Muerte en Hamburgo (20 page)

Read Muerte en Hamburgo Online

Authors: Craig Russell

Tags: #Policíaco, #Thriller

BOOK: Muerte en Hamburgo
11.36Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Michaela sólo nos ha dicho que estaba en una discoteca, que un tipo le dio agua y que pensó que estaba salada.

—Seguramente sería por eso.

Fabel miró el informe de Stern.

—¿Qué hay de la violación? ¿Tenemos pruebas forenses?

—Lo único que podemos decir es que fue violada vaginalmente durante un período de entre dos a cuatro horas… quizá por más de un hombre. No la sodomizaron. Ni la obligaron a practicar sexo oral. Y por desgracia, no hemos hallado semen para realizar análisis de ADN. Él, o ellos, debieron de ponerse condón. No la pegaron ni maltrataron. Las únicas otras heridas que presenta son las marcas de ataduras en los tobillos y las muñecas… —Stern señaló con la cabeza la carpeta que Fabel tenía en las manos—. Las fotos están dentro.

Fabel abrió el informe. Las fotografías mostraban las marcas en las muñecas y los tobillos. Había estado tumbada con los brazos y las piernas extendidos, como las víctimas de los asesinatos. Pero Michaela estaba viva. Había otra fotografía, de la frente de una mujer rubia con el pelo hacia atrás para dejar al descubierto una marca roja apenas visible pero discernible.

—¿Qué es?

Stern sonrió.

—Es una pista que el violador o los violadores no querían que viéramos, Herr Kommissar. Michaela tiene una piel extremadamente sensible, tiene una enfermedad eccematosa. Es uno de los motivos de que esté morena; sigue una terapia de rayos ultravioleta. —«A la porra mi teoría del salón de belleza», pensó Fabel—. En cualquier caso —siguió Stern—, el atacante le hizo alguna clase de marca en la frente. Es obvio que han intentado eliminarla, pero la piel sensible de Michaela reaccionó a la pintura o a lo que fuera que utilizaron. Pensé que era muy importante, así que lo incluí en las fotografías de las pruebas de la violación, aunque no puede decirse que sea una herida.

—Pues me alegro de que lo hiciera, Herr Doktor —dijo Fabel—. Podría tener una importancia probatoria enorme.

—A mí me parece una X —dijo Stern—. ¿Tiene idea de qué podría significar?

Fabel miró la marca y frunció el ceño.

—Pues la verdad es que sí… Creo que es un símbolo del Futhark.

Stern no entendía y se encogió de hombros. Susanne se acercó a Fabel, quien le mostró la imagen.

—¿Una runa vikinga?

Fabel asintió con la cabeza y guardó de nuevo la fotografía en la carpeta.

Sábado, 14 de junio. 15:50 h

ÖVELGÖNNE (HAMBURGO)

Susanne se inclinó hacia delante, le dio un beso a Fabel y le acarició la mejilla antes de salir del coche.

—¿Sigue en pie lo de esta noche?

Fabel sonrió.

—Por supuesto.

—Nos vemos allí a las ocho.

Se quedó mirando cómo subía los escalones que llevaban al vestíbulo de su edificio, admirando las curvas elegantes de su cuerpo. Al llegar a la puerta, Susanne se dio la vuelta y le dijo adiós con la mano, y Fabel le devolvió el gesto. Se quedó un momento sentado después de que se cerrara la puerta; luego cogió el móvil y llamó a Werner a casa. Cuando éste contestó, a Fabel le pareció oír unos niños de fondo. La hija mayor de Werner, Nadja, había hecho abuelo a Werner dos veces. Fabel se disculpó por molestarle en sábado.

—No pasa nada. ¿Qué sucede, Jan?

Fabel le contó a Werner el interrogatorio a Michaela Palmer. Incluyó la descripción que había dado la chica de los ojos del hombre de la discoteca. Deliberadamente, Fabel no puso énfasis en ese elemento: quería ver si la reacción de Werner se correspondía con la suya. Cuando Werner se quedó callado durante un momento, Fabel supuso que, en efecto, estaba pensando en lo mismo.

—¿El tipo que vimos anoche? ¿Don anglosajón relajado?

—Podría ser. Quizá deberíamos volver a verlo.

—Cuidado, Jan —dijo Werner—, no nos interesa asustarle. Tenemos a MacSwain vigilado de cerca las veinticuatro horas. Si da un paso en falso, lo pillaremos. Pero que compre libros y tenga los ojos verdes son datos muy poco sólidos para volverle a interrogar. Ayer ya pisamos terreno resbaladizo. Si fuera a ver a su abogado y se quejara de que le estamos acosando, creo que las pruebas que tenemos no resistirían un examen riguroso.

—Tienes razón, Werner —dijo Fabel—. Pero llama al equipo… y envíale un mensaje de correo electrónico a Van Heiden… Quiero convocar una reunión para hablar del caso el lunes a primera hora.

—¿Qué hay de la doctora Eckhardt? ¿Me pongo en contacto con ella también?

—No hace falta, Werner. Eso ya lo tengo cubierto.

Werner se rió al otro lado del teléfono.

—Apuesto a que sí, jefe. Apuesto a que sí.

Fabel se afeitó, se duchó y se puso una camisa de algodón inglés de buena calidad y un traje recto gris claro. Faltaba una hora para su cita con Susanne, así que repasó la carpeta que había traído de Cuxhaven. Fabel no se consideraba en absoluto una persona conservadora y hacía lo que podía por comprender todo lo nuevo; pero a veces se preguntaba qué demonios le pasaba al mundo. Las violaciones no eran ninguna novedad, por supuesto, pero ahora había hombres jóvenes que cogían la costumbre de aturdir a las mujeres con drogas que podían causarles daños cerebrales permanentes, para acostarse con ellas. Pensar en aquello dejó a Fabel completamente desconcertado y mirando con terror al futuro. Sin embargo, ese tipo era distinto. Formaba parte de un grupo. Y no había duda de que los actos que llevaban a cabo tenían algún significado o propósito ritual. Utilizaba un cóctel de drogas para obtener víctimas para otros y también para sí mismo. Quizá no eran en absoluto para él. Sacó el trozo de papel en el que había reproducido el dibujo de la marca inflamada de la frente de Michaela. ¿Le estaba dando demasiada importancia? Después de todo, podía ser una secuencia aleatoria de líneas más que una versión de una marca rúnica. Pero no tenía sentido. La habían marcado, grabado, con algo que tenía una importancia simbólica. Fabel estaba bastante seguro de que era la runa Gebo, que era el equivalente vikingo de la letra G; pero también sabía que las runas del Futhark no tenían sólo un significado fonético, sino que cada una poseía un simbolismo relacionado con los dioses o mitos escandinavos. Fabel fue hasta su biblioteca y cogió un par de gruesas obras de referencia, una de las cuales era el mismo libro que había comprado MacSwain; Otto había dejado que se lo llevara prestado. Pasó las hojas y al final encontró lo que buscaba. Fabel frunció el ceño mientras leía la entrada, y anotó los datos clave en el mismo trozo de papel. Gebo era una runa relacionada con los sacrificios a los dioses y los regalos de éstos. Sacrificio. También era la séptima runa. El número siete: Fabel recordó que Dorn le había hablado de la importancia de los números en el sistema de creencias de los vikingos. Gebo era la runa que más asociada estaba con el
blot
o ritual del sacrificio.

¿Podrían estar estos ataques relacionados con los dos asesinatos? Michaela Palmer no sólo estaba marcada con un signo ritual, sino que se trataba de una runa asociada con el sacrificio. Pero si, en efecto, la intención era sacrificarla a ella y a la otra chica, ¿por qué las habían soltado? Se habían esforzado mucho por eliminar los rastros de la marca y habían suministrado a las dos chicas dosis potentes de alguna droga para que no recordaran apenas nada de sus agresores. En la primera reunión después del asesinato de Sankt Pauli, Susanne sugirió que podrían haberse producido simulacros del suceso principal; pero por alguna razón le pareció que eso ya no encajaba con la clase de asesino que Fabel tenía la sensación de estar persiguiendo. En cualquier caso, estos ataques no eran simulacros. No se habían ido intensificando: los ataques a las dos chicas habían ocurrido después de los asesinatos. Fabel dejó caer el libro en el sofá a su lado y miró por la ventana del piso hacia el otro lado del Alster. Miró la hora: las 19:30. Mejor salía ya: no quería que Susanne llegara antes y tuviera que esperarlo.

Si no hubiera sido por su sentido del orden casi obsesivo, no lo habría visto. Se levantó del sofá para devolver las dos obras de referencia a su sitio en la estantería. Justo antes de guardar el de la tienda de Otto, lo hojeó distraídamente, dejando pasar las páginas por entre los dedos. Allí estaba. Una lámina a color de una representación de Odín tallada en madera. Ruda pero bien tallada en la madera oscura, se veía la cara barbuda de alguien que había perdido los estribos y gritaba mostrando los dientes. Era el rostro del sabio Odín. Y el precio que Odín había tenido que pagar para beber del pozo de la sabiduría había sido perder un ojo.

«Por eso todos tenían la misma cara cuando te violaron, Michaela —pensó Fabel—. Llevaban una máscara. La misma máscara. La máscara de Odín con un solo ojo.»

Sábado, 14 de junio. 20:00 h

PÖSELDORF (HAMBURGO)

Fabel no tuvo que darse la vuelta para saber que Susanne había entrado en el bar. El camarero que tenía delante se quedó mirando anonadado detrás de él, y sus manos, que estaban secando un vaso, dejaron de moverse. Fabel también advirtió que los dos hombres que tenía a su derecha interrumpían su conversación mientras se hacían a un lado para dejarle pasar. Notó su presencia cuando se apoyó en la barra junto a él, y le llegó la sutil sensualidad de su perfume. Fabel sonrió y dijo sin volver la cabeza:

—Buenas noches, Frau Doktor Eckhardt.

—Buenas noches, Herr Kriminalhauptkommissar.

Fabel se volvió. Susanne llevaba un sencillo vestido negro sin mangas y el pelo negro con un recogido informal. Por alguna razón, Fabel se acordó de respirar.

—Me alegro de que hayas podido venir —le dijo.

—Y yo.

Fabel pidió unas copas y fueron a sentarse a una mesa junto a la ventana. La Milchstrasse estaba llena de gente que paseaba o tomaba algo en las terrazas de los cafés y disfrutaba de las últimas horas del día.

—Estoy decidido a no hablar de trabajo esta noche —dijo Fabel—, pero ¿estarías libre el lunes a las diez de la mañana para asistir a una reunión sobre el caso?

—Allí estaré —dijo Susanne—. Este caso te está afectando mucho, ¿verdad?

Fabel sonrió débilmente.

—Todos me afectan. Pero sí, éste me afecta especialmente. Hay tantísimas cosas en este caso que no encajan, y tantísimas cosas que encajan demasiado bien. —Fabel le resumió su teoría sobre las máscaras de Odín.

—No lo sé, Jan —dijo Susanne, haciendo rodar la copa de vino con las manos—. Sigo creyendo que se trata de un solo asesino. Y sigo creyendo que te estás alejando con esa teoría de los motivos ocultos. Creo que se trata de un asesino que actúa en solitario y que destripa a mujeres jóvenes a las que elige al azar.

—Ha sido un resumen muy poco profesional, Frau Doktor.

Susanne se rió.

—A veces me siento muy poco profesional. Soy un ser humano, una persona normal y corriente, y de vez en cuando no puedo evitar reaccionar a todo este horror a un nivel emocional. Tú sentirás lo mismo alguna vez, ¿no?

Fabel se rió.

—La mayoría de las veces, de hecho. Pero si te sientes así, ¿por qué te dedicas a esto?

—¿Y tú?

—¿Por qué soy policía? Porque alguien tiene que serlo. Alguien tiene que interponerse, supongo…, entre el hombre, la mujer o el niño normales y corrientes y aquellos que les harían daño. —Fabel se quedó callado de repente, al darse cuenta de que había repetido más o menos el análisis que Yilmaz había hecho de él—. En cualquier caso —prosiguió—, tú eres médico; tienes cientos de formas de ayudar a la gente. ¿Por qué te dedicas a esto?

—Supongo que me dejé llevar por las circunstancias. Después de licenciarme en medicina general, estudié psiquiatría. Luego psicología. Luego psicología criminal y forense. Antes de darme cuenta, tenía una preparación excepcional para este tipo de trabajo.

Fabel esbozó una gran sonrisa.

—Bueno, me alegro de que lo hicieras. Si no, nuestros caminos no se habrían cruzado. Bueno, ya basta de hablar de trabajo… —Fabel le hizo una seña al camarero.

Sábado, 14 de junio. 20:50 h

UHLENHORST (HAMBURGO)

Angelika Blüm recogió el desorden que había sobre la mesa de café ancha y extendió un gran mapa detallado del centro y el este de Europa. Encima, puso las fotografías, recortes de periódico, los detalles de las empresas y los trozos de papel que había recortado, cada uno con un nombre escrito a mano: Klimenko, Kastner, Schreiber, Von Berg, Eitel (hijo), Eitel (padre). En el centro del mapa colocó el último nombre. Mientras que todos los demás estaban escritos en negro, este nombre estaba escrito en rojo y mayúsculas: Vitrenko.

Todo estaba ahí. Sin embargo, las conexiones que sostenían su teoría eran demasiado frágiles como para resistir la presión del examen de la jurisprudencia. Lo único que podía hacer era redactarlo todo, desenmascarar a los implicados y dejarlos en manos de investigadores con más recursos que ella. ¿Por qué no se había puesto en contacto con ella ese maldito policía? Sabía que Fabel estaba investigando el asesinato de Ursula y que lo que tenía que decirle arrojaría luz al caso. Angelika había leído lo del segundo asesinato: la chica cuya fotografía publicaron para intentar establecer su identidad. No reconoció a la mujer ni supo ver qué relación podía tener con Ursula o los otros elementos de su investigación. O este segundo asesinato era obra de un imitador, o había alguna conexión que escapaba al horizonte investigador de Angelika.

Apoyó los codos en las rodillas y meció la taza de café en las manos mientras examinaba los papeles esparcidos. Eran como los componentes de una máquina que esperan ser ensamblados, pero no sabía cómo funcionaba la máquina, cuál era su función primordial. Sin duda, si todos aquellos componentes pudieran juntarse, la historia sería brutal: un Stadsenator de Hamburgo, el Erste Bürgermeister, neonazis, una empresa líder en el sector de los medios de comunicación y, en el centro de todo, un comandante de las fuerzas especiales ucranianas sin rostro cuya sed de atrocidades le había labrado un nombre que los demás apenas osaban pronunciar: Vasyl Vitrenko.

Bebió un sorbo de café e intentó desconectar un momento de aquel rompecabezas. A veces había que mirar a otro lado para poder centrarse de nuevo y ver algo que había estado ahí delante todo el tiempo. El timbre de la puerta la sobresaltó. Suspiró, dejó el café encima del mapa extendido y fue hasta el telefonillo.

—¿Quién es?

—¿Frau Blüm? Soy el Kriminalhauptkommissar Fabel de la policía de Hamburgo. Ha estado intentando ponerse en contacto conmigo. ¿Puedo subir?

Other books

No Other Love by Speer, Flora
Follow the Sun by Deborah Smith
Don't Even Think About It by Sarah Mlynowski
Rules of Engagement by Tawny Weber
Ell Donsaii 13: DNA by Laurence Dahners
Wheels of Terror by Sven Hassel
Extracted by Sherry Ficklin, Tyler Jolley
Flying High by Annie Dalton