La Cueva del Tiempo (7 page)

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Authors: Edward Packard

Tags: #GusiX

BOOK: La Cueva del Tiempo
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FIN
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Cuando le hablas del lúgubre mundo que has encontrado al salir de la Cueva del Tiempo, Luisa se alegra de que la ayudes a buscar la salida hacia su época.

—Cuéntame algo de tu mundo. ¿Es América? ¿En qué año vives? —preguntas mientras camináis.

—Estamos en el año 2022, —responde.

—¿Quieres decir que todavía se usan vaqueros en esa época? —dices asombrado.

—Se han vuelto a poner de moda hace poco —contesta riéndose.

—Deben haberse hecho muchos adelantos desde mi época. Háblame de los más interesantes.

—Creo que lo mejor son los carriles para bicicletas. Desde 1997 no han permitido que se construyan carreteras, sólo carriles para bicicletas, de modo que ahora tenemos tantos kilómetros de carriles como de carreteras para coches.

—¿O sea que se puede ir en bicicleta por todo el país? —prequntas.

—Por supuesto. Y no rodeado de autobuses, camiones y conductores desaprensivos, sino a través de los bosques y las llanuras, a lo largo de los desiertos y de los ríos. A veces pienso que me gustaría pasar toda mi vida viajando de este modo. Hay muchos hostales para ciclistas donde se puede dormir cómodamente por muy poco dinero. Los gastos se sufragan mediante los impuestos sobre la gasolina.

 

Sigue...
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De pronto, notas que el suelo se hunde bajo tus pies. Luisa y tú os caéis. Aterrizáis en la base de un escarpado risco al borde de una carretera. Te preguntas a qué año habréis llegado. Entonces te fijas en un cartel que dice "CADILLAC, el coche del año todos los años".

—¿Qué es un Cadillac? —pregunta Luisa.

 

FIN
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Prefieres pasar el resto de tus días buscando una entrada a la Cueva del Tiempo que establecerte tranquilamente en un pueblo de pescadores. Así que dices adiós a tus amigos y emprendes la marcha campo a traviesa, camino de Londres. Tienes la intención de buscar un barco que te lleve de vuelta a América, aunque sabes que todavía no ha sido descubierta, porque de algún modo tienes que volver al cañón de Red Creek y a la Cueva del Tiempo.

Al cabo de unas horas te encuentras en un camino que bordea el bosque, cuando unos hombres fornidos salen a caballo de detrás de un grupo de árboles.

—¡Ya te tenemos! —grita uno de ellos—. Tú eres el que se escapó de la torre, ¿verdad?

Te obligan a subir a un caballo y te conducen a toda velocidad hacia el castillo.

—El castigo por escapar de la torre es la horca —afirma uno de los hombres.

Pronto descubres que lo que dice es verdad.

 

FIN
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No quieres correr el riesgo de hundirte con el Titanic, así que vuelves a bajar la escala con la esperanza de volver a la cueva. Con las prisas, sueltas la cuerda y te caes. Extiendes los brazos, pero ya es demasiado tarde. Al llegar al suelo, te golpeas tan fuertemente que pierdes el conocimiento. Cuando despiertas, te encuentras en uno de los pasadizos de la cueva.

Tienes dos opciones
:

Si exploras el pasadizo
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Si decides volver a explorar la salida de la cueva
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—Ya que no logras encontrar tu época, quizá podamos volver a la mía —dices.

Andáis de vuelta un corto trecho hasta que os encontráis con un túnel más ancho que los otros. Te paras y Luisa te mira interrogativamente.

—Probemos con éste —dices.

Después de andar casi una hora, ambos sonreís con alegría al ver luz. Al poco rato salís del túnel a un terreno arenoso de color rojizo que se extiende en forma de cuenco. El aire es fresco y claro, como el de un día de otoño. Te imaginas que puede tratarse del cráter de un volcán extinguido. De pronto, oís un fuerte estruendo detrás de vosotros y tenéis que escapar corriendo de un desprendimiento de tierra que cierra el túnel de la Cueva del Tiempo.

—¿En qué año estaremos? —pregunta Luisa cuando lográis recuperaros.

Por primera vez miras hacia el cielo. El sol es cuatro veces mayor del tamaño habitual, pero mucho menos brillante. Aunque está casi encima de vuestras cabezas tiene un color rojo óxido.

—No lo sé —respondes—, pero por lo que he leído de astronomía, supongo que debe hacer unos cuatro billones de años que tuvo lugar el año 2000.

 

FIN
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Lentamente recuperas el sentido. Estás en tu cama en el rancho Red Creek contemplando a tu tío Howard. A su lado está un médico amigo suyo.

—Tuviste una mala caída trepando por esas rocas del cañón —dice tu tío Howard—. El doctor Parsons dice que no entiende cómo no te has roto ningún hueso. Estábamos muy preocupados pensando que te habías perdido en una de esas cuevas.

Te sientes un poco aturdido y muy débil, así que te limitas a sonreír sin decir nada. De todos modos, seguro que nadie te creería. No obstante, años después escribes un libro acerca de tus aventuras en la Cueva del Tiempo.

 

FIN
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Te acercas a la muralla, caminando hacia los trabajadores. Cuando se dan cuenta de tu presencia, piensan que eres un espía de alguna tribu desconocida. Eres capturado por dos guardias que te obligan a sentarte en una pila de piedras mientras deciden qué hacer contigo.

Al cabo de un rato te señalan una de las escaleras. Dos trabajadores te obligan a trasladar piedras. Te das cuenta que has sido condenado a trabajar en la construcción de una muralla de seis metros de altura, cuatro de ancho y más de 2.800 kilómetros de largo. Calculas que harán falta más de diez billones de piedras. Te preguntas cuántas tendrás que acarrear antes de poder escapar, si es que algún día llegas a hacerlo.

 

FIN
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Aunque te gustaría enormemente ver el interior de la nave, no tienes el más mínimo deseo de ser lanzado al espacio. Te retiras a una distancia prudencial y esperas a ver qué sucede. Poco después, la puerta se cierra y, casi inmediatamente, la nave se eleva en silencio. En pocos minutos se pierde de vista. Te acercas para observar más detenidamente a los hombres de aspecto primitivo dormidos sobre el jergón. Empiezan a desperezarse, frotándose los ojos como si se despertasen de un largo sueño.

Tienes dos opciones
:

Si te quedas y tratas de entablar amistad con las gentes primitivas
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Si vuelves a la colina intentando entrar de nuevo en la Cueva del Tiempo
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Subes corriendo la colina para alejarte de los hombres primitivos antes de que se despierten. Tienes que encontrar una entrada a la Cueva del Tiempo. Buscas alguna abertura entre las rocas. Pasan las horas y el crepúsculo avanza con rapidez. Cuando ya empiezas a perder las esperanzas, descubres la entrada a una cueva debajo de unos peñascos. Te metes dentro a toda velocidad y sólo tienes un momento de lucidez para comprobar que estás en la madriguera de un tigre de las nieves.

 

FIN
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Los hombres primitivos miran a su alrededor con curiosidad. No parecen notar tu presencia. Se incorporan y echan a andar. Uno de ellos bebe del arroyo. Emiten curiosos gruñidos y chasquidos, aunque no parece que realmente estén hablando entre ellos. El más alto del grupo coge un palo y empieza a buscar raíces por la orilla del río. Mordisquea todas las que encuentra y, finalmente, sonriendo pasa una a los otros. Una de las mujeres aplaude. Todos empiezan a buscar palos. Un hombre te alcanza un trozo de raíz. La pruebas y encuentras que su sabor es parecido al de la zanahoria. Las mujeres te sonríen. Te han aceptado como miembro del grupo.

A la mañana siguiente, te despiertas sobre el suave musgo de la Caverna de la Serpiente, a unos cuantos metros de la entrada de la Cueva, preguntándote si todo lo sucedido es realidad o forma parte de un sueño. De todos modos, no sientes ningún deseo de volver a entrar en la Cueva del Tiempo para comprobarlo.

 

FIN
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Andas y andas con la esperanza de que el pasadizo te conduzca a tu época. Al cabo de un buen rato, llegas a un túnel que desemboca en un aposento húmedo y oscuro que parece ser el sótano de una casa. Hay mucha gente agrupada, sentada sobre mantas en la más completa oscuridad a excepción de la vacilante luz de unas velas. Oyes el lúgubre aullido de unas sirenas. En el centro de la habitación, sobre una mesa, una anticuada radio emite una mezcla de música clásica e interferencias. Las sirenas se apagan, el suelo tiembla y oyes una explosión cercana. Después otra más lejos y, por fin, una tan cerca que una pared y la mitad del techo se vienen abajo, formando un montón de escombros que bloquean la entrada del túnel. Todos corréis hacia el lado opuesto, tosiendo y respirando con dificultad a causa del polvo que llena la habitación.

Vas a empezar una nueva vida. Corre el año 1940 y estás en Londres.

 

FIN
.

No tienes ningún deseo de entrometerte en la construcción de la Gran Muralla de China, ni tampoco de ser trasladado a otro planeta por unos extraños seres. Vuelves a la grieta con la esperanza de encontrar un túnel que te devuelva a tu época. Caminas por el fondo, hasta que descubres una abertura al otro lado de un saliente. Te metes por ella, suponiendo que vas a volver a la verde campiña, al arroyo y a la nave espacial que acabas de abandonar.

Sin embargo, la grieta va a dar al océano. Como en una pesadilla en la que todo cambia de repente y se convierte en algo diferente, las colinas se han transformado en amenazantes olas. Te encuentras sobre un risco que apenas sobresale unos metros por encima del mar barrido por el viento. No parece existir ninguna posibilidad de escapar, ya que pareces estar sobre el único pedazo de tierra que emerge en el mundo cubierto por las aguas.

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