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Authors: Fernando Fedriani

Tags: #Romántico

Magia para torpes (8 page)

BOOK: Magia para torpes
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Aquella misma noche comenzamos a salir.

TRECE.
Quinta lección del curso. Aparador de sorpresas romántico.

Es esta la clase más esperada por sus parejas. Voy a mostrarles un inventario exhaustivo de posibles sorpresas románticas. Tomen nota, por favor. Todas estas iniciativas carecen de derechos de autor. Por tanto, y por el bien de la especie humana, les recomiendo que sigan mis pasos y que las imiten con cierta frecuencia. Eso sí, si algún día ellas les preguntan de dónde extrajeron la inspiración, digan que fueron visitados por las musas... pero no me refieran como autoridad.

Seré caótico, en esta sesión, pues la inspiración fluye; no se ha de circunscribir a los márgenes malsanos de la coherencia.

La poesía se basa en la sorpresa (concepto de extrañamiento, formalismo ruso) y en la repetición de pautas y de actos. No existe magia sin estos dos factores. Ustedes han de adoptar una serie de patrones sorprendentes y repetirlos cíclicamente. Si una vez, cada semana, justo al amanecer, depositan una nota y un bombón junto a la almohada, ellas vivirán de un modo especial las madrugadas previas a los miércoles, por ejemplo. Repitan, reiteren, fidelicen. ¡Eso es clave! No basta con crear una sorpresa aislada, con inventar grandes espectáculos esporádicos. Han de conseguir que surjan ritos y que esos ritos sean fuertes y simbólicos.

Los ramos de flores han de tener un sentido especial. Cada flor tiene un sentido y ustedes han de conocer el valor semántico de cada una. Las rosas rojas, es obvio, simbolizan el amor pasional. Se dice que las flores amarillas demuestran amistad o infidelidad. Por el

contrario, las flores blancas encarnan el amor puro y eterno. Cada flor; podría hablarle varias horas de esta cuestión, tiene un significado. Dicho esto... ¿acaso sirve para algo si sus parejas desconocen dicho significado? De nada. De nada sirve. Creen, por tanto, ustedes un código, inventen un significado para las azucenas, para las margaritas. Inventen festividades. Celebren los primeros besos, el día en que se conocieron. No se ciñan a las efemérides consuetudinarias ni a los cánones comerciales. Todos los días pueden ser San Valentín.

Si se lo piden a un camarero, este puede entregarles un ramo de flores o una caja de bombones justo en el momento adecuado. Asimismo, hagan la reserva y no lo cuenten. Conviene que ellas vean la cola y que pierdan todas las esperanzas de entrar. Así valorarán más el hecho de haber cenado en San Marco un día de fiesta. Borren de su diccionario personal la expresión "he hecho la reserva en..."; sustituyanla por "tengo una sorpresa para ti, acompáñame".

Existe un número inmenso de copisterías, acudan y pregunten precios, donde pueden hacerles impresiones a tamaño A0... o más grande aún, si lo piden con antelación. Prueben a imprimir un poema, una declaración de amor, un mensaje cifrado. Colóquenlo en la parada del autobús. Sería bonito que ella, cuando descienda del C2, vea en letras gigantescas que es querida.

¿Por qué no reservan una sala de cine completa para ustedes dos solos? Un viernes por la tarde es prohibitivo, pero si hablan con el gerente pueden conseguir a una hora rara, una sesión privada, a un precio relativamente asequible. También pueden alquilar un barco o, sin ir más lejos, llevarlas al Crucero por el Guadalquivir. Y no se lo digan antes. Llévenlas un martes, a una hora poco propicia, a la salida del trabajo. También pueden reservar un palco privado en el Lope de Vega. No es muy caro, en serio; de hecho, es más barato que las localidades de patio de butaca. Y tendrán una pequeña habitación para ustedes solos. Dejen allí una carta, entréguenle allí un MP3 con sus canciones favoritas... y después vean el teatro.

Cuelguen un vídeo en Youtube con imágenes y con canciones con significado para ustedes. Compren billetes de avión hacia el primer lugar que se les ocurra, a bajo coste, para pasar un fin de semana juntos. No les digan el destino. Pídanles una maleta para dos días y espérenlas en el aeropuerto. Y mejor aún si las recoge una limusina en la puerta del trabajo, ¿por qué no?

Preparen una cena en una azotea, y pidan a algún amigo que les haga de camarero. Ustedes podrán hacer lo mismo por ellos más adelante. Miren en el calendario alguna fiesta local, de algún barrio, que tenga fuegos artificiales. Hagan coincidir lo uno con lo otro. Podrán ver Sevilla iluminada, todo su cielo, mientras ustedes beben lambrusco y cenan un plato de lubina al horno.

¿Han pensado en regalarles una sesión de fotografía? ¿Un book? Consigan que se sientan hermosas, como las princesas de un cuento. O, ya puestos a imaginar si lo prefieren, reserven una habitación de hotel y compren toda la ropa necesaria para acudir a cenar en un restaurante de postín. Coloquen sobre la cama del hotel todo: el vestido, los zapatos, la ropa interior. Pidan ayuda a alguna amiga si no se sienten capaces de acertar las tallas. Cómprenlo todo nuevo, para esa única noche. Y, por supuesto, arréglense ustedes también con sus mejores galas.

Si van a la feria, hablen con el hombre hortera de la megafonía. Pidan que digan sus nombres, que les dediquen una vuelta en la noria. Alquilen la noria solo para ustedes, una única vuelta. Preparen una ruta por Isla Mágica. Dejen notas de amor en los distintos rincones, para que busquen pistas.

Busquen a su escritor favorito y pídanle que les firme un ejemplar. Los escritores son gente accesible, casi siempre. Intenten que escriba algo para ellas. Una pequeña carta, una firma sobre un disco, persigan con ellas al actor que tanto les gusta... Griten detrás de Cristiano Ronaldo para que haga caso a su chica. Elévenlas en hombros para recoger caramelos en la cabalgata de los Reyes Magos, pero llenen toda la casa de globos para que, a su regreso, poco importe si la misión acrobática fue bien o mal.

Preparen un desayuno como los de las películas. Hagan la cena y, si no saben cocinar, acudan a un restaurante chino y dedíquense ustedes a poner el mantel caro, las velas, los cubiertos lujosos... para cenar un poco de arroz tres delicias. No obstante, no estaría mal que ustedes se apunten a clases de cocina y que aprendan a hacer risotto con setas. Recorran España entera con el coche, para cenar en aquel sitio que vieron en una película y que tanto les gustó.

¿Por qué no fabrican sus propios anillos de boda? Busquen algún artesano de la plata y pídanle supervisión. Desarrollen sus talentos ocultos: versionen una canción y salgan al karaoke a cantarla. Escriban cuentos, cartas de amor, introdúzcanlas en botellas vacías y deposítenlas en la mesa del despacho. Llenen de lacasitos la bañera. Imaginen miles y miles de conguitos dentro de la bañera. Y si no lo ven viable o razonable, el maletero del coche puede rellenarse de pétalos de flores o de pósit.

Llévenlas a aquel concierto que siempre quisieron escuchar. Y si no toca en Sevilla su grupo favorito, prepárenlo con tiempo y dediquen "un fin de semana temático". Corran el riesgo de sorprender; de jugar con las fechas. Hablen con sus amigos y preparen una fiesta sorpresa para celebrar no solo su cumpleaños. Rellenen de poemas alguna parada de metro, utilicen las conchitas del mar para escribir notas de amor. Deposítenlas en el batín, cada mañana.

Usen las tarjetas virtuales que, a coste cero, se pueden mandar por Internet. Pasen un mes escribiendo misivas para que todas lleguen el mismo día. Cientos de correos con dedicatorias y palabras de amor elevarán, de golpe, la bandeja de entrada hasta los doscientos correos. Tardarán varios días en abrirlas todas y, durante todo ese tiempo, durará la sorpresa..

Depositen un regalo en cada capital de Andalucía. Planteen el reto de recorrer las ocho provincias en solo veinticuatro horas. Y, si lo logran, entréguenles algo importante a cambio. Utilicen un micrófono para declarar su amor en la verbena del barrio. Acérquense al micro y digan lo que sienten. Si les gusta el fútbol, declaren su amor en el centro del campo del Pizjuán o del Benito Villamarín. Pidan permiso, atrévanse. La gente no se atreve a hacer cosas especiales: a veces basta con pedir permiso con un poco de atrevimiento.

Llévenlas a un programa de la televisión. Reserven un SPA para cualquier día cotidiano. Fabriquen un álbum con recuerdos de la relación: la etiqueta de la primera botella de vino, la primera entrada del museo, el sello de la primera carta... Fabriquen una carpeta de primeras veces. Primera pelea, primer correo electrónico, primera factura de la luz. Y conserven siempre la ilusión, pues siempre quedarán miles de cosas nuevas que hacer por primera vez.

Vayan de compras con ellas y anoten sus preferencias. Jueguen a los Sims y diséñense a ustedes mismos. Reserven fecha de boda, aunque queden cinco años. Pónganle su nombre a una estrella. Paren el coche en mitad del camino para ver una puesta de sol a su lado, en un área de servicio. Regálenles la depilación láser o aquel tatuaje que siempre quisieron hacerse. Demuestren que no les importa el dinero, porque verdaderamente no les importa el dinero.

Contemplen Sevilla desde lo alto de un edificio alto. Duerman en el mar. Levántense temprano para comprar churros. Pongan la luna a sus pies, aunque sea fabricando un felpudo con esa forma. Contraten una tuna. ¿Y mariachis? ¿Les gustan los mariachis? Regalen una mascota, comiencen una colección juntos, fabriquen una camiseta personalizada, o una taza, pidan un día libre en el trabajo para verla, hagan un curso on line sobre cómo se cambian los pañales de un bebé, dibujen un cuadro postmoderno, borden su nombre sobre la tapicería del coche.

Y, sobre todo, piensen. Piensen en ellas: en sus gustos. Imaginen, planifiquen, creen. Las únicas ideas realmente útiles son las que ustedes están llamados a encontrar. Yo solo les he sugerido algunas, unas pocas. Cualquier plan, por estúpido que parezca, será posible, si ustedes quieren hacerlo posible.

CATORCE

Cuando empecé a salir con Silvia, compré un álbum de fotos. A ella no se lo he dicho nunca porque no le gustan las fotografías. Sé que si lo viera, capaz sería de prenderle fuego. Pero yo me siento muy orgulloso de mi álbum y por eso, lo guardo en un lugar preferente, debajo de la cama. Eso sí, reconozco que siempre he sido bastante vago a la hora de actualizarlo. Dejaba pasar el tiempo y a menudo me veía con una pila de treinta o de cuarenta fotos por colocar.

Siempre he mantenido el orden cronológico porque, cuando era pequeño, me enseñaron que es importante que las fotografías estén ordenadas. Así, todo parece como sacado de una película; como los fotogramas de una película. Os voy a contar ahora qué hay en él, cuáles son algunas de las fotografías que tengo puestas. Contado así, esto se verá como un traveling semejante al de Nothing Hill en el que en pocos segundos te cuentan un año completo. Yo voy a hacer lo mismo. A través de imágenes sueltas os voy a explicar cómo nos fue juntos.

En la primera foto se nos ve en Granada, en el Naranja Burguer. De esa noche ya he hablado antes. Nos la hizo la camarera que vestía de blanco y que llevaba los dos platos de Armonía y de Fortuna. Se ven los crepes y salimos bien, aunque con ojeras. En esa misma página hay una de la mañana siguiente. Desayunamos en un sitio llamado la Taverna del Druida. La siguiente que se ve es de una sala de estudios del Rectorado de la Universidad. Está ella, bastante despeinada. Tiene dos estuches abiertos y varios cientos de rotuladores y de fluorescentes de colores infinitos. Yo no salgo porque soy el que hizo la foto.

Paso la página del álbum y me encuentro con mi cumpleaños. Estamos en el Sloopy Joe's de Simón Verde. En esta foto salen todos los amigos de los que hablé en el primer capítulo porque, básicamente, seguimos siendo los mismos. No sé si falta alguno; Silvia está a mi lado. Hay una pizza con atún sobre la mesa. Junto a esa foto hay otra en la que salimos Silvia y yo, Jorge y Susana. Susana tiene las tetas caídas, también en esta fotografía. Está un poco oscura, la foto. Es también del mismo día.

La siguiente es de una comida con su familia. Se celebraban las bodas de oro de sus abuelos. Fue la primera vez que me vi presentado en sociedad. Estoy vestido con un traje impoluto, junto a mis suegros. Había mucha gente y era agobiante porque todo el mundo quería conocer al novio de Silvia. O sea, a mí. ¡Jamás me he sentido tan popular como en ese momento, exceptuando cuando Silvia me tiró encima el chocolate en nuestra primera cita!

Ya llevábamos saliendo cuatro o cinco meses. Aquel fue el mes de los eventos, porque en la misma página hay una foto de la primera boda de su prima Carmen. El caterin era de Juliá y lo celebraron en un cortijo que hay cerca de Guillena. ¡Uy! ¡Me he saltado una foto buenísima! Es de las bodas de oro de la que antes hablé. Estoy yo jugando al fútbol con sus primillos chicos. Yo fui el único "adulto" que jugó aquel partido. Fue un Betis—Sevilla y, como siempre, ganó el Sevilla. Y yo hice dos goles. Me puse guarrísimo el traje y Silvia se cabreó bastante. Y puede que con razón.

Pasando la hoja nos encontramos por fin en el verano del primer año. Estamos en Matalascañas. ¡Cómo me gusta Matalascañas! Silvia nunca posaba en biquini y, por eso, esta fotografía es una reliquia. Sale ella con un biquini celeste. Eso sí, tiene una toalla y la parte de arriba no se ve demasiado bien, por eso. Se nota que había caído la tarde y que empezaba a refrescar. Era de la semana en la que acabamos los exámenes de junio. Nos fugamos con Luis y con Teresa, unos amigos suyos del colegio que me caían algo mejor que sus amigos de la Facultad, aunque tampoco mucho más allá. Hay otras dos fotos de ese día. Una, en un chiringuito; la otra, en el coche. Las chicas se cambiaron de ropa en el coche y nos obligaron a tapar las ventanillas con toallas.

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