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Authors: Jude Watson

Rescate peligroso (3 page)

BOOK: Rescate peligroso
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El alivio recorrió a Obi-Wan al ver a Qui-Gon acercándose a él. Aquel instante de distracción fue cubierto por Adi que, como un relámpago, derribó a un androide que apuntaba con su láser a Obi-Wan. Qui-Gon aterrizó en el suelo, acabó con dos androides y giró para rechazar el disparo de un tercero. Le sorprendió el hecho de que, aunque lo había conseguido, sus tiempos de reacción eran lentos. No podía confiar en su cuerpo para moverse con rapidez. Los días de cautividad le habían dejado más huella de lo que él pensaba.

Qui-Gon se sintió satisfecho al ver que el gesto engreído de Zan Arbor se convertía en expresión de alarma. Se había dado cuenta de que ahora tenía las de perder. Dando una rápida orden, indicó a los androides que la rodearan. Estaba de espaldas a la pared.

Qui-Gon accedió a la Fuerza para superar la debilidad de su cuerpo. Atacó de forma ciega, atravesando las estructuras metálicas de los androides mientras Siri giraba y esquivaba, y moviendo el sable láser a la velocidad del rayo. El juego de pies de la chica era impecable. A Obi-Wan le estorbaba la vibrocuchilla, pero siguió atacando con firmeza y con la cara llena de sudor.

Sólo quedaban cinco androides, además de la guardia que protegía a Zan Arbor. Qui-Gon no necesitó mirar a Adi para confirmar su plan, mientras llevaba a los androides hacia ella. Los atraparían con la estrategia de la pinza. Siri y Obi-Wan, conscientes de la intención de Qui-Gon, se acercaron para flanquearle.

El plan podría haber funcionado a la perfección de no ser porque Tup escogió ese preciso momento para ponerse a salvo. Con un tímido disparo láser, salió corriendo de debajo del gravitrineo flotante y se apresuró hacia el pasillo, pero tuvo la mala suerte de chocar contra dos androides empujándolos hacia Obi-Wan. Los androides rodaron e alzaron los brazos hacia Tup, preparándose para dispararle.

—¡Oh, oh! —gritó Tup.

Obi-Wan era el que estaba más cerca. Utilizando la Fuerza, dio un salto y aterrizó con ambos pies sobre los dos androides. Los robots se tambalearon, y el fuego de los láseres se fue apagando. Obi-Wan se posó sobre el suelo y atacó al primer androide con su vibrocuchilla. El robot apuntó con su láser a Obi-Wan.

Qui-Gon alzó una mano para hacer retroceder al androide mediante la Fuerza. No pasó nada. Adi se giró ligeramente para sajar en dos al segundo androide.

—Zan Arbor —dijo Siri fríamente.

Jenna Zan Arbor había aprovechado el momento de distracción para escabullirse entre los androides que la protegían y salir corriendo por el pasillo. Luego desapareció por un turboascensor.

—Hay escaleras —dijo Qui-Gon a Adi—. La segunda puerta a la izquierda.

—Siri y yo la seguiremos —le dijo Adi, empezando a andar.

—Nosotros iremos a por el prisionero —le dijo Qui-Gon, señalando a Obi-Wan.

Corrió por el pasillo con su padawan junto a él. Irrumpieron en el laboratorio. Qui-Gon entró dando zancadas en la cámara llena de gas y cortó la pared con el sable de Obi-Wan. El material transparente cedió y el gas comenzó a salir, formando una nube de vapor. La cámara estaba vacía.

—Nos han engañado —dijo Qui-Gon despacio.

—Puede que Noor R’aya esté en el otro laboratorio —sugirió Obi-Wan.

Qui-Gon se quedó atónito.

—¿Noor R'aya? ¿El otro prisionero era un Jedi?

—Eso cree Adi.

—Ella me dijo que no le conocía, pero que era un ser cercano a mí —murmuró Qui-Gon—. Y claro que es así. Todos los Jedi compartimos un lazo común.

—Deberíamos ir a la rampa de lanzamiento —dijo Obi-Wan—. Zan Arbor dijo que estaba en el subnivel uno.

—En ese caso —dijo Qui-Gon—, estoy seguro de que no está allí. Ven, padawan.

No estaba seguro de estar en lo cierto, pero de alguna forma había llegado a conocer los entresijos de la mente de Zan Arbor, y su forma de engañar. A ella le encantaría enrevesar la situación de tal modo que los Jedi acabaran justo en la otra punta del lugar desde donde iba a escapar.

De modo que, en lugar de acudir al subnivel uno, Qui-Gon subió a la azotea.

No se fiaba del turboascensor. Estaba seguro de que ella lo habría saboteado. Subió por las escaleras con Obi-Wan siguiéndolo de cerca.

Irrumpieron en la azotea justo a tiempo para ver la nave de Jenna Zan Arbor elevándose hacía el cielo. Vieron el cuerpo de Noor R'aya junto a ella, en el asiento del copiloto. Estaba recostado como si estuviera demasiado débil para levantar la cabeza. Ella sonrió y les saludó con la mano un segundo antes de que la nave saliera disparada hacia la atmósfera.

Habían vuelto a perderla.

Capítulo 6

Obi-Wan aguardó mientras la doctora Jedi, Winna Di Uni, atendía a Qui-Gon. Localizó el sensor implantado en su corriente sanguínea y lo extrajo cuidadosamente. Mientras esperaba, Obi-Wan buscó por el laboratorio y encontró el sable láser de Qui-Gon. Fue un gran placer para él devolvérselo a su Maestro.

—¿Cómo está Didi? —preguntó Obi-Wan a Winna.

Ella sonrió.

—Mejorando. Ya está sugiriendo la forma de hacer mejor sus comidas.

Qui-Gon gruñó.

—Pase lo que pase, no le hagas caso —el talento de Didi como chef era muy discutible.

Winna puso una mano en el hombro a Qui-Gon.

—Has pasado por una experiencia traumática, Qui-Gon. cuerpo no se ha recuperado todavía. Supongo que será inútil decir que te lo tomes con calma durante un tiempo.

Qui-Gon sonrió mientras se levantaba de la camilla.

—No hasta que encontremos a Noor.

Obi-Wan notó los síntomas de fatiga que no había percibido antes por la alegría de tener a su Maestro sano y salvo. Jenna Zan Arbor había extraído casi toda la sangre del cuerpo de Qui-Gon. Le había tenido encerrado durante mucho tiempo. Estaba terriblemente pálido y demacrado. La experiencia le había debilitado.

—¿Estás seguro de que no deberías regresar al Templo? —preguntó a Qui-Gon en voz baja.

—Sí —dijo Qui-Gon firmemente.

Adi y Siri entraron en la sala.

—Hemos revisado todos los archivos del ordenador —dijo Adi—. Nada indica adonde puede haber ido ahora.

—Tenía un asistente, Nil —dijo Qui-Gon.

—Ya no —dijo Siri—. Lo encontramos en uno de los almacenes. Inyección letal, en nuestra opinión.

—Era una carga —dijo Qui-Gon. Se dio la vuelta—. No se detendrá ante nada.

—Sí, y por eso tenemos que encontrarla —asintió Adi en voz baja.

Cholly, Weez y Tup se asomaron por la esquina.

—Si ya no necesitáis nuestros servicios, creemos que lo mejor será volver a nuestra paupérrima pero considerablemente segura vida anterior —sugirió Cholly.

—Ella tenía los créditos en la mano —dijo Weez—. Si Tup no hubiera encendido el motor...

—Si no hubiera dejado caer los androides...

—Venga, es todo culpa mía. Tengo la culpa de absolutamente todo lo que pasa —se quejó Tup.

—Pues sí —dijeron Weez y Cholly al unísono.

El intercomunicador de Qui-Gon resonó.

—Es Tahl.

Un holograma en miniatura de Tahl apareció ante ellos

—Es para mí un alivio saber que estáis todos bien, y que Didi se recuperará —dijo—. La Fuerza está con nosotros. Winna, ¿qué tal está Qui-Gon?

—Bien —dijo Qui-Gon firmemente.

—Perdona, pero creo que no te he preguntado a ti —replicó Tahl. Era una de las pocas Jedi con la valentía suficiente como para contestar a Qui-Gon, por no hablar de tomarle el pelo—. ¿Winna?

—Ha pasado por una experiencia devastadora —dijo Winna—. Yo aconsejo que regrese al Templo, pero sé que le necesitan. No ha sufrido daños permanentes. Sólo necesita descansar y comer.

—Entonces ¿le permitirías salir en misión? —preguntó Tahl.

—¿Permitirme? —resopló Qui-Gon, iracundo—. ¿Acaso sigo siendo un prisionero?

—No, eres un Jedi cabezota que podría llevar sus condiciones físicas más allá de lo soportable —respondió Tahl.

—Yo creo que no corre peligro —dijo Winna un tanto reacia—. Conozco la velocidad a la que Qui-Gon puede recuperar sus fuerzas. Eso siempre y cuando no me haya mentido con respecto a cómo se encuentra y lo débil que está.

Qui-Gon le clavó la mirada.

—Estoy segura de que te ha ocultado cosas —dijo Tahl, cortante—. Pero tenemos que perseguir a Jenna Zan Arbor. El Consejo desea que ambos equipos se unan para salvar a Noor.

Obi-Wan miró a Siri. Así que tendría que trabajar con ella de nuevo, codo con codo. Tenía la esperanza de que la chica hubiera aprendido algo más de humildad desde su última misión juntos.

—Tengo noticias para ti, Obi-Wan —dijo Tahl—. Y no te van a gustar. A mí tampoco me han gustado. Astri se fue del templo en cuanto supo que Didi se recuperaría del todo. Ha salido en busca de Ona Nobis para ver si puede obtener la recompensa.

—¡Astri no es rival para Ona Nobis! —exclamó Obi-Wan, atónito.

Tahl suspiró.

—Ya lo sé, pero los Jedi no pueden hacer nada. Ella ya no quiere nuestra protección. No podemos obligarla.

Obi-Wan sintió una mezcla de frustración y preocupación en su interior, pero sabía que Tahl tenía razón. Los Jedi no podían imponer su protección. Y su misión era encontrar a Jenna Zan Arbor.

—Adi y Qui-Gon, poneos en contacto conmigo cuando decidáis el plan a seguir —concluyó Tahl—. Mientras tanto coordinaré la búsqueda de la nave de Zan Arbor.

—La galaxia es muy grande —dijo Qui-Gon.

—Entonces más me vale empezar cuanto antes —dijo Tahl, y cortó la comunicación.

Obi-Wan era cada vez más consciente de lo valioso que era tener a Tahl como contacto en el Templo. Cuando la rescataron, ciega, de Melida/Daan, no sabía lo importante que llegaría a ser después en sus vidas, así como en sus misiones.

—Ha sido una aventura genial, pero tenemos que irnos —dijo Cholly.

Adi se giró hacia ellos.

—Gracias por vuestra ayuda. Sentimos que os vierais involucrados en el combate.

Weez agitó la mano.

—No fue nada.

—Sobre todo cuando terminó —dijo Tup, soltando un suspiro de alivio.

Tras una inclinación y un gesto de despedida de Tup, los tres salieron a toda prisa del laboratorio.
Sin duda estaban ansiosos por escapar de los Jedi
, pensó Obi-Wan. Era obvio por qué a Cholly, Weez y Tup les iba tan mal como delincuentes. Su codicia era mucho mayor que su valor. A primera señal de peligro, huían.

Qui-Gon se giró hacia Adi.

—¿Habéis descubierto Siri y tú algo útil mientras investigabais la desaparición de Noor?

—No creo —dijo Adi, pensativa—. Pero puedo contarte un par de cosas sobre él. Noor tenía una conexión tan profunda con la Fuerza que, al envejecer, optó por llevar una vida contemplativa. Se fue del Templo y volvió a su planeta natal, Sorl, donde pensaba vivir en la tranquilidad de su retiro. Se construyó una humilde casita al pie de la cordillera de Cragh, pero las cosas no salieron como él esperaba.

—Rara vez lo hacen —apuntó Qui-Gon.

Adi asintió.

—Cuando Siri y yo llegamos a Sorl descubrimos que, para pasar el tiempo, Noor había comenzado a diseñar pequeños paisajes con rocas, palos y plantas. Hacía animalitos y figuritas y los colocaba en estos paisajes imaginarios, los lugares que había visto a lo largo de su vida. Los vimos en los campos que rodeaban su casa. Eran maravillosos. Preciosos.

—Vaya —dijo Qui-Gon—. Y comenzaron a llamar la atención.

Adi sonrió.

—Sobre todo a los niños. Se acercaban para ver trabajar a Noor. Él les fabricaba juguetes. Al poco se vio metido en la vida de la comunidad. Su vida de retiro se convirtió en una vida comprometida.

—"La vida te da sorpresas. Acéptalas" —citó Qui-Gon. Era un dicho Jedi.

—Pero ya ves, las cosas que sabemos de Noor no nos serán muy útiles para esto —concluyó Adi—. Creo que tendremos que concentrarnos en Jenna Zan Arbor. Pero su vida está rodeada de misterio...

La señal luminosa del intercomunicador de Obi-Wan parpadeó. El aprendiz se alejó un par de pasos y aceptó la llamada.

—Mi nombre es Ivo Muna, y soy doctora del Centro Médico de Sorrus —dijo una voz—. Astri Oddo me dio su nombre...

—¿Le ha pasado algo?

—Me temo que sí. Un accidente... No está consciente. Me dio su nombre antes de desmayarse. Quería que viniera. Yinn La Hi es la capital de Sorrus, en el sistema de...

—Sí, sé dónde está —interrumpió Obi-Wan—. Gracias. Si se despierta, dígale que voy de camino.

Cortó la comunicación. Los demás habían dejado de hablar y le estaban escuchando. Miró a Qui-Gon.

—Tengo que ir —dijo.

Qui-Gon frunció el ceño, pero Obi-Wan sabía que era porque estaba preocupado y no en desacuerdo.

—Sí —dijo—. No podemos dejar a Astri sola en Sorrus. Pero las posibilidades de encontrar a Jenna Zan Arbor y a Noor disminuyen con cada minuto que pasa. Adi y yo nos quedaremos aquí para comenzar la búsqueda. Tú ve con Siri a Sorrus y lleva a Astri de vuelta al Templo, si es que puede viajar. Nos encontraremos en el Templo o te llamaré para decirte adonde tienes que ir —Qui-Gon pareció recordar que se suponía que Adi y él estaban juntos en esto, así que la miró—. ¿Estás de acuerdo?

Adi respondió inmediatamente.

—Estoy completamente de acuerdo —se giró hacia Siri—. Voy a enviarte sola con Obi-Wan. Eso significa que confío en que no os enfrentéis con la cazarrecompensas Ona Nobis ni sigáis ninguna pista antes de poneros en contacto conmigo.

—Eso también va por ti, Obi-Wan —le dijo Qui-Gon. Ona Nobis recordará sus ansias de venganza si se entera que estás en Sorrus. Sed muy discretos. No arméis jaleo. Y poneos en contacto con nosotros en cuanto veáis a Astri. Y ahora vamos a buscaros un transporte.

Capítulo 7

Sorrus era un gran planeta en un sistema muy poblado, así que era fácil encontrar un carguero que viajara allí sin escalas. Tras aterrizar en la capital, Yinn La Hi, Obi-Wan y Siri dieron las gracias al piloto.

—Ahora tenemos un problema —dijo Obi-Wan a Siri mientras salían de la bulliciosa plataforma de aterrizaje. En las ciudades de Sorrus no hay señalizaciones, así que tendremos que adivinar el camino al Centro Médico.

—¿Y por qué no preguntamos a alguien? —dijo Siri.

—No conseguiríamos nada. A los sorrusianos no les gustan los forasteros.

—Lo haces todo tan difícil, Obi-Wan —resopló Siri—. Sólo hay que ser amable —se acercó a una pareja de sorrusianos cargada con compras del mercadillo.

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