Read La Cueva del Tiempo Online

Authors: Edward Packard

Tags: #GusiX

La Cueva del Tiempo (2 page)

BOOK: La Cueva del Tiempo
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Tienes dos opciones
:

Si aceptas volver a caballo al castillo
.

Si rechazas la invitación e intentas volver a la Cueva del Tiempo
.

A medida que aclara el día te das cuenta que no estás en el buen camino. El cañón parece menos profundo y el cauce del río está sembrado de cantos rodados que nunca habías visto. El viento es helado a pesar de estar en pleno verano. Al subir a un terreno más elevado descubres manchas de nieve. Desde un risco, divisas una llanura árida con lagos helados y, a lo lejos, una cadena montañosa con picos cubiertos por la nieve. Empiezas a pensar que no se trata simplemente de que te hayas perdido; te has perdido en el tiempo y, por alguna extraña razón, has sido transportado varios millones de años atrás a la Edad del Hielo.

Te diriges a una de las colinas que bordean el cañón, buscando un lugar para resguardarte del viento y descubres la entrada de otra cueva. Sientes la tentación de penetrar en ella aunque piensas que deberías seguir andando para ver si de algún modo logras llegar a un sitio conocido.

Tienes dos opciones
:

Si entras en la cueva
.

Si sigues andando
.

Entras en la extraña cueva y te detienes hasta que logras acostumbrarte a la tenue luz ambarina que ilumina su interior. Gradualmente empiezas a distinguir dos túneles. Uno de ellos, el de la derecha, forma una curva hacia abajo. El otro sube en pendiente hacia la izquierda.

Se te ocurre que el que desciende puede conducir al pasado y el que sube al futuro.

Tienes tres opciones
:

Si tomas el túnel de la izquierda
.

Si tomas el túnel de la derecha
.

Si vuelves a salir de la cueva
.

—¡A la torre con él! —grita el rey.

Dos caballeros se precipitan sobre ti, te sacan a rastras del aposento y te obligan con sus lanzas a subir los cuarenta escalones de piedra de la torre hasta tu prisión: una diminuta habitación cilindrica con una pequeña ventana desde la cual se divisa el foso y los campos. El único mobiliario está constituido por un lecho de paja.

Te das cuenta que has retrocedido hasta la época feudal, en la que el capricho del rey era la única ley válida. No tienes ni la más remota idea de cuánto tiempo te tendrán encerrado en la torre. Sólo tienes una posibilidad de escapar. El foso, a unos siete metros de tu ventana, es bastante profundo y si logras saltar bastante lejos, podrás caer en el agua sin sufrir ningún daño.

Tienes dos opciones
:

Si saltas
.

En caso contrario
.

Saltas lo más lejos posible, cayendo cada vez más deprisa, hasta zambullirte en el agua llegando hasta el fondo donde el blando fango amortigua tu caída. Al cabo de unos segundos sales a la superficie. Nadas hasta la orilla exterior del foso, ligeramente aturdido pero sin daño alguno, te encaramas hasta el borde y corres a esconderte en el bosque.

Caminas entre los árboles hasta que pierdes de vista el castillo y, entonces, sales a campo abierto. Encuentras a un campesino y le preguntas dónde puedes pasar la noche.

—Sube a esa colina y verás el lago Ness —dice—. Allí podrás encontrar algún lugar para guarecerte.

Sigues sus indicaciones y te diriges hacia un grupo de casas situadas cerca del lago. Empieza a oscurecer y te alegras de encontrar a un pescador que te ofrece cobijo para la noche. Tanto él como su mujer son muy amables contigo; te invitan a quedarte con ellos y ayudarles en la pesca para ganar tu sustento.

Tienes dos opciones
:

Si aceptas
.

Si decides seguir viajando
.

Decides esperar, pero pronto lamentas haberlo hecho. Un guardián viene dos veces al día a traerte la comida, que consiste únicamente en pan moreno y agua. Al cabo de unos días te sientes demasiado débil, incluso para escapar si surgiera la oportunidad.

Cuando estás a punto de perder las esperanzas de volver a recobrar tu libertad, el guardián entra sonriendo en tu celda.

—El rey ordena que te vayas —dice—. Tenemos un prisionero mucho más importante. ¡Uno que ha insultado al caballo de su majestad!

Irrumpe a carcajadas. No sabes si dice la verdad, pero mantiene la puerta abierta señalando hacia afuera. De nuevo en libertad, bajas la larga escalera de piedra hasta el patio principal. El puente levadizo está bajado y no parece haber ningún impedimento para que abandones el castillo.

Cerca de ti está atado un espléndido alazán que probablemente pertenece a uno de los caballeros del rey. Se te ocurre que podrías recorrer una larga distancia con él antes de que nadie lo echase en falta.

Tienes dos opciones
:

Si montas en el caballo y sales al galope
.

Si pides refugio al rey
.

En un instante, has cruzado el puente y te encuentras galopando por el campo sintiéndote más listo que el rey o sus caballeros. Agitas la mano hacia unos pastores al pasar por su lado y ellos te devuelven el saludo.

Haces un descanso en la casa de un cabrero muy amable que te obsequia con un magnífico almuerzo.

—No debes temer al rey —dice—. Es un tonto que se pasa el día sentado bebiendo vino. Su única preocupación consiste en saber a quién debe encerrar en la torre. Hasta sus mismos caballeros se ríen de él y es mucho más probable que se caiga de su trono que tú de tu caballo. ¡Dirígete a la feliz Inglaterra, ya que allí te aguardan grandes acontecimientos! ¡Buen viaje y felices aventuras!

Tus energías se han respuesto gracias a la buena comida y tu caballo también está dispuesto para partir. Das las gracias efusivamente a tu anfitrión y te dispones a cabalgar hacia nuevas aventuras y una nueva vida, casi un millar de años antes de haber nacido.

 

FIN
.

Logras acceder al rey y le das las gracias por dejarte salir de la torre.

—No tiene importancia —responde— Haríamos lo mismo por cualquier bribón. Nos has caído bien y tu historia, aunque no tiene ningún sentido, nos ha hecho reír. Seguramente sin saberlo has prestado un servicio a tu rey. Gracias.

—Haré que te den un caballo y algunas piezas de oro —continúa diciendo—. Vete y haz fortuna. Pero te ordeno que vuelvas cada año a contarnos una aventura tan divertida, por lo menos, como la que ya hemos oído de tus labios.

—Mi señor —dices.

—Mi vasallo —responde el rey.

Te alejas a caballo, con cierta inquietud, pero decidido a sacar el mayor partido posible de tu vida en el año 982.

 

FIN
.

Trepas resueltamente por un risco rocoso. El fuerte viento levanta remolinos de nieve y choca violentamente contra tu cuerpo.

El mundo parece haber cambiado para mal. Si no encuentras pronto una casa o una cabaña con gente que te ayude, no vivirás mucho.

Meditando sobre tu destino, tropiezas y te caes, hundiéndote en una grieta. Pierdes el conocimiento y, al volver en sí, te encuentras en un lugar más cálido aunque todavía sigues tiritando. Por la pálida luz ambarina deduces que, de algún modo, has ido a parar de nuevo a la Cueva del Tiempo. Hay un pasaje a tu derecha y otro a la izquierda. ¿Será que uno conduce al futuro y otro al pasado?

Tienes dos opciones
:

Si entras en el pasaje de la izquierda
.

Si entras en el pasaje de la derecha
.

Al penetrar en la cueva percibes una luz oscilante y olor a humo. Caminas a lo largo de un tortuoso pasadizo hasta llegar a una amplia cámara. El humo procede de unas vasijas de barro.

Unos hombres bajos y robustos, con pelo negro, muy lacio y rasgos primitivos, están ocupados pintando sobre las paredes de la cueva. Visten con pieles de animales. Observas que en un rincón hay varios lechos de paja.

Te quedas paralizado por el miedo cuando los habitantes de la cueva abandonan su trabajo para correr hacia ti con muestras de asombro. El más alto lleva en sus manos una larga liana. Se adelanta como si tuviera intención de agarrarte y atarte con ella.

Tienes dos opciones
:

Si te quedas y tratas de entablar amistad
.

Si tratas de escapar
.

Sigues adelante por un sendero que sube una empinada cuesta. Puedes oír unos fuertes sonidos que llegan desde un barranco cercano; probablemente pertenecen a algún animal de gran tamaño. Trepas a un risco y contemplas uno de los mayores mamíferos terrestres que haya existido jamás: el mamut lanudo. Su impresionante volumen resulta todavía mucho mayor debido a la espesa capa de pelo que le cubre.

Estás helado, cansado y desesperado. Desde el saliente rocoso en el que te encuentras, a poca distancia del mamut, podrías saltar sobre su lomo, refugiarte en su cálido pelo y dejarte llevar.

Tienes dos opciones
:

Si saltas sobre el mamut
.

Si sigues a pie
.

El túnel de la izquierda forma una espiral, cruzándose con otros túneles. Tomas uno de ellos y empiezas a subir una cuesta muy pronunciada. Al cabo de un rato, trepas por un agujero y sales a un desierto. El calor es sofocante, desde luego superior a los cuarenta grados, pero el sol está a punto de ponerse y pronto empezará a refrescar. A lo lejos se divisa una cadena de montañas que, a pesar de su aparente altura, no están cubiertas de nieve. No tienes ni idea de si estás en el pasado, en el futuro o en el presente. En ese momento, descubres algo asombroso: la arena se funde en un cristal amarillento. Al examinarla con más detalle, notas una oleada de aire todavía más caliente. De pronto, te das cuenta que el sol no se pone, sino que sale. Es imposible que la temperatura a mediodía pueda ser soportada por ningún ser vivo. A medida que el sol asciende, el calor se va haciendo abrasador. La luz es cegadora. Quizás estás presenciando el fin del mundo.

BOOK: La Cueva del Tiempo
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