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Authors: John C. Wright

Tags: #Ciencia-Ficción

La Trascendencia Dorada (5 page)

BOOK: La Trascendencia Dorada
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El primer enjambre, apostado en las cámaras estancas, había seguido a Neoptolemo y su procesión, y mostró a Faetón la imagen que las células visuales no mostraban.

Algunas motas de la sustancia que caían de la procesión de Neoptolemo flotaron hacia los mamparos cercanos, se adhirieron, crecieron y se transformaron en neptunianos. Estos neptunianos (quizá fueran parciales, remotos o sirvientes: era imposible discernirlo con sólo mirar el vidrioso envoltorio azulado y amorfo que los contenía) se desperdigaron por el espacio de aislamiento, y comenzaron a pegar minas magnéticas a los marcos de las células de combustible.

Los remotos eran más pequeños que bacterias. Algunos entraron en las minas colocadas por el enemigo. Una vez dentro, emitieron radiaciones, vibraron, sondearon. Los muchos ojos de Faetón grababan y analizaban. Ordenó a sus programas de ingeniería y a una rutina militar de demolición (parte del software de evaluación de amenazas de los remotos) que examinaran la información. Los parciales de demolición civiles y militares convinieron en que allí la amenaza era escasa o inexistente.

Las células visuales mostraron que Neoptolemo llegaba por el linde externo de los habitáculos. Allí estaban las cubiertas de la mente de la nave, un círculo de enormes cajas mentales que formaban la capa externa del espacio vital. El grueso de la procesión se dirigió «arriba» (al centro del carrusel) por pozos de ascensor y de mantenimiento, hacia el puente. Pero los remotos (viendo aquello que la mente de la nave no podía ver) mostraron un segundo grupo que se desprendía del grupo principal.

Esta masa de neptunianos se desperdigó por el piso una vez que estuvo en las cubiertas del cerebro de la nave. Ellos o ello (Faetón ignoraba la cantidad de individuos que habitaban esa masa de nanomaquinaria azulada) introdujeron tina docena de diminutos zarcillos de sustancia en los mamparos, buscando conexiones y puertos mentales desprotegidos. Establecieron interfaz con la mente de la nave y verificaron el avance de la invasión de virus mentales.

Los neptunianos estaban desperdigados por la compleja lógica de la nave. Consultaron manuales y guías para descubrir las direcciones y posiciones de la arquitectura mental que deseaban examinar. Abrieron la tienda mental de a bordo, descargaron herramientas y rutinas para realizar sus chequeos e iniciaron otros actos de sabotaje.

Faetón sonrió. Él había diseñado esa arquitectura. Él había escrito esos manuales. Él había aprovisionado la tienda mental y, en muchos casos, había diseñado esas herramientas. En consecuencia, la mente de la nave mostró a los saboteadores sólo lo que esperaban ver.

El verdadero cerebro de la nave estaba en la armadura de Faetón, y siempre había estado allí. Los saboteadores sólo tenían acceso a sistemas secundarios, repetidores y copias de seguridad. Con la ayuda del segundo enjambre de remotos (los que cubrían los tejidos conectores y adaptadores de circuitos de las cajas mentales). Faetón pudo mantener la farsa con facilidad.

La nave, esa bella nave, le pertenecía. Conocía cada línea y cada punto, cada juntura y cada viga, cada tuerca y cada tomillo. Él conocía la nave y ellos no. Ella era hija de su mente. ¿De veras creían que podían arrebatársela por la fuerza?

Las puertas intermedias de ese nivel se abrieron y cerraron. Neoptolemo se aproximaba. La cámara estanca que conducía al puente se activó. Las células visuales mostraban que Neoptolemo estaba mutando la superficie de su cuerpo blindado blanco azulado, haciendo los ajustes necesarios para entrar en una cámara mantenida a temperatura y presión terráqueas.

Faetón activó el tercer y último enjambre de remotos.

Dentro de la cámara estanca del puente, el tercer enjambre de remotos microscópicos se posó en los cuerpos neptunianos, fino como polvo, indetectable. Durante el momento en que las superficies blindadas de los neptunianos cambiaban, los remotos penetraron por las capas de células, se infiltraron en los sistemas internos, se conectaron con el tejido neuronal, aglomerándose cerca de los puntos nodulares que controlaban el tráfico de señales externas.

Faetón esperó, tenso como un gato ante el escondrijo del ratón. Si Neoptolemo contaba con tecnología de la Ecumene Silente para detectar o contrarrestar estos remotos, quizá la empleara ahora. Neoptolemo no entraría en el puente si sabía que era una trampa. Evidentemente, no lo sabía.

Un panel de cubierta se estaba abriendo.

Los remotos que estaban dentro de Neoptolemo hicieron una evaluación médica de cuánta presión aceleratoria podía resistir cada grupo de nervios y masa cerebral.

Todo era tan fácil, tan sencillo, que Faetón se habría reído a carcajadas, pero había ordenado a su capa que le endureciera el cuerpo para, resistir la supergravedad, y su rostro estaba rígido como un leño.

2 - El silente

Por una tradición tan antigua como la primera aldea orbital (aquella aldea cuyo nombre se perdió para la historia cuando se borró la Biblioteca Mundial durante el Desrenacimiento), la entrada del puente estaba en la cubierta, de modo que entrar era viajar hacia «arriba», hacia el centro del centrífugo. En consecuencia, una sección del «piso» se abrió para recibir a Neoptolemo.

Como un témpano elevándose a la superficie de un mar ártico, Neoptolemo entró. El puente era amplio como un anfiteatro antiguo, y podía albergar su cuerpo gigantesco con facilidad. Por las puertas de ambos lados ingresó el resto del cortejo, charcos y masas bullentes de la forma corporal ameboide neptuniana, y ocupó posiciones a izquierda y derecha de la gran masa que albergaba a Neoptolemo, en semicírculo frente a la silla del capitán. Algunos formaron patas elefantinas y se irguieron; otros rodaron como enormes babosas cuyo integumento traslúcido permitía ver las pulsaciones de su materia cerebral. Los neptunianos relucían bajo la luz roja y azul de las cortinas de presión, el lustre colorido de los espejos energéticos.

¿Había alguien ahí aparte de Neoptolemo? Los remotos médicos infiltrados en los otros miembros del séquito indicaban poca o ninguna actividad neuronal asociada con el pensamiento consciente, pero había una tremenda comunicación mental y de pulsaciones nerviosas con la masa corporal de Neoptolemo. Evidentemente todos los demás neptunianos eran títeres, copias de seguridad o sonámbulos que Neoptolemo usaba como extensiones secundarias de su sistema nervioso.

Las puertas se cerraron debajo de Neoptolemo.

Los remotos médicos, examinando el tráfico de señales nervio a nervio, habían estimado qué zonas del cerebro de Neoptolemo ejecutaban qué funciones o albergaban qué recuerdos. Con calma y eficiencia, las unidades militares confeccionaron una lista de prioridades. ¿En qué medida la superaceleración sometería ese organismo a una indefensión total? ¿Qué partes de qué cerebros se debían destruir primero por microescalpelo láser, para impedir que el enemigo pensara una acción de represalia o defensa? ¿Y qué partes del cerebro se podían examinar (una vez que los remotos hubieran adherido retransmisores microscópicos a las neuronas correspondientes) mediante el lector noético portátil, para obtener información de utilidad militar? Además, ¿durante cuántos segundos las células del cerebro transportarían la información una vez que la aceleración destruyera el objetivo?

Faetón examinó las lecturas de los remotos médicos y preparó una carga de energías paralizantes en los espejos. Los espejos recibieron información de los remotos médicos y apuntaron a ciertos racimos de ganglios y de nervios.

La capa de Faetón le indicó que su cuerpo estaba en su configuración más resistente a la tensión. Era invulnerable a la gravedad. Tenía estimaciones y mediciones de cuánta presión los cuerpos y redes neuronales neptunianos podían resistir hasta desactivarse.

Había una gama de valores, entre veinte y treinta gravedades, en que el cuerpo neptuniano se podía sujetar y mantener indefenso, pero el riesgo de muerte irreversible era bajo. Entre cuarenta y cincuenta, las resistentes células cerebrales neptunianas no podrían transmitir cargas de una a la otra, y toda acción neuronal se detendría, pero esas cargas aún se podrían leer, y los últimos pensamientos del moribundo se podrían descifrar. Lamentablemente, esto destruiría toda estructura macrocelular del cerebro, provocando la muerte instantánea del organismo. El estimador militar de los remotos recomendó cortésmente esta opción como la óptima para alcanzar los objetivos de la misión con buen margen de seguridad.

Faetón podía matar al enemigo al instante, y leer a su gusto la información almacenada en la materia cerebral. Faetón se preguntó por qué no estaba más horrorizado ante la idea.

Los tableros de estado indicaban que los motores principales estaban listos. Navegación no mostraba objetos en la línea de vuelo de la
Fénix
Exultante.
Y esto no le sorprendía. La aceleración llevaría a la gran nave de vuelta por el curso en que había desacelerado. Era natural que en esa zona no hubiera otras naves ni otras señales.

Con una orden mental. Faetón pidió a la
Fénix Exultante
que cerrara todas sus escotillas, dársenas, troneras y puertos mentales externos. Faetón había pagado por cada costoso átomo artificial del blindaje de ese casco. Sabía que no tenía brechas ni rupturas, ni siquiera un orificio por donde pasar una antena de banda cuántica. Ninguna forma de energía, ninguna frecuencia electromagnética, podía penetrar ese casco. Todo tipo conocido de comunicación estaba bloqueado.

Neoptolemo, por lo que Faetón sabía, estaba atrapado y no podía comunicarse con sus aliados del exterior.

Faetón estaba tenso. ¿Todo seria tan sencillo?

Preparó una segunda carga de energías más mortíferas en los espejos, suficiente para destruir cualquier cosa que no estuviera envuelta en un blindaje de admantio. Ordenó a los espejos que inundaran el puente de fuego si los pensamientos de Faetón mostraban algún trauma o angustia indebida, o si la comunicación entre la mente de la nave y la armadura de Faetón se interrumpía.

Una señal de los remotos médicos le advirtió de que las probabilidades de descubrimiento crecían con cada segundo de demora. La pequeña máquina pidió la orden de atacar. Casi parecía impaciente.

Faetón titubeó. ¿Y si éste no era el enemigo? ¿No tenía la obligación de hablar primero con él, de darle al menos la oportunidad de rendirse?

El neptuniano habló primero.

Una voz salió de los altavoces del puente.

—Habla el traductor. Mi cliente emite comunicación paralela y simultánea en veinticuatro canales, incluido un archivo introductorio con sugerencias adjuntas referidas a métodos artísticamente apropiados de interrelacionar el contenido de cada comunicación, para apreciar mejor los contrastes, similitudes y patrones de una interrelación multilateral. No se recomienda que continúes en tu neuroforma actual, que sólo parece apta para formatos de pensamiento lineal.

«Por ejemplo, en la primera configuración sugerida, denominada Fractal de Mandelbrot, tu mente seria subdividida en partes recursivamente simétricas, y tu subconsciente recibiría información de los archivos de comunicación uno a cinco, con tus complejos misencefálicos recibiendo el archivo seis como memoria, el siete como asociaciones oníricas (con un subarchivo aparte para olores, pues los recuerdos olfativos están almacenados en diferentes zonas de tu sistema nervioso), y los archivos ocho a catorce simultáneamente experimentados por un formato de personalidad múltiple que más tarde integraría las reacciones e interrelacíones en un yo artificial principal, de acuerdo con un patrón neurosinfónico orquestado por medio del canal quince. Luego...

—Alto —transmitió Faetón—. ¿Eres el mismo individuo, el delegado neptuniano que me abordó en aquel bosquecillo de árboles saturninos, en la Tierra? ¿Dónde está Neoptolemo? Tu patrón de lenguaje es totalmente diferente del suyo.

—Aún no he descrito los beneficios de la configuración Fractal de Mandelbrot para los archivos dieciséis a veinticuatro; tampoco he descrito las otras ciento ochenta y dos configuraciones mentales o sistemas temporales para aprehender el primer mensaje de mi cliente. Al hacer una pregunta en este momento, intentas entablar un diálogo de preguntas y respuestas sin haber establecido un formato de diálogo.

—No obstante, comunica mi pregunta a tu cliente. Considero que la cuestión de su identidad es prioritaria, pues si no es Neoptolemo, no es un individuo que tenga derecho a estar aquí, y lo haré expulsar del puente.

—En el ínterin, mi cliente ha despachado cuatrocientos veinte archivos nuevos, los cuales abarcan temas que incluyen árboles de decisiones que predicen el desenlace de esta conversación, felicitaciones y nuevas formas de arte relacionadas con la apariencia y los aspectos de este puente, un estudio profundo del concepto de identidad en cuanto se relaciona con ciertos ideales filosóficos abstractos, un prospecto para el matrimonio y conglomeración de tu identidad y sistemas neuronales con los suyos, junto con explicaciones acerca de los beneficios memoristicos y un modelo de muestra del ciclo compartido de recompensa de placer ofrecido a los nuevos miembros.

—Esto no responde a mi demanda —respondió Faetón de mal talante—. Estoy grabando esta conversación con propósitos legales, y exijo, si no eres un intruso, que te identifiques de inmediato y muestres con qué derecho estás aquí. ¿Dónde está Neoptolemo? No digas más irrelevancias.

—Mi cliente desea llamar tu atención sobre ciertos documentos legales que esperan tu lectura en el archivo introductorio preliminar de su primer grupo de comunicaciones. Estos documentos incluyen varios autos y títulos que demuestran que es propietario de la
Fénix Exultante.

—¿Qué?

—Por favor, examina el archivo. Encontrarás incluida la demanda formal de mi cliente para ser heredero mental de Neoptolemo; las extrapolaciones y sumarios legales sobre posibles desenlaces de una contrademanda o desafío a sus derechos de propiedad; una copia de la constitución mental interna de Neoptolemo; registros de votación y jerarquías de decisión mental interna; y, por último, la confirmación grabada de Diomedes y su aprobación legal de dicha constitución antes de que él se integrara, aparte de una nota final con registros noéticos de escaneo cerebral, demostrando que Diomedes comprendía las reglas y posibles resultados de fusionar su mente con la de mi cliente, incluido el reconocimiento de que la absorción de su personalidad inferior por la personalidad superior de mi cliente sería permisible y aceptable, y no constituiría justificación legal para una acusación de homicidio, siempre que se realizara de acuerdo con las normas y pautas legales convenidas, una copia de las cuales, como he dicho, se te provee consideradamente para que la leas.

BOOK: La Trascendencia Dorada
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