Menos que cero (13 page)

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Authors: Bret Easton Ellis

Tags: #Relato

BOOK: Menos que cero
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—¡Marco! ¡Marco! —Y repite el nombre—. Marco… ¿Marco qué?… Ferra… Ferra… ¡mierda! Lo he olvidado por completo.

—¿Marco King?

—No, no, no.

—¿Marco Katz?

Desesperado, el diseñador de modas dice al fin:

—¿Ha visto alguien
El hombre bestia
?

—¿Cuándo estrenaron
El hombre bestia
? —pregunta el padre de Blair—. Creo que fue el otoño pasado.

—¿Tú crees? Me parece que la vi en Avco hacia el verano.

—Pero yo vi su pre-estreno en MGM.

—No me parece que la estrenaran en Avco —dice alguien.

—Creo que estáis hablando de Marco Ferraro —dice Blair.

—Eso es —dice el diseñador de modas—. Marco Ferraro.

—Me parece que murió de una sobredosis —dice Jared.

—Sí,
El hombre bestia
. Estaba bastante bien —me dice el estudiante de cine—. ¿La viste?

Asiento y miro a Blair. No me había gustado
El hombre bestia
y le pregunto al estudiante de cine:

—¿Encontraste bien el modo en que eliminaban a los personajes? Me parece que no había ningún motivo.

El estudiante de cine hace una pausa y dice:

—Tal vez, pero eso pasa en la vida real…

Vuelvo a mirar a Blair.

—¿No crees? —insiste el estudiante de cine.

—Puede ser —digo.

Blair no me quiere mirar.

—¿Marco Ferraro? —pregunta el padre de Blair—. ¿Es italiano?

—Está tan bueno —suspira Kim.

—Total, chica —confirma Alana.

—¿De verdad? —pregunta el director haciendo una mueca e inclinándose hacia Kim—. ¿Y quién más piensas que está… bueno?

—Venga, chicas —dice el padre de Blair—. A ver si nos dáis alguna idea.

—No grandes actores —dice Jared—. Sólo tipos que estén buenos.

El diseñador de modas asiente y dice:

—Eso mismo.

—Papá, ya sabes que te dije que metieras a Adam Ant o a Sting en la película —dice Blair.

—Ya lo sé, ya lo sé, cariño. Clyde y yo hemos hablado de eso y quizá se pueda arreglar. ¿Qué os parecerían Adam

Ant o Sting en
Jinetes de las estrellas
? —pregunta a Alana y Kim.

—Lo veo bien —dice Kim.

—Yo lo veo doblemente bien —dice Alana.

—Los tengo en vídeo —añade Kim.

—Estoy de acuerdo con Blair —dice el padre de Blair—. Deberíamos considerar seriamente a Adam Ant o a String.

—Es Sting, papá.

—Muy bien, Sting.

Clyde sonríe y mira a Kim.

—Bueno, ¿qué te parece Sting?

Kim se sonroja y dice:

—Estaría muy bien.

—Bueno, pues llamadle a él y a Adam para hacer unas pruebas la semana que viene.

—Gracias, papá —dice Blair.

—De nada, cariño.

—Será mejor que nos enteremos antes de cómo andan de precio —dice Jared.

—Lo haremos, no te preocupes —dice Clyde, sonriendo todavía a Kim—. ¿Quieres estar presente cuando hagamos las pruebas?

Por fin Blair me mira con una expresión triste en la mirada y yo miro a Kim, casi avergonzado.

Kim se sonroja otra vez y dice:

—Es posible.

Julian no me ha llamado desde que le di el dinero, así que decido llamarle yo al día siguiente. Pero no tengo su número, así que llamo a Rip, pero Rip no está, me dice un chico, así que llamo a casa de Trent y contesta Chris y me dice que Trent está todavía en Palm Springs y luego me pregunta si sé de alguien que tenga anfetas.

Por fin llamo a Blair y ella me da el número de Julian y cuando voy a decirle que siento lo de la otra noche en After Hours, me dice que tiene que irse y cuelga. Llamo a ese número y contesta una chica con una voz que me suena mucho.

—Está en Malibu o en Palm Springs.

—¿Qué está haciendo?

—No lo sé.

—Oye, ¿no sabes el teléfono de esos lugares?

—Lo único que sé es que está en la casa de Rancho Mirage o en la casa de la Colony —calla y parece indecisa—. Es lo único que sé. —Hay una larga pausa—. ¿ Quién llama? ¿Finn?

—¿Finn? No. Oye, necesito el número.

Hay otra pausa y luego un suspiro.

—Muy bien. Mira, yo no sé dónde está. Mierda… no debería decírtelo. ¿Quién eres?

—Clay.

Hay una pausa todavía más larga.

—Oye —digo—. No le cuentes que he llamado. Trataré de hablar con él más adelante.

—¿Seguro?

—Sí. —Y me dispongo a colgar.

—¿Eres Finn? —pregunta la chica.

Cuelgo.

Esa noche voy a una fiesta a casa de Kim y conozco a un tipo, Evan, que me dice que es muy amigo de Julian, y al día siguiente vamos a McDonald’s cuando él sale de clase. Son las tres de la tarde y Evan se sienta ante mí.

—¿Así que Julian está en Palm Springs? —le pregunto.

—Palm Springs es un sitio maravilloso —dice Evan.

—Sí —digo yo—. ¿Sabes si está allí?

—Me gusta muchísimo. Es el sitio más maravilloso del mundo. A lo mejor podemos ir juntos algún día —dice él.

—Sí, algún día. —¿Qué quiero decir con eso?

—Sí. Es un sitio estupendo. También Aspen.

—¿Está Julian allí?

—¿Julian?

—Sí, me dijeron que seguramente estaba allí.

—¿Y qué iba a hacer Julian en Aspen?

Le digo que tengo que ir al servicio. Evan dice que muy bien. En vez de eso voy al teléfono y llamo a Trent, que ya volvió de Palm Springs, y le pregunto si vio a Julian allí. Me contesta que no y que la coca que le pasó Sandy no es muy buena y que tiene bastante pero no puede venderla. Le digo a Trent que no consigo encontrar a Julian y que ando colgado y cansado. Me pregunta dónde estoy.

—En un McDonald's de Sherman Oaks —le contesto.

—Por eso andas así —dice Trent.

No le entiendo y cuelgo.

Rip dice que siempre se puede encontrar a alguien en Pages, en Encino, a la una o dos de la mañana. Rip y yo vamos una noche porque Du-par’s está abarrotado de chavales que vienen de fiestas del colegio, y de viejas camareras con zapatos ortopédicos y lilas sujetas al uniforme con alfileres que no paran de decir a los chavales que dejen de armar lío. Así que Rip y yo vamos a Pages y nos encontramos con Billy y Rod y con Simon y Amos y LeDeu y Sophie y Kristy y David. Sophie se sienta con nosotros y arrastra con ella a LeDeu y David. Sophie nos habla del concierto de Vice Squad en The Palace y nos cuenta que su hermano le dio un Torinal antes del concierto y que se lo pasó dormida. LeDeu y David están en una banda que se llama Western Survival y parecen tranquilos y cautos. Rip pregunta a Sophie por alguien que se llama Boris y ella le dice que está en la casa de Newport. LeDeu tiene una gran mata de pelo negro, tieso de verdad, que le sale disparada en todas direcciones, y me cuenta que siempre que va a Du-par’s la gente se aparta de él. Por eso él y David vienen siempre al Pages. Sophie se me duerme en el hombro y en seguida se me duerme el brazo, pero no lo muevo pues su cabeza está apoyada en él. David lleva gafas de sol y una camiseta de Fear y me dice que me vio en la fiesta de Fin de Año de Kim. Asiento y le digo que me acuerdo de él.

Hablamos de los nuevos músicos y de la situación de las bandas de Los Angeles y de la lluvia y Rip hace gestos a una pareja de mejicanos que están sentados enfrente de nosotros. Les hace muecas y se tapa la cara con el sombrero flexible negro que lleva. Me disculpo y voy al servicio. Dos chistes escritos en la pared de Pages: ¿Cómo dejar preñada a una monja? Jodiendo con ella. ¿Qué diferencia hay entre una niña bien y un plato de espaguetis? Los espaguetis se mueven cuando los comes. Y debajo de los chistes: «Julian tiene buen material. Y está muerto».

Es la última semana en el desierto y casi todos se han ido. Sólo quedamos mi abuelo y mi abuela, mi padre y mi madre y yo. Todas las muchachas se han ido, y el jardinero y el que atendía la piscina. Mis hermanas se han ido a San Francisco con mi tía y sus hijos. Todos estaban cansados de Palm Springs. Llevamos más de dos meses yendo y viniendo y en las últimas tres semanas sólo habíamos estado una vez en Rancho Mirage. Durante la última semana no habían pasado demasiadas cosas. Uno o dos días antes de que nos fuéramos, mi madre fue al pueblo con mi abuela y compraron un bolso azul. Mis padres la llevaron aquella noche a la fiesta de un director. Me quedé en casa con mi abuelo, que se emborrachó y se durmió a primera hora de la tarde. La cascada artificial de la espaciosa piscina no funcionaba y, con excepción del jacuzzi, la piscina se estaba vaciando. Alguien había encontrado una serpiente de cascabel flotando en lo que quedaba de agua y mis padres me habían recomendado que no saliera al desierto.

Aquella noche hacía mucho calor y mientras mi abuelo dormía comí una chuleta y costillas que habían traído dos días antes de uno de los hoteles que mi abuelo tenía en Nevada. Vi un episodio de «Zona crepuscular» y di un paseo. No había nadie en el exterior. Las palmeras se movían y las luces del exterior brillaban mucho y si te alejabas de la casa entrando en el desierto todo era oscuridad. No pasaban coches y me pareció ver que una serpiente de cascabel entraba en el garaje. La oscuridad, el viento, los ruidos del desierto, el paquete de cigarrillos vacío en el camino de entrada, todo parecía mágico y corrí dentro y apagué todas las luces y me metí en la cama, escuchando el extraño viento del desierto que rugía al otro lado de mi ventana.

Es un sábado por la noche muy tarde y todos vamos a casa de Kim. No hay mucho que hacer, excepto beber ginebra y tónica y vodka y lima y ver películas antiguas en el Betamax. Me quedo mirando el retrato de la madre de Kim que cuelga sobre la barra en el cuarto de estar de techo tan alto. No pasan demasiadas cosas esa noche excepto que Blair ha oído hablar del New Garage, en el centro, entre la calle 6 y 7 o la 7 y 8, y Dimitri y Kim y Alana y Blair y yo decidimos ir al centro.

El New Garage es un club que en realidad es un aparcamiento de cuatro pisos; el primero y segundo y tercer pisos están desiertos y todavía hay un par de coches aparcados allí desde el día anterior. El club está en el cuarto piso. La música está muy alta y hay un montón de gente bailando y todo el piso huele como a cerveza y sudor y gasolina. Suena el nuevo single de Icicle Works y están dos de las Go-Go’s y también uno de The Blasters y Kim dice que ha visto a John Doe y a Exene de pie junto al pinchadiscos. Alana se pone a hablar con un par de chicos ingleses que conoce y que trabajan en Fred Segal. Kim habla conmigo. Me cuenta que no cree que a Blair le guste ya. Me encojo de hombros y miro por una ventana que está abierta. Desde donde estoy de pie, miro por la ventana y veo los techos de los edificios del barrio financiero, a oscuras, y con alguna habitación encendida en los pisos de más arriba. Hay una catedral enorme con una cruz casi monolítica encendida que apunta a la luna; una luna que parece más redonda y más grotescamente amarilla de lo que recuerdo. Miro a Kim un momento y no digo nada. Veo a Blair en la pista de baile con un chico rubio bastante guapo, de unos dieciséis, o tal vez diecisiete años, y los dos parecen muy contentos. Kim dice que aquello está muy mal, aunque no sé a qué se refiere. Dimitri, borracho y murmurando incoherencias, se nos acerca dando tumbos, y me parece que le va a decir algo a Kim, pero en vez de eso saca las manos por la ventana, se araña la piel con el cristal y, al tratar de retirar la mano, se hace unos cortes y se pone a sangrar mucho. Después de llevarle a urgencias de un hospital, vamos a un café de Wilshire y nos quedamos allí sentados hasta las cuatro y luego vamos a casa.

Hay otro programa religioso justo antes de que deba salir con Blair. El hombre que habla tiene el pelo gris, gafas de sol con cristales color de rosa y una chaqueta con las solapas muy grandes y sostiene un micrófono. Un Cristo de neón permanece olvidado al fondo.

—Te sientes confuso, te sientes frustrado —me dice—. No sabes lo que va a pasar. Por eso estás sin esperanzas, desamparado. Por eso no ves que la situación tenga salida. Pero Jesús vendrá. Vendrá a través de la pantalla de la televisión. Jesús pondrá un obstáculo en tu vida y tendrás que sobrepasarlo y El te ayudará. El, el Padre Celestial, liberará a los cautivos. Enseñará a los que no saben. Alabemos al Señor. Dejemos que nos haga libres esta noche. Dile a Jesús: «Perdona todos mis pecados», y entonces sentirás una alegría inexpresable. En el nombre de Jesús. Amén… ¡Aleluya!

Espero que pase algo. Me quedo allí sentado casi una hora. No pasa nada. Me levanto, esnifo el resto de la coca que tengo en el armario y me paro en el Polo Lounge para tomar una copa antes de recoger a Blair, a la que he llamado antes para decirle que tenía dos entradas para un concierto en el Amphitheater y ella no dijo nada excepto «Podemos ir», y yo dije que la recogería a las siete y ella colgó. Me digo a mí mismo, mientras estoy sentado solo en la barra, que estuve a punto de llamar a uno de los números que aparecieron en la parte de abajo de la pantalla. Pero me di cuenta de que no sabía qué decir. Y recuerdo siete de las palabras que dijo el hombre. Dejemos que nos haga libres esta noche.

Recuerdo estas palabras cuando Blair y yo estamos sentados en Spago después de asistir al concierto y es tarde y estamos sentados en el patio y Blair suspira y enciende un pitillo. Bebemos champán Kirs, pero Blair ya tiene bastante y cuando pide la sexta copa le digo que me parece que ya ha bebido bastante y ella me mira y dice:

—Hace calor y tengo mucha sed y pediré lo que me apetezca.

Estoy sentado con Blair en una heladería italiana de Westwood. Blair y yo tomamos un helado italiano y hablamos. Blair menciona que esta noche en la televisión por cable ponen
La invasión de los ladrones de cuerpos
.

—¿La versión original? —digo, preguntándome por qué me hablará de esa película. Empiezo a establecer relaciones paranoicas.

—No.

—¿La nueva versión? —pregunto cautamente.

—Sí.

—Vaya —digo, y vuelvo a mirar mi helado, que casi ni he probado.

—¿Notaste el terremoto? —pregunta.

—¿Cómo?

—¿Que si esta mañana notaste el terremoto?

—¿Hubo un terremoto?

—Sí.

—¿Esta mañana?

—Sí.

—Pues no lo noté.

Pausa.

—Pensé que a lo mejor lo habrías notado.

En el aparcamiento me vuelvo hacia ella y digo:

—Oye, lo siento, de verdad. —Aunque en realidad no estoy seguro de que lo sienta.

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