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Authors: Bret Easton Ellis

Tags: #Relato

Menos que cero (8 page)

BOOK: Menos que cero
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Es sábado por la noche y algunos sábados por la noche, cuando no hay ninguna fiesta a la que ir y tampoco conciertos en los alrededores y parece que todo el mundo ha visto todas las películas, la mayoría de la gente se queda en casa e invita a los amigos a que vayan a verles y habla por teléfono. A veces aparece alguno y charla un rato y toma una copa y luego vuelve a su coche y se dirige a casa de otro. Algunos sábados por la noche hay tres o cuatro personas que van en coche de casa en casa desde más o menos las diez de la noche del sábado hasta poco antes del amanecer del día siguiente. Aparece Trent y me cuenta que un par de «niñas bien histéricas y estrechas» de Bel Air han visto lo que dicen que es algo así como un monstruo, un hombre lobo. Al parecer uno de sus amigos ha desaparecido. Esa noche en Bel Air se organiza una batida para buscarle y no encuentran nada a no ser —y ahora Trent hace una mueca de disgusto— el cuerpo mutilado de un perro. La pareja de histéricas, que según dice

Trent están «realmente fuera de sí», se fueron a pasar la noche a casa de un amigo en Encino. Trent dice que probablemente habían bebido demasiado Tab y tuvieron una reacción alérgica. Seguramente, digo yo, pero la historia me deja inquieto. Después de que se vaya Trent trato de hablar con Julian, pero no contesta nadie y me pregunto dónde estará y después de colgar el teléfono estoy completamente seguro de que hay alguien gritando en la casa más próxima a la nuestra, desfiladero abajo, y cierro la ventana. También oigo ladrar al perro en la parte de atrás y a la KROQ que da viejas canciones de los Doors, y
La guerra de los mundos
en el canal trece, y cambio a un programa religioso donde uno de esos predicadores grita: «Deja que Dios te utilice. Dios quiere utilizarte. Túmbate y deja que Dios te utilice». «Túmbate —sigue gritando—. Que te use, que te use.» Tomo ginebra con hielo en la cama y me imagino que oigo ruido de alguien que quiere entrar. Pero Daniel dice, al teléfono, que probablemente serán mis hermanas que andan buscando algo de beber. Resulta difícil creer a Daniel esta noche; en las noticias oigo que la noche pasada han apaleado a tres personas hasta matarlas, y me paso la mayor parte de la noche mirando por la ventana que da a la parte de atrás tratando de ver hombres lobos.

En la nueva casa de Kim, en las colinas que dominan Sunset, la puerta del jardín está abierta pero no parece que haya demasiados coches aparcados. Blair y yo subimos caminando hasta la puerta de la casa, llamamos y pasa mucho tiempo antes de que nos abran. Por fin abre Kim, que lleva unos vaqueros descoloridos muy estrechos, botas altas de cuero negro, una camiseta blanca, y fuma un canuto. Le da una calada antes de abrazarnos y decir: «Feliz Año Nuevo». Luego nos lleva a una habitación de techo muy alto de la entrada y nos cuenta que hace tres días que se ha instalado allí y que «Mamá está en Inglaterra con Milo» y que todavía no han tenido tiempo de amueblar la casa. Pero en el suelo hay moqueta, nos dice, y resulta muy agradable, y no le pregunto por qué cree que es tan agradable. Nos cuenta que la casa es bastante vieja, que el dueño anterior era nazi. En los patios hay tiestos de ésos muy grandes con esvásticas pintadas en ellos.

—Los llaman tiestos nazis —dice Kim.

La seguimos al piso de abajo, donde sólo hay unas doce o trece personas. Kim nos cuenta que al parecer los Fear van a tocar esta noche. Nos presenta a Blair y a mí a Spit, que es amigo del batería, y Spit tiene la piel blanca de verdad, más pálida que la de Muriel, y un pelo corto y grasiento y un pendiente con una calavera y ojeras muy oscuras, pero Spit está loco y después de decirnos hola le explica a Kim que tiene que hacerle algo a Muriel.

—¿Por qué? —pregunta Kim dando una chupada al porro.

—Porque la muy puta dijo que tenía pinta de muerto —dice Spit con los ojos muy abiertos.

—No digas esas cosas, Spit —dice Kim.

—Dice que huelo a animal muerto.

—Venga, Spit, olvídalo —dice Kim.

—Sabes que ya no tengo animales muertos en mi habitación. —Y mira hacia Muriel, que está al final de la larga barra, riéndose, con un vaso de ponche en la mano.

—Es una chica maravillosa, Spit —dice Kim—. Lo que pasa es que ha estado tomando sesenta miligramos de litio diarios. Sólo está cansada. —Luego, se vuelve hacia nosotros—. Su madre le acaba de comprar un Porsche de cincuenta y cinco mil dólares. —Después se vuelve de nuevo hacia Spit—. ¿No te parece increíble?

Spit dice que sí y que tratará de olvidarlo eligiendo los álbumes que va a poner y Kim le dice:

—Muy bien. —Y luego, antes de que llegue al estéreo—. Oye, Spit, no molestes a Muriel. Estáte tranquilo. Acaba de salir del Cedars-Sinai y en cuanto se emborrache estará bien. Sólo anda un poco colgada.

Spit ignora esto y coge un viejo disco de Oingo Boingo.

—¿Puedo poner éste o no?

—¿Por qué no lo dejas para más tarde?

—Oye, Kim-ber-ly, estoy empezando a aburrirme —dice apretando los dientes.

Kim saca un porro del bolsillo trasero y se lo da.

—Tranquilo, Spit.

Spit dice gracias y luego se sienta en el sofá junto a la chimenea, con una enorme bandera americana desplegada encima, y mira el canuto largo rato antes de encenderlo.

—Bueno, pues vosotros dos tenéis un aspecto fabuloso —dice Kim.

—Tú también —dice Blair.

Yo asiento. Estoy cansado y un poco pasado y en realidad no quería venir, pero Blair apareció por mi casa y fuimos a darnos un baño y luego nos acostamos y Kim llamó.

—¿Va a venir Alana? —pregunta Blair.

—No —Kim niega con la cabeza y da otra calada al porro—. Ha ido a Springs.

—¿Y qué es de Julian? —pregunta Blair.

—A saber. Al parecer anda demasiado ocupado por Beverly Hills follándose abogados por dinero —Kim suspira, luego se ríe.

Voy a preguntarle qué quiere decir con eso cuando de pronto la llama alguien y Kim dice:

—¡Vaya! ¡Mierda! Acaba de llegar el chico con la bebida. —Y se aleja y más allá de la enorme piscina iluminada veo Hollywood; lleno de luces bajo un cielo neón púrpura.

Y Blair me pregunta si estoy bien y yo le digo que claro.

Un chico de unos dieciocho o diecinueve años trae una caja de cartón y la deja en la barra y Kim firma algo y le da la propina y el chico dice: «Feliz Año Nuevo, amigos», y se marcha. Kim saca una botella de champán de la caja, la abre hábilmente y grita:

—Que todo el mundo coja una botella. Es Perrier-Jouet. Está frío.

—Me has convencido, so bicho —dice Muriel acercándose y abrazando a Kim y Kim le da una botella. —Spit me ha estado poniendo verde, ¿no? —añade abriendo su botella—. Hola, Blair, hola, Clay.

—Anda muy perdido —dice Kim—. Le ha dado un aire o algo así.

—Es un subnormal. Fijaos en lo que me dijo: «En el colegio me lo hacía bien hasta que me echaron». ¿Qué os parece? ¿Y qué coño quería decir? —pregunta Muriel—. Además el muy idiota usa un soplete para prepararse los chutes.

Kim se encoje de hombros y toma otro trago.

—Muriel, tienes un aspecto estupendo —dice Blair.

—Oh, Blair, tú sigues estando tan bien como de costumbre —dice Muriel tomando un trago—. Dios mío, Clay, deberías regalarme esa chaqueta.

Bajo la vista mientras abro mi botella. La chaqueta es la escocesa de cuadros grises y blancos, con algunos de un rojo más oscuro.

—Parece como si estuvieras agotado o algo así. Deja que me la ponga, por favor —me dice Muriel tocando la chaqueta.

Sonrió y la miro y entonces me doy cuenta de que habla totalmente en serio y estoy demasiado cansado para decir que no, así que me la quito y se la doy y ella se la pone y dice riendo:

—Te la devolveré. No te preocupes, que te la devolveré.

Hay un fotógrafo molesto de verdad que no deja de hacer fotos a todo el mundo. Se dirige hacia alguien y le enfoca con la cámara y luego le saca dos o tres fotos. Se me acerca y el flash me deja ciego durante un segundo y tomo otro trago de la botella de champán. Kim se pone a encender velas por toda la habitación y Spit pone un álbum de X y alguien empieza a sujetar globos en una de las paredes vacías. La puerta que da a la piscina y al cenador está abierta y también hay un par de globos sujetos a ella y salimos a la piscina.

—¿Qué es de tu madre? —pregunta Blair—. ¿Ya no sale con Tom?

—¿Dónde has oído eso? ¿Lo leíste en
The Inquirer
? —se ríe Kim.

—No, vi una foto suya en el
Hollywood Reporter
.

—Está en Inglaterra con Milo, ya te lo he contado —dice Kim mientras nos acercamos al agua iluminada—. Por lo menos eso leí en
Variety
.

—¿Y tú? —pregunta Blair empezando a sonreír—. ¿Con quién sales?


¿Moi?
—ríe Kim y luego menciona a un famoso actor con el que me parece que fui al colegio.

—Ya lo había oído por ahí. Sólo quería comprobarlo.

—Es verdad.

—No estaba en la fiesta de Navidad que diste —dice Blair.

—¿No estaba? —Kim parece preocupada—. ¿Estás segura?

—No estaba —dice Blair—. ¿Le viste tú, Clay?

—No, no le vi —contesto sin recordar.

—Es muy raro —dice Kim—. Seguramente estaba rodando exteriores.

—¿Cómo es?

—Muy agradable. Agradable de verdad.

—¿Y qué pasa con Dimitri?

—Bueno, nada —dice Kim.

—¿Lo sabe? —pregunta Blair.

—Es probable. No estoy segura.

—¿No crees que le molestará?

—Mira, Jeff sólo es una aventura. El que me gusta es Dimitri.

Dimitri está sentado junto a la piscina tocando una guitarra y está muy moreno y tiene el pelo rubio muy corto y se limita a estar sentado en la tumbona tocando unos extraños acordes mágicos y luego se pone a tocar el mismo riff una y otra vez y Kim le mira y no dice nada. El teléfono suena dentro y Muriel grita, agitando las manos:

—Es para ti, Kim.

Kim entra y voy a preguntarle a Blair si se quiere ir, pero Spit, fumando todavía el canuto, se acerca a Dimitri con un surfista y dice:

—Heston tiene un ácido estupendo.

El surfista que está con Spit mira a Blair y le guiña un ojo y entonces ella me da una palmadita en el culo y enciende un pitillo.

—¿Dónde está Kim? —pregunta Spit al no obtener respuesta de Dimitri, que se limita a mirar la piscina mientras rasguea la guitarra. Luego nos mira a los cuatro que estamos de pie a su alrededor y durante un momento parece que va a decir algo. Pero no dice nada, sólo suspira y vuelve a mirar el agua.

Una joven actriz entra con un productor muy conocido, al que me presentaron una vez en una de las fiestas del padre de Blair, y contemplan la escena y se dirigen hacia Kim, que vuelve después de hablar por teléfono y les dice que su madre está en Inglaterra con Milo. El productor dice que según sus últimas noticias estaba en Hawai y luego dicen algo de que a lo mejor Thomas Noguchi se deja caer por aquí y luego la actriz y el productor se van y Kim se dirige hacia donde estamos Blair y yo y nos dice que quien llamaba era Jeff.

—¿Qué te dijo? —pregunta Blair.

—Es un mamón. Está en Malibu con un surfista, y no tienen intención de salir de casa.

—¿Entonces, qué quería?

—Desearme feliz Año Nuevo. —Kim parece contrariada.

—Bueno, eso está bien —dice Blair esperanzada.

—Lo que dijo fue: «Que tengas un feliz Año, cachonda» —dice Kim, y enciende un pitillo.

La botella de champán que tiene en la mano está casi vacía. Parece que se va a echar a llorar o a decir algo cuando se acerca Spit y dice que Muriel se ha encerrado en el cuarto de Kim, conque Kim y Spit y Blair y yo entramos, subimos al piso de arriba, llegamos al descansillo que da al cuarto de Kim y ésta trata de abrir la puerta, pero está cerrada.

—Muriel —llama Kim golpeando la puerta. No contesta nadie.

Spit da puñetazos a la puerta, luego patadas.

—No me jodas la puerta, Spit —dice Kim, y luego grita—: Muriel, abre.

Miro a Blair y parece preocupada.

—¿Crees que está bien?

—No lo sé —dice Kim.

—¿Qué hace ahí dentro? —quiere saber Spit.

—¡Muriel! —vuelve a gritar Kim.

Spit enciende otro porro y se apoya en la pared. Aparece el fotógrafo y nos saca fotos. La puerta se abre poco a poco y aparece Muriel con pinta de haber estado llorando. Deja que Spit, Kim, Blair y el fotógrafo y yo entremos en la habitación y luego cierra la puerta y echa el pestillo.

—¿Te encuentras bien? —pregunta Kim.

—Estoy estupendamente —dice ella, secándose la cara.

La habitación está a oscuras, si se exceptúan un par de velas que hay en un rincón, junto a una cuchara y una jeringuilla y una papelina con polvo parduzco y un poco de algodón. En la cuchara ya hay algo del polvo mezclado con agua y Muriel hace una bola lo más pequeña posible con el algodón y la pone en la cuchara y clava la aguja en el algodón y la fija a la jeringuilla. Luego se levanta la manga, coge un cinturón y se lo ata alrededor del antebrazo. Distingo marcas de pinchazos y miro a Blair, que está mirando el brazo.

—¿Qué pasa aquí? —pregunta Kim—. Muriel, ¿qué estás haciendo?

Muriel no dice nada, se limita a darse unos golpecitos en el brazo buscándose una vena y miro mi chaqueta y me asombra ver que se parece a alguien lleno de pinchazos, o algo así.

Muriel coge la jeringuilla y Kim susurra:

—No lo hagas.

Pero le tiemblan los labios y parece excitada y distingo el comienzo de una sonrisa y tengo la sensación de que no quiere decir eso y cuando la aguja se clava en el brazo de Muriel, Blair se levanta y dice:

—Me marcho.

Sale de la habitación. Muriel cierra los ojos y la jeringuilla se llena poco a poco de sangre.

—Tío, esto es tremendo —dice Spit.

El fotógrafo saca un foto.

Me tiemblan las manos cuando enciendo un pitillo.

Muriel se echa a llorar y Kim le acaricia la cabeza, pero Muriel sigue llorando y babeando con pinta de ir a echarse a reír y tiene la pintura de labios toda corrida y el maquillaje emborronado.

A las doce de la noche Spit trata de encender unos cohetes pero sólo se elevan un par. Kim abraza a Dimitri, quien no parece enterarse ni que le importe, y deja la guitarra a un lado y mira fijamente la piscina y once o doce personas estamos de pie junto a la piscina y alguien quita la música para que podamos oír los ruidos de la ciudad celebrando el Año Nuevo, pero no hay demasiado que oír y sigo mirando hacia el cuarto de estar, donde Muriel está tumbada en un sofá, fumando un pitillo, con las gafas de sol puestas, viendo vídeos musicales. Lo único que oigo son ventanas que se abren y perros que empiezan a ladrar y estalla un globo y Spit deja caer una botella de champán y la bandera americana que cuelga como una cortina encima de la chimenea se mueve con el aire caliente y Kim se levanta y enciende otro canuto.

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