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Authors: Irving Wallace

La isla de las tres sirenas (97 page)

BOOK: La isla de las tres sirenas
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Además, veo otra cosa. Te inspiran mucho respeto los sagrados vínculos del matrimonio…

—No mucho.

… y consideras que mi actitud es frívola, lo cual en el fondo te decepciona, quizá te ofende.

—En absoluto. Soy un gato viejo, Claire. Únicamente me sorprende, esto es todo.

—No trates de disimular. Sabías que no nos llevábamos bien. Lo sabías, ¿verdad?

—Es posible… sí, a veces lo he pensado.

Claire bebió otro sorbo y dijo con vehemencia:

—Tom, no te equivoques al juzgarme, después de que las cosas han llegado a este extremo. Hay mujeres que han nacido para seguir una carrera, otras para estar solas, algunas para pasar de mano en mano y por último otras para ser madres y esposas. Yo pertenezco a esa última categoría. Nací para ser una esposa fiel y tener un millón de hijos, una vida hogareña con pasteles de cumpleaños y las zapatillas de mi marido preparadas. Quizás esta vida te parezca sosa, pero es la que yo deseo. Es la que he deseado siempre. ¿Que soy una mujer sin ambiciones? De acuerdo. Pero me equivoqué. Resulta que era ambicionar demasiado, ya ves.

—No demasiado, pero sí bastante.

—Hacen falta dos, Tom, para hacer de una mujer una esposa digna de este nombre.

—Estoy de acuerdo.

—Marc no podía hacerlo. ¿Cómo quieres que me ayudase a ser una buena esposa, si no podía ayudarse a sí mismo a ser un hombre? Llevamos dos años de casados y no hemos tenido el menor contacto. El nunca creció, así que… ¿cómo podía tener hijos? ¿O una esposa? Bien, dejemos esto. No quiero hablar de estos dos años. Me limitaré a decirte que la cuestión surgía todos los días y esta mañana se ha producido el estallido final. Esta mañana me ha dicho que ya estaba harto de mí y que no quería verme en el resto de su vida y como no paró ahí la cosa y nos pegamos, eso fue la gota que hizo desbordar el vaso. Ahora esto ha terminado. Para él, ya había terminado hace dos años. Para mí, terminó hoy.

—¿Y Tehura no tuvo nada que ver con eso?

—En realidad, no. Si yo me hubiese mostrado más débil, aquel vergonzoso incidente hubiera sido el final. Sabes que fui a verla ayer, ¿no?

—Sí, dijiste que irías, pero no sabía si habías ido. ¿Qué pasó?

—No la has visto últimamente, ¿Tom?

—No, últimamente la he visto muy poco. Verás, he estado muy ocupado.

—Sé que estuvisteis enamorados y sé además cómo era esa chica hace menos de un mes, por haberlo visto yo misma. Pero ha cambiado. Parece otra. Y la culpa la tiene Marc, su amigo Marc. Ya debía de tener cierta predisposición, pero hacía falta un Marc para transformarla en un ser parecido a nosotros, pero peor que nosotros mismos.

—¿En qué sentido?

—Se terminó la joven primitiva limpia de culpa y de pecado. Se ha vuelto astuta, taimada, llena de ambición. En resumen, en una niña mimada de la civilización. En cuanto a mi medallón de brillantes, lo tiene. No lo robó. Fue Marc quien se lo dio, como yo suponía. Esto formaba parte de su grandioso plan de seducción, creo. Lo malo no es que él se lo haya dado, sino que ella lo haya aceptado. Le canté las verdades respecto a Marc. ¿Y quieres saber qué soy, según ella? Te repetiré sus propias palabras: "Una mujer celosa que no sabe tratar a su marido y es incapaz de retenerlo".

—Me parece algo increíble.

—Lo siento, Tom, pero es verdad.

—Es que… —Meneó la cabeza—. La conozco tan bien… Comprende, nadie la conoce aquí como yo. Y en lo que me dices de ella no reconozco a la misma persona.

Claire se encogió de hombros.

—Es tu cliente. Compruébalo por ti mismo.

—Lo intentaré —repuso Courtney—. Sí, lo haré. No quiero enzarzarme en una disputa con Marc, pero me siento responsable hacia esa muchacha. Si está descarriada, yo trataré de hacerla volver al buen camino. Toda esa historia del medallón me preocupa mucho. ¿Te importará que vaya a verla para abordar francamente la cuestión?

—Ya te dije que hicieras lo que creyeras m s conveniente. Pero si te propones hacer que abandone a Marc a fin de devolvérmelo, te advierto que será tiempo perdido y que, en vez de un favor, será un flaco servicio hacia mí. Pero si quieres hacerlo sólo por ella, para ayudarla, es otra cosa En este caso cuenta conmigo.

—Es todo cuanto pienso hacer —dijo Courtney, levantándose de pronto para empezar a medir la estancia con pasos inquietos—. Aquí tiene que haber algo más que una simple aventurilla. Te repito que conozco bien a Tehura. Ni ella ni ninguna joven de Las Tres Sirenas concede la menor importancia a una aventura amorosa. Para ellas, esto es algo tan natural como la costumbre de besarse entre nosotros. Pero cuando una joven como Tehura cambia hasta tal punto y quiere poseer joyas que no le pertenecen… no sé, pero algo sucede, algo más importante que una simple aventurilla. Puedes estar segura de que lo averiguaré. Mañana por la mañana…

Fue entonces cuando se produjo la interrupción que alarmó a ambos. Llegaron hasta ellos unas palabras confusas, que parecían disparos de rifle y penetraban por la puerta abierta. Claire se levantó de un salto y corrió al exterior, seguida por Courtney.

El espectáculo con que tropezaron sus ojos fue el siguiente: Sam Karpowicz, desgreñado y gesticulando locamente, lanzaba un torrente de palabras ininteligibles a Maud, que de pie en pijama, a la puerta de su cabaña hacía repetidos gestos de asentimiento.

—Debe de haber sucedido algo —dijo Courtney a Claire, y ambos salieron corriendo a ver de qué se trataba.

Llegaron junto a Sam y Maud cuando ésta empezaba a hablar asiendo al botánico por el brazo.

—Sí, es terrible, Sam. Tenemos que obrar con serenidad. Creo que deberíamos explicárselo a Paoti…

—¿De qué se trata? —la interrumpió Courtney—. ¿Puedo hacer algo?

Sam Karpowicz, temblando como un azogado, se volvió a Courtney.

—Es terrible, Tom, es terrible. Han saqueado la cámara oscura y me han robado por lo menos una tercera parte de las fotografías, negativos y películas de dieciséis milímetros.

—¿Estás seguro?

—Absolutamente seguro —afirmó Sam con energía—. Segurísimo —añadió—. Cuando te dejé hace un rato, fui al laboratorio para revelar las tomas de esta noche. De momento estaba demasiado ocupado para advertir nada anormal. Pero mientras trabajaba empecé a notar extrañas faltas de material. Esto me sorprendió, porque soy muy metódico y lo ordeno todo cuidadosamente. Entonces me puse a comprobar las fotografías y rollos de película que había inventariado por escrito… y comprobé que faltaba una tercera parte. Esto tiene que haber sucedido esta tarde o incluso esta misma noche.

Maud replicó:

—La verdad es que no podemos imaginar quién ha podido hacer semejante cosa.

—Esto es lo que me extraña —dijo Sam—. Ninguno de los que formamos la expedición tiene por qué haberlo hecho. ¿De qué le serviría, si aquí estamos todos juntos? Y en cuanto a los nativos, tampoco veo de qué puede servirles.

Claire habló por primera vez.

—A menos que exista algún fanático religioso entre los nativos que, como ocurre en algunas sociedades, crea que la captación de imágenes sobre papel es lo mismo que captar el alma de las personas retratadas… ¿No podría ser eso?

—Lo dudo, Claire —observó Maud—. No hemos encontrado aquí ningún tabú contra la fotografía.

Courtney asió por el brazo a Sam.

—¿Está enterado alguien más de esto,¿Sam?

—Descubrí el robo hace diez minutos. Fui corriendo a casa y desperté a Estelle y Mary, para cerciorarme de que ellas no hubiesen cogido las fotografías. Pero no, quedaron tan sorprendidas como yo. Entonces pregunté a Mary si había visto a alguien por aquí durante el día de hoy, pero me dijo que había estado ausente casi todo el día. Sólo muy de mañana vio a Marc por aquí…

—¿Cuándo? —preguntó Claire con brusquedad.

—¿Cuándo? —repitió Sam Karpowicz con sorpresa—. Pues debió de haber sido cuando nos fuimos a almorzar con Maud… Mary se quedó un poco más en casa, después salió con Nihau y fue entonces cuando vio a tu marido.

Claire dirigió una significativa mirada a Courtney y después a Sam.

—Es raro. Esta mañana, Marc se fue muy temprano, de excursión por las montañas con varios hombres del poblado. Dijo que no volvería hasta medianoche, quizás mañana, y ahora tú dices… —Miró nuevamente a Courtney—. ¿No piensas lo mismo que yo, Tom?

—Sí, por desgracia —contestó Courtney.

—Esto explicaría muchas cosas.

—Sí —dijo Courtney con gravedad—. Aún no podemos estar seguros pero…

Maud se situó cerca de los que hablaban.

—¿Qué pasa? ¿Qué tiene que ver eso con Marc?

—Tal vez tenga que ver —dijo Courtney, consultando su reloj—. Es cerca de la una. De todos modos, creo que será mejor que vaya a ver a Tehura, como pensaba hacer.

—Déjame acompañarte —dijo Claire.

Courtney frunció el entrecejo.

—Puede resultar violento.

—No me importa —dijo Claire.

Intervino entonces Sam Karpowicz para decir:

—¿Qué tiene que ver eso con el robo de mi material fotográfico?

—Quizá no tenga que ver nada —dijo Courtney—, o tal vez tenga que ver mucho. —Escrutó las caras de sus tres compañeros—. No tengo inconveniente alguno en que me acompañéis, pero antes, prefiero ver a Tehura a solas. Creo que es preferible que empecemos por ahí antes de ir a explicar lo sucedido a Paoti.

Maud Hayden renunció con prontitud a su papel rector, a favor de Tom Courtney. Se mostraba tan preocupada como Sam perplejo. Courtney y Sam empezaron a dirigirse hacia el puente y, de manera instintiva, Maud tomó el brazo de Claire antes de seguirlos.

A la tenue luz que reinaba en la choza de Tehura, Courtney, Maud Hayden y Sam Karpowicz permanecían agrupados en el fondo de la estancia delantera, con la vista fija en el cuerpo inerte de la joven indígena, caído al pie del dios de la fecundidad.

Courtney, que fue el primero en entrar, la encontró tendida sin conocimiento en el suelo y al tomarle el pulso, apenas lo notó, tan imperceptibles eran sus latidos. Vio que tenía los ojos inyectados en sangre; en torno a los globos oculares, en la boca y los oídos tenía también sangre coagulada. Tom salió corriendo para ordenar a Claire que fuese inmediatamente en busca de Harriet Bleaska.

Cuando Claire se fue a cumplir la orden, indicó con una seña a Maud y Sam que entrasen en casa de Tehura.

Y allí estaban entonces, esperando.

Maud rompió el silencio una sola vez para decir a Courtney con voz ahogada:

—¿Pero qué pasa, Tom? Tú sabes más de lo que nos has dicho… Tú te callas algo.

El se limitó a mover la cabeza y seguir mirando la figura de la joven polinesia, pensando en su antiguo y placentero amor, apenado por aquel triste espectáculo. Los tres continuaron guardando silencio.

Aunque sólo esperaron cinco minutos, les parecieron cinco eternidades antes de oír las voces y los pasos que se acercaban. Harriet Bleaska, envuelta en una bata y llevando un pequeño maletín negro, entró en la estancia, sola. Después de saludarlos, vio el cuerpo de Tehura y se arrodilló a su lado.

—Haced el favor de dejarme a solas con ella un momento —dijo sin volverse.

Tom guió a Maud al exterior, seguido por Sam. Ante la puerta esperaban Claire y Moreturi, hablando en voz baja. Cuando salieron, Moreturi se acercó a Courtney.

—Tom —le dijo—, ¿cómo está?

—Creo que aún vive, pero… no lo sé.

—Acababa de llegar al poblado con los demás, de regreso de la pesca, cuando Ms. Hayden y Ms. Bleaska me han dicho lo que había sucedido. ¿Crees que puede haber sido un accidente?

—La verdad es que no lo sé, Moreturi.

Claire se reunió con ellos.

—Tom —dijo—, Marc estaba en las montañas esta tarde. Salió a pescar con Moreturi.

—Sí, es verdad —dijo Moreturi.

Courtney se rascó la cabeza, tratando de comprender aquel enigma.

De pronto preguntó:

—¿Regresó con vosotros?

—No —dijo Moreturi—. Comió con nosotros pero al oscurecer se marchó, cuando aún no habíamos terminado de cenar.

—¿Mencionó a Tehura?

—No, creo que no.

Entonces oyeron la voz de Harriet Bleaska y todos a una se volvieron hacia la puerta abierta, en la que ella acababa de aparecer.

—Tom dijo. Y luego volvió a llamarlo.

El dio un paso hacia la enfermera y entonces ella dijo:

—Tehura ha muerto. Hace menos de un minuto. Ya no se puede hacer nada.

Todos permanecieron petrificados por la dolorosa impresión. El único que finalmente se movió fue Moreturi, que ocultó el rostro entre las manos. Después Maud Hayden gimió:

—Pobrecilla.

Harriet se apartó del umbral para dirigirse hacia Tom Courtney.

—Sufría una gravísima fractura de la base del cráneo —dijo—. La caída que se la produjo fue demasiado violenta para ser un accidente. Supongo que debió de chocar con la cabeza contra el ídolo de piedra… se produjo lesiones cerebrales y una copiosa hemorragia interna. Ya habéis visto la sangre que le asoma por ojos y oídos. Mientras agonizaba permaneció sin conocimiento. A pesar de todo, se esforzaba por decir algo, incluso con los ojos cerrados. Yo me he esforzado por comprenderlo y, por último, antes de morir, me pareció entender… Harriet miró a Claire, confusa, y se interrumpió.

—¿Qué te pareció comprender? —inquirió Courtney.

—Me pareció que pronunciaba el nombre de Marc —repuso con apresuramiento la enfermera—. Puedo haberme equivocado.

—Probablemente no te has equivocado —dijo Claire.

—Y después añadió algo que no entendí… tal vez en polinesio. Primero dijo "preguntar" y después, por dos veces, "Poma". ¿Qué o quién es Poma?

—Una amiga de Tehura —dijo Courtney.

Moreturi ya se había dominado y estaba al lado de Courtney:

—¿Dijo que preguntásemos a Poma?

Harriet, turbada, contestó:

—Sí, creo que eso dijo.

Moreturi y Courtney se miraron. Courtney hizo un gesto de asentimiento y Moreturi anunció:

—Voy a ver a Poma para decirle que Tehura ha muerto y preguntarle qué sabe de esto.

Moreturi se perdió corriendo en las tinieblas.

—Aún hay algo más —dijo Harriet—. Creo que debo mencionarlo. La fractura se produjo en la región occipital, sobre la base del cráneo. Pero he observado señales de lesiones no tan importantes en la cara, al lado de la boca y en el pómulo. Tiene la mejilla tumefacta y cárdena. Parece que la hubiesen golpeado con el puño, no con un instrumento. Quizás alguien la golpeó, la derribó y así es como se produjo el golpe contra el ídolo de piedra.

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