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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Por un puñado de hechizos (44 page)

BOOK: Por un puñado de hechizos
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Mierda, si los vampiros lo descubren, también vendrán a por mí
.

—Esto no está nada bien —comenté, sintiendo que me mareaba. Con un resoplido, Ivy se reclinó sobre el respaldo de la silla.

—¿Ah, sí?

Al otro lado del bar, Jenks acabó su canción, y continuó con una versión subida de tono de
American Woman
, con lo que hizo que las tres mujeres y uno de los camioneros empezasen a chillar ya silbar. Jax estaba encima de él, chispeando. Me preguntaba si alguien se estaría dando cuenta de que el mundo estaba cambiando… que estaba cambiando desde aquel pequeño bar.

Me limpié los dedos y cogí mi bolso.

—Puede cambiar el equilibrio de poder del inframundo —dije. Ivy asintió, balanceando las puntas de su cabello.

—Con la misma capacidad destructiva de dejar caer un tigre en una perrera —añadió ella secamente—. Se cree que los hombres lobo poseían una estructura política semejante a lo de los vampiros o mejor, porque los hombres lobo nunca se traicionaban, a diferencia de lo que hacen los vampiros cuando se trata de cuestiones de sangre. Su jerarquía estaba montada alrededor de quien poseía el foco, y al eliminarlo, la estructura de los lobos quedó destruida. Se los castró políticamente, se los dejó sobrevivir en manadas pequeñas.

Nick empezó su segunda hamburguesa.

—Según los textos demoníacos, iban a convertir a toda la humanidad —añadió él, apartando la parte superior del panecillo—. Los que no querían convertirse eran asesinados. Hubo familias enteras que pasaron a tener colmillos o murieron en nombre de la lucha de los lobos contra los vampiros. Y habrían tenido muchas oportunidades de sobrevivir si las brujas no hubiesen cruzado siempre jamás y se hubiesen puesto del lado de los humanos y los vampiros. Logramos derrotarlos con ayuda de la magia.

Nerviosa, empecé a mover la chancleta, creando un chasquido. Me preguntaba qué habría dado a cambio para que un demonio le revelase todo eso. Nunca había oído hablar de aquello, aunque Ivy sí, así que tal vez era yo que no había ido a las clases adecuadas. No podía evitar pensar que tal vez éramos las brujas las que estábamos en la cima de la cadena alimenticia, a pesar de que fuésemos tan independientes y de que no contásemos con ninguna estructura política. Todos los hechizos de tierra que había en el mercado, los usase un humano, un vampiro o un hombre lobo, tenían que estar creados por una bruja. Sin nosotras, sus pequeñas guerras políticas tendrían que realizarse con palos, piedras y alguna palabrota.

—El foco quedó destruido —dijo Ivy en voz muy baja y con una profunda expresión de preocupación en los ojos.

Nick sacudió la cabeza. Se tomó un buen trago de refresco antes de hablar.

—Es obra de demonios, y solo un demonio puede destruirlo. Se lo han ido pasando de vampiro de alto rango en vampiro de alto rango, generación tras generación.

—Hasta que tú lo cambiaste por un pedazo de tu alma —susurré y Nick se puso pálido.
Imbécil de humano
, pensé; después opté por ocultar la muñeca.

Jenks terminó de cantar entre vítores y gritos de ánimo. Se inclinó, lanzó unos besitos, se bajó del escenario y se acercó con sus pasitos ligeros de siempre. Destelló una cámara y pensé que ojalá me hubiera acordado de la mía. Jax se acercó revoloteando a las damas de la barra y las encantó a conciencia, la idea era ayudara su padrea evitarlas. El ambiente en la barra había cambiado de forma drástica gracias a Jenks, hasta las miradas que nos echaban los camioneros tenían un toque de voyerismo atrevido.

—¿Ya han traído la comida? —dijo Jenks. Me pasó la cartera antes de dejarse caer y aferrarse a la primera de sus hamburguesas con el entusiasmo de un adolescente muerto de hambre. Jax se quedó con las mujeres y distrajo a todo el mundo además de quedarse a salvo, lejos de las conversaciones de los adultos—. ¿Qué me he perdido? —añadió Jenks al tiempo que daba un mordisco.

Yo hice una mueca, me lamí los dientes y le lancé a Ivy una mirada irónica.

—Nick ha mangado un artefacto propiedad de los hombres lobo, un artefacto que puede trastocar el equilibrio de poder en el inframundo y hacer estallar una guerra entre los hombres lobo y los vampiros —dije. Después guardé la cartera junto a la estatua del lobo. Necesitaba llamara David y preguntarle qué opinaba de todo aquello. Claro que, pensándolo bien, quizá mejor no.

Jenks se quedó helado, con los carrillos llenos de comida. Nos miró a todos a los ojos para ver si estábamos de broma pero hasta que Nick no asintió, él no se acordó que tenía que tragar.

—Joder —dijo.

—Más o menos —suspiré yo—. ¿Qué vamos hacer con el trasto? No podemos dárselo a ellos.

Nick empezó a picotear sus patatas fritas.

—Fui yo el que empezó todo esto. Lo cojo y desaparezco.

Con un movimiento fluido lleno de elegancia, Ivy se reclinó en la silla. Parecía tranquila y dueña de sí misma, pero me di cuenta por los dedos que buscaban el crucifijo que no era oro todo lo que relucía.

—Resulta que no es tan sencillo, profesor. Saben quién es Rachel. Puede que a Jenks renuncien, pero al salvarte a ti la vida, Rachel se ha expuesto a perder la suya. No puede volver a Cincinnati como si no hubiera pasado nada. La seguirán al mismísimo infierno para recuperar ese trasto. —Ivy apoyó un brazo en la mesa y se inclinó hacia delante con expresión amenazadora—. Querrán hacerle daño, como te lo hicieron a ti para recuperarlo y yo no pienso consentirlo, maldito mierda, que no eres más tonto porque no te entrenas.

—Déjalo ya —dije yo mientras Nick se ponía rojo—. No podemos devolverlo. ¿Qué más tenemos?

Ivy cogió una semilla de sésamo de su hamburguesa y me miró enfurruñada. Nick también tenía encima una montaña de resentimiento del tamaño del Everest. Jenks era el único cuya cara había adoptado una expresión pensativa, no colérica.

—¿Puedes hacer que todo el mundo se olvide del tema? —preguntó mientras masticaba—. ¿O por lo menos que se olvide de nosotros?

Yo aparté el plato.

—Demasiada gente. Me olvidaría de alguien. Por no mencionar que sería un hechizo de magia negra. No pienso hacerlo. —Pero ¿no había deshecho maldiciones demoníacas? Supongo que para gustos están los colores. Claro que la maldición de Ceri no había implicado hacer daño a otras personas aparte de a mí misma.

Jenks masticaba sin prisas.

—¿Y qué ha y de volver a esconderlo?

—No pienso devolverlo —protestó Nick—. Invertí los ingresos de todo un año para conseguirlo.

Fruncí el ceño sin hacerle mucho caso. ¿Todavía se dedicaba a sacar tajada de todo?

—De todos modos irían a por Rachel —dijo Ivy—. Si no puedes hacer que todo el mundo se olvide del tema —me dijo a mí—, solo se me ocurre una cosa para que puedas recuperar tu vida después de que aquí el cerebro de mierda este la jodiera bien jodida.

Nick cogió una bocanada de aire y la miró colérico.

—Vuelves a llamarme eso y te voy a…

Ivy se movió. Yo me sobresalté pero conseguí reducir mi reacción a un pequeño brinco cuando mi amiga adelantó el brazo y cogió a Nick por la barbilla. Nick abrió mucho los ojos pero no se movió. Había crecido en los Hollows y sabía que si se movía solo empeoraría las cosas.

Los ojos de Ivy estaban casi negros del todo.

—¿Y me vas a qué, cerebro de mierda?

—Ivy —dije con tono cansado—. Déjalo ya.

Jenks me miró a mí y después a Ivy, tenía los ojos brillantes y la expresión preocupada.

—Anímate, Ivy —dijo en voz baja—. Ya sabes que ella siempre se pone del lado del más débil.

Las palabras de Jenks penetraron allí donde las mías no pudieron entrar y con un simple destello de marrón, las pupilas de Ivy recuperaron la normalidad. Esbozó una sonrisa beatífica, soltó la mano y cogió a Nick por el cuello de la sudadera con la excusa de colocárselo bien antes de que el tipo pudiera echarse hacia atrás.

—Perdona, Nicki —dijo, con los dedos pálidos le dio unos golpecitos un poquito más fuertes de lo necesario en la mejilla hundida.

Mientras yo intentaba deshacerme de algún modo del exceso de adrenalina, Nick apartó la silla y se frotó con cuidado la garganta. Ivy cogió la jarra y volvió a llenarse el vaso con un movimiento un tanto más rápido de lo habitual.

—Solo hay una solución —dijo al tiempo que ponía la pajita muy recta—. El profesor tiene que morir.

—¡Eh, eh, eh! —exclamé yo, y Nick se puso rígido y enrojeció de pura cólera—. Ivy, ya está bien.

Jenks se acercó un poco más el plato de patatas fritas.

—Oye, yo en eso estoy contigo —dijo, sus ojos recorrían el bar entero, seguramente en busca del inexistente kétchup—. La verdad es que eso lo resolvería todo. —Dudó un momento y se limpió los dedos en una servilleta—. Tú lo sujetas y yo te voy a buscar la espada a la furgoneta.

—¡Oye! —grité, enfadada. Sabía que no estaban hablando en serio, pero estaban empezando a cabrearme. Bajé la voz cuando nos miraron las mujeres que se reían en la barra—. Nick, relájate. No te van a matar.

Jenks lanzó una risita disimulada y empezó a dar buena cuenta de sus patatas mientras Ivy adoptaba una postura llena de seguridad en sí misma, casi seductora incluso; se repantingó en la silla y sonrió solo con un lado de la boca.

—De acuerdo —dijo—. Si te vas a poner así, no lo matamos. Organizamos una muerte pública y espectacular junto con la destrucción de ese trasto.

Nick se quedó mirando la figura llena de seguridad de Ivy.

—No pienso permitir que lo destruyas —dijo con vehemencia.

Ella alzó las cejas.

—No puedes impedírmelo. Es la única opción que tenemos para quitarle a Rachel esos lobos de encima, así que a menos que tengas una sugerencia mejor, te sugiero que cierres el pico.

Nick se quedó muy quieto. Yo vi que fruncía el ceño, absorto en sus pensamientos, y después miré a Jenks. El pixie también lo estaba mirando con la boca llena pero sin mover la mandíbula. Los dos intercambiamos una mirada de complicidad. Alguien que había soportado una semana de tortura no se iba a rendir con tanta facilidad. Ivy no pareció advertirlo, claro que Ivy no conocía a Nick como yo estaba empezando a conocer a Nick.
Dios, ¿por qué intento ayudarlo siquiera
?, pensé mientras agitaba el pie y balanceaba las chancletas. Deprimida, eché mano de mi refresco.

—Así que organizáis mi muerte y la destrucción del foco —dijo el aparentemente dócil humano, y Jenks se puso a comer otra vez mientras fingía ignorancia—. Creo que se van a dar cuenta cuando la ambulancia me lleve al hospital en lugar de al depósito.

Los ojos de Ivy siguieron a alguien que venía hacia nosotros. Con el vaso en la mano me di la vuelta y me encontré a Becky con tres copas con sombrillitas y guindas pinchadas en palitos. Me fijé entonces en las coquetas de la barra y me encogí. Ah… qué bonito. Estaban intentando ligar con él.

—Puedo conseguir un cuerpo —dijo Ivy en medio del silencio.

Yo me atraganté con la bebida y tosí al pensar en la ristra de ideas que había engendrado aquel comentario, pero el problema era que Becky se había acercado y yo no podía decir ni pío, ni aunque pudiera recuperar el aliento.

—Aquí tienes, cielo —dijo con una sonrisa mientras dejaba las bebidas justo delante de Jenks—. De parte de las damas de la barra.

—Oh,
uau
—dijo Jenks, al parecer se había olvidado lo que significaba aceptar copas de desconocidas cuando solo se medía poco más de diez centímetros—. ¡Mirad, espadas pixie!

Fue a coger los palitos de las guindas con los ojos brillantes y yo lo interrumpí con un rápido «¡Jenks!».

Ivy exhaló una bocanada de aire, parecía cansada, y Jenks nos miró a una y luego a la otra.

—¿Qué? —dijo, después se puso rojo. Hizo una mueca y levantó la cabeza para mirar a Becky—. Esto, bueno, estoy casado —dijo, y yo oía alguien maldecir en la barra. No había sido uno de los camioneros, gracias a Dios—. Quizá —dijo mi amiguito al tiempo que empujaba las copas de mala gana hacia Becky— deberías devolvérselas a las señoritas con mis, en fin, excusas.

—Bueno, me cachis… —dijo Becky con una sonrisa—. En fin, quédatelas. Ya les dije que un tío bueno como tú ya estaría pescado, cogido, fileteado y frito. —Sonrió un poco más antes de continuar—. Y comido.

Ivy exhaló y Nick no parecía saber si debía sentirse orgulloso o avergonzado de su especie. Jenks sacudió la cabeza, supongo que pensaba en Matalina mientras apartaba las copas.

—¿Dijiste que tenías alguna tarta? —preguntó Ivy.

—Sí, señorita. —Becky recogió con limpieza las copas, con espadas pixie y todo—. De dulce de mantequilla o de manzana. Traeré un trozo de la tarta de manzana, puesto que eres alérgica al sirope de la otra.

Ivy parpadeó pero la sonrisa no le vaciló ni un instante.

—Gracias. —Empujó hacia Becky la hamburguesa que no había tocado y nuestra camarera fue tan amable de recoger su plato y el mío—. ¿Me pones una bola de helado encima? —preguntó—. Y café. ¿Todo el mundo quiere café? —Nos miró con aire inquisitivo y una sonrisa que me puso muy nerviosa, sobre todo después de ese comentario de «Puedo conseguir un cuerpo», así que asentí.

—Con leche y azúcar —añadió Jenks en voz muy baja, y Becky se largó tan contenta diciéndoles a voz en grito a las tres mujeres de la barra que ella ya se lo había dicho.

Ivy la observó irse y después me sometió a un silencioso escrutinio. De repente me di cuenta que Becky debía de haber hablado con Terri, la de la tienda. Sentí que me embargaba otro de mis estelares momentos de vergüenza supina, así que me incliné hacia delante y tomé otro sorbo para esconderme detrás del vaso. No era de extrañar que el bar entero estuviera siendo tan agradable con nosotros. Creían que yo era una ninfómana a la que le gustaba montárselo con tres personas untadas en dulce.

—¿Por qué soy alérgica al sirope? —preguntó Ivy poco a poco. Me puse como un tomate y Jenks empezó a tartamudear.

—Ah, Rachel y yo somos amantes y lo que nos va es hacérnoslo en grupos de cuatro, todos untados con dulce. Al parecer cree que tú y Nick sois Alexia y Tom. Tú eres alérgica al sirope y aquí a cerebro de mierda le gusta el pistacho.

—Dejad de llamarme así —murmuró Nick.

Ivy dejó escapar una bocanada de aire. Había arqueado las cejas y nos miraba divertida.

—Vale.

Opté por dejar el vaso en la mesa.

—¿Podemos volver a cómo vamos a matar a Nick? ¿Y qué es eso de un cadáver? Será mejor que empieces a hablar de una vez, Ivy, por que no pienso jugar al escondite con un tío muerto en el maletero. Lo hice en la facultad y no pienso repetirlo.

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