plantas. En la inferior había un salón que hacía de comedor y sala de estar, una cocina que daba a un pequeño jardín trasero, un trastero y dos escaleras, una que subía al piso superior y otra que bajaba al sótano. En el piso superior habían dos habitaciones —una era la de matrimonio, y la otra, una individual con decoración femenina— y un gran baño. La casa tenía desván, pero seguramente este hacía de pequeño trastero, ya que parecía que apenas tenía un metro y medio de altura. Se accedía a este mini-desván estirando un cordel que abría una trampilla.
Arisa se instaló en la habitación individual, además le iba de perlas por la decoración. Dedujimos que Tom tenía una hermana menor con la que compartió esa habitación hasta que se fue a la universidad y después la muchacha se quedó como su única inquilina, decorándola a su gusto. Gabriel y yo ocupamos la habitación de matrimonio, donde compartiríamos la cama. En esa habitación encontramos una foto familiar que nos sirvió para constatar que éramos buenos elementos deduciendo cosas, ya que en la instantánea aparecía el matrimonio Braker con un chico que se parecía a Tom con birrete y una niña con gafas, coletas y aparatos dentales.
Lo mejor de la casa, de nuevo la vista de un lago. No estaba a las orillas de ninguno, pero desde la ventana de la habitación de matrimonio se podía ver un pequeño trozo del lago Rockland. Me parece que el estado de Nueva York se podría haber llamado
Lagolandia
tranquilamente.
Durante la cena repasamos de nuevo todo lo que íbamos a preguntarle a Tom. Gabriel pidió que dejásemos que él fuera quien llevara la voz cantante como portavoz del grupo y no interviniésemos nosotros aunque se nos ocurriera algo interesante que preguntar o decir. Lo importante era que ese hombre se concentrase en lo que nos tenía que decir, y si nos pisábamos los unos a los otros, a lo mejor nos perdíamos en cosas que no tenían importancia y se olvidaba de contarnos otras de mayor relevancia.
Lo más curioso de la cena fue el incidente del vino y la medicación de Gabriel. Arisa descorchó una botella de vino tinto y nos preguntó si queríamos que nos sirviera una copa. Yo le dije lo de siempre, que lo de beber no iba conmigo, y Gabriel sacó el tema de su medicación, recordándole a Arisa lo que había pasado en su casa durante la barbacoa. Entonces Arisa hizo la pregunta del millón: «¿Por qué te sigues medicando?». Gabriel se quedó pensando durante unos instantes y no supo qué contestar. Él estaba seguro de que jamás había estado enfermo, que jamás se había imaginado cosas que no habían tenido lugar y, por lo tanto, era de suponer que no necesitaba seguir tomando aquellos medicamentos. Por esta razón, Gabriel decidió dejar de medicarse y tiró a la basura cuatro botes de píldoras. Además, aprovechando que estaba en fase de dejar cosas innecesarias, también arrojó un paquete de tabaco, dando la impresión de que aquello de tirar cosas a la basura era una especie de ceremonia de iniciación a una nueva vida. Claro está que no tenía pintas de que fuese una vida mejor que la que dejaba atrás, ya que en la nueva estaba sin padres y unos vampiros querían liquidarlo. Aproveché la situación y le dije a Arisa que debería dejar el vino tinto y ella me dijo algo en japonés, por lo que entendí que no estaba por la labor.
Después de cenar nos tiramos los tres en el sofá del comedor para ver la televisión, mientras esperábamos a que Tom llegara. Votamos qué ver y perdí dos a uno. Estoy seguro de que Gabriel votó a favor de la propuesta de Arisa por esa estúpida necesidad de los hombres de aprovechar cualquier momento para caerle bien a una chica mona, cosa que hace que las cursis que viven de las películas románticas vivan muy bien y que existan los deportes femeninos. Digo esto porque dudo mucho que a Gabriel le interesase ver una película en blanco y negro del año de la tos mal curada, sobre un señor muy gordo que vendía periódicos. Arisa dijo que era la mejor película de la historia según los críticos de cine de los cinco continentes, y yo me di cuenta de que los críticos de cine son tipos que no tienen ni idea de lo que dicen, y si son críticos es porque son incapaces de hacer ninguna película.
La cosa esa se llamaba
Ciudadano Snake
, aunque no salían serpientes en ningún momento. Era una película en la que la gente no paraba de hablar en ningún momento, en serio, algo inaguantable. Además no me enteré de nada porque iban saltando en el tiempo sin lógica aparente. Arisa comentó que el actor principal, el gordo ese que vendía periódicos, era también el director de la película. Entonces saqué una teoría al respecto de los gordos que hacían películas que Arisa rechazó diciendo otra de sus cosas japonesas. Era una teoría que decía que los gordos que dirigían películas solían protagonizarlas para ocupar mucha pantalla y así ahorrarse dinero en decorados y actores. Puse el ejemplo de Michael Moore, ya que en sus documentales sale él todo el rato, ocupando casi toda la pantalla. El día que haga un documental sobre las pirámides de Egipto, veremos media pirámide solamente, el resto de la pantalla lo ocupará su barriga.
No me dormí viendo
Ciudadano Snake
, aunque es una película que parece hecha para ello, porque estaba demasiado ansioso por saber qué nos contaría Tom. Este llegó cuando estaba a punto de acabar la película, cosa que se ve que fastidió un poco a Gabriel, ya que al final se había quedado enganchado y quería saber qué era
Rosebud
, que al parecer era lo que alguien estaba buscando por ahí en el filme. Arisa le dijo que
Rosebud
era el nombre del trineo del protagonista, y Gabriel se dio cuenta de que debió haber votado mi propuesta de ver lucha sobre barro desde Las Vegas, en vez de la mierda esa en blanco y negro.
Después de preguntarnos si habíamos tenido buen viaje y si habíamos encontrado confortable la casa, Tom empezó a contarnos todo lo que sabía sobre los vampiros y el señor Shine. Tal como habíamos quedado con Gabriel, dejamos que él fuese el único que hablase con Tom.
—No sé cómo empezar. Bueno, quizá lo primero sea explicar la relación que teníamos tu padre y yo. Él había sido mi profesor de narrativa en la facultad y al licenciarme me ayudó a conseguir una beca para doctorarme en teoría de la literatura. Dijo que admiraba el esfuerzo que habíamos hecho mi familia y yo para que pudiera ir a la universidad y, viendo que tenía muchas posibilidades de conseguir metas importantes en la especialidad, me consiguió esa beca y se convirtió en mi director de tesis. El dinero de la beca me lo daban a cambio de que fuera el ayudante de tu padre y en eso me convertí. Por aquel entonces tu padre escribía
thrillers
policíacos, sobre todo de asesinatos y asesinos en serie. Tenía mucho éxito. Precisamente documentándose para una novela conoció a tu madre, quien trabajaba de forense para la policía. Yo seguía haciéndole de chico para todo y tu padre, aparte de dirigir mi tesis, me enseñaba técnicas de escritura, pues consideraba que yo también podía llegar a ser un buen escritor. Pues bien, una noche tu padre vino a la residencia de estudiantes a buscarme, ya que quería que le acompañase al depósito de cadáveres.
—¿Yo ya había nacido?
—Sí, tú ya habías nacido, me parece que tendrías unos dos añitos. Recuerdo que esa noche, antes de venirme a buscar, tu padre me pidió que le enviase alguna muchacha de confianza para que hiciera de canguro, ya que tu madre estaba de guardia. Creo recordar que se había reincorporado esa misma semana al trabajo después de una excedencia y le habían hecho la gracia de obsequiarla con una guardia nocturna el primer día en el que volvió a trabajar. Esa noche, tu madre llamó a tu padre para decirle que había entrado en el depósito el cadáver de una muchacha y que tenía que ir a verlo porque era muy curioso. La muchacha en cuestión era Julia Hertz.
Se me puso la piel de punta y los pelos de gallina. ¡Julia Hertz, la puñetera loca del sótano de los horrores! La cosa prometía… Bueno, prometía emociones fuertes de haber sido el comienzo de una película de miedo, pero siendo algo real y que me afectaba a mí directamente, no prometía nada bueno.
—Fui con tu padre al depósito y tu madre nos enseñó el cadáver de Julia Hertz. Yo nunca había estado en un sitio así y al principio estaba algo nervioso, pero me tranquilicé al ver que tus padres parecían encontrarse en su salsa. Bueno, tu madre nos enseñó el cadáver. Julia Hertz era una chica joven, con carita de ángel.
—Eso mismo pensé yo al verla —dije yo sin acordarme de que no podía hablar, razón por la que Gabriel me miró con cara de asesino.
—Sí, era muy guapa y parecía la típica persona que jamás había hecho daño a nadie —siguió Tom—. A simple vista parecía que había muerto por causas naturales, ya que no había muestras de violencia, pero tu madre nos dijo que nos fijásemos en su cuello y en una de sus ingles. En esos dos sitios se podían ver dos orificios y debajo de ellos la marca de unos dientes.
—¿Las marcas de mordeduras de un vampiro? —preguntó Gabriel, volviendo a su rol de portavoz del grupo.
—De uno no, de dos vampiros, por lo que descubrimos después, pero deja que te cuente lo que sucedió cronológicamente. Tu madre nos dijo que iba a hacerle la autopsia y que si queríamos podíamos quedarnos a presenciarla. A mí no me hacía gracia, pero tu padre dijo que él ayudaría a tu madre en la autopsia y que yo tomaría notas. Tu madre estaba segura de que la muchacha había muerto desangrada, y tu padre apuntó que seguramente había sido asesinada por algún loco que imitaba a vampiros y que si escribía una novela con un asesino así podía ser un éxito sin precedentes. Llevamos a Julia a la sala de autopsias, la tumbamos en la mesa y tus padres se prepararon para abrirla. Yo me quedé en un rincón de la sala porque desde allí podía tomar notas, librándome de ver lo que iban a hacer, pues sabía que serían cosas desagradables. Entonces ocurrió lo inimaginable. Tus padres estaban de espaldas a la mesa de autopsias cuando Julia se levantó de repente y se sentó en el borde de esa mesa apoyando su cabeza en las manos y mirando al suelo. Daba la impresión de que estaba mareada. Yo me quedé sin habla, y cuando tus padres se volvieron y la vieron, tu padre dijo una palabrota que no voy a repetir ahora delante de Arisa y tu madre se quedó como yo, helada. Julia seguía sin decir nada y tu padre le preguntó a tu madre si estaba segura de que la chica la habían traído cadáver. Ella le dijo que sí, que llevaba muerta desde hacia unas cuatro horas. Tu madre entonces se acercó a la muchacha y le preguntó cómo se encontraba. Julia le dijo que se encontraba algo mareada y preguntó a qué hospital la habían llevado. Tu madre no le dijo que estaba en un depósito de cadáveres y le dio el nombre de no recuerdo qué hospital. Entonces Julia se dio cuenta de que estaba desnuda y pidió algo para cubrirse, y tu padre le alcanzó un bata que había en un perchero. Tu madre preguntó a la muchacha si recordaba lo que le había pasado y ella, después de pensar un poco, le dijo que la habían asaltado dos tipos y que después no recordaba nada más.
—¿No recordaba qué le habían hecho?
—No, dijo que no lo recordaba. Explicó que la habían asaltado en una calle de Tribeca.
—¿En Tribeca?
—Sí, en Tribeca. Ya te puedes imaginar cerca de qué lugar.
—Cerca de El Año del Dragón.
—Exacto y cerca de vuestra casa, cosa que inquietó un poco a tu madre e hizo que tu padre llamase a casa para ver cómo estabais tú y la canguro. Tu madre pidió a Julia que se tumbara en la mesa y la volvió a reconocer. No había duda de que estaba viva, pero su corazón latía a doce pulsaciones por minuto y su temperatura no llegaba a los quince grados centígrados. Estaba viva, pero no debía de estarlo. Y yo allí, tomando notas y empezando a odiar a tu padre por haberme embarcado en aquella historia. Entonces fue cuando tu padre vio la luz y dijo que quizá Julia estaba muerta y viva al mismo tiempo porque era una vampiro. Tu madre casi se muere de la risa, pero yo no, yo me di cuenta de que tu padre hablaba en serio y no me hizo ninguna gracia lo que acababa de decir.
—¿Y qué pasó a continuación?
—Tus padres discutieron. Tu madre le dijo que eso de los vampiros era una estupidez y tu padre que los científicos como ella se dedicaban a ocultar la realidad a la gente para manipular a toda la población. Como estábamos en el territorio de tu madre, ella acabó imponiéndose y quiso dejar zanjado el tema, explicándole a Julia cuál era la situación. La muchacha al principio no se podía creer que la hubiesen llevado al depósito de cadáveres, que se hubieran confundido, y tu madre le explicó que, por las pruebas que le habían hecho, cualquier médico afirmaría que no podía estar viva y le preguntó si recordaba algo más de lo que le había ocurrido, ya que a lo mejor sus asaltantes le habían suministrado algún tipo de droga experimental que ella desconocía y que provocaba esos efectos. Entonces Julia empezó a recordar lo sucedido y se puso a llorar. Explicó que esos dos tipos la asaltaron en una calle y que la metieron en un callejón oscuro. Uno la sujetó con fuerza, poniéndose detrás de ella y pasándole un brazo por debajo de las axilas y apretándola contra él a la altura del pecho, mientras con la otra mano le tapaba la boca. El otro individuo le desabrochó los pantalones y se los bajó. Ella pensó que iban a violarla, pero no, lo que ocurrió es que el que tenía detrás la mordió en el cuello, y el que le había bajado los pantalones se puso de rodillas y la mordió entre las piernas. Tu madre le enseñó la marca del mordisco que tenía en la ingle y le dio un espejo para que viera la que también tenía en el cuello. Tu padre se acercó a mí y me dijo que parecía increíble, pero que esos tipos eran vampiros y que la muchacha seguro que se había convertido en uno de ellos también, aunque aún no fuera consciente de ello. Tu madre nos pidió entonces que saliéramos de allí porque tenía que comprobar si había sido violada. Fuimos afuera, y luego vino tu madre y nos explicó que no había sido violada y que ahora iba a dar parte a la policía para que vinieran a buscarla y llevarla a un hospital. Entonces tu padre le preguntó a tu madre dónde estaba el hospital más cercano y se ofreció a llevar a Julia allí, para no perder tiempo y que la muchacha fuese atendida lo antes posible. Tu madre mordió el anzuelo.
—¿Qué quieres decir con que mordió el anzuelo?
—Pues que tu padre y yo secuestramos a Julia Hertz y la llevamos a vuestra cabaña en Ithaca. Cinco minutos después de dejar a tu madre, tu padre paró el coche, fue a una cabina y llamó para decirle que Julia había saltado del vehículo en marcha y que yo había corrido tras ella, pero que no la había conseguido alcanzar. Tu madre volvió a picar y dijo que informaría a la policía de lo sucedido, pero que diría que había sido ella la que la había perdido de camino al hospital. Tu padre pasó por vuestro piso y cogió algo de ropa de tu madre para que Julia pudiera vestirse. Me hizo un mapa para que llevara a Julia a Ithaca, ya que él debía quedarse porque se suponía que había vuelto a casa tras la fuga de la muchacha. Me dijo que la instalase en el sótano de la cabaña porque allí no entraba la luz del sol y que me quedase con ella toda la noche. Para que Julia aceptase ir conmigo a Ithaca, le contamos el cuento de que esos tipos eran peligrosos y que habíamos descubierto que querían matarla y que la policía nos había pedido que la llevásemos a un lugar seguro, lejos de Nueva York. Ella se lo creyó porque doy por hecho que su cabeza aún no estaba en el mundo de los vivos. El cuento este del lugar seguro me sirvió también como excusa para, una vez en vuestra cabaña de Ithaca, montarle una habitación improvisada en el sótano.