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Authors: Dan Simmons

Olympos (65 page)

BOOK: Olympos
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No hay problema
, transmitió Orphu.
Estoy leyendo los datos. Es casi tan bueno como leer los gráficos.

—Es la actividad cuántica de los últimos diez días estándar —dijo Cho Li—. Advertiréis que es casi un diez por ciento más volátil y activa que cuando despegamos de Fobos. La inestabilidad está alcanzando un estado crítico...

—¿Hasta qué punto? —preguntó Orphu de Io.

Asteague/Che volvió el visor de su rostro hacia el gran ioniano.

—Lo bastante crítico como para que tengamos que tomar una decisión en la próxima semana o así. Menos tiempo si la volatilidad continúa creciendo. Este grado de inestabilidad cuántica amenaza todo el sistema solar.

—¿Qué decisión? —preguntó Mahnmut.

—Si destruir los anillos polar y ecuatorial de la Tierra donde se originó el flujo cuántico y si cauterizar el monte Olimpo y los otros nódulos cuánticos de Marte —dijo el general Beh bin Adee—. Y esterilizar la Tierra misma si es necesario.

Orphu silbó, un sonido extraño que resonó en todo el puente.

—¿Tiene la
Reina Mab
esa capacidad militar? —preguntó el ioniano en voz baja.

—No —respondió el general.

«Supongo que tenía razón en lo de las naves moravec invisibles que nos siguen», pensó Mahnmut.

Supongo que teníamos razón en lo de las naves moravec invisibles que nos siguen
, envió Orphu por tensorrayo. Si Mahnmut hubiera tenido párpados, habría parpadeado por la similitud de sus pautas de pensamiento.

Se produjo un breve silencio. Ninguno de los seis moravecs que había alrededor de la mesa habló ni transmitió de nuevo durante casi un minuto.

—Hay más acontecimientos que compartir con vosotros —dijo Suma IV por fin. El ganimediano revestido de buckycarbono tocó unos controles y una vista telescópica ampliada y distinta de la Tierra cobró vida. Mahnmut reconoció lo que una vez habían sido las Islas Británicas (¡Shakespeare!), y entonces la imagen se centró en el continente de Europa. Dos imágenes llenaron el holocubo: una extraña ciudad que se extendía a partir de un cráter negro y lo que podría haber sido dicha ciudad envuelto en una telaraña azul no muy distinta a la imagen del desplazamiento cuántico entre la Tierra y Marte. Le describió la masa azul a su amigo.

—¿Qué demonios es eso? —preguntó Orphu.

—No lo sabemos —contestó Suma IV—, pero ha aparecido en los últimos siete días estándar. Estas coordenadas encajan con las de la antigua ciudad de París en la nación de Francia, pero donde nuestros astrónomos de Fobos y Deimos y el espacio marciano habían estado observando actividad de humanos antiguos (primitiva pero visible) ahora no hay más que esta cúpula azul, telarañas azules, agujas azules que rodean lo que obviamente era un antiguo cráter producido por un agujero negro.

—¿Qué podría estar tejiendo esa red? —preguntó Mahnmut.

—Una vez más, no lo sabemos —dijo Suma IV—. Pero mirad las medidas que proceden del interior.

Orphu no silbó esta vez, pero Mahnmut tuvo ganas de hacerlo. La temperatura de las partes de París cubiertas por la telaraña habían caído a menos cien grados Celsius cuando, apenas a unos metros de distancia, la temperatura todavía se mantenía dentro de lo normal en la Tierra para la región y la época del año y, unos pocos metros más allá, se elevaba al punto de fusión del plomo.

—¿Podría tratarse de un fenómeno natural? —preguntó Mahnmut—.

¿Algo que los posthumanos hubiesen causado durante los Tiempos Dementes, cuando jugaban con la ecología y las formas de vida de la Tierra?

—Nunca habíamos visto ni registrado algo parecido a esto —dijo Asteague/Che—. Y no hemos dejado de observar la Tierra desde el espacio del Consorcio. Pero mirad esto.

Una docena de localizaciones marcadas de azul aparecieron en el mapa holocúbico, que se alejó hasta que formó una gran esfera terrestre de nuevo. Los sitios con telarañas azules estaban indicados en otras partes de Europa, en Asia, en lo que había sido América del Sur, el sur de África... una docena en total. Junto a los círculos azules había cubos de datos que registraban medidas similares al fenómeno de París, con notas sobre el día, la hora, el minuto y el segundo en que la telaraña azul había aparecido en los sensores moravec. Mahnmut corrió a tensorrayar la descripción de las imágenes para Orphu.

—Y esto —dijo Asteague/Che.

Otra esfera de la Tierra apareció mostrando líneas azules rectas que surgían de París y los otros nódulos azules, incluida una ciudad indicada como Jerusalén. Las finas lanzadas azules continuaban directamente hasta el espacio y desaparecían más allá del Sistema Solar.

—Bueno, ya habíamos visto eso —dijo Orphu de Io después de que Mahnmut se lo describiera—. Es el mismo tipo de rayo de taquiones que apareció en Delfos, en la otra Tierra, la antigua Tierra de Ilión, cuando desapareció la población.

—Sí —respondió el Integrante Primero Asteague/Che.

—Aquel rayo no parecía apuntar a nada en el espacio profundo —dijo Mahnmut—. ¿Y estos?

—No, a menos que contemos las Nubes Magallánicas Menores —dijo Cho Li—. Además, hay un componente cuántico en esos rayos de taquiones.

—¿Qué significa eso de... «componente cuántico»? —preguntó Orphu.

—Los rayos cambian de fase a nivel cuántico, existiendo más en el espacio Calibi-Yau que en el espacio-tiempo cuadrimensional einsteniano — dijo el navegante calistano.

—Quieres decir, que pasan a un universo diferente —dijo Mahnmut.

—Sí.

—¿El universo Tierra-Ilión? —preguntó Mahnmut. Su tono era esperanzado. Cuando el último Agujero Brana que conectaba los universos del Marte-actual y la Tierra-Ilión había colapsado semanas antes, los moravecs habían perdido toda comunicación con aquella antigua Tierra de Troya y Agamenón, pero Hockenberry había podido teletransportarse cuánticamente a través del universo-membrana Calabi-Yau hasta la
Reina Mab
... y presumiblemente de vuelta, aunque nadie sabía adónde había ido al marcharse de la nave atómica. Mahnmut, que conocía a muchos de los griegos y troyanos, tenía la esperanza de volver a conectarse con ese universo una vez más.

—No lo creemos —dijo Cho Li—. Los motivos son tan complicados como las matemáticas del espacio de membrana-múltiple del espacio Calabi-Yau en las que basamos nuestras suposiciones. Se guían por lo que supimos del Artilugio que activasteis con éxito en Marte hace ocho meses, pero creemos que el rayo de taquiones que cambia de fase se dirige a uno o más universos diferentes, no al de la Tierra-Ilión.

Mahnmut extendió las manos.

—Entonces ¿qué tiene que ver esto con nuestra misión a la Tierra? Se suponía que yo iba a pilotar
La Dama Oscura
en los mares u océanos de la Tierra y que llevaría a Suma IV para su misión... igual que se suponía que debía llevar al difunto Ri Po al monte Olympus el año pasado. ¿Cambian ese plan esa telaraña azul y los rayos de taquiones?

Se produjo otro silencio.

—Los peligros desconocidos de una penetración atmosférica proliferan —dijo Suma IV.

—¿Podrías traducir eso, por favor? —pidió Orphu de Io.

—Observad, por favor —dijo el alto ganimediano.

Una grabación holográfica astronómica empezó a reproducirse sobre la mesa. Mahnmut describió las imágenes a Orphu por tensorrayo.

—Por favor, fijaos en la fecha —dijo el Integrante Primero Asteague/Che.

—Es de hace más de ocho meses —dijo Mahnmut.

—Sí —contestó el Integrador europano—. Poco después de que usáramos los Agujeros Brana para viajar al espacio de Marte-Ilión. Advertiréis que la resolución es relativamente pobre comparada con las observaciones de hoy de los anillos orbitales. Se debe a que estábamos observando desde la base de Fobos.

Las imágenes mostraban un objeto orbital similar al que había enviado el mensaje a la
Reina Mab
, pero no el mismo. Ese asteroide era visible como una roca que rotaba lentamente, con brillantes torres de cristal, cúpulas y estructuras. Era más pequeño: medía menos de dos kilómetros de largo. De repente otro objeto entró en el campo visual de la grabación: una construcción metálica de tres kilómetros de longitud parecida a una larga vara plateada, repleta de rieles, tanques de almacenamiento y cilindros de combustible. La columna terminaba en una esfera bulbosa y titilante. Había impulsores en funcionamiento, pero Mahnmut no creía que la cosa fuera solamente una nave espacial.

—¿Qué demonios es eso? —preguntó Orphu después de oír la descripción de Mahnmut y leer los datos.

—Un acelerador lineal orbital con un recolector de agujero de gusano en el morro —dijo Asteague/Che—. Advertid que alguien, o algo, de la ciudad asteroidal ha enviado órdenes vía máser a este acelerador no tripulado, eliminando incontables protocolos de seguridad, y lo dirige hacia el asteroide.

—¿Por qué? —preguntó Orphu.

Nadie respondió. Los cinco moravecs se quedaron mirando y Orphu escuchaba mientras la larga máquina orbital continuaba acelerando hasta que chocó con la isla asteroidal. Asteague/Che redujo el ritmo de la grabación. Las brillantes torres y agujas explotaron y volaron hechas pedazos a cámara lenta y, luego, el propio asteroide se rompió mientras el acumulador de agujero negro situado en el extremo del acelerador lineal explotaba con la fuerza de incontables bombas de hidrógeno. Hubo una serie de explosiones finales a cámara lenta mientras los tanques de combustible, los impulsores y los motores principales del acelerador estallaban también.

—Ahora observad —dijo Suma IV.

Una segunda visión telescópica, luego una lectura radar, se unieron a las explosiones holográficas. Mahnmut tensorrayó una descripción de la llamarada de los impulsores que se extendía desde el plano del anillo orbital ecuatorial mientras docenas y luego centenares de pequeñas naves espaciales corrían hacia el asteroide orbital que explotaba.

—¿Cuál es la escala? —preguntó Orphu.

—Miden unos seis metros de largo por tres de ancho —respondió Cho Li.

—Sin tripulación humana —dijo Orphu—. ¿Moravecs?

—Más bien los servidores que los humanos emplearon hace siglos —dijo Asteague/Che—. IAs sencillas con un propósito, como veis.

Mahnmut miró y luego describió lo que veía a Orphu. Los cientos, luego miles de diminutos aparatos que corrían hacia el asteroide y los restos del acelerador eran poco más que láseres de alta potencia, cada uno con un cerebro y un aparato director. La grabación avanzó unas cuantas horas y mostró a los láseres-servidores rebuscando a través, por debajo y por encima de los escombros, eliminando cada pieza de asteroide o acelerador que suponía una amenaza si sobrevivía a la reentrada en la atmósfera de la Tierra.

—Los posthumanos no eran tontos —dijo Asteague/Che—. Al menos en lo referido a ingeniería. La masa que acumularon en los dos anillos que construyeron alrededor de la Tierra equivalía a una fracción considerable de otra luna: más de un millón de objetos independientes, algunos, como el que nos llamó, casi tan grandes como Fobos. Pero tenían salvaguardas casi absolutas para mantenerlos en órbita y defensas por si amenazaban caer: esos moscardones impulsados por láser que eliminan cualquier residuo son la última línea de esa defensa. Los meteoritos siguen cayendo a la Tierra más de ocho meses estándar después, pero no ha habido ningún impacto catastrófico.

—Leucocitos orbitales —dijo Orphu de Io.

—Exactamente —comentó el Integrante Primero del Consorcio de las

Cinco Lunas.

—Comprendo —dijo Mahnmut por fin—. Tenéis miedo de que si lanzamos
La Dama Oscura,
como pretendíamos, estos pequeños leucocitos robóticos aparezcan y nos disparen también.

—La masa combinada de la nave de lanzamiento y vuestro sumergible sería una amenaza para la Tierra —reconoció Asteague/Che—. Vimos cómo los... leucocitos, como los llama Orphu, destruyeron piezas del asteroide destruido mucho más pequeñas.

Mahnmut sacudió su cabeza de metal y plástico.

—No lo entiendo. Hace más de ocho meses que tenéis estas grabaciones y estos datos y, sin embargo, habéis traído a la
Dama
... ¿qué ha cambiado?

El general Beh bin Adee señaló algo al volver a poner la holograbación de la explosión del asteroide.

La imagen se centró. Los ordenadores ampliaron la imagen granulosa y pixelada.

¿Qué?
, tensorrayó Orphu.

Mahnmut describió la imagen ampliada. Allí, en medio de todas las explosiones y residuos destruidos había una pequeña nave con tres figuras humanas tendidas en lo que parecía ser una cabina abierta. Sólo el leve titilar de un campo de fuerza indicaba por qué los tres no morían en el vacío.

—¿Qué es esa cosa? —preguntó Mahnmut después de describírselo a Orphu.

Fue Orphu quien contestó.

—Un antiguo aparato volador usado por los humanos antiguos y los posthumanos hace milenios. Se llamaba VFT: Vehículo de Función Total. A veces lo llamaban simplemente sonie. Los posthumanos los utilizaban para ir a los anillos y volver de ellos.

La grabación aceleró, se detuvo, volvió a acelerar. Mahnmut describió a Orphu la imagen del sonie retorciéndose y girando mientras segmentos del asteroide explotaban (desintegrados por láser) a su alrededor.

El holo mostró la trayectoria del sonie mientras entraba en la atmósfera, trazaba una espiral en el centro de América del Norte, y aterrizaba en una región situada bajo uno de los Grandes Lagos.

—Ése era uno de nuestros destinos —dijo Asteague/Che. Pulsó algunos iconos e imágenes telescópicas fijas de una gran casa humana en una colina. La enorme casa estaba rodeada por otros edificios y lo que parecía ser una muralla de madera defensiva. Cerca de las murallas y la casa había seres humanos, o lo que parecían seres humanos. En la fotografía aparecían varias docenas.

—Eso fue hace una semana, cuando empezamos a desacelerar —dijo el general Beh bin Adee—. Éstas se tomaron ayer.

La misma vista telescópica, pero ahora la casa y la muralla estaban en ruinas, quemadas. Había cadáveres visibles en el paisaje chamuscado.

—No comprendo —dijo Mahnmut—. Parece como si los humanos hubieran sido masacrados en el lugar donde aterrizó el sonie hace ocho meses. ¿Quién o qué los ha matado?

Beh bin Adee recuperó otra imagen telescópica, luego la amplió. Había docenas de bípedos no humanos entre las ramas peladas de los árboles. Eran de un color gris opaco, prácticamente sin cabeza, con una oscura joroba. Los brazos y piernas se articulaban de forma extraña para ser humanos o moravecs conocidos.

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